miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPITULO 82




—¿Disfrutando el espectáculo? —La voz de Tomas vino por mi hombro.
—Me alegro que pudieras venir esta noche.Hemos estado
preguntándonos cuando nos honrarías con tu presencia. Paula quiere
presentarte a su amiga —miré alrededor por Gabriele en su vestido verde,
pero no la vi.
—Paula luce bastante ocupada en este momento. —Miró a mi chica
con admiración—. Tal vez, más tarde.
—Mira,Tomas, había una pseudo amenaza entregada en mi oficina,
hoy. No estoy terriblemente preocupado, pero quiero que sepas los
detalles. —Le entregué el sobre de fotografías que había traído a lo largo de
la noche, anticipando su asistencia. Era un firme creyente de que todo el
mundo debería saber sobre las amenazas contra ellos, sin importar cuán
insignificante fueran. Los locos nunca parecen mejorar, así que todos
necesitaban saber lo que podría ser un problema potencial en el futuro.
Tomas y yo habíamos hecho esto muchas veces antes, así que no era
nada nuevo. Gruñó ante las fotos mientras las hojeaba y después de un
minuto, me entregó el lote completo. —Gracias, Pepe, por ir con cuidado.
Estoy seguro que todo se calmará cuando las Olimpiadas no sean más que
un recuerdo. —Miró al trago en mi mano—. Al menos puedo esperar,
¿verdad?
—Es todo lo que podemos hacer, amigo —asentí, dándole una
palmada en la espalda con una mano.
—Necesito tener algo en los labios de lo que estás teniendo. —Se
despidió y fue al bar.
Cuidé mi vodka por unos minutos más antes de decidir que fumar
sería la cosa. Paula todavía estaba demasiado ocupada para ser
interrumpida, así que encontré a Pablo y le dije a dónde me dirigía. Localicé
una puerta de salida hacia el nivel de la calle, la sostuve abierta lo
suficiente para poder volver de la misma manera que había salido, y
avancé a la fría y fresca noche.
El cigarrillo sabía tan bien que creo que me puse un poco duro.
Apenas unas horas más y estaremos en nuestro camino fuera Londres y la
tendría toda para mí. Las luces y los sonidos de la ciudad eran un
consuelo arremolinado con el humo perfumado que me envolvía como un
manto. Mientras estaba allí y me entregaba a otro pitillo, me pregunté
cómo nunca dejé el cigarrillo completamente. Realmente trataba de limitar
mi consumo, pero lo había consumido por tanto tiempo que no sabía como
dejarlo por completo. La adicción era un componente poderoso del cuerpo
y el espíritu. Y el humo tenía más poder sobre mí que la nicotina. Supongo
que un poco de ayuda profesional era necesaria, y era tiempo de enfrentar
esa realidad, así como algunas otras.
Sentí la vibración contra mi pecho y me dio un gusto, porque me
tomó un momento determinar lo que era. El viejo móvil de Paula en el
bolsillo delantero de mi chaqueta. La cosa había estado silenciada por
tanto tiempo que casi había olvidado que lo traía esta noche, pero por
costumbre lo había cargado y encendido.
Lo saqué y vi la alerta de mensaje multimedia. Eso significaba una
foto. Sentí que me volvía frío y reconocí la hoja aterradora del trozo de
miedo en mi estómago. Presioné abrir y traté de respirar.

ArmyOps ha enviado a Paula un video de música en Spotify.

¡Oh, mierda, no! Esto no está pasando justo ahora. Presioné aceptar
contra mi mejor juicio, pero estaba obligado a mirar. El profesional en mí
tenía que ver exactamente lo que era. Reconocí la canción al momento que
empezó a sonar. Closer de Nine Inch Nails. La que fue utilizada en el video
de sexo con Paula. Lo dejé sonar porque tenía que hacerlo, pero se sintió
mal durante toda la canción. Y era sólo el video musical oficial, y no el de
Paula.
Gracias. Santa. Mierda.
Imágenes de un mono en una cruz, una cabeza de cerdo dando
vueltas en algo, Trent Reznor en una máscara de cuero colgando de
cadenas, usando alguna mordaza fetiche, y un diagrama médico del sexo
femenino…
Dejé de respirar en el momento que terminó y me quedé mirando la
pantalla. ¿ArmyOps? ¿Quién carajo iba a enviar esta mierda? ¿Pieres? Mi
entendimiento con él era tan seguro como se podía obtener. Facundo Pieres
estaba en Irak y no iba a ir a ninguna parte pronto, a menos que un
cuerpo en una bolsa volviera a San Francisco si tenía esa suerte. Podría
suceder, razoné.
El texto venía un poco más tarde: Paula, Ayúdame; he roto mis
entrañas. Paula Ayúdame; no tengo alma que vender. Paula,
Ayúdame a escapar de mí mismo. Paula, Ayúdame a derribar mi
razón. Paula, Ayúdame a ser alguien diferente. Paula, ¡¡AYÚDAME!!
Mis dedos definitivamente temblaban mientras respondía a ese lio
monstruoso de palabras: ¿Quién eres y qué quieres de mí?
La respuesta fue inmediata: No tú, Alfonso. Quiero a Paula.
Apaga tu cigarrillo y vuelve a entrar a darle mi mensaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario