miércoles, 26 de marzo de 2014

CAPITULO 152




Acaricié la foto enmarcada de Paula que tenía en la mesa. La que le
había sacado con mi móvil cuando me enseñó por primera vez a lady
Percival en el Rothvale. Parecía tan feliz y hermosa. Anoche no estaba
feliz. No, la asusté y después empeoré las cosas haciendo que se marchara
cuando intentaba ayudarme.
Cielo santo, la había cagado con ella. Traté de imaginarlo si hubiese sido
al revés. ¿Y si hubiese sido ella quien me hubiera mandado a paseo
después de una pesadilla y hubiera rechazado mi apoyo? Yo ya había
pasado por eso y era una mierda. Me hizo sentir fatal, justo como le hice
sentirse a ella.
Aun así, anoche había tenido miedo de lo que podía llegar a hacerle si
hurgaba más en mí. ¿Las otras ocasiones en las que me había despertado
con una de esas pesadillas? Sí…, nada agradable. Me había ido por la
jodida tangente, literalmente. Había utilizado el sexo, y a Paula, para
encontrar un sitio seguro al que poder volver desde ese lugar tan horrible
de mis sueños. Ella no entendía hasta qué punto yo en esos momentos
caminaba por el filo de la navaja. No me fiaba de mí mismo. ¿Y si le hacía
daño o iba demasiado lejos con el sexo? Ahora estaba embarazada y era
vulnerable. No podía correr el riesgo de lo que podía llegar a hacerle.
Había sido muy duro decirle que volviera dentro cuando ella quería
permanecer conmigo y escuchar mi historia. Trató de ayudarme, pero la
mantuve lejos de mí. Ni siquiera la miré a la cara, porque si lo hubiera
hecho, habría cedido. No tenía fuerza de voluntad cuando se trataba de
Paula.
Para evitar poseerla cuando entré en el apartamento, dormí el resto de la
noche en el sofá. No me fiaba de mí mismo como para volver a la cama
con ella. Apenas habría bastado su aroma junto a mi nariz o el sonido de su
respiración para ponerme encima y adentrarme muy hondo, tratando de
perderme en ella. Con Paula estaba en el cielo. Y yo buscaría mi cielo sin
parar. Me conocía demasiado.
Aunque ella tenía razón. La tenía en muchas cosas, pero en cuanto a lo
de la cagada de anoche ella tenía toda la razón del mundo. Necesitaba
ayuda. Había sitios adonde podía ir para obtenerla. Muchos soldados
regresan de la guerra con problemas y cargas emocionales. Yo era
simplemente uno más de la lista. Eso lo había entendido. No quería
enfrentarme a mis demonios, pero sabía que necesitaba hacerlo. Había
prioridades más importantes en el lienzo en blanco que era mi vida. Ahora
tenía a Paula. Teníamos un hijo en camino. Ninguno de los dos
necesitaba que yo tuviera pesadillas y aterrorizara sus tranquilas noches.
Tenía que preguntarme a mí mismo por qué. ¿Por qué había regresado de
pronto a ese momento de mi vida de forma tan vívida en mi subconsciente?
¿Podía la situación de Paula estar activando los recuerdos arrinconados
tanto tiempo de mi época preso, trayéndolos de nuevo a la superficie?
Joder…, era una idea dolorosa, pero probablemente daba en el blanco.
Esta noche la compensaré. Flores, una cena, amor… y honestidad total
sobre el infierno en el que estuve y cómo hice para salir de él. Ella se
merecía saberlo todo y era lo bastante fuerte para escucharlo. La parte
positiva era que ella me ayudaría emocionalmente. Este era uno de los
aspectos de las relaciones verdaderas. Ella compartía sus cosas conmigo.
¿Por qué no hacía yo lo mismo? Porque tú muchas veces eres un capullo
desconsiderado y necesitas trabajar en ello.
Paula odiaba cuando me cerraba en banda. Había aprendido de primera
mano que ella era increíblemente fuerte y que tenía muy arraigado en su
interior el sentimiento de lucha. No era cobarde y no se me vendría abajo
sin intentarlo todo. Mi chica se enfrentaba a sus propios miedos. Debía
seguir su ejemplo y hacer lo mismo. Acepté que había llegado el momento
de buscar ayuda profesional y contarle a otra persona la carga de mis
demonios. Paula estaría ahí para ayudarme a superarlo, y no podía estar
en mejores manos que en las suyas.
Paula además me iba a hacer picadillo y tenía que estar preparado para
ello cuando llegase a casa. Ella jamás dejaría pasar este asunto. Tuve que
sonreír al imaginarme su reacción conmigo esta noche. Estará guapísima
para no variar, con sus ojos echando fuego, las manos en las caderas y
preparada para la batalla. Estaba deseando ver su cambio de actitud cuando
me viese en son de paz, humilde y listo por fin para compartir con ella mis
más oscuros demonios que habitaban los innombrables recovecos de mi
alma. Y deseaba ver cómo me recompensaba por todo ello, más tarde…
Tenía varias llamadas telefónicas que hacer y asuntos que poner en
marcha. El tiempo pasaba a toda prisa y no tenía ni un segundo para estar
sentado distraído con remordimientos que no tenían solución. Primero le
mandé un mensaje a Paula: «Te quiero. Lo siento x anoxe. Bss. Voy a
solucionar ls cosas, ok?».
Marqué el número de mi hermana en Somerset y esperé a que diera tono.
—Hermano, posees el don de la oportunidad. Justo acaba de venir el
señor Simms y tiene algunos papeles para ti que necesita que firmes.
—Esas son muy buenas noticias. Le diré a Francisca que te haga llegar la
autorización urgente y lo haremos de esa forma.
—Desde luego. Creo que es una idea maravillosa,Pepe.
Sonreí.
—Yo también lo creo. Ahora que lo has visto, ¿crees que es posible en
tan poco tiempo?
—Bueno, habrá que darse mucha prisa, pero creo que puede hacerse, no
todo, pero para lo que quieres, sí.
—Bien. Quiero decir, confío en ti de forma incondicional, Lu.
Simplemente hazlo lo mejor que puedas.
—¿Cuándo vienes por aquí? En algún momento tendrás que verlo con
tus propios ojos.
—Cierto. No podré encargarme de nada hasta la ceremonia de clausura,
pero en el momento en que deje todo eso atrás, haré un viaje rápido…, sea
como sea.

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