miércoles, 17 de septiembre de 2014

CAPITULO 212



PEDRO


MANEJANDO la seguridad Alfonso desde Somerset estaba funcionando muy bien. Había puesto el mismo sistema de comunicación que tenía en el apartamento de Londres, y conducía mis negocios de la misma forma que antes. Pablo estaba manejando las oficinas ejecutivas de la ciudad, y manteniendo los engranajes funcionando sin problemas hasta el punto que pensaba que yo no era ni siquiera extrañado. Tuve que pensar seriamente cual sería mi rol en Londres en el futuro. La idea de permanecer aquí en Stonewell por más que solo semanas era una idea atractiva. 


Sabía que Paula amaba el país, y había estado en contacto con su tutor de arte en la Universidad de Londres sobre organizar algún estudio evaluativo de las pinturas en Hallborough. Después de su descubrimiento de la pintura Sir Frisk perteneciente a Mallerton, había estado empeñada en descubrir que otros secretos escondía la vieja casa. Ella me dijo que era un trabajo que la mantendría ocupada por años, si la propuesta era financiada.


El ladrido de un perro asaltó mis pensamientos. Incesante, sin pausas, frenético ladrido. No sonaba para nada como Sir. Que era usualmente tranquilo, lo que era algo que me gustaba de él. Era un buen perro, pero lo que estaba escuchando sonaba como si estuviera agitado. Pensé si había alguien fuera en la propiedad.


Me levanté de mi escritorio y usé las muletas para ir a la ventana. Estudiando los jardines traseros y luego el mar al lado de estos.


Podía ver a Sir, ladrando frenéticamente en dirección a la casa con su cabeza dirigida hacia el cielo.


Estaba al lado de Paula.


Ella estaba sentada en los muros del jardín sosteniéndose entre las piernas.


Sus leggings verde claro tenían una mancha oscura en el interior de sus muslos…


¡Mierda.! ¡NO! ¡NO! ¡NO!





―¿Angel, qué está pasando? ¡Dime algo útil! ―Tenía a mi hermano por el cuello y lo empujé cerca de mi cara, sintiendo como mi corazón explotaría en un minuto o dos.


―Deja de maltratar al doctor para que pueda recibir a tu bebé ―dijo calmadamente, empujándome lejos de él―. Ve con Maria Elena. Ella va a hacer que te relajes para la obra. Estas a punto de ser padre, idiota.


―¿Sección de cesárea? ¿En serio, Angel? ―dije con voz ronca.


―Me temo que sí, hermano. El bebé está en una posición de nalgas y no podemos tomar ningún riesgo con una primeriza como Paula. No está lista para eso. ―Me dio unas palmaditas en la espalda―. Va a estar bien. Deja de molestarme y ve a prepararte. ―Angel me dejó en el pasillo y desapareció por una puerta marcada con “solo personal.”
Tragué saliva y seguí a Maria Elena, esperando que no me desmayara antes de que llegara al lugar donde me estaba dirigiendo.


―¿A dónde han llevado a mi esposa? ―pregunté.


―Está siendo preparada para la cirugía ahora y recibiendo su epidural. El Doctor Greymont te guiará a través del proceso mientras él hace el procedimiento. Podrás mirar todo, y hablarle a tu esposa a través de este. ―Sonrió amablemente―. Felicidades, papá.


―En serio.


¿Era yo el que estaba hablando? No sonaba como mi voz para mis propios oídos. ¿Por qué había dicho en serio como un idiota? Creo que estaba en un shock por procesar la demasiada cantidad de eventos en las últimas 2 horas


Después de que Sir me alertara sobre la situación de Paula en el jardín. Había llamado al 999. Mientras esperábamos por la ambulancia, llamé por el servicio del Doctor B en Londres, al igual que a Angel, en un completo pánico sobre qué hacer o a donde ir. Luego el maldito y horrible viaje, con Paula en la parte trasera de la ambulancia todo el camino hacia el Hospital Bridgwater — alrededor de trece, largas, ondulantes, y campestres millas. Demasiado para planear. 


Nada de elegante hospital de Londres, o doctores de sociedad, sería la entrega de nuestro bebé después de todo. La peor parte había sido no ser capaz de cargar a Paula dentro de la casa para esperar. Tuve que cojear alrededor como un jodido rengo con ninguna de lo que estaba pasándole hasta que ellos la llevaron lejos para evaluarla. Después de todo el bebé no estaba para otras tres semanas…


―¿Señor Alfonso?


―¿Qué? ―Giré hacia la voz y parpadeé.


―Necesita quitarse su ropa y ponerse esta, incluso el sombrero. Luego lave sus manos hasta los antebrazos al igual que en las instrucciones en la placa de la pared, cuando esté listo, me encontrará aquí. ―La enfermera Maria Elena apuntó hacia donde yo iba a terminar―. Lo llevaré a la sala y usted se reunirá con su esposa, y verá cómo nace su bebé. ―Ella lucía feliz.


―Oh… en se… está bien. ―De nuevo, seguramente el bloqueo que estaba haciendo hablar con una patética débil voz era alguna otra persona, no podía ser yo.
Maria Elena sonrió más.


―Respire profundamente, Sr. Alfonso.


―¿Todo va a estar bien? Es demasiado temprano para…



Sacudió su cabeza y me dijo en un tono sensato.


―Los bebés tienen sus propias ideas sobre cuando venir. Nada de estar seguros sobre eso. Su esposa esta en las mejores manos posibles. El Doctor Greymont lo hace todo el tiempo, pero estoy segura de que ya lo sabe. ―Me miró extrañamente, probablemente dándose cuenta de que habían más cosas malas conmigo que solo mi pierna rota, dejó el cuarto así podía cambiarme.


No sé cómo caminé en la sala de operaciones porque estaba malditamente asustado, pero al mismo tiempo, necesitaba ver a Paula y asegurarme de que estaba bien. El cuarto estaba frio y había un fuerte olor a antiséptico que inundaba el aire. Fui a donde todos estaban reunidos. 


Cojeando lentamente sin mis muletas. Una cosa que había decidido. Iba a caminar en la sala con mis propias piernas, jodidamente quebradas o no.


―Allá esta —dijo Angel, mostrándome sus pulgares levantados.


―¿Pedro? ―llamó Paula.


Cerré mis ojos y me alivié con el sonido de su voz, caminé hacia ella. Todo lo que podía ver era su cara y una pequeña porción de su estómago. Todo lo demás estaba cubierto con sabanas médicas azules.


―Estoy aquí, nena. ―Me incliné y la besé en su frente―. ¿Cómo estás?


―Estoy bien ahora que esas aquí. ―Te amo, articuló.


Gracioso, como yo sentía exactamente lo mismo. Todo el estrés y el pánico se habían esfumado tan pronto como nos vimos y pudimos estar juntos. Paula era fuerte, y valiente. 


Se veía completamente lista para lo que venía. Y… tan hermosa. Si ella podía hacer esto, después de todo yo podría permanecer consciente. ¿Cómo pude haber encontrado esta maravillosa y extraordinaria mujer? ¿Cómo se había enamorado de mí?


Bastardo suertudo.


―Te amo más ―dije.


―¿Listos para convertirse en mamá y papá? ―preguntó Angel alegremente.


Sí.




—BIEN, puedes ver ahora, si quieres, P. —dijo Angel en un tono metódico, lo que me dijo que estaba concentrado en su trabajo con las manos, justo como debería ser.


Mantuve mis ojos en Paula mientras él hacía la incisión, acariciando su mano con mi pulgar, sabiendo que no había manera en el infierno de que yo viera una cuchilla rebanadora contra su perfecta piel. Ella estaba tan calmada, de hecho sobre todo. No aparentaba ninguna clase de miedo; solo una sólida determinación de conseguirlo y ver como terminaba. Es maravillosa. Las mujeres a punto de dar a luz eran serias en la manera de resolverlo y valientes, y era absolutamente espectacular ver a Paula de esa manera.
El sonido de monitores palpitando en el fondo, contra el chillido de los instrumentos médicos y los empujones de su cuerpo en la mesa mientras trabajaban su camino cerca del bebé.


—No puedo sentir dolor, Pedro. Solo tirar y empujar. Se siente extraño, pero estoy bien. —Asintió y sonrió hacia mí―. Solo quiero conocer a nuestro bebé ahora.


—Yo también, mi hermosa. Yo también.


—Aquí viene ―dijo Angel con firme autoridad.


Me asomé por encima de la sábana y vi cabello castaño emergiendo del vientre de Paula, luego una cara arrugada luciendo furiosamente indignada por el duro trato de ser traído a un mundo con brillantes luces y fuertes sonidos, luego diminutos hombros y brazos se deslizaron por la abertura, y después… el resto de su delgado y diminuto cuerpo. Todo el proceso tomo alrededor de diez segundos en total.


Y luego tan rápidamente… ella estaba finalmente aquí con nosotros.

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