miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPITULO 83



Levanté mi cabeza y escaneé el perímetro y luego los tejados. ¡¿Este
hijo de puta estaba sobre mí en estos momentos?! No creo que me haya
movido tan rápido en mi vida, pero tenía un propósito y sólo era encontrar
a Paula y sacarla de aquí.
Me metí de nuevo en el interior y empecé a correr. Tenía a Pablo en el
auricular y le conté en breve para informarlo.
—En las instalaciones de seguridad, acabo de recibir una llamada de
amenaza de bomba. Están evacuando el lugar completo,Pepe.
¿Qué? Mi mente se tambaleó con conexiones, pero no había tiempo
para jugar a Sherlock. —¡Quédate con Paula y espérame! —labré.
Pablo hizo una pausa antes de contestar. No era una buena señal.
—¡Carajo, no me digas que no estás con ella en este momento!
—Creo que se fue al baño de damas, y los del local se me
asercaron… voy a encontrarla ahora.
—¡Mierda!
Cambié de dirección y el sistema de alarmas se disparó. Realmente
mi sangre corría rápido. Todas las salidas y las puertas empezaron a
abrirse. Gabriele salió de una puerta justo delante de mí y comenzó a
correr como si estuviera en una carrera a pie, lo que era notable
considerando los tacones que se había puesto esta noche. Su cabello
estaba todo torcido, así como la falda de su vestido verde mientras huía.
No tenía tiempo para preguntar qué estaba haciendo, sin embargo;
necesitaba encontrar a mi chica. Oí pasos detrás de mí y di la vuelta. Tomas.
No se veía mucho mejor que Gabriela con su cabello reorganizado y su
camisa medio metida. Tuve que preguntarme si habían estado juntos allá
atrás… ¡Realmente no tengo tiempo para esto!
—Amenaza de bomba. Eso es lo que es. —Hice un gesto a las luces
intermitentes—. Todos están siendo evacuados.
—¡¿Estás bromeando?! ¡¿Todo esto es por mí?! —explotó Tomas.
—No conozco los detalles. Estaba afuera fumando cuando se disparó
la alarma. Pablo dijo a la seguridad que tenía una amenaza de bomba dentro
y cerraron todo. Vamos a arreglarlo más tarde. ¡Sólo lárgate!
Dejé a Tomas y corrí a la Galería Victoriana. El lugar era un absoluto
choque de locura. Personas gritando y corriendo alrededor por el pánico.
Como yo.
¡Paula, ¿dónde estás?!
Busqué por un destello de vincapervinca en la multitud y no lo vi. Y
mi corazón se hundió.
—¿La tienes? —Tenía a Pablo de nuevo en el auricular.
—Aún no. He comprobado dos lavabos diferentes en ese piso. Vacíos.
Le dije a Eliana que la llevara adelante si la veía en la salida a la calle
donde están llevando a las personas. Voy a seguir buscando.
En mi desesperación pienso que habría hecho un pacto con el diablo
si pudiera sólo para encontrar a mi chica sana y salva. Me dirigí de nuevo
al ala donde Lady Percival estaba en pantalla, esperando que pudiera
darme una pista. Recordé a Paula diciendo algo acerca de acceso a la
habitación del fondo donde había ayudado cuando Lady Percival había
sido trasladada de Rothvale a aquí por el espectáculo de esta noche.
Busqué por una puerta y no estaba a más de diez pies, mezclada con la
pared… El contorno del sello, y entonces un pequeño signo particular de
privado marcado al mismo.
¡Sí!
Giré la manija y empujé a una gran sala de trabajo de depósito con
muchas puertas… y una estaba marcada inodoro.
—¡¿Paula?! —grité su nombre y apreté la mano fuertemente. Traté
de abrirla pero estaba con llave.
—Estoy aquí —vino en una débil respuesta, pero alabados sean los
ángeles, ¡era ella!
—¡Nena! Gracias Dios… —Traté de abrirla de nuevo—. Déjame
entrar. ¡Tenemos que irnos!
El cierre de la puerta hizo clic y no perdí tiempo en abrir la última
barrera entre mi chica y yo. La habría arrancado y arrojado si hubiera
tenido la habilidad.
Se quedó pálida mirando con la mano sobre su boca, sudor
salpicando su frente, en su hermoso vestido vincapervinca. ¡El más
hermoso color en el sangriento mundo entero en este momento! Tal vez
para siempre. No creía que alguna vez olvidara como me sentí en este
momento. El crudo alivio al encontrarla casi me llevó a las rodillas en
agradecimiento.
—¿Qué está pasando con la alarma de incendio? —preguntó.
—¿Estás bien? —Envolví los brazos a su alrededor pero llevó una
mano a mi pecho para mantener la distancia.
—Acabo de vomitar, Pedro. No te acerques. —Mantuve una mano
sobre la boca—. No sé qué está mal conmigo. Gracias a Dios me acordé de
este baño al estar tan cerca. Estaba aquí inclinada sobre el lavabo y las
alarmas se dispararon…
—Oh, nena. —Besé su frente—. ¡Tenemos que irnos ahora! No es un
incendio, ¡pero una amenaza de bomba las activó! —Agarró su otra mano y
empezó a tirar—. ¿Puedes caminar?
Su rostro palideció aún más pero revivió un poco. —¡Sí!
Llamé a Pablo mientras salíamos de ese edificio.
La adrenalina tiene increíbles poderes en el cuerpo humano. Hay
muchas pequeñas cosas por las que agradecer, pero la más grande de
todas estaba a salvo en mis brazos.

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