domingo, 16 de febrero de 2014

CAPITULO 23


mi teléfono sonó mientras empacaba mi bolso de viaje. Vi
quién llamaba y miré el reloj. Pedro había dicho que
estaría aquí a las siete para recogerme. Faltaba un
cuarto en este momento.
—¿Comienzas a tener dudas y cancelas nuestra
pijamada de esta noche, Pedro?
Él se rió. —No hay ninguna posibilidad de eso, y espero que tengas
tu bolso listo, nena.
—Entonces, ¿porque no estas aquí para recogerme?
—Si, bueno, envié un auto a recogerte. Las emergencias de negocios
son un dolor en el trasero. Lo siento, el nombre del chofer es Pablo y trabaja
para mí. Él te llevara a mi departamento y quiero que te sientas como en
casa hasta que llegue allí. ¿Podrías hacer eso por mí, cariño?
—Supongo. —Mí mente giraba con las implicaciones de estar por mi
cuenta en su casa. No me sentía realmente asustada, pero la idea no me
emocionaba tampoco—. ¿Estas seguro, Pedro? Quiero decir… podemos
dejarlo para otra noche si estas ocupado…
—Dormiré contigo esta noche, Paula. En mi cama. Fin de la
discusión.
—Oh, bueno. —Sonreí en el teléfono—. Entonces, ¿puedo prepararte
la cena? ¿Hay comida en la casa o debería pedirle a tu chofer que nos
detengamos en el supermercado?
—No necesitas detenerte. Hay comida e incluso algunas cosas en el
refrigerador. Mi ama de llaves cocina y las congela. Elije cualquiera que
gustes. Discúlpame. —Escuche voces amortiguadas y a Pedro hablando
con alguien—. Tengo que irme, nena. Te veré tan pronto como pueda irme
de aquí.
Dije adiós, pero él ya había colgado. Observé mi teléfono por un
momento antes de bajarlo, perdida en lo surrealista y sintiéndome como
Alicia en el País de las Maravillas otra vez. Parecía que a mi vida le
presionaron el botón de avance rápido. Pasé de una chica soltera a una
novia en un poco más de una semana, sin que, al parecer, el botón de
avance lento sea presionado.
Mi teléfono se iluminó de nuevo con un número restringido en la
pantalla.
—Hola —respondí.
—Señora, mi nombre es Pablo McManus. El señor Alfonso me
instruyó para recogerla. Hay un Rover negro esperándola ahora abajo. —El
suave acento inglés dijo las palabras eficientemente.
Pablo. Recordé lo que Pedro dijo sobre el chofer. —Seguro, bajaré. —
Eché mi bolso sobre el hombro e hice mi camino hacia la calle. El auto que
me esperaba se veía exactamente como el Range Rover de Pedro, pero me
asusté cuando vi a Pablo el chofer. Enorme. Musculoso. Rubio, el cabello en
picos y con ojos oscuros.
—¡Tú! —dije, completamente sorprendida. Era el tipo que vi hoy con
el tatuaje de Jimi Hendrix.
—Sí, señora. —Mantuvo la puerta del pasajero abierta para mí, su
expresión no me decía nada.
—¡Me estuviste siguiendo hoy! —No era una pregunta, estaba segura
que Pablo lo notó. Bajé mi bolso al suelo, crucé mis brazos debajo de mis
pechos y en su lugar me fui por un enfrentamiento mexicano—. Dime una
buena razón de por qué debería entrar en ese auto contigo, Pablo.
Pablo sonrió brevemente y miró mi bolso sobre la acera. —Trabajo
para el señor Alfonso. —Le di a Pablo mi mejor cara de póquer. Lo
intentó de nuevo—. Me despedirá si no la llevo a su departamento, según
sus instrucciones. —Volvió hacia mí, sus sinceros ojos negros—. Me gusta
mucho mi trabajo, señora.
Mi cabeza comenzó a girar con pensamientos más salvajes sobre lo
que estaba haciendo, de lo que Pedro estaba haciendo, cuanta gente se
involucraba en mis asuntos, y mi lista podía haber seguido y seguido.
Hombre, necesitábamos tener una discusión. Igual, no era justo sacar mi
frustración con Pablo, quien aparentemente solo hacía su trabajo.
—Bastante justo, Pablo. —Recogí mi bolso y fui al asiento trasero—.
Pero la tregua termina si continuas llamándome señora. ¿Lo entiendes? Mi
nombre es Paula. Y si al señor Alfonso no le gusta, puedes decirle que
puede besar mi trasero Yankee. Él debería saber que a las chicas
americanas les molesta que les llamen señoras…
Pablo inclinó su cabeza hacia mí y esbozo una sonrisa mientras
cerraba mi puerta.
Comenzó a conducir mientras yo hervía en el asiento trasero. El
silencio sólo me irritó más, así que pensé que podría conseguir que él
revelara un poco más. —Entonces, Pedro te contrató para acosarme en
Londres, ¿eh?
—Protección, señora…. ah… Paula. No es acoso —contestó Pablo.
—¿Protección, de qué? —demandé—. ¿Me vigilas cuando voy a mis
carreras en las mañanas, también?
Pablo me miró a través del espejo retrovisor. —La ciudad puede ser un
lugar peligroso. —Sus ojos volvieron al camino. Había comenzado a llover y
se escuchaba el zumbido del limpiaparabrisas arrastrándose rítmicamente
de ida y vuelta—. Él solo es cuidadoso, es todo—dijo Pablo calmadamente.
—Si, lo sé. —Pedro es cuidadoso, controlador, bastante arrogante
para mi gusto la mayor parte del tiempo. Estaba en problemas conmigo—.
Entonces, ¿cuánto tiempo has trabajado para él, Pablo? Pedro no me ha
dicho absolutamente nada, así que pensé que tú podías iluminarme. —
Sonreí en el retrovisor para su beneficio.
—Seis años ahora. Nos conocimos en las FE.
—¿Eso es Fuerzas Especiales, correcto? Entonces, ¿Son algún tipo
de James Bond para el gobierno británico?
Pablo realmente se rió y sacudió la cabeza. —Puedo ver porque el
señor Alfonso mantiene un ojo sobre ti, Paula. Tienes bastante
imaginación.
—Si, Pedro también me lo dijo una vez —dije secamente.
Tan molesta como estaba con las presunciones de Pedro, las cuales
sobrepasaban mis límites, no podía evitar desquitarme con Pablo. Él parecía
un tipo decente, y tenía un gran gusto en música. Me gustaba. Pablo
simplemente hacía su trabajo. Sea lo que fuera en lo que se refiera a mí.
Pablo estacionó el auto y nos llevó al ascensor a través de la entrada
de la cochera. Antes que lo supiera, estaba dentro de la hermosa casa de
Pedro nuevamente, sólo que esta vez sin Pedro.
Pablo me hizo guardar su número en mi celular y me dijo que estaría
cerca por si necesitaba algo. —¿Qué tan cerca es cerca? ¿Estoy en privado
aquí? ¿No puedes vigilarme en su casa, o sí? —Comprobé sus ojos en
busca de signos reveladores de verdad—. Ni siquiera pienses en mentirme,
Pablo. Estaré fuera de esa puerta tan rápido que Pedro sentirá el viento
rizando su cabello todo el camino desde aquí hasta donde diablos esté en
este momento.
Pablo realmente se estremeció. —Aquí estás totalmente en privado. No
hay cámaras en el departamento, pero afuera, en el vestíbulo, las hay.
Entonces, si fueras a irte, te veré. Estoy en el otro piso de enfrente. No
lejos. El señor Alfonso quiere que te sientas como en casa. —Puso su
teléfono en el oído y se fue—. Llámame si necesitas algo, Paula.

No hay comentarios:

Publicar un comentario