miércoles, 3 de septiembre de 2014

CAPITULO 167




PEDRO



—Por mucho que amaría quedarme nadando contigo, deberíamos entrar y prepararnos para la fiesta. Tengo que lavarme el cabello. Gemí en protesta con mucho desagrado, esperando que funcionara. —No esa jodida cosa, por favor. 


Pedro, vamos, sabes que tenemos que ir. Yo tengo que estar allá. Marco dijo que éramos sus invitados de honor, y espera que estemos allí, específicamente nosotros. ¿Qué tan grosero puede verse si no aparecemos? Puse sus piernas alrededor de mi cadera y la sostuve contra mí mientras andaba por la brillante agua de nuestra pequeña playa. Tal vez la negación seria más efectiva ya que ella no iba a escuchar mis quejas.


 —Te voy a mantener aquí afuera, en este hermoso mar conmigo para siempre. —Mordí la punta de su oreja y le di un golpecito a su lóbulo con mi lengua, probando la mezcla de su piel y la sal del agua. 



—Para siempre, ¿eh? —Respondió, dándome acceso a su cuello al inclinar su cabeza a un lado.


—Así es. —Aproveché su oferta y succioné su hermoso cuello, la marca que hice en nuestra noche de bodas ahora era solo un ligero rubor. Con sus manos agarrando mis hombros y sus largas piernas alrededor de mi cadera, la tenía exactamente donde la quería. Ahora, solo si pudiera sacar de su cabeza la jodida fiesta de cócteles a la que estaba exigiendo que asistiéramos, mi futuro cercano sería perfectamente arreglado. Flotando en el océano y absorbiendo el sol con mi dulce chica en mis brazos—. Sip. Aquí contigo para siempre, no en una puñetera fiesta arrastrándome con idiotas. Ella suspiró pesadamente, más como si estuviera totalmente llena de mí, pero descansó su frente contra la mía, y la sacudió de lado a lado. 


—¿Qué voy a hacer contigo, Alfonso? —Tengo algunas buenas ideas si tú realmente te quedaste sin ellas.—Apreté las dos mitades de su delicioso culo y la presioné contra mi polla. —¿Así que, sexo a cambio de llevarme a la fiesta? —Movió sus caderas hacia arriba y abajo, empujando contra mi longitud bajo el agua, dándome una erección instantánea, y me dirigí hacia la orilla. Ya había hecho este coger y cargar desde la playa hasta la casa un par de veces desde que habíamos llegado aquí. Siempre terminaba de la misma manera. Sexo volcánico. Jodidamente extraordinario. El premio final en la intimidad con la persona que amaba, llevándome al nirvana con ella. Un lugar que solo había encontrado con Paula. Con ella agarrada a mi cuello y acariciándola mientras nos llevaba a nuestra villa, estaba bastante seguro de que no tendría que preocuparme por esa estúpida fiesta en unos minutos más.


—¿Eso es lo que vas a usar para la fiesta? Mi pregunta me hizo ganar un ceño fruncido, y una espalda rígida se volvió hacia mí con un movimiento de su sedoso cabello. 


Demasiado para la agradable cogida después-de-nadar de hace dos horas. Bien podría haber sido hace dos años, porque justo entonces estábamos alistándonos para ir a la puñetera fiesta de cócteles de Carveletti en la ciudad. 


—¿Por qué, Pedro, estás diciéndome que no me veo bien con este vestido? —Su tono frío, mientras se aplicaba sombra de ojos en el espejo del baño.


—Luces mucho mejor que bien, y esa es la parte que me preocupa. —Paula estaba sexy y fuera-de-los-limites todo el tiempo, pero ese pequeño vestido negro iba a matarme esta noche. Énfasis en pequeño. Era una creación sedosa similar a una túnica amarilla y azul, con una impresión del Partenón en ella. Esa parte estaba bien. Era la corta longitud de la cosa, exhibiendo sus largas y bronceadas piernas de una manera que cualquier hombre que la viera tendría un pensamiento… y solo uno. Como amaría tener esas piernas envueltas alrededor de mi polla. 


—Te preocupas demasiado. Es solo un vestido babydoll de verano. Estamos de vacaciones en la playa, por el amor de Dios. Estoy vestida para la ocasión. 


¿Un vestido babydoll? Jodido infierno y condena. Estaba seguro de que esta noche envejecería permanentemente. Por unas cuantas razones. Una era la casualidad de tener una esposa hermosa que atraía la atención cada vez que estábamos en público, sin importar cuán apagado estuviera su ánimo. Otro era el destino, y la multitud con la que estaríamos mezclados esta noche. No podía pretender estar feliz sobre eso, pero sabía que estaba en minoría y debilitado cuando se trataba del modelaje de Paula. Me imaginé lo que podría decir a la gente que conociera en la maldita fiesta, mientras me sentaba en la cama y metía lo pies bruscamente en mis zapatos. Hola, soy Pedro Alfonso, encantado de conocerlo. Mi esposa es una de las modelos de Carveletti. ¿No es encantadora sin su ropa puesta? Estupendos senos, lo sé. Oh, confié en mí, lo sé. *Guiña* ¿Qué foto de ella prefiere? ¿La de sus senos o ésta donde realmente puedes ver la curva de su sexy trasero? Arrastré la mano sobre mi barba en señal de frustración. Simplemente absorber el contenido de mi encuentro social imaginado era un poco más de lo que podía soportar, así que traté de distraerme pensando en esta tarde de nado con ella, en su lugar. No ayudó mucho… Carvaletti, uno de sus amigos fotógrafos, nos había invitado a su casa, que había resultado estar en Porto Santo Stefano. Jodida y maravillosa suerte. Paula estaba decidida a llevarnos allí, así que supongo que me perderé una malditamente buena noche disfrutando con mi chica debajo de las estrellas.


Fui sacado de mis pensamientos por su mano fría en mi cuello y una expresión preocupada en su hermoso rostro. 
¿No sería maravilloso si pudiera besarla sin sentido hasta que se olvidara sobre ir a esa fiesta? —Por favor, no dejes que esta fiesta arruine nuestra noche. Es solo gente de la industria a la que se le ocurrió organizar una reunión mientras estamos aquí. —La mirada suplicante que me dio tiró de mí, haciéndome sentir culpable por no apoyarla con su trabajo. 


—Lo siento, nena. Estoy tratando de apoyarte aquí, pero me temo que soy muy malo en eso. Me enfurezco cuando otros hombres se fijan en ti. Quiero matar primero y preguntar después cuando veo cómo te observan. —Sacudí la cabeza hacia su vestido “babydoll”—. Y contigo usando eso, sé que estoy bien y verdaderamente jodido para una noche de tortura. 


—Muchos de mis fotógrafos son gays, Pedro—Pude sentir que en sus pensamientos internos me llamaba idiota posesivo, a pesar de que sabía que llegaba a ese punto todavía. No todavía… pero suponía que la presionaría a hacerlo si seguía con eso. 


—¿Sin embargo Carveletti no lo es, o sí? Ella suspiró pesadamente y presionó sus labios en mi cabello. La alcancé y la puse en mi regazo, enterrando mi cara en su cuello. 


—No tenemos que quedarnos demasiado, Pedro. Solo lo suficiente para parecer educados y saludar a todos. 


—¿Lo prometes? —Sabía que estaba actuando como un idiota, pero por lo menos estaba siendo honesto acerca de lo que sentía—. No te comparto con los demás del todo bien, y no me voy a disculpar por eso —murmuré en su oído. 


—Lo prometo, dulce esposo. —Me ofreció sus labios—. Solo dame una palabra clave cuando estés listo y nos iremos. 


—¿Ves? Tú vas y me dices algo como eso, y me haces sentir como un bruto insensible. —Metí un rizo suelto detrás de su oreja—. Eres tan hermosa, y no únicamente en el exterior. —Puse mis dedos sobre su corazón—. Aquí eres hermosa. Su expresión se suavizó.


—Te amo demasiado, Pedro, incluso cuando estás siendo un bruto insensible. —Me condujo hacia sus labios con una mano debajo de mi barbilla. 


—Lo sé… y cuento mis bendiciones cada día que lo haces. 


—¿Así que, cuál es tu palabra clave? Lo pensé por un momento y vino a mí en un destello brillante. 


—Simba. Se rió y sacudió la cabeza despacio hacia mí. —Entonces, es Simba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario