miércoles, 12 de marzo de 2014

CAPITULO 104



Es la tercera vez que bostezas. ¿Podrás llegar a casa o tengo que cogerte
en brazos antes de que te desplomes?
—Sí, claro —se burló ella—. Los dos sabemos por qué estoy tan cansada
hoy. —Me dedicó una descarada sonrisa de suficiencia que hizo que me
dieran ganas de hacerles cosas sucias a esos bonitos labios suyos.
Sí, bueno, la tuviste despierta la mitad de la noche follando, ¿cómo
esperas que esté? El recuerdo me hizo sonreír. Mi chica nunca me
rechazaba, ni cuando era un depravado. Soy un hombre con mucha, mucha
suerte. Pero eso no es nuevo y ya hace tiempo que lo sé.
—Lo siento, cariño. Te alegrará saber que he disfrutado cada minuto que
te he mantenido despierta. —Alargué el brazo y le estrujé su bonito trasero
y la observé saltar.
—¡Estás loco! —gritó, y me dio un empujón.
—Loco por ti —contesté yo, rodeándole con el brazo y estrechándola
contra mí—. De todas formas, ya casi hemos llegado. Espero que Angel y
los chicos estén en casa para que puedas conocerlos.
—Lo estoy deseando —afirmó ella mientras trataba de reprimir otro
bostezo.
—¡Hasta aquí hemos llegado! ¡Pienso meterte en la cama para que
duermas la siesta en cuanto lleguemos!
Se rio de mí.
—No es mala idea. Me están empezando a encantar las siestas.
Los sonidos de voces masculinas y el olor a pan recién hecho nos dieron
la bienvenida en la puerta cuando llegamos. Eso y los gamberros de los
hermanos mayores de Delfina, que se me echaron encima en una caótica
explosión de gritos.
—¡Los chicos! Dios, estás enorme, Teo. Y, Andres, ¿cuántas citas has
tenido esta semana?
Los dos me ignoraron y se quedaron mirando a Paula. Creo que fui
testigo de un flechazo de Teo mientras Andres simplemente se ponía
colorado.
—Chicos, esta es Paula Chaves, mi… novia. —Le sonreí de oreja a
oreja—. Paula, estos son los demás engendros de mi hermana, quiero
decir, mis sobrinos. Teo y Andres Greymont.
—Encantada de conocerla, señorita Chaves—Teo le ofreció la
mano.
Andres me miró como si me hubiera salido una segunda cabeza.
—Es verdad que ahora tienes novia —comentó asombrado.
Paula le dio la mano a Teo y le dedicó una seductora sonrisa.
—Veo que has aprendido de tu tío Pedro o puede que hasta de tu abuelo
—le dijo después de que él le plantara un beso en la mano—. Tienes muy
buenas maneras, Teo. —Le guiñó el ojo y luego se dirigió a Andres—: Tú
no tienes que besarme la mano, Andres, pero estoy encantada de conocerte.
Este asintió con la cabeza y la cara se le fue poniendo cada vez más roja.
—Un placer —repuso entre dientes con un rápido apretón de manos.
—Y ese tío tan guapo de ahí es el que procreó a los engendros, es decir,
a todos estos niños que me acosan. —La pequeña Delfina había aparecido y se
me había pegado como con pegamento a un lado para no quedar excluida
—. Angel Greymont, mi cuñado, un brillante médico rural, el amor de la
vida de mi hermana y el culpable de todo esto. —Levanté las palmas de las
manos.
Angel se acercó a saludar a Paula y me echó una mirada que significaba
que más tarde querría detalles, de hombre a hombre.
—Paula, es un gran placer conocerte por fin en persona. He escuchado
hablar tanto de ti —Angel me miró entrecerrando los ojos—. Casi todo a
través del padre de Luciana, eso sí; Pedro no me cuenta nada. —Derrochó
todo su encanto con Paula, algo que se le daba bien, al ser médico y eso.
—Gracias por este fin de semana en tu preciosa casa. Está siendo
realmente perfecto —le dijo Paula—. Tienes una familia encantadora.
Seguro que el pobre estaba muy alucinado de verme con alguien.
Conocía a Angel desde hacía más de quince años y no recordaba haberle
presentado nunca a una novia. Así que supongo que podría contar con
algún tipo de interrogatorio por su parte. Este era otro de los que sabía
muchos de mis secretos, pero no todos. Quizá debiera hablarle a Angel de
los sueños y las pesadillas. Pero no puedo. Bloqueé ese desagradable
pensamiento y observé a Paula cautivar a mi familia hasta convertirlos en
sus fans.
—Ese pan huele de maravilla, Luciana. —Paula se acercó a la encimera
de la cocina para ver las barras de pan recién horneadas—. Hacía mucho
tiempo que no hacía pan. Ha sido divertido hacerlo esta mañana.
—Para mí también —dijo Luciana—. ¿Quieres un poco? Estaba
preparándome para tomar un té con Angel y los niños. Pan recién hecho y
mermelada de fresa casera.
—Suena divino, pero la ducha me llama después de una carrera tan larga
y de caminar hasta aquí. —Intentó aguantarse otro bostezo, pero fue
imposible. Se tapó la boca con una elegante mano y murmuró—: De
verdad que lo siento. No sé por qué estoy tan cansada. Debe de ser el aire
fresco, que me da sueño.
Pillé la miradita de complicidad entre mi hermana y Angel mientras
nos íbamos. Simplemente negué con la cabeza y seguí a Paula escaleras
arriba. Estoy seguro de que empezaron a reírse de mí en cuanto salimos de
la habitación. Qué divertido que ahora mi familia meta las narices en cada
detalle de mi vida privada, pensé. Supongo que será mejor que te vayas
acostumbrando.

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