domingo, 16 de febrero de 2014

CAPITULO 27


Pedro entró justo cuando terminé la llamada. Traía un paquete de
cervezas y una sonrisa depredadora en su rostro. Le había dado mi llave a
Pablo para que se la diera a Pedro y así pudiera entrar en la planta baja. Él
dejó la llave y las cervezas sobre la encimera antes de preguntar. —¿Te he
oído decirle a alguien que le amas justo cuando entraba?
Sonreí y asentí con la cabeza lentamente. —Era un hombre también.
Se colocó detrás de mí en la encimera, sus manos sobre mis
hombros y empezó a masajearlos. Me apoyé en su duro cuerpo y me
permití disfrutar del masaje. —Es un hombre con suerte, entonces. Me
preguntó qué le hace tan especial —Echó un vistazo hacia abajo, a los
alimentos ordenados en tazones, y cogió un pedazo de pollo cocido—.
Mmm —dijo mientras lo saboreaba, su boca en mi cuello.
—Bueno, leía los mejores cuentos antes de dormir. Peinaba mi
cabello mojado sin que se enredara y doliera. Me enseñó a montar en
bicicleta y a nadar. Siempre besó mis heridas cuando me raspaba, y lo
más importante, abrió su cartera con frecuencia, pero eso no fue hasta
más tarde.
Pedro gruñó. —Yo puedo hacer todas esas cosas por ti y más —Robó
otro trozo de pollo—. Sobre todo la parte de más.
Le di una palmada en la mano. —¡Ladrón!
—Eres buena cocinera —murmuró contra mi oído—. Creo que debo
de conservarte.
—Así qué te gusta mi cena mexicana. Veo que fuiste con el tema y
trajiste cerveza. Movimiento inteligente, Alfonso. Tienes potencial —
Empecé a llevar los cuencos a la mesa.
—¿Dos Equis es de México? —Hizo un ruido y se encogió de
hombros—. Yo solo la elegí porque me gustan los anuncios…el hombre
más interesante del mundo —Sonrió malévolamente y me ayudó a
trasladar el resto de la comida.
—Un mentiroso y un ladrón —sacudí la cabeza con tristeza—.
Acabas de fundir todo tu potencial, Alfonso.
—Cambiaré tu opinión más tarde, estoy seguro, Chaves —sonrió
hacia mí desde el fregadero en donde se lavaba las manos rápidamente y
luego abrió dos cervezas para nosotros—. Tengo mucho potencial —dijo
moviendo las cejas. Pedro me entregó mi cerveza y revisó todo lo que había
sobre la mesa, ladeando su cabeza, examinando todo—. Ayúdame aquí.
¿Cómo puedo montó tus tacos de pollo? Los cuales huelen muy bien, por
cierto.
No pude evitar reírme de él. La forma en que dijo “tacos” con su
acento británico me hizo gracia. Y cómo expresa las cosas también.
Simplemente me hizo reír.

—¿Qué es tan divertido? ¿Estoy divirtiéndola, Srta. Chaves?
—Dame, voy a corregir el problema —Le mostré cómo poner un poco
de pollo, la salsa de maíz, un chorrito de crema agria, una pizca de queso
rallado y unas rebanadas de aguacate en la tortilla y doblarla—. Eres
adorable, eso es todo, Sr. Alfonso. Ese acento tuyo me hace reír a veces
—Le entregué su taco en un plato.
—Ah, así que pasé de perder todo mi potencial a adorable en un
pestañeo. Y solo por hablar —Aceptó el plato y esperó a que preparara el
mía—. Recordaré esto, nena —Me lanzó una de esas sonrisas mortales del
millón de dólares y tomó un sorbo de su cerveza.
—Adelante, toma un bocado. Dame tu veredicto y sé consciente de
que voy a saber si me mientes —Me di unos toquecitos en la cabeza—.
Super poderes de deducción —Cogí mi taco y le di un mordisco, gimiendo y
exagerando sonidos de placer y arqueando el cuello hacia atrás—. Está tan
rico que me siento caliente por todas partes —ronroneé a través de la
mesa.
Pedro me miró como si acabaran de brotarme cuernos de diablo y
tragó saliva. Sabía que me lo iba a recordar más tarde para burlarse
despiadadamente. No me importaba. Pedro era divertido. Nos divertíamos
juntos y eso era una parte que amaba de él. Amor. ¿Lo amaba?
Levantó el taco hasta su boca y le dio un mordisco. Me miró
mientras masticaba y tragaba. Se limpió la boca con la servilleta y miró
hacia el techo pensativo, fingiendo que contaba con los dedos. Tomó otro
sorbo de cerveza.
—Bueno, vamos a ver… —se centró en mí—. Chef Chaves, te doy un
cinco en ejecución. Reírte de mí te ha quitado cinco puntos de entrada.
Pienso que un seis en presentación; todos gemidos sobre la cena son un
poco injustos, ¿no te parece? Y un nueve y medio en sabor —Tomó otro
bocado y sonrió—. ¿Qué tal lo hice?
Estaba tan guapo sentado ahí, en mi mesa, comiendo los tacos que
yo había hecho, y dulcemente me dijo que le gustaba como cocinaba, y
solo siendo Pedro. Supe la respuesta a mi pregunta en ese instante.
¿Amaba a Pedro? Sí, estoy enamorada de él.

2 comentarios:

  1. que buenos cap encantaron.... estoy en tenfiendo la historia me gusta besos

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  2. Wow buenisimos los capitulos,me encantaron.

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