miércoles, 3 de septiembre de 2014

CAPITULO 168




Paula


—Bella, luces maravillosa, el brillo en tus mejillas, todo, es completamente perfecto. —Marco, me besó en las dos mejillas como de costumbre, luego me sostuvo en un abrazo—. Hermoso vestido. Puedo ver que el matrimonio y la maternidad armonizan contigo, querida. 


Pude sentir la mano de Pedro en mi espalda, suave y relajada ante mi amistad con Marco, un encuentro apropiado. Tal vez perdió su paranoia de que Marcos trataría de tener algo conmigo cada vez que me fotografiara. Pedro no entendía que Marco no era de esos. Él era un fotógrafo profesional haciendo un trabajo conmigo, y nada más. Bueno, nada más que un trabajo y amistad platónica. Siempre había sido amable conmigo, y me gustaba trabajar mucho con Marco Carvaletti. Esperaba que Pedro pudiera ver eso, esta noche, mientras interactuábamos. 


—Lo hace, Marco, y creo que no podría ser más feliz. —Me incliné hacia Pedro, alentándolo a que hablara.


—Sr. Carvaletti, gracias por la invitación. Hemos estado esperando por esto todo el día. —Mintió Pedro con fluidez, ofreciendo su mano, jugando el rol del caballero social a la perfección, con lo cual era muy hábil. Supongo que lo hizo por su amor hacia mí. Sabía que él no quería estar aquí más de lo que me quería modelando. Gesticulé un gracias, solamente visible para él. Me besó en el cuello y susurró en mi oído—:- No te olvides de Simba, nena. —Luego se fue a conseguir bebidas para nosotros. Marco me dio un tour por su elegante villa resort del siglo XVII mientras que yo quedé maravillada con todo el arte. Él tenía un cuarto completo dispuesto como galería de sus fotografías. 


Había un par mías allí. Una donde estaba en una silla formal con una rodilla subida, estratégicamente colocada, mi expresión lejana y pensativa. La otra pose era una recreación vintage de una chica Ziegfeld Follies con una boa de plumas y algunas zapatillas de satén. Era uno de los primeros retratos para los que había posado y realmente pensé que estaba muy bien organizado. 


—Es una hermosa pieza, bella. Supe cuando hicimos esas series, que tenías un don. —Marco se paró detrás de mí, admirando la imagen que había creado conmigo como tema. 


—Estaba tan nerviosa al posar, pero me hiciste reír cuando me dijiste que imaginara a Iggy Pop en un vestido. —Me encogí de hombros—. Eso rompió el hielo y después de eso estuve bien. 


—Eso funciona para mí todo el tiempo, bella. 


—Bueno, Iggy Pop en un vestido es divertido, así que buen trabajo, Marco. —Reímos juntos e hicimos nuestro camino de vuelta al salón principal. ¿Dónde estaba Pedro con mi bebida? Escaneé la sala buscándolo, pero no vi su alta forma entre la multitud en ningún lugar. Y necesitaba agua.


 —Él está hablando con Karina y Rogelio, mis amigos —dijo Marco, comprendiendo correctamente mis problemas para encontrar a Pedro—. Creo que han descubierto que ya se eran familiares. 


¿En serio? ¿Pedro conocía gente en esta fiesta? Supuse que no era tan malo como él había dicho que sería. No podía esperar por echarle en cara sus quejidos por venir aquí. 


—Oh, eso es genial. Los iré a conocer. Pero primero, necesito algo de agua. Estoy realmente sedienta después de pasar demasiado tiempo nadando en el mar hoy. Debe ser por toda la sal.


—Ven conmigo, bella, cuidaré de ti.


Una hora después estaba preparada para dejar este puesto de tacos. Desafortunadamente, era la única que me sentía de esa manera. Pedro y su vieja amiga, Karina, se sentaron lado a lado en un sofá riendo y hablando de las elecciones Italianas y todo en medio; desde las mejores pistas de esquí en los Alpes Italianos hasta los zapatos Ferragamo. Se veían como si estuvieran teniendo un gran tiempo juntos. Yo, por otro lado, estaba atrapada esquivando las miradas inapropiadas que venían de Rogelio, quien aparentemente no se rendía al tratar de conseguir una buena vista de lo que había debajo de mi vestido. Él no estaba con Karina como había asumido, tampoco. Rogelio estaba con otra mujer llamada Paola, una modelo Italiana que había visto en fotos, pero que no había conocido antes de esta noche. Ella me miraba fijamente también, casi tanto como Rogelio, pero por diferentes razones. Rogelio era solo un cretino, pero Paola me veía como una amenaza. Ella no tenía que preocuparse por mí, sin embargo; estaba segura de no estar interesada en lo que estuviera haciendo: prácticamente despatarrándose sobre Rogelio, dejando que la manoseara. 


¿Iban a empezar a follar en frente de todo el mundo? ¿Ese cretino lujurioso y la zorra exhibicionista son con los que tengo que conversar? No era justo. Pedro era ajeno ante eso. Me moví en el asiento y jugueteé con el dobladillo de mi vestido. Deseando que fuera más largo para cubrir más de mis piernas. Quería ir a casa y arrastrarme dentro de la cama, pero Pedro no había entendido mis insinuaciones sutiles cuando había frotado su pierna o apretado su mano. 
Él solo se mantenía flotando alrededor como si pudiera hacer esto por horas. ¿Qué demonios le había pasado? Usualmente no era hablador, pero por todas las intenciones y propósitos que tenía seguramente esta noche sí lo era, en esta fiesta, a la que me había rogado que no lo arrastrase. 


No se me escapó que Karina era una mujer hermosa, tampoco. Elegante, y esbelta, es esa forma Europea que intimidaba como el infierno a mis curvas de embarazada, las cuales solo crecerían más, y se pondrían más curvadas en los meses siguientes. Acaricié la pierna de Pedro.


Se volvió hacia mí y sonrió, cubriendo mis manos con las suyas. Y volvió a su conversación con Karina, descartándome con una cepillada afectiva de su pulgar sobre mi mano. Un camarero trajo una bandeja con helado y no pude resistirme a tomar uno, mientras que todo el mundo lo rechazó. El rico helado de chocolate congelado sabía como el paraíso. Por fin pude disfrutar algo aquí, mientras que el resto apestaba. 


Paola chasqueó hacia mí. 


—Demasiadas calorías en el helado. Yo nunca me lo permito.-Bueno, de seguro te permites ser una gran perra, Paola. 


—¿En serio? Yo lo hago. En realidad, mi doctor en Londres me dijo que empezara a ingerirlo. Entre más calorías pueda ingerir, mejor. Será más saludable para mi bebé si gano algo de peso. —Sonreí cálidamente y metí otra cucharada llena de helado en mi boca. ¡Pon eso en tu pipa y fúmalo, estúpida vaca! Ella entrecerró sus ojos hacia mí. 


—¿Estás embarazada? 


Froté sobre mi vientre, que debido a la forma de mi vestido, era casi invisible. —Sip. Y casada. —Levanté mi mano y mostré mi anillo—. Soy muy afortunada; a veces pienso que debí haberme ganado la lotería de la vida. —Me apoyé en el brazo de Pedro con una caricia afectuosa de mi mejilla. 


Sentí más que una pequeña satisfacción cuando puso los ojos en blanco hacia mí y resopló al irse a conseguir una bebida. Rogelio simplemente rió disimuladamente de manera silenciosa y ajustó su erección, ahora que eso estaba a la vista. Ugh. Sáquenme de este maldito lugar. 


Pedro estaba tan sumergido en lo que estaba diciendo, la mirada en su rostro era vacía cuando lo interrumpí y dije: —Simba llamó y dijo que es una emergencia. —¿Qué? —Preguntó, parpadeando.


Endurecí mi expresión e intenté de nuevo. —Simba necesita que vayamos a casa. 


—¿Lo necesita? —Él dijo ahora, Pedro.


Pedro nos condujo a casa mientras yo hacía en puchero en el asiento. 


—¿No te estás sintiendo bien, cierto? —Preguntó después de largos minutos de silencio. 


—¿Qué te ha hecho pensar eso? —Miré por la ventana, a las bonitas luces en jarrones fuera de las casas. Era una decoración local que habíamos descubierto en nuestro viaje aquí. Deseando cosas en las jarras. Ponías tus deseos en pequeñas tiras de papel que ardían por la vela dentro de la jarra. Mientras las palabras eran consumidas por el fuego, tu deseo era mostrado en el mundo espiritual para tal vez ser cumplido. Deseo nunca haber ido a esa fiesta. 


—Bueno, no parecías estar en modo social allí. 


—Bueno, tú seguro lo estabas. —Crucé mis brazos y lo miré. 


—¿Qué? Solamente estaba teniendo una conversación con una vieja amiga. Gracias a Dios que había alguien con quien pude hablar, o hubiera enloquecido. Recordemos que no quería ir a esa jodida fiesta en primer lugar, Paula. Solo se convirtió en algo más bueno de lo que imaginaba. 


—¿Cómo conociste a Karina? —Odiaba ese sentimiento de inseguridad preguntándole sobre ella. No quería saber si habían sido más que “amigos”, pero tenía que ser consciente de esa fuerte posibilidad. 


—Nos conocimos cuando estaba en un importante trabajo para Italian PM hace años. Ella es una asesora cultural para el gobierno —lo dijo un poco demasiado rápido, como si estuviera listo para decirlo cuando yo lo preguntara. Sentí cierta evasión de su parte. La forma en la que estaba actuando me recordó esa noche en la Gala Mallerton cuando la rubia “él sale con alguien solo una vez” estaba compitiendo por su atención.


Mi corazón dio un pequeño salto y sentí celos ante el pensamiento de Pedro y Karina estando juntos en algún punto del pasado. Se la había follado. Lo sabía. —Oh… —No podía pensar en una mejor respuesta. Solo quería ir a la cama y alejar los desagradables pensamientos de mi mente. 


No esperé a que Pedro viniera y abriera mi puerta cuando llegamos a la villa. Solamente salí y me dirigí hacia los escalones. No fui más lejos cuando unos brazos fuertes me agarraron por detrás, presionándome contra su plano y duro cuerpo. 


—¿Adónde crees que vas? —Él acarició mi cuello y presionó sus pulgares contra mis clavículas seductivamente. Mi cuerpo respondió inmediatamente, mis pezones de endurecieron y convirtieron en picos que me dieron la ahora familiar picada de dolor cuando sucedió. 


—A la cama, Pedro —Sabía que había notado que estaba poniendo mala cara. No me importó. No podía evitar la forma en la que me sentía: celosa, insegura, y más que un poco herida. 


—No aún, mi bella. —Besó detrás de mi oreja, el sonido áspero del deseo evidente en su tono—. Fui a tu fiesta y me comporte bien, y ahora tendré la cita que quería contigo en la playa en primer lugar. Mi rigidez se derritió con sus palabras, y giré para darle la cara, metiendo mi rostro en su cuello, respirando su aroma de especias y colonia que me habían capturado desde el primer día. 


—Fue una fiesta desagradable —murmuré—. La odié. 


Acarició mi cabello y besó la parte superior de mi cabeza. —Lo puedo notar, pero puedo mejorarlo ahora —prometió—. Olvídate de la pretenciosa fiesta y ven conmigo. 


—Así que, ¿no querías quedarte más tiempo para hablar con Karina? Ustedes eran obviamente viejos amigos pasando un buen rato. —Mis palabras rencorosas se me escaparon ates de que pudiera detenerlas. Me dio esa mirada vacía de nuevo e inclinó la cabeza.


—Nena, ¿eso qué significa? Me encogí de hombros. 



—Tengo el presentimiento de que tú y ella en el pasado… que ustedes dos tuvieron… Sus ojos se abrieron como platos antes de que empezara a reír. 


—Bien, lo entiendo ahora. Pensaste que Karina y yo habíamos salido juntos. —Sacudió la cabeza lentamente hacia mí—. No, nena. Éramos solo amigos y colegas. Además, me lleva una década. 


—Bueno, sigue siendo hermosa. Creo que su edad no le molestaría a ningún hombre. Se rió un poco más. 


—El hecho es que solo las mujeres lo harían para ella. 


—Oh… bien, eso es bueno. Quiero decir… entonces eso tiene sentido. Espera, ¿Karina es lesbiana? ¿A esa hermosa mujer no le interesan los hombres? 


—Nop. Ella batea para tu equipo, nena. ¿Por qué crees que me senté entre ustedes? No quería que tuviera la oportunidad de estar demasiado cerca de mi hermosa esposa. —Me besó suavemente, dando pequeños mordiscos a mis labios—. No es que esté preocupado de que tú puedas cambiar de equipo, ¿Pero por qué correr riesgos? 


—Oh, Dios. Como si eso pudiera pasar. —Empujé su pecho y sacudí la cabeza—. Es la cosa más ridícula que he escuchado en mi vida. 


—¿Acaso no has aprendido que no corro riesgos contigo, querida? No lo hago, y nunca lo haré. —Su mirada era firme. —Supongo que he aprendido un par de cosas esta noche… —Me sentí como una tonta, pero aún así, el hecho de que Pedro me había estado cuidándome en la fiesta en lugar de ignorarme, hacía que mis temores se dispararan—. Una de ellas es que el vestido no fue muy buena elección para llevar a la fiesta. 


—Levanté la mirada hacia él tímidamente—. Es demasiado corto, y no lo usaré más cuando salgamos.


Él dejo escapar un suspiro de alivio. —Bueno, luces muy bien en él, pero no voy a negar que aprecio tu oferta. —Puso sus manos es mi trasero en un gesto posesivo—. Porque esto es mío —gruñó, mientras se inclinaba por otro beso lento, empujando su lengua dentro de mi boca en un enredo exigente que me mostró que estaba hablando en serio. Yo era suya. Cuando a regañadientes sacó su lengua de mí, me di cuenta de que no había acabado con su explicación. 


—Pensé que iba a tener que sacar los ojos de Rogelio de sus cuencas en algún momento. Ver a ese chupapollas observarte casi me mató. Tuve que apartar la vista o probablemente él ya estaría ciego ahora… y yo estaría encerrado por eso en una cárcel Italiana. —Se encogió de hombros, no ofreciendo disculpas por lo que sentía. Pedro era un hombre muy honesto. Era algo que admiraba de él, y que amaba. Acababa de aprender una valiosa lección sobre la confianza. 


—Oh Dios mío, Rogelio era repugnante. Lo odié. 


—Concuerdo con eso. —Me besó en la nariz—. Ahora dejemos de hablar sobre esa horrible fiesta, y tengamos la cita en la playa que tanto quería contigo. Quítate los zapatos, Sra. Alfonso. 


Mientras nos quitábamos los zapatos, me di cuenta de que Pedro había disfrutado cada momento de mi incomodidad. La titilante diversión en sus ojos azules me lo dijeron. No podía negar que la orientación sexual de Karina me dio alivio, pero no era lo suficientemente tonta como para pensar que no me encontraría con una de las ex amantes de Pedro en el futuro. Pasaría, y yo tendría que lidiar con eso cuando sucediera. 


—¿Qué estamos haciendo en la playa? —Pregunté, mientras él me conducía sobre la fría arena bajo mis pies. 


—Teniendo nuestra cita. Confía en mí, nena. Esto es algo que había estado planeando para nosotros. 


—Apuesto a que sí. Estoy consciente de que cuando dices cita te refieres a sexo…


Mis palabras se perdieron cuando dimos un giro en el camino de la playa y llegamos a la orilla. Las olas lamían la arena con los relajantes sonidos del agua moviéndose contra la tierra. Una luna plateada se elevaba sobre el agua, pero lo realmente hermoso era la gran cantidad de jarras de vidrio iluminadas con velas establecidas sobre la suave arena de la playa. Lo que parecían cientos de parpadeos a la distancia alrededor de una pila de mantas y almohadas. En un lado había un cubo con hielo y bebidas y lo que parecían ser pequeños postres y fruta fresca en una bandeja. 


—Es hermoso, Pedro —Apenas pude hablar al darme cuenta de lo que había hecho—. ¿Cómo hiciste… esto? Nos condujo hasta las mantas y atrajo para sentarme a su lado. 


—Fue mi idea —empezó—, pero necesité algo de ayuda para ponerlo todo. Franco lo organizó mientras estábamos en la fiesta. Observé alrededor de nosotros, imaginando si el cuidador de nuestra villa estaba en la oscuridad, esperando por un vistazo. 


—Sé lo que estás pensando, pero no tienes que preocuparte, nena, Franco no está en los arbustos observándonos, confía en mí. Reí nerviosamente. 


—Bueno, si Franco está en algún lugar en los arbustos, creo que va a ser espectador de un jodido buen show. 


—Ahora eso es lo que me gusta oír. Mi chica aceptando la idea de una cogida caliente en la playa —susurró burlonamente en mi oído, su lengua chasqueando hacia afuera para lamer la punta—. Te gusta mi sorpresa. 


Mi cuerpo cobró vida instantáneamente, necesitándolo demasiado. Pedro podía ponerme caliente con una simple mirada o un toque. Levantó la mano y trabajó en el nudo desordenado que sostenía mi cabello y lo desató. Se estaba volviendo bueno en desatar mi cabello. Sonreí al verlo encontrar los ganchillos y jalar de ellos, sabiendo cómo iba a coger mi cabello en puñados y utilizarlo para dominarme cuando estuviéramos adentrados en el sexo. 


—Estás sonriendo —murmuró, mientras seguía trabajando en mi cabello. 


—Amo verte haciendo cosas simples.


Mi cabello cayó libre. 


—Esta no es una cosa simple para mí —susurró, pasando los dedos de sus dos manos por la longitud enredada. Su mirada se oscureció mientras se centraba en mis labios—. Lo es todo. 
Dejó caer sus labios contra los míos, buscando la entrada con su lengua, trazando mi boca abierta con gran cuidado. Con sus dos manos cogió mi cabello y tiró, forzándome a arquearme contra él, a ofrecerme. —Lo eres todo, Paula —susurró bajo, arrastrando su boca hasta mi garganta, y luego moviéndola más abajo, sobre la seda de mi vestido hacia un pecho. Se concentró en mi pezón y lo encontró con sus dientes, sujetándolo entre las capas de tela y sus dientes. 


—Oh… Dios. —Gemí ante la aguda mordida de placer. Ya caliente por su tacto mientras me escurría rápidamente. En un momento, él me había trasladado al lugar en el que no quería pensar en nada excepto el viaje sensual al que me estaba llevando. Era tan bueno amándome, tan bueno en todo lo que hacía—. Tú eres mi todo, Pedro—Mi propia voz sonó jadeante incluso para mis oídos. Sentí sus manos levantando mi vestido, y luego una fresca brisa pasando sobre mi piel cuando él lo pasó sobre mi cabeza. Y estuvo fuera. 


—Eres mi diosa. Aquí mismo, ahora… de esta manera. —Me acostó sobre las mantas y se cernió sobre mí, sus brazos rectos a los lados, encerrándome, devorándome con ojos hambrientos—. Adónde debo ir primero… —murmuró—. Quiero todo de ti a la vez. 


No me importaba qué tomara primero. No importaba. Nunca importó. Cualquier cosa que hiciera, yo la quería. Lo necesitaba en ese momento. Moví mis manos hacia los botones de su camisa y empecé a desabotonarlos. Él sonrió perversamente hacia mí. Pedro amaba que lo desvistiera. Amaba verme succionando su polla. Amaba ver su polla penetrándome. Donde fuera.


Empujé su camisa por sus hombros, desistiendo cuando no se movió más porque sus palmas sobre las matas evitaban que pudiera quitarla, y empecé con sus pantalones, frustrándome más cuando solo pude empujarlos debajo de su tenso trasero. 


—Mi nena está frustrada… dime qué es lo que quieres —ordenó. 


—Te quiero desnudo para que pueda verte —jadeé, moviendo mis manos dentro de sus bóxers hasta agarrar su polla que estaba dura como una roca. Dura como hueso y envuelta en piel aterciopelada, quería esa perfecta parte de su cuerpo en mi boca donde podría succionarla y acariciarla hasta que él se viniera abajo por lo que le había hecho—. Quiero tu polla. Te quiero a ti. 


—Jodido infierno —gimió, sus ojos con una salvaje necesidad mientras su cuerpo se sacudía, se deshizo de la camisa violentamente, y pateó los pantalones y los bóxers en un giro agresivo que lo dejó respirando hacia mí con una mirada de cruda y furiosa posesión—. Te amo demasiado. 


Pedro empujó hacia arriba mi sostén y cogió ambos senos en sus manos, inclinándose para chupar la punta de los picos, enviando un camino de calor fundido directo hacia mi centro. Estaba completamente lista para su polla, pero sabía que aún no la conseguiría, sin importar cuánto rogara. 


Pedro se hizo cargo del ritmo. Arqueando mi espalda con sus manos, encontró el cierre de mi sostén, abriéndolo fácilmente, antes de arrojarlo a algún lugar de la playa. Él gruño de placer cuando volvió a mis pechos, probándolos implacablemente con las puntas de su barba enmarcando la lengua más suave que sabía exactamente cómo chupar y lamer, llevándome a una frenética y desesperada necesidad. Sus manos se enredaron en el vestido de baño blanco que usaba debajo de mi vestido y encontró mi sexo con un toque demandante. —Todo mío —dijo ásperamente, empujando un largo y grueso dedo en mi interior. Me arqueé en su mano y grité cuando dobló su dedo para encontrar mi punto dulce, cerrando la brecha entre el placer y el orgasmo que me había hecho desear desesperadamente. Él me hizo todo esto en pocos segundos.


Pedro, por favor —supliqué. Su respuesta fue deslizar su pulgar sobre mi clítoris mientras trabajaba con su dedo mi pasaje hacia un orgasmo cegador. Uno que me dejó estremeciéndome y temblando debajo de él, jadeando por aire. 


—No mires hacia otro lugar. Quiero tus ojos en mí después de que te hice venir. —Rechinó los dientes—. Quiero ver tus ojos emitiendo fuego y tus piernas sacudiéndose cuando entre en ti, haciéndote gritar mi nombre. —Sus dedos me acariciaron suavemente ahora, trayéndome del placer torrencial, totalmente cautivada por su necesidad de poseerme. 


—Quiero hacer que te vengas. —Jadeé hacia él, tomando su polla en mi mano y acariciando arriba y abajo la cubierta aterciopelada, amando el fuerte siseo que emitió cuando hice contacto. 


—Lo harás —prometió oscuramente. Mi parte inferior fue bajada por mis piernas y un beso fue reverentemente plantado en mi montículo. A menudo era la última cosa gentil que hacía antes de que las cosas se pusieran sucias y perversas. Casi como una afirmación final para hacerme saber que me amaba, y para no olvidarlo cuando las cosas se pusieran salvajes. Mi dios del sexo rabioso tenía una consciencia preocupante, había aprendido. Eso solo me hacía amarlo más, cuando mostraba su cuidado hacia mí. Él no tenía que preocuparse, sin embargo. Lo aceptaba malvado o gentil… o como fuera. Pedro me giró sobre mi costado y puso su cuerpo opuesto al mío, alineándonos de tal manera que podía tener su polla en mi boca y su boca podía tenerme. Levantó mi pierna y se tomó su tiempo besando el interior de mi muslo, probando lentamente mi sexo como si fuera un manjar que quería saborear. Tomé su gruesa longitud en mi mano y lo acaricié, añadiendo un pequeño giro en la punta, sabiendo cómo lo volvía loco. Gimió contra mi sexo cuando lo llevé a mi boca y la cerré alrededor de la amplia cima de su polla. Lo atraje hondo y deslicé mi mano en tándem para tomar el ritmo que sabía que amaba. Chupar… giro… acariciar… deslizar.
Lo llevé conmigo, disfrutando la tensión en sus muslos y abdomen, los sonidos y palabras que salían de su boca, amortiguados por sus labios presionados entre mis piernas, construyéndome hasta que alcancé un pico donde todo se convirtió en un remolino de sexo y placer imposible de describir con palabras. Los dos nos perdimos en un hermoso frenesí de camino a encontrar nuestra cima juntos. 


—Tan bueno… oh mierda, esto es tan bueno. Chupas mi polla… tan bien, nena… —Los jadeantes gemidos de Pedro me sacaron de mi propio remolino de placer, lo suficiente como para mover mi cuerpo.Amo chupar tu hermosa polla. Me revolví alrededor y me arrodillé entre sus piernas, tomando su dura carne, en largas chupadas que llegaron a chocar contra la parte posterior de mi garanta. Cogí sus bolas en mi otra mano y las apreté, sintiéndolas tensarse, preparándose para darme lo que quería de él. —Mierda, mierda, mierda…voy a venirme en tu boca. Paula... —se atragantó, sacudiendo sus caderas en cortos balanceos, follando mi boca. Sus manos agarraron mi cabello en puñados, sosteniéndome contra su polla… mientras vaciaba su esencia masculina caliente por mi garganta. En ese instante final, mientras esperaba por él, porque así era como Pedro lo necesitaba de mí; dijo mi nombre en un desesperado grito para que lo mirara. Levanté mis ojos y encontré el azul de los suyos empezando a bajar sobre mí, hechos trizas en una ardiente brillantez, llenos de amor… por mí. 
—Te… amo —me dijo en un rugido, que sólo podía ser descrito completamente como un éxtasis agónico. Lo supe porque eso era exactamente lo que él me hacía. 


Horas después, y más orgasmos de los que creí posibles, estaba recostada entre los fuertes brazos de mi hombre con el suave sonido del mar contra la arena, y el parpadeo de las velas en las jarras iluminando la noche a nuestro alrededor, con un suave resplandor. Tenía más felicidad y amor del que había experimentado en toda mi vida, y ahora entendía lo afortunada que era de tener ese amor.
¿Cómo podía alguna vez vivir sin él ahora? ¿Qué me sucedería si alguna vez lo perdía? ¿Podría sobrevivir a algo como eso? Pedro me había cambiado para siempre y no habría mal tono de esa campana. Nunca. Cerré mis ojos y me concentré en donde estaba ahora. En nuestra propia cama-del-amor al lado de la playa, con Pedro abrazándome por detrás, sus manos acunando mi vientre mientras dormía. Sosteniéndonos contra su corazón, protegiéndonos… amándonos. Una cosa hermosa… Estaba casi asustada de creer que eso me había pasado a mí.

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