miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPITULO 81


Después de la cena, tuve el placer de ser presentado a la muy
femenina y muy atenta Ale Craven de Victoria y Albert. Envié una oración
de agradecimiento a mi madre que nunca envié a la Sra. Craven el
mensaje tóxico de “Pedro con el cuchillo grande” e imaginé que mamá tuvo
que estar cuidando de mí ese día. Nunca tomo mi suerte por sentado.
No pasó mucho tiempo para que Paula fuese llevada por los
clientes que querían una narración detallada de la conservación de Lady
Percival. Me resigné a esa eventualidad y me dirigí a conseguir otro trago.
Sentí una mirada en mí y giré para encontrar a Rubia Fresa dirigiéndose
rápidamente hacia mí. Mierda. Sabía que esto sucedería.
—Hola, Pedro. Es tan bueno verte aquí, esta noche. Estaba
preguntándole a Tomas sobre ti el otro día.
—¿En serio? —Asentí hacia ella, deseando desesperadamente
recordar su nombre—. ¿Bebes… um…? —Bajé la mirada, sintiéndome
como un idiota y queriendo estar en cualquier otro lugar en este momento.
—Priscila.
Bueno, recordaba la primera letra correctamente. Chasqueé mis
dedos y apunté al techo. —Bueno… Priscila, ¿te sirvo una copa? Estoy a
punto de volver a la Galería Victoriana. —Por favor, di que no.
—¡Sí! Me encantaría un Cosmo. —Habló con entusiasmo, sus ojos
iluminándose al percibir cierto interés de mi parte. Me dio una profunda
mirada y me encontré más que incómodo. Esto era algo que aguanté
durante años en las mujeres. Lo había hecho por sexo, por supuesto.
Quiero decir, ¿quién cogería si al menos no las dejas admirar y pretender
estar halagado por sus intensiones? Pero en realidad no me gustaba, y
había sido nada más que un juego para mí. Antes de Paula, mucho de lo
que había estado haciendo habían sido juegos. Había sido un idiota.
—¿Y qué dijo Tomas de mí?
—Dijo que estabas muy ocupado con tu trabajo y las Olimpiadas… y
tu nueva novia.
—Ahhh… bueno, te dijo la verdad al menos —dije, buscando una
manera de salir de la habitación sin ser cruel—. Tengo una novia —¡Y
necesito alejarme de ti como el.infierno.justo.ahora!
—La vi antes en la cena. Es una pequeña cosa joven, ¿verdad? —
Priscila dio un paso más cerca y puso su mano en mi brazo, su voz
mezclada con suficiente toxina para picar.
—No es tan joven —tragué un sorbo de vodka y rogué por algún acto
de Dios para conseguir la mierda fuera de esta incómoda situación,
cuando entró La Cucaracha con Paula a su lado.
Allí está tu acto de Dios, idiota.
—Cariño. —Me separé de Priscila y fui hacia Paula—. Estaba
consiguiendo una bebida y me encontré con… um… Priscila. —¡Maldita
sea si no sabía su apellido, tampoco! Esto apestaba, y no tenía las
habilidades para hacer esta mierda más, no que las hubiera tenido alguna
vez, pero esto era incómodo como la mierda.
—Alfonso. —Luis me dio una mirada acusatoria—.
Paula se estaba sintiendo un poco mareada y necesitaba tomar un
descanso.
Tomé su mano y puse mis labios en ella. —¿Estás bien?
—Creo que necesito un poco de agua —dijo—. Me sentí de repente
caliente y extraña.
—Aquí, quiero que te sientes y te conseguiré un poco de agua. —Pero
antes de que pudiera moverme, allí estaba el bueno  de Luis
presionando un vaso de cristal en sus manos. Intenté telepatía metal con
él. Puedes dejarnos ahora, Luis.
No funcionó.
—Gracias,Luis. —Paula le dio una sonrisa rápida en
agradecimiento y empezó a beber.
—El placer es mío, querida —ronroneó La Cucaracha a ella.
Maldición… esperaba que hubiera dejado la sala. Luis, el epítome
de las costumbres que al parecer era, tendió su mano a Priscila y se
presentó. —Luis.
—Priscila . Encantada de conocerte.
Maravilloso. Ahora, ¿pueden los dos irse juntos y follar en el baño o
hablar detrás de nuestras espaldas o algo así? Cualquiera estaría
jodidamente perfecto.
Para mi buena fortuna, se alejaron y comenzaron una conversación.
Volví a mirar a Paula y pregunté—: ¿Te sientes mejor?
—Sí, mucho. —Miró a Luis y Priscila y luego, de nuevo a mí. —
¿Quién es esa, Pedro? —susurró.
—Una amiga de Tomas.
No se lo estaba comprando y me dio una mirada que escribía muerte
segura si no confesaba. —¿Fue amiga tuya, también?
—No en realidad —ofrecí.
—¿Qué quiere decir no en realidad?
Hice una pausa, sin saber a dónde llevar esto desagradable. Un
evento público de caridad no era el lugar, pero no siempre filtraba mis
pensamientos de lo que sale de mi boca, por lo que seguí adelante de todos
modos. —Quiere decir que salimos un tiempo juntos y no somos amigos en
cualquier sentido de la palabra. No como tú y Luis son amigos. —
Levanté una ceja.
—Está bien. Muy bien —dijo, con una larga mirada reflexiva hacia
Priscila y luego, de nuevo a mí, antes de terminar el resto de su agua.
Hmmm… así que parecía que estaba dispuesta a dejarlo pasar por el
momento. Gracias. Dios. Ahora, si pudiéramos sólo escapar de La
Cucaracha y Rubia Fresa, las cosas serían de oro.
—¿Vamos a volver a la galería? Debes tener legiones de fans aún
esperando hablar contigo.
—Cierto —se rió, sacudiendo su cabeza—. Pero sí, realmente
deberíamos volver. Quiero que Lady Percival consiga su pago esta noche.
Ha estado escondida en la oscuridad por demasiado tiempo.
Mientras llevaba a Paula a la Galería Victoriana, no pude dejar de
pensar que se estaba refiriendo a sí misma metafóricamente con esa
última parte: Ha estado escondida en la oscuridad por demasiado tiempo.
Eso me hizo feliz por alguna razón.
No pasó mucho tiempo para que Paula quedara atrapada en otra
ronda de entrevistas y en cierto modo, me desvanecí en el fondo y la dejé
hacer lo suyo. Estaba empezando su carrera y quería su éxito por varias
razones. Uno, era su sueño, y dos, un buen trabajo en su campo elegido la
mantendría en Londres conmigo. Estaba tan motivado como mi chica lo
estaba.

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