miércoles, 26 de marzo de 2014

CAPITULO 149




Me abrazó durante mucho tiempo sin hablar. Estaba sopesando lo que
había compartido con él. Yo había aprendido que ese era su método. Que
Pedro era increíblemente honesto y franco con sus opiniones y sus
necesidades, y muy reflexivo.
—No es la sesión de fotos lo que odio. Entiendo que todos ustedes son
profesionales haciendo su trabajo. El fotógrafo solo te usa como un
objeto de su arte. Tu maravillosa imagen —dijo acariciándome con la
palma en dirección a la cadera—. Sé que el tipo de hoy no andaba detrás de
ti. Estaba viendo tu cuerpo como arte.
—Además Simon es completamente gay, no solo gay, por si no te habías
dado cuenta.
Soltó una pequeña carcajada.
—Me di cuenta, nena. Si su ropa no me había dado una pista, sus grititos
lo confirmaron.
—Pobre Simon. Le había invitado a la boda, ¿sabes? Quería llevar un
traje nuevo italiano de color verde otoño que había visto en una tienda en
Milán —dije ligeramente en broma.
—Tremendo. —Suspiró—. Le llamaré mañana y le pediré perdón.
—Gracias.
Pero Pedro no estaba exteriorizando sus sentimientos. Tenía algo más
que quería decir.
—Lo que odio es que la gente vea tu cuerpo en las fotos. Los hombres te
ven. Hombres como yo te ven desnuda y quieren follarte. Paula, esa es la
parte que odio, porque no quiero que nadie te mire así y tenga esos
pensamientos sobre ti. Te quiero solo para mí. Es egoísta, pero es así.
—Oh…
—Así que ahora sabes lo que siento al respecto —dijo tranquilo, su voz
conduciendo su honesta verdad directa hasta mi corazón.
—Te he escuchado, Pedro, y espero que tú me hayas escuchado a mí
cuando te he contado cómo me siento y por qué poso como modelo.
Se acercó a mí con sus labios, acariciándome despacio, suave,
diciéndome con el tacto, no con palabras, que me entendía. Después de un
rato bien empleado en besarme a conciencia, finalmente se echó para atrás
y me rozó la mejilla con el pulgar. Había hecho eso desde que empezamos.
Había hecho eso incluso la primera vez que me besó. Me encantaba ese
gesto.
Me preguntaba qué estaría pensando ahora. Mientras me examinaba
detenidamente con esos profundos ojos azules suyos, se apoyó de lado con
el codo para poder mirarme. Imaginaba que todavía no había terminado de
hablar. Esperé. Podía esperar toda la noche si tenía que mirarlo a él. Pedro
desnudo en la cama era una imagen de la que jamás me cansaría. Era la
belleza masculina personificada. Sus brazos, su pecho, sus abdominales y
su erótica pelvis, todo él era un delicioso festín para mis ojos.
Es divertido que él dijese lo mismo de mí. Pero mi cuerpo cambiaría a
medida que el niño creciera. Me pondría gorda, como les pasa a todas las
mujeres embarazadas. ¿Me desearía Pedro de la misma forma que lo hacía
ahora?
—Tengo que contarte algo que ocurrió hoy. Me asustó de verdad y tiene
en gran parte la culpa de lo que pasó en tu sesión de fotos… y de lo que me
sucedió a mí —dijo y me alisó el pelo detrás de la oreja.
Eso tiene más sentido. Debería haber sabido que algo había sacado a
Pedro de sus casillas de forma irracional. Algo le había pasado para
desencadenar ese comportamiento.
—De acuerdo…, cuéntamelo.
En la oscuridad de la habitación, compartió conmigo los últimos
sucesos: las fotos del acosador que había recibido y el conocimiento de que
esa persona era americana y que había estado todo el tiempo
observándome. Observándonos y sacando fotos de nuestros movimientos
diarios. Ahora estaba realmente asustada… y entendía mejor por qué Pedro
había estado tan aterrorizado e irracional durante la sesión de fotos. Esta
situación no estaba mejorando. Estaba empeorando. A saber qué les
detendría. O incluso si yo superaría esto con vida. Todo lo que podía hacer
era pensar en mi bebé y en Pedro y saber que haría lo que fuese, cualquier
sacrificio, con tal de superar esto juntos.
Hablamos sobre seguridad y sobre GPS, protección y precauciones.
Todos los medios que garantizaran mi seguridad en las próximas semanas,
hasta que la boda pudiera celebrarse y toda la atención de Pedro se centrara
únicamente en mí. Me explicó las cosas claramente y yo le escuché. Los
dos terminamos entendiéndolo y cuando volví a quedarme dormida lo hice
contra su pecho, con sus fuertes brazos rodeándome. Sabía que estaba en
las mejores manos en las que podía estar y que el hombre que me abrazaba
además me amaba. Pedro me necesitaba tanto como yo a él.
Al menos sacamos eso en claro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario