miércoles, 26 de marzo de 2014

CAPITULO 150



Cómo se siente uno al poder respirar de nuevo, hijo? —me preguntó mi
padre alzando la copa y con una sonrisa radiante.
—Como si el elefante de tres toneladas que tenía sobre el pecho se
hubiera ido y ahora estuviera sentado a mis pies —le contesté con
sinceridad, y le devolví el brindis.
—Apuesto a que sí. Pero, de verdad, la ceremonia de los Juegos ha sido
maravillosa y un ejemplo de organización. Ha sido un espectáculo
magnífico. Bravo.
Era evidente que a mi padre le había impresionado muchísimo la
ceremonia de apertura, porque no parecía poder hablar de otra cosa durante
la tardía cena. Yo me sentía totalmente aliviado de que hubiera
transcurrido sin ningún problema.
A pesar de estar exhausto y de desear estar en la cama con Paula en
mis brazos, me di cuenta de que esta noche en verdad estaba disfrutando de
la celebración en el Gladstone. No sé cómo Tomas nos había conseguido una
reserva dada la locura de la ciudad, pero todos adoraban a lord Tomas,
medalla de oro británica en tiro con arco, con su buena presencia y su
fama. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que salimos todos
juntos y sabía que mi padre, y Pablo, y Eliana valoraban que tuviera
contactos, a pesar de que a mí me daba igual. Paula parecía estar
pasándoselo bien y eso me bastaba.
Toda la ciudad estaba muy animada ahora que los Juegos se habían
puesto en marcha. Y yo podía incluso comenzar a vislumbrar algo de luz al
final de nuestro túnel. Había transcurrido otra semana desde la
inauguración de los Juegos Olímpicos sin que tuviéramos problemas,
amenazas ni mensajes. Solo una vida normal.
Subí la mano por la espalda de Paula y le acaricié entre los hombros.
—Sí, la parte más difícil está hecha. La ceremonia de apertura ha ido
como la seda. Ningún chiflado ha interrumpido la gala. Un final perfecto
para todos estos meses de preparación. Ahora solo queda llevar a varias
personalidades VIP a unos cuantos eventos aislados, pero son mucho más
pequeños y más fáciles de manejar, sin contar con que tengo un equipo
excelente para ocuparse de ellos —dije señalando a Tomas y alzando la copa
de nuevo.
—Si seguimos manteniendo a los psicópatas lejos de Tomas, está todo
hecho —contestó Pablo sonriendo burlón.
—Sí, por favor. Valoraría mucho que haya una gran distancia entre los
psicópatas y todo lo que tenga que ver conmigo —replicó Tomas.
Seguía habiendo eso… Un rival coreano chalado se la tenía jurada a Tomas
porque le guardaba rencor desde las Olimpiadas de hacía cuatro años,
donde hubo una disputa con los jueces que acabó con el coreano
descalificado y Tomas ganando el oro. El follón no había terminado. Es lo
que suele pasar con los follones. Una vez que metes el pie en la mierda, se
pega a tu zapato durante mucho, mucho tiempo y resulta muy difícil quitar
el resto.
—Pareces cansado, cariño —dijo Paula en voz baja, acariciándome el
brazo.
—Estoy cansado —respondí mirando el reloj—, pienso que si nos vamos
ahora, podríamos estar en la cama en media hora…
Le guiñé el ojo, pensando que todo lo que necesitaba esa noche era
tenerla lo bastante cerca para tocarla y dormir unas pocas horas. Esas dos
cosas harían que mi noche fuera perfecta.
Estaba contemplando la idea de marcharnos, pero mi chica me
sorprendió, como solía hacer.
—Entonces ¿a qué estamos esperando? —preguntó en voz baja—. Creo
que me voy a quedar dormida sobre mi plato.
La examiné y pude ver los signos de cansancio y me sentí culpable por
no haberme percatado antes. Estaba embarazada y necesitaba descanso por
partida doble. Vi ahí mi oportunidad y la aproveché.
—Buenas noches a todo el mundo. Toca recogerse. Mi mujer me está
rogando que la lleve a la cama. —Paula se quedó boquiabierta y me
golpeó en el brazo—. Y dado que soy un tipo medianamente inteligente,
creo que ahora mismo lo mejor será que le deje hacer lo que quiera. —Me
masajeé el brazo donde me había golpeado y le dije al grupo con exagerado
énfasis—: Embarazadas, siempre insaciables.
Gruñí cuando me dio una patada en el pie, pero las risas que había
obtenido habían merecido la pena.
—Estás muerto,Alfonso —me dijo mientras nos dirigíamos al coche.
—Eh, bueno, la broma nos ha sacado de ahí, ¿no? —contesté mientras
deslizaba un brazo sobre ella y me inclinaba para robarle un beso—. Y
todo lo que dije sobre ti era cierto.
Ella apartó la boca para evitar mis labios y se rio.
—Eres un idiota, y no serás tan chulito en los próximos cinco meses.
—¿Qué pasa en los próximos cinco meses? —pregunté confundido.
—¿Todo eso de la insaciable embarazada? —dijo ladeando la cabeza y
moviéndola lentamente de un lado a otro—. Eso se ha acabado. Por
completo. —Hizo un gesto tajante con las manos—. Piensa en nada de
sexo. En absoluto. Durante meses.
Vaya, esa es una idea horrible…
—Espera. ¿Estás de coña? Lo estás, ¿no?
—¡Deberías ver tu cara ahora mismo! —dijo riéndose más de mí,
encantada de haber dicho la última palabra. Sí, mi chica era muy
competitiva y no se quedaba de brazos cruzados.
—Es terrible, ¿no? —respondí rezando por que me estuviera tomando el
pelo sobre los meses de sequía, pues realmente serían una tortura.
—Sí —contestó, y deslizó una mano por detrás para agarrarme el culo
—. Y te lo mereces, incluso a pesar de que te quiera, Alfonso.
Qué afortunado soy.
—Me estabas vacilando con lo de los cinco meses, ¿no?
Ella rio de nuevo, luciendo presumida y terriblemente sexi, pero no
contestó a mi pregunta.

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