miércoles, 10 de septiembre de 2014

CAPITULO 188



PEDRO


Le di media hora antes de seguirla por las escaleras. Quería esperar más tiempo, de manera que el zumbido del alcohol ensordecería mi ventaja un poco más, haciéndome más seguro de tener alrededor. Pero no podía soportar estar lejos de ella por otro momento más. Necesitaba mi tranquilizante. Pablo me lo había dicho antes. Paula es tu cura. Nada me podía sacar del infierno cuando me sentía así... excepto ella.


Respiré más tranquilo sabiendo que no tendría que decir mucho. Su nueva regla de dejarme con mis demonios en soledad ayudaba mucho. Cada cosa sobre Paula me ayudaba.


Cuando entré en la habitación, estaba oscura y ella estaba durmiendo justo como había esperado. Me deshice del esmoquin y me metí debajo de las sábanas, colocándome en su espalda. La primera inhalación de su aroma reconfortante subió a mi nariz y directamente a mi cerebro, calmándome inmediatamente, dándome esperanza de que la fealdad desaparecería. Lo mejor que me había sentido durante toda la noche, fue el instante en caí contra la parte posterior de su cuello y hundí la nariz en su cabello.


Paula era tan generosa conmigo, a ella nunca le importaba cuando la despertaba y quería follar.


Necesitaba follar ahora mismo.


Ahogar el sentimiento de culpa.



Cuando me moví hacia abajo en la cama y aparté las mantas, la encontré envuelta en una especie de camisón que la cubría de la cabeza a los pies, y de un estilo que podía ser usado por mi abuela... cuando ya estaba bien entrada en sus ochenta. La fea cosa era un candidato a basura, sin duda. Ocultar toda esa belleza lejos de mis ojos sólo me frustró. Estar medio cabreado no ayudaba a mi juicio, probablemente, pero tampoco me detuvo. Encontré el lugar dónde desabrocharlo, aproximadamente a la mitad de su pecho, clavé los dedos entre los botones, y dividí el maldito trapo en dos, todo el camino hasta el dobladillo. Sus senos desnudos aparecieron a la vista primero, y luego el resto de ella. Me sentí mejor al instante. Mi polla estaba jodidamente dura como un hueso.


Ella se despertó con un jadeo y un grito.


—Shhh. —Apreté una mano sobre su boca y mis labios fueron a su mandíbula. No quería que los visitantes hacer la vieja rutina del “¿Está todo bien ahí?'' en esta fiesta, ya que el lugar estaba repleto hasta el tope con ellos. Sus ojos se encendieron, y percibí que no estaba contenta con lo que acababa de hacer, pero una vez más, eso no me detuvo—. Soy sólo yo deshaciéndome de ese feo camisón por ti. Lo detestaba. —Saqué mi mano y cubrí sus labios con mi boca en su lugar. Murmuró bajo mis besos al principio, y se tensó debajo de mí, pero una vez que consiguió sentir mi lengua dentro de ella, respondió hermosamente, suavizando su cuerpo, dejándome jugar mis juegos, dejándome tomarla—. Detestaba ese camisón, pero te amo a ti. —Besé su garganta hasta el hueco de su cuello, seguí por su esternón y luego justo entre sus pechos. Chasqueé mi lengua y la arrastré hasta un pezón. Ella arqueó la espalda para acercarse más. Rodeé mi lengua sobre su pequeño y rosado pezón, dando vueltas y vueltas hasta que prácticamente estaba retorciéndose debajo de mí.


—Eso está mejor —le dije—. Tengo que ver a mi bella esposa... cada centímetro de ti.


—¿Pedro?


—Shhh, nena —la tranquilicé—, sólo siente lo que te voy a dar.


Besé mi camino hacia abajo, dándole una caricia a su estómago cuando fui más abajo. Separando el interior de sus muslos con firmeza, la abrí y disfruté de la magnífica vista. Ella me dejó sin aliento, y siempre lo hacía. Su coño... no había palabras para describirlo. Inhalé, embriagándome con su intoxicante aroma. Único de Paula, y absolutamente delicioso, lo que me provocó una instantánea necesidad de tenerla.


Lamí el interior de sus muslos, dando la misma atención a cada uno de ellos hasta que no pude privarme de ello un segundo más, y tuve que tener su dulce coño bajo mis labios. Empecé poco a poco, con pequeñas lamidas a lo largo de sus suaves pliegues y trabajé en círculos, apuntando mi lengua como una pequeña polla. Ella se flexionó contra mi boca y se meció rítmicamente mientras la construía. Podría hacer esto toda la noche, por tanto tiempo como disfrutara de mi banquete, o me dijera lo contrario.


Los hermosos sonidos de su respiración acelerándose calentaron mi ansiedad, derritiendo lejos mi tormento, hablándome de su placer. Metí dos dedos dentro de su calidez empapada, retorciéndolos para deslizarse en esa pequeña cueva especial, en el área rasposa de su piel donde sucedía la magia.


Ella se arqueó bruscamente, gimiendo bajo el ataque de mis dedos y de su punto G en combinación con mi lengua y su clítoris. Una mezcla explosiva. La tuve viniéndose para mí en menos de dos minutos, jadeando mi nombre justo como me encantaba que lo hiciera. Totalmente perfecta y jodidamente bella.


Después de que un segundo orgasmo trajo su estremecimiento debajo de mi lengua, ella presionó una mano a la parte superior de mi cabeza. Sabía lo que eso significaba. Estaba lista para una polla.


Arrastré mi boca lejos de su coño y monté hacia arriba, envolviendo sus largas piernas sobre mis brazos. Mi chica suspiró ante mí con impaciencia cuando levanté su trasero hasta encontrarlo con mi polla.


Me reí de su frustración cuando deslicé el eje de mi polla a lo largo de su clítoris durante unas arrastrantes estocadas.


—Voy a follarte ahora, nena —susurré, empujando hacia adelante. Plenamente consciente, perdí gran cantidad de mi control al instante en que el extremo del capullo de mi polla besó su calor resbaladizo, salí flotando en una nube de sexo y lujuria, y una excelente follada.


El apretado ajuste en su agarre alrededor de mi polla mientras me deslizaba más hondo, extrajo la respiración fuera de mí. Desde la base hasta la punta, ella me tomó, aceptando la invasión que no podía frenar. Nunca había frenado mi torrencial necesidad de estar dentro de ella. Imposible. Ese era mi único lugar verdaderamente seguro en el mundo.


A medida que el frenesí se construía, la sentí apretarse con cada penetración de mi polla en su resbaladizo coño. 


Comenzó a jadear y rodar sus caderas para conseguir la fricción donde ella necesitaba que estuviera. Empujé más profundo con cada estocada y vi la mirada que ponía cuando estaba a punto de suceder. Triunfo. Se esforzaba en hacerme venir tanto como yo lo hacía con ella.


Mi polla se hinchó preparándose para la explosión.


Sus ojos ardieron en los míos, agarré su cuello y lo mantuve en su sitio, girando mi pulgar alrededor y hacia abajo en su boca. Ella envolvió su lengua alrededor de mi pulgar y lo chupó. Mis bolas se apretaron y lo dejaron ir, un torrente de puro y cegador placer lavó sobre mí, mientras me vaciaba en ella.



Me las arreglé para moverme a un lado antes de desplomarme, consciente del bebé, y el no querer aplastarlo. Paula respiró pesadamente contra mí, en silencio mientras bajaba de la cima, junto con mi polla aun latiendo en su interior. Saqué mi mano de su cuello, la pasé por debajo de un seno y llené mi palma. Sentí claramente que su corazón latía debajo de la barrera súper suave de carne. 


Mi corazón.


—¿Qué fue eso? —Preguntó después de un momento, su expresión difícil de leer cuando sus ojos quemaron más verdes en la luz de la lámpara.


—Eso fue tú siendo bien y verdaderamente follada por tu hombre, mi bella —bromeé, soltando de golpe el pecho que sostenía en la mano y dándole una lento apretón de mis caderas.


—No la follada, Pedro. Eso, entendí perfectamente cuando rasgaste mi camisón. Quiero saber por qué me abandonaste durante toda la noche para emborracharte en la boda de tu mejor amigo.


Mi polla se marchitó cuando gané algo de claridad acerca de lo que ella podía estar sintiendo. Había dolor y tristeza en sus lastimeros ojos, e incluso el acuoso relucir de las lágrimas.


El sentimiento de euforia se desvaneció cuando me di cuenta de lo que acababa de hacerle a ella.


Yo no la merecería, y nunca lo haría.

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