miércoles, 26 de febrero de 2014

CAPITULO 60



—¡Pedro! Bebé, despierta. Estas teniendo un mal sueño —La dulce
voz encontró mis oídos y unas manos suaves me tocaron.
Me levanté jadeando, la conciencia me arrancó en un estado de
hiper-alerta. Sus manos se alejaron mientras me estrellé en la cabecera de
la cama y aspiré oxígeno. La pobre Paula, con ojos muy abiertos
mirándome horrorizada mientras se sentaba conmigo en la cama.
—¡Oh, mierda! —Jadeé, aceptando la realidad de donde estaba.
¡Respira, hijo de puta!
Había hecho esto muchas veces. Solo era una pesadilla. No era real.
Pero aquí me encontraba sentado, perdiendo el control magníficamente
delate de mi chica.  Sentí que iba a enfermarme.
Ella alargó la mano de nuevo, el frío toque de su mano en mi pecho
me trajo a la tierra, trayéndome de regreso a aquí y ahora. Paula está
justo aquí cerca de mí en la cama, no en ese jodido sueño otra vez. Yo
seguía trayéndola a mis pesadillas. ¿Por qué diablos hacía eso?
Se acercó más y agarré su mano en mi pecho, necesitando su toque
como un salvavidas.
—¿Qué fue eso, Pedro? Gritabas cosas y lanzabas golpes por todas
partes en la cama. No podía despertarte…
—¿Qué te dije? —La interrumpí.
—Pedro —dijo con dulzura, buscando mi rostro, sus dedos rozando
mi mandíbula.
—¿Qué te dije? —grité, agarrando su mano y manteniéndola fuera de
mi cuerpo, sintiendo la urgencia de vomitar al pensar en lo que podía
haber salido de mi boca. Se estremeció de nuevo y mi corazón se rompió
por asustarla, pero tenía que saberlo. La miré fijamente en la oscuridad y
traté de inhalar el oxígeno suficiente para llenar mis pulmones. Un
ejercicio casi inútil, sin embargo. No había suficiente aire en todo Londres
para satisfacerme justo ahora.
—Tú estabas diciendo sin video una y otra vez. ¿Qué significa eso,
Pedro?
La sabana había caído hasta tu cintura, dejando al descubierto sus
encantadores pechos desnudos en el resplandor de la luna colándose a
través del traga luz. Vi una cautela en sus ojos mientras ella apartó su
mano de mi apretón y lo odie. La deje ir.
—Lo siento. Yo… tengo sueños a veces. Perdón por gritarte. —Di un
vuelco fuera de la cama y entré al baño. Me aferré al fregadero y dejé el
agua fluir sobre mi cabeza, enjuagué mi boca y bebí del grifo. Mierda,
necesitaba superar esta mierda —esto no estaba bien. Tenía que ser fuerte
para ella. Todas estas cosas eran historia pasada y sepultada. Esto no era
bienvenido en mi presente y seguro como el infierno que no en mi futuro
con Paula.
Sus brazos me envolvieron desde atrás. Pude sentirla desnuda
contra mi espalda y eso despertó a mi polla. Presionó sus labios en mis
cicatrices y las besó. —Habla conmigo. Dime lo que soñabas. —Su suave
voz venía cargada con una determinación de acero, pero no había manera
de que pudiera adentrarla en ese lío torturador
De ninguna jodida manera ella iría ahí conmigo. No le quitaría su
inocencia.
—No. No quiero hacerlo. —Miré al espejo sobre el fregadero y me vi a
mí mismo, el agua goteaba de mi pelo, los brazos de Paula envueltos a
mis costados, descansando sus manos en mi pecho donde mi corazón
palpitaba con fuerza sin piedad de una inmensa pesadilla de todo tipo de
mierda. A pesar de todo, ella me abrazaba, abrazaba mi corazón en sus
hermosas manos. Me había seguido aquí para consolarme.
—¿Qué video, Pedro? Gritabas sobre un video.
—¡No quiero hablar de eso! —Cerré mis ojos al sonido de mi voz
contra la suya, odiando la ira en ella, odiando que tuviera que verme así.
—¿Fue por mi culpa? ¿Es por mi video? —Apartó sus manos y se
retiró de mí—. Dijiste que nunca lo viste. —Podía oír el dolor en su voz e
imagine donde su mente iba con este escenario. No podía estar más
equivocada.
La perdí entonces, total y completamente, temeroso de que ella no
pudiera confiar en mí, aterrorizado de que podría dejarme otra vez. Me di
la vuelta y tiré de ella con fuerza. —No, nena. No es eso. Por favor. No es
eso. Soy yo… del pasado… un mal momento para mí en la guerra.
—Sin embargo, no me lo dirás. Porque no puedes decir lo que te
pasó…. Es por tus cicatrices. ¿Pedro?
Trató de apartarse, de poner distancia entre nosotros, pero el
infierno se enfriaría si se lo permitía. —No, Paula, te necesito. No te
alejes de mí.
—Yo no…
Interrumpí sus palabras con mi boca contra la suya, adueñándome
de ella con mi lengua tan profundo que todo lo que podía hacer era
tomarla. La levanté y me tambalee en la cama con ella. Tenía que estar
dentro de suyo, en todas las maneras. Necesitaba una confirmación de que
se encontraba aquí, que yo estaba vivo, que ella estaba segura a mi lado….
Que yo estaba vivo… que ella estaba a salvo… que yo estaba vivo…
—Nena, eres tan hermosa y buena para mí. Eres todo para mí,
¿entiendes? Dime que me deseas. —Balbuceaba mientras empujaba sus
piernas abiertas con mis rodillas y adentré dos dedos en su calor húmedo.
Empecé a acariciarla, esparciendo todo el esperma de antes alrededor y
sobre su clítoris como a ella le gustaba.
—Te deseo,Pedro—respondió entrecortadamente,su sexo
calentándose para mí, listo para tomarme. Dios, luché con el filo de la
navaja del control cuando se puso toda sumisa conmigo. Era lo que más
me excitaba, incluso aunque esta era la primera mujer con la que yo
funcionaba así.
—Dime que me dejarás tener todo de ti. Cada parte. ¡Lo quiero todo,
Paula!
—Te voy a dejar —Lloró—. Estoy aquí.
Me hundí en su boca otra vez, profundo y completo con mi lengua,
mis dedos se movían dentro de su coño, consiguiendo que se humedeciera
más.
—Tu boca es mía, cuando envuelves esos labios de frambuesa
alrededor de mi polla y me chupas —Ella se movió debajo de mí. Me
arrastré de sus labios para adherirme a su pezón. Lo mordí lo suficiente
para obtener un gemido de ella, chupé profundo para después retroceder y
hacer lo mismo con el otro seno—. Tus hermosos pechos me pertenecen
también. Cuando los muerdo y chupo y te vuelvo loca.
—Oh, Dios…
Me moví por su cuerpo, mis dedos todavía en ella, deslizándose por
su coño, acercándola más al clímax. —Este dulce manjar de coño es
siempre mío, cuando lo lleno con mi polla y vaciándole una carga de mi
semen dentro—susurré, hablando más sucio y estaba seguro de que ella
estaba más caliente.
Se retorció y rodó su cabeza y me encantó que estuviera volviéndose
loca.

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