domingo, 16 de febrero de 2014

CAPITULO 26



Pedro tenía un tatuaje en la espalda. Derecho a través de sus
hombros eran unas alas horizontales de tamaño medio. Parecían un poco
góticas y casi Greco-Romanas con su crudeza entintada en negro. Me
encantó la cita por debajo de sus alas. Nada más complaciente que un
sueño. Lo vi en la ducha cuando se dio la vuelta para coger el jabón.
—Eso es Shakespeare, ¿verdad?—lo acarició sobre la tinta con la
mano fue entonces cuando vi las cicatrices. Muchas líneas blancas y
rugosas. Tantas que no podrían contarlas. Jadeé una brusca respiración,
desesperadamente triste al pensar lo mucho que debía de haber sido
herido. Quería preguntarle pero me mordí la lengua. Yo no me había
ofrecido a hablarle de mis cicatrices.
Se dio la vuelta y me dio un beso en los labios antes de que pudiera
decir una palabra más. Pedro no quería hablar de sus cicatrices más de lo
que yo quería hablar de las mías.

Más de una semana de noches en casa de Pedro y necesitaba volver
a mi piso para coger ropa limpia. Necesitaba una recarga en mi propia
casa. Pedro concordó venir aquí ésta noche. Le dije que los barrios bajos
eran buenos para el alma. Me devolvió la broma, diciendo que no
importaba siempre y cuando tuviéramos algo para comer y una cama
porque dormiríamos desnudos para su fiesta de pijamas. Le dije que si
Gaby aparecía tendría que vestirse; eso y que no permitiría que mi
compañera de piso tuviera la oportunidad de ver el divino cuerpo de mi
novio. Él se rio y me dijo que le encantaba el sonido de los celos en mi voz.
Le dije que llegara hambriento para la cena y completamente vestido. Él
estaba aún riéndose cuando colgamos.
Me puse unos pantalones de yoga y una suave camiseta después de
que Pablo me dejó de nuevo en casa. Él me había recogido en el Rothvale,
además de hacer una breve parada en el supermercado a por los
ingredientes para la cena Mexicana que había planeado. Pedro sabía que
la comida mexicana era mi favorita y yo estaba decidida a reclutarlo en mi
equipo. ¿El menú de ésta noche? Tacos de pollo con salsa de maíz y
guacamole. Si Pedro lo odiaba, entonces le cocinaría un burrito. Ningún
hombre puede resistirse a un burrito lleno de carne, frijoles, queso y
guacamole. Espero. Los británicos eran raros con la comida.
Tan pronto como llegué a la cocina y mis manos estuvieron lavadas,
comencé a cocinar. Decidí llamar a mi padre. Sería por la mañana para él,
pero estaría en el trabajo por ahora y si no estaba demasiado ocupado
podríamos charlar. Puse mi teléfono con el altavoz y marqué el número de
su oficina.
—Miguel Chaves.
—Hey, papá.
—¡Princesa! He echado de menos oír tu dulce voz. Esto es una
sorpresa —sonreí por cómo se refería a mí. Él había estado llamándome
Princesa desde que podía recordarlo. Y ahora que tenía veinticuatro, no
parecía preocupado en lo más mínimo en dejar de lado ese nombre.
—Pensé en llamarte para variar. Te he extrañado.
—¿Va todo bien en Londres? ¿Tienes ganas de que lleguen los
Juegos Olímpicos? ¿Cómo te fue en la exposición de Oscar? ¿Te gustó
cómo quedaron las fotos en los enormes cuadros?
Me eché a reír. —Esas son cuatro preguntas a la vez, papá. Dame un
respiro.
—Lo siento, Princesa, simplemente me emocioné al saber de ti. Estás
tan lejos y ocupada con tu vida. Las pruebas que enviaste de tus fotos
eran magníficas. Cuéntame acerca de la exhibición de Oscar
—Bueno, fue un éxito. Oscar lo hizo bien y vendió las fotos. He tenido
algunos trabajos más, así que estoy tomando las cosas con calma y ya
veremos a dónde lleva esto —Me alegraba poder hablar con mi padre de
ésta manera y que apoyara mi profesión de modelo. Él pensaba que era
bueno para mí, a diferencia de mi madre, quien se avergonzaba de su hija
posando sin ropa.
—Serás famosa en todo el mundo —dijo—. Estoy orgulloso de ti,
Princesa. Creo que eso de ser una modelo te ayudara. Espero que lo
sientas de esa manera —sonó un poco apagado para mí, casi triste—.
¿Qué estás haciendo ahora?
—Estoy haciendo la cena. Tacos. Un amigo vendrá a cenar pronto.
¿Papá, está todo bien contigo?
Dudó un momento antes de contestarme. Podía decir que había algo
en su mente. —¿Paula, has oído sobre el avión que se estrelló y la muerte
del congresista Woodson?
—Sí, ¿Quien se presentaría para vicepresidente? Fueron unas
noticias tan importantes que llegaron incluso hasta aquí. ¿Por qué, papá?
—¿Has oído hablar de quién remplazará a Woodson en las
elecciones?
Nunca esperé el nombre que me dijo. Y solo con eso, el pasado se
encabritó y clavó sus garras de nuevo.
—¡Oh, no! ¡No me digas que el senador Pieres consiguió la
nominación! ¡Tienes que estar bromeando! ¡Ese hombre no puede ser el
próximo vicepresidente de los Estados Unidos! ¿Cómo es posible que le
quieran? Papá…
—Lo sé, cariño. Él ha estado labrando su camino hasta la cima de la
cadena alimenticia estos últimos años. Primero, senador del Estado y
ahora de senador de los Estados Unidos…
—Sí, bueno, espero que fracase.
—Paulita, esto es cosa seria. Van a hurgar en su pasado para
encontrar la suciedad de Pieres —y su familia— por el partido en el poder.
Quiero que tengas cuidado. Si alguien se acerca a ti o te envía algo
sospechoso necesitas hacérmelo saber de inmediato. Esas personas tienen
los recursos para excavar hasta el fondo. Son como tiburones. Cuando
huelen una gota de sangre se preparan para un ataque sorpresa.
—Bueno, el senador Pieres quien tiene un hijo que es la
rencarnación del diablo. Yo diría que tiene un problema muy grande,
entonces.
—Lo sé, cariño. Y la gente de Pieres trabajará igual de duro para
mantener los secretos de su familia enterrados. No es una situación
agradable y no me gusta que estés tan lejos de casa. Pero en este caso creo
que es bueno que estés en Londres. No quiero que nadie te haga daño,
cuanto más alejada estés mejor. No hay malas historias de momento en las
noticias o…cualquier cosa.
Como un vídeo. Sabía en qué pensaba mi padre. Ese vídeo estaba
todavía afuera, flotando en algún lugar del ciberespacio.
—Lo estás haciendo muy bien, Princesa. Lo oigo en tu voz y eso hace
sonreír a tu viejo padre. Así que, ¿quién es el amigo para el que estás
cocinando? No es un hombre, ¿verdad?
Sonreí y revolví la salsa de maíz. —Bueno, conocí a alguien, papá. Él
es realmente especial de muchas maneras. Compró mi foto en la
exposición de Oscar. Así es como nos conocimos.
—En serio.
—Sí —De repente se sintió extraño hablarle a mi padre sobre de
Pedro. Quizás porque yo nunca había hablado sobre novios con él. Nunca
hubo una razón para hacerlo. No había querido tener uno por una muy
larga temporada.
—Cuéntame más. ¿Qué es lo que hace para ganarse la vida?
¿Cuántos años tiene? Ah, y si es serio permíteme tener su número
mientras tú estás en ello. Tengo que hacerle una llamada y dejarle claras
las reglas de juego con mi chica.
Me reí nerviosamente. —Bueno, creo que es un poco tarde para eso,
papá. Pedro es bastante especial, como te dije. Pasamos mucho tiempo
juntos. Realmente me escucha y me siento… feliz con él. Me entiende.
Papá se quedó callado durante un minuto. Pensé que estaba en
shock por oírme hablar de un hombre como si realmente me importara. Y
yo no debería haber estado demasiado sorprendida tampoco. Pedro era el
primero en una larga línea de innovaciones conmigo.
—¿Cuál es el apellido de éste Pedro y a qué se dedica?
—Alfonso. Tiene treinta y dos y es dueño de una empresa de
seguridad privada. Es tan paranoico que me ha asignado un conductor
para que no coja el metro para desplazarme. Toda la afluencia de personas
para los Juegos Olímpicos le pone nervioso. Así que no tienes que
preocuparte por mi seguridad en absoluto. Pedro es un profesional.
—Guau, eso suena serio. ¿Son compañeros…de cama?
Me reí otra vez, esta vez sintiendo lástima de mi padre por su
evidente incomodidad.
—Sí, papá. Tenemos una relación. Te dije que es especial —Esperé
en el silencio al otro lado de la línea y comencé a calentar las tortillas—.
De hecho, él ganó algunos grandes torneos de póquer unos seis años
atrás. Pensé que deberías haber oído acerca de él.
—Umm —murmuró papá—. Quizás, tendría que revisarlo —Escuché
el sonido sordo de alguien hablando al fondo.
—Debería dejarte en paz, papá. Estás trabajando y yo solo quería
saludarte y contarte qué estaba pasando conmigo. Lo estoy haciendo bien
y las cosas van por buen camino.
—De acuerdo, Princesa. Me alegro de que hayas llamado. Y soy feliz
si mi chica es feliz. Ten cuidado y dime si tu nuevo novio te lastima,
entonces es hombre muerto. No lo olvides. Y dame su número, también.
Dile que tu padre quiere tener una pequeña charla de hombre a hombre en
algún momento. Podemos hablar sobre póquer.
Reí. —Lo haré, papá. ¡Te quiero!

No hay comentarios:

Publicar un comentario