miércoles, 5 de marzo de 2014

CAPITULO 81


Después de la cena, tuve el placer de ser presentado a la muy
femenina y muy atenta Ale Craven de Victoria y Albert. Envié una oración
de agradecimiento a mi madre que nunca envié a la Sra. Craven el
mensaje tóxico de “Pedro con el cuchillo grande” e imaginé que mamá tuvo
que estar cuidando de mí ese día. Nunca tomo mi suerte por sentado.
No pasó mucho tiempo para que Paula fuese llevada por los
clientes que querían una narración detallada de la conservación de Lady
Percival. Me resigné a esa eventualidad y me dirigí a conseguir otro trago.
Sentí una mirada en mí y giré para encontrar a Rubia Fresa dirigiéndose
rápidamente hacia mí. Mierda. Sabía que esto sucedería.
—Hola, Pedro. Es tan bueno verte aquí, esta noche. Estaba
preguntándole a Tomas sobre ti el otro día.
—¿En serio? —Asentí hacia ella, deseando desesperadamente
recordar su nombre—. ¿Bebes… um…? —Bajé la mirada, sintiéndome
como un idiota y queriendo estar en cualquier otro lugar en este momento.
—Priscila.
Bueno, recordaba la primera letra correctamente. Chasqueé mis
dedos y apunté al techo. —Bueno… Priscila, ¿te sirvo una copa? Estoy a
punto de volver a la Galería Victoriana. —Por favor, di que no.
—¡Sí! Me encantaría un Cosmo. —Habló con entusiasmo, sus ojos
iluminándose al percibir cierto interés de mi parte. Me dio una profunda
mirada y me encontré más que incómodo. Esto era algo que aguanté
durante años en las mujeres. Lo había hecho por sexo, por supuesto.
Quiero decir, ¿quién cogería si al menos no las dejas admirar y pretender
estar halagado por sus intensiones? Pero en realidad no me gustaba, y
había sido nada más que un juego para mí. Antes de Paula, mucho de lo
que había estado haciendo habían sido juegos. Había sido un idiota.
—¿Y qué dijo Tomas de mí?
—Dijo que estabas muy ocupado con tu trabajo y las Olimpiadas… y
tu nueva novia.
—Ahhh… bueno, te dijo la verdad al menos —dije, buscando una
manera de salir de la habitación sin ser cruel—. Tengo una novia —¡Y
necesito alejarme de ti como el.infierno.justo.ahora!
—La vi antes en la cena. Es una pequeña cosa joven, ¿verdad? —
Priscila dio un paso más cerca y puso su mano en mi brazo, su voz
mezclada con suficiente toxina para picar.
—No es tan joven —tragué un sorbo de vodka y rogué por algún acto
de Dios para conseguir la mierda fuera de esta incómoda situación,
cuando entró La Cucaracha con Paula a su lado.
Allí está tu acto de Dios, idiota.
—Cariño. —Me separé de Priscila y fui hacia Paula—. Estaba
consiguiendo una bebida y me encontré con… um… Priscila. —¡Maldita
sea si no sabía su apellido, tampoco! Esto apestaba, y no tenía las
habilidades para hacer esta mierda más, no que las hubiera tenido alguna
vez, pero esto era incómodo como la mierda.
—Alfonso. —Luis me dio una mirada acusatoria—.
Paula se estaba sintiendo un poco mareada y necesitaba tomar un
descanso.
Tomé su mano y puse mis labios en ella. —¿Estás bien?
—Creo que necesito un poco de agua —dijo—. Me sentí de repente
caliente y extraña.
—Aquí, quiero que te sientes y te conseguiré un poco de agua. —Pero
antes de que pudiera moverme, allí estaba el bueno  de Luis
presionando un vaso de cristal en sus manos. Intenté telepatía metal con
él. Puedes dejarnos ahora, Luis.
No funcionó.
—Gracias,Luis. —Paula le dio una sonrisa rápida en
agradecimiento y empezó a beber.
—El placer es mío, querida —ronroneó La Cucaracha a ella.
Maldición… esperaba que hubiera dejado la sala. Luis, el epítome
de las costumbres que al parecer era, tendió su mano a Priscila y se
presentó. —Luis.
—Priscila . Encantada de conocerte.
Maravilloso. Ahora, ¿pueden los dos irse juntos y follar en el baño o
hablar detrás de nuestras espaldas o algo así? Cualquiera estaría
jodidamente perfecto.
Para mi buena fortuna, se alejaron y comenzaron una conversación.
Volví a mirar a Paula y pregunté—: ¿Te sientes mejor?
—Sí, mucho. —Miró a Luis y Priscila y luego, de nuevo a mí. —
¿Quién es esa, Pedro? —susurró.
—Una amiga de Tomas.
No se lo estaba comprando y me dio una mirada que escribía muerte
segura si no confesaba. —¿Fue amiga tuya, también?
—No en realidad —ofrecí.
—¿Qué quiere decir no en realidad?
Hice una pausa, sin saber a dónde llevar esto desagradable. Un
evento público de caridad no era el lugar, pero no siempre filtraba mis
pensamientos de lo que sale de mi boca, por lo que seguí adelante de todos
modos. —Quiere decir que salimos un tiempo juntos y no somos amigos en
cualquier sentido de la palabra. No como tú y Luis son amigos. —
Levanté una ceja.
—Está bien. Muy bien —dijo, con una larga mirada reflexiva hacia
Priscila y luego, de nuevo a mí, antes de terminar el resto de su agua.
Hmmm… así que parecía que estaba dispuesta a dejarlo pasar por el
momento. Gracias. Dios. Ahora, si pudiéramos sólo escapar de La
Cucaracha y Rubia Fresa, las cosas serían de oro.
—¿Vamos a volver a la galería? Debes tener legiones de fans aún
esperando hablar contigo.
—Cierto —se rió, sacudiendo su cabeza—. Pero sí, realmente
deberíamos volver. Quiero que Lady Percival consiga su pago esta noche.
Ha estado escondida en la oscuridad por demasiado tiempo.
Mientras llevaba a Paula a la Galería Victoriana, no pude dejar de
pensar que se estaba refiriendo a sí misma metafóricamente con esa
última parte: Ha estado escondida en la oscuridad por demasiado tiempo.
Eso me hizo feliz por alguna razón.
No pasó mucho tiempo para que Paula quedara atrapada en otra
ronda de entrevistas y en cierto modo, me desvanecí en el fondo y la dejé
hacer lo suyo. Estaba empezando su carrera y quería su éxito por varias
razones. Uno, era su sueño, y dos, un buen trabajo en su campo elegido la
mantendría en Londres conmigo. Estaba tan motivado como mi chica lo
estaba.

CAPITULO 80




La Galería Nacional Portrait es un lugar magnífico para
eventos y uno con el que estoy bien familiarizado, habiendo
estado allí muchas veces antes de trabajar en seguridad, a
veces como un invitado y una o dos veces en una cita.
Pero nunca como esto.
Paula trajo un completo nuevo significado a la idea de posesividad.
Al menos para mí, lo hizo. Pensé que podría estar muerto para el final de
la noche por mantenerme al día con todas las personas que querían un
pedazo de ella.
Se veía tan hermosa y perfecta en su vestido de encaje violeta y
zapatos plateados; cada centímetro de la modelo estaba por fuera, pero por
dentro, esa mente artística suya era brillante y respetada por el trabajo
que hacía en su campo. Mi chica era una celebridad esta noche. Maldita
sea que bien ayudó ver mi regalo alrededor de su cuello, también. ¡Ella es
mía, gente! ¡Mía! ¡Y no lo olviden tampoco, joder!
La pantalla de Lady Percival era de hecho un éxito. Había sido
creada como un tutorial en el proceso de conservación, como su
restauración que fue solamente parcialmente completada. Y Paula, por
supuesto, fue acreditada como el conservador para el proyecto. A medida
que fuimos a que nos sentaran para la cena, se hizo mención sobre su
descubrimiento en el discurso de bienvenida. La mirada de orgullo en su
rostro era algo que creo nunca olvidaré. Todas las ganancias del evento de
esta noche iban para apoyar la Fundación Rothvale para el Avance de las
Artes, y al mirar alrededor en la habitación, pude ver mucho dinero y
viejos nombres entre los invitados. Parecía que Mallerton estaba
experimentando un renacimiento, y la divulgación de Paula, de lo que él
había pintado, tuvo que ayudar a generar interés en su trabajo, y como
resultado, la caridad Rothvale.
—Paula, tu Lady Percival es impresionante —dijo Gabriela—. Tuve
una buena mirada de ella cuando llegué. Me encanta cómo la están
mostrando, como una oportunidad para enseñar sobre los métodos de
conservación y procesos que entran en un tesoro como ella. Y, Pedro,
fuiste decisivo en la solución del misterio también, según escuché.
—Difícilmente decisivo. Solo una palabra de traducción, pero
gracias, Gabriela. Estaba contento de ayudar a mi chica con un poco de
francés —guiñé un ojo a Paula—. Ella parecía bastante feliz cuando
comprendió todo.
—Estaba extasiada. Esa pintura fue un creador de carrera para mí.
Y te lo debo todo a ti, cariño. —Llegó y cubrió mi mano con la suya.
Dios, amaba cuando hacía pequeños gestos de afecto como ese.
Llevé su mano a mis labios y me importó poco quien viera. Simplemente
no me importaba.
—Me pregunto donde está Tomas. ¿Crees que estará aquí pronto? —
me preguntó Paula.
Mis sentimientos de alegría se convirtieron en pura envidia en
aproximadamente dos punto cinco segundos, y seguro que fruncí el ceño
antes de que yo mismo me diera cuenta y aceptara que ella sólo estaba
siendo amable. Recodé que tenía que hacerle saber sobre las fotografías de
hoy, pero maldición, a Tomas se le caería la baba por Paula cuando viera
cuan hermosa lucía esta noche.
Paula se giró hacia su amiga y comenzó con entusiasmo —Gab,
realmente espero que él venga esta noche, quiero que conozcas al primo de
Paula. Tiene una casa llena de Mallerton que necesita catalogación y Dios
sabe que más. Necesitas conocer a este hombre. Quiero decir, realmente lo
necesitas.
Gabriela se echó a reír, luciendo muy feliz y encantadora, usando
un ajustado vestido verde que hacía cosas maravillosas a la par con su
color y ojos a juego. Esta podía ser una fijación muy buena, me di cuenta.
Un Tomas distraído por Gabriela sería excelente para alejarlo de coquetear
con Paula. Y algo me decía que Tomas iba a lanzarse sobre Gabriela una
vez que tomara una buena mirada de ella. Apostaría bronce en ello. Y
ganaría, también.
—Es difícil de decir, cariño. Tomas ve el tiempo en su propio conjunto
de parámetros, y siempre lo hecho. Es terriblemente molesto… —Mis
palabras se desvanecieron cuando la vi cruzar la mesa. Que me jodan.
Rubia Fresa a las tres en punto, toda decorada y a la caza. No es bueno.
Aparté rápidamente la mirada y me concentré en Paula. Ella miró
hacia donde mis ojos habían estado y luego de nuevo a mí. Su mente
estaba dando vueltas, estaba bastante seguro. Paula era una chica
inteligente. Intenté hacer como si nada hubiera pasado y rogué que Pamela
o Penélope no tuviera mejor memoria que yo, pero no mantenía mucho las
esperanzas. Era una amiga de Tomas y sabía que terminaría acercándose a
mí antes de que la noche hubiera terminado. ¿Dónde está el libro de reglas
para manejar estas situaciones incómodas? ¿No era simplemente vulgar
presentar a la última persona que había follado a la persona que estás
fallándote ahora? Ugh.
—¿Está todo bien? —preguntó Paula.
—Sí. —Alcancé mi copa y puse mi brazo en el respaldo de la silla de
Paula—. Perfecto. —Sonreí.
—Oh. Mira, allí está Luis. —Sonrío y saludó a mi enemigo, que
levantó su copa en nuestra dirección. Había esperado que estuviera aquí
porque lo había dicho esa mañana cuando quise presentarle a la acera—.
Sé agradable. Ni siquiera pienses en tener otro berrinche delante de él —
me murmuró en voz baja.
—Está bien —dije, levantando mi copa y deseando mentalmente por
conocimiento directo de las artes oscuras para así poder echarle una
maldición y convertirlo en sapo. Espera, ya era un sapo; tendría que ser
algo diferente… ¿una cucaracha, tal vez?
—¿Qué estás pensando?
—En cuánto desprecio a ciertos insectos —dije, tomando un trago de
vino.
Rodó los ojos. —¿En serio?
—Ajá. No es broma. Las cucarachas son sólo criaturas viles, que se
deslizan alrededor de lugares a los que definitivamente no pertenecen.
Se rió de mí. —Eres adorable cuando estás celoso. —Entrecerró los
ojos y se inclinó más cerca—. Pero si me avergüenzas de nuevo, como lo
hiciste esa mañana consiguiendo café, te haré daño, Alfonso. Y habrá
mucho insoportable dolor involucrado. —Bajó la mirada a mi cintura.
Me reí de nuevo, solamente porque era divertido no dudaba de su
amenaza por un momento, y el hecho de que La Cucaracha nos estaba
mirando desde el otro lado. —Seré un perfecto caballero… siempre y
cuando él mantenga sus tenazas para sí mismo.
Rodó los ojos otra vez y me di cuenta de cuan azules se veían, a la
par con su vestido de esta noche.

martes, 4 de marzo de 2014

CAPITULO 79




Moviéndome muy silenciosamente, me quité la chaqueta, abandoné
mis zapatos, y me arrastré con cuidado sobre la cama y me acurruqué en
torno a su figura durmiendo. Aspiré su perfume encantador y permití que
mi ritmo cardíaco se reluciera. El impulso de encender un cigarrillo era
intenso pero en su lugar me concentré en su calor contra mi cuerpo y
pensé que mi adicción a los cigarrillos tendrían que disminuir con el
tiempo.
Paula estaba fría durmiendo muy profundamente, y me pregunté
por qué estaba tan cansada pero no quería molestarla tampoco. Podría
mirar el reloj y esperar bien con ella junto a mí y pensar en la lección que
acababa de aprender. Paula no era la única con problemas de confianza,
al parecer. Tenía que trabajar en la mía un poco más. Cuando ella decía
que no me dejaría, entonces yo tenía que confiar en que mantenía su
palabra.
Abrí los ojos para encontrarla estudiándome. Sonrió, pareciendo feliz
y hermosa y un poco presumida. —Me gusta verte dormir.
—¿Qué hora es? —Miré hacia el tragaluz al ver la luz del día
aferrándose—. ¿Me dormí? Llegué a casa y te encontré en la cama y no
pudo resistirme a unirme a ti. Supongo que me quedé así, dormido.
—Son las cinco y media y tiempo de empezar a moverse. —Se estiró
como un gato, viéndose gloriosamente sensual y erótica mientras lo
hacía—. No sé por qué estaba tan cansada. Sólo me acosté por un minuto
y cuando abrí los ojos... estabas aquí. —Comenzó a rodar fuera de la
cama.
Me aferré a su hombro y la rodé sobre su espalda, sujetándola
debajo de mí y colocándome entre sus piernas. —No tan rápido, mi belleza.
Necesito un poco de tiempo a solas primero. Va a ser una noche larga y
voy a tener que compartirte con miles de idiotas.
Se acercó y tomó mi rostro, sonriéndome. —¿Qué clase de tiempo a
solos imaginabas?
La besé lenta y delicadamente, recorriendo mi lengua por cada
centímetro de su boca antes de contestar. —La clase en la que estás
desnuda y gritando mi nombre. —Empujé mis caderas lentamente en su
cuerpo blando—. Esta clase.
—Mmmmm, usted es convincente, Sr. Alfonso —dijo ella, todavía
sosteniendo mi cara—, pero es necesario empezar a prepararse para la
cosa de esta noche. ¿Qué tan bueno eres en hacer varias cosas a la vez?
—Soy bueno en muchas cosas —le respondí antes de besarla otra
vez—. Dame una pista.
—Bueno, a mi me gusta la ducha, casi tanto como tu bañera —dijo
tímidamente.
—Ahhh, ¿así que sólo me usas por mis excelentes servicios de baño?
Se rió y movió la mano hacia abajo entre nosotros para agarrar por
encima de mi endurecida polla. —Excelentes servicios en todos los
sentidos como yo lo veo.
Me reí y gemí al mismo tiempo, levantándola y entrando en el baño.
—Iré preparando el agua caliente... te estaré esperando.
No tuve que esperar mucho tiempo antes de que ella se uniera a mí,
desnuda e impresionantemente sexy como siempre, dejándome totalmente
cautivo y furioso para reclamar su cuerpo con el dominante sexo que no
era capaz de controlar cuando estábamos juntos. Mi mejor recompensa y
mi mayor temor, todo en uno. Bromeaba sobre la gala de esta noche y
compartirla con los demás, pero la declaración había tenido mucha más
verdad de lo que quería admitir. Odiaba compartirla con otros hombres
que la admiraban demasiado, en mi opinión.
Sin embargo, era la realidad de Paula, y si ella era mi chica
entonces tendría que aprender a tomarlo como un hombre.
Hicimos un muy buen uso del tiempo en la caliente agua jabonosa.
Sí... multi-tareas es uno de mis puntos fuertes y no voy a rechazar
ninguna oportunidad que ofrezca.

—Te ves más allá de hermosa, ¿sabes?
Se ruborizó en el espejo, y el oscuro color se movía por su cuello e
incluso sobre la curva de sus pechos en el escote de ese vestido decadente
que encontró. Era de encaje y muy ajustado a su forma, la falda corta
bastante espumosa de algún otro material del que yo no sabía el nombre.
No importaba que fuera, ese vestido iba a ser mi muerte esta noche.
Estaba bastante jodido.
—Te ves muy hermoso,Pedro. Hacemos juego también. ¿Escogiste
esa corbata sólo por mi vestido?
—Por supuesto. Tengo un montón de corbatas. —La miré
maquillándose y acabando con los últimos retoques, agradecido de que a
ella no le importaba mi acecho, y poniéndome nervioso por lo que estaba a
punto de hacer.
—¿Vas a usar ese clip de corbata vintage de plata? ¿El que tanto me
gusta?
—Seguro. —Fui a buscarlo sobre la cómoda.
—¿Era una pieza familiar? —preguntó mientras lo inmovilizó sobre
mi corbata.
—En realidad sí. De la familia de mi madre. Mis abuelos eran
conservadores ingleses y sólo tenían dos hijas, mi mamá y la mamá de
Tomas. Entonces las cosas fueron pasando entre los nietos, Luciana, Tomas y
yo.
—Bueno, es increíble y me encantan las piezas antiguas como esa.
Las cosas vintage están tan bien elaboradas y si tienen algún significado
sentimental, entonces todo es mejor, ¿no?
—No tengo muchos recuerdos de mi madre, yo era muy joven
cuando murió. Aunque sí recuerdo a mi abuela. Ella nos hacía quedarnos
durante las vacaciones, nos contaba un montón de historias y nos
mostraba fotografías; intentó ayudarnos a conocer mejor a nuestra madre
como mejor pudo, porque siempre decía que es lo que mamá hubiera
querido.
Paula dejó el pincel de maquillaje y se acercó a mí. Acomodó la
manga y luego ajustó la corbata un poco, y, finalmente alisó el clip de
plata con reverencia. —Tu abuela suena como una mujer encantadora y
también tu madre.
—A ambas les habría encantado conocerte. —La besé con cuidado
para no manchar su lápiz de labios y saqué la caja de mi bolsillo—. Tengo
algo para ti. Es especial... para ti. —Se lo tendí a ella.
Sus ojos se abrieron ante la caja de terciopelo negro y luego miró un
poco sorprendida. —¿Qué es eso?
—Sólo un regalo para mi chica. Quiero que lo tengas.
Le temblaba la mano mientras abría la caja y entonces se acercó a
su boca en un grito suave. —Oh, Pedro... es... es tan hermoso...
—Es una pequeña pieza vintage de mi madre y es perfecto para ti... y
cómo que siento por ti.
—Pero no deberías darme esta pieza familiar a mí. —Sacudió la
cabeza—. No es correcto para... para darme...
—Debería dártelo a ti y te lo estoy dando —hablé sobre ella con
firmeza—. ¿Quieres que te lo ponga?
Volvió a mirar el colgante y luego a mí, repitió sus acciones.
—Quiero que lo uses esta noche y aceptes el regalo.
—Oh, Pedro... —Su labio inferior temblaba—. ¿Por qué esto?
¿Honestamente? El colgante de corazón amatista con diamantes y
perlas era una cosita muy bonita, pero era más que eso, gritaba el nombre
de Paula. Cuando recordé que estaba en la colección de mi parte de la
parcela de la finca de mi madre, había bajado a la cripta y la abrí. Había
otras cosas allí también, pero tal vez para algunos se necesitaba más
tiempo antes de que nos adentráramos más profundos en regalos de joyas
adicionales.
—Es sólo un collar, Paula. Algo muy fino que me recuerda a ti. Es
de época y es tu color favorito en un corazón. —Tomé la caja de su mano y
saqué el colgante—. Espero que lo aceptes y lo uses y sepas que te amo.
Eso es todo. —Incliné la cabeza y mantuve con los dos extremos de los
dedos, esperando a que estuviera de acuerdo.
Frunció los labios, respiró profundo, y tenía esa brillante mirada en
sus ojos cuando me miró. —Me vas a hacer llorar, Pedro. Eso es tan... tan
hermoso y me encanta... y... y me encanta que quieras que yo lo tenga... y
yo también te amo. —Se volvió hacia el espejo y levantó el pelo de la nuca.
¡La victoria se sintió tan jodidamente fabulosa! Estoy seguro de que
estaba radiante, conociendo más felicidad en este momento de lo que
había sentido en mucho tiempo cuando uní esa cadena alrededor de su
cuello hermoso, mirando el corazón sobre su piel, encontrando un hogar,
por fin, después de décadas en la oscuridad.
Muchas como mi corazón.

CAPITULO 78



El plan era salir temprano en la mañana para evitar el tráfico luego
de esta noche de gala, ya no podía esperar por tener a Paula allí. Quería
un poco de tiempo romántico con mi chica, y también simplemente
necesitaba salir de la ciudad y meterme en el aire fresco del campo. Amaba
Londres, pero aún así, el deseo de tener tiempo lejos de la aglomeración
urbana con el fin de mantener mi cordura, jugaba con regularidad.
En ese momento, entró una llamada, sacándome de mi
ensoñamiento y regresándome al muy demandante y urgente presente de
mis responsabilidades de trabajo.
El día pasó rápido y antes de darme cuenta, era hora de irse.
Llamé a Paula cuando me iba de la oficina para decirle que me
encontraba en camino y esperé obtener un jadeante resumen de todo lo
que había que hacer antes de lo de esta noche y nuestro viaje inminente.
Me llevó al correo de voz en su lugar. Así que le envié un texto breve:
Estoy en camino a casa. ¿Necesitas algo? No obtuve respuesta.
No me gustó y me di cuenta en ese mismo momento, que siempre me
preocuparé por ella.
La preocupación nunca se iría. Había escuchado a gente decir tales
cosas de sus hijos. Que no sabían lo que era la preocupación real hasta
que tenían a alguien lo suficientemente importante en sus vidas que
medían la verdadera esencia de lo que significa amar a otra persona. Con
ese amor vino la carga de la posible perdida—una perspectiva demasiado
incómoda para mí en la que pensar.
Al acordarme del sobre de la pila de periódicos, me dirigí al quiosco
de Marta en camino a mi coche. Me vio y siguió acercándose con sus ojos
conmovedores. Ella pudo haber tenido una vida dura y una existencia
difícil, pero esas verdades no alteraban el hecho de que era muy
inteligente. Sus ojos agudos no se perdían nada.
—Hola, Marta.
—Hola, Jefe. ¿Qué puedo hacer por ti? Tengo cada periodicucho
como tú quieres ¿eh?
—Sí. Muy bien. —Le sonreí—. Aunque tengo una pregunta, Marta.
—Observé su lenguaje corporal mientras hablaba, en busca de pistas para
ver si ella sabía lo que preguntaba o no. Saqué el sobre con las fotos de
Tomas y la sostuvo en alto—. ¿Qué sabes sobre esto siendo colocado dentro
de la pila de periódicos de hoy?
—Nada. —No miró hacia la izquierda. No perdió el contacto con mis
ojos tampoco. Esas dos cosas eran partidarios de que me decía la verdad.
Sólo podía suponer y usar mi intuición, y recordar con quien me estaba
relacionando.
Puse un billete de diez libras en el mostrador. —Necesito tu ayuda,
Marta. Si ves a alguien o algo sospechoso quiero que me lo cuentes. Es
importante. La vida de una persona podría estar en juego. —Le di un
movimiento de cabeza—. ¿Mantendrás los ojos abiertos?
Bajó la mirada al billete de diez y luego de vuelta a mí. Destelló esos
dientes horribles en una sonrisa sincera y dijo—: Por ti, guapo, lo haré. —
Marta tomó las diez libras y lo puso en su bolsillo.
—Pedro Alfonso, cuadragésimo cuarto piso —le dije, señalando a
mi edificio.
—Sé tu nombre y no lo voy a olvidar.
Supuse que tenía tan buen negocio como era posible considerando
con quien lo estaba teniendo. Me dirigí a mi coche, ansioso por llegar a
casa y ver a mi chica.
Marqué a Paula una segunda vez y una vez más me llevó al correo
de voz, así que le dejé un mensaje diciendo que estaba en camino. Me
pregunté lo que hacía para no contestar y traté de imaginar algo como
tomar un baño, hacer ejercicio con auriculares, o tener su teléfono en
modo silencioso.
Luché con mis preocupaciones. Ante todo, la emoción era todavía
desconocida, pero a la vez no era algo que podría dejar de lado tampoco.
Me preocupaba por Paula constantemente. Y sólo porque todo esto era
nuevo para mí, seguro que no lo hacía más fácil de entender. Era un
completo novato aprendiendo a mi manera.
El piso se hallaba silencioso como una tumba cuando entré. Sentí
mi pico de ansiedad a niveles muy desagradables al comencé a buscar. —
¿Paula?
Simplemente más silencio. Ella  no estaba entrenando y
definitivamente no se encontraba en mi oficina. Tampoco fuera en el
balcón. El baño era mi última esperanza. Mi corazón latía con fuerza en mi
pecho mientras abría la puerta. Y se estrelló cuando no la encontré allí
tampoco.
¡Mierda! Paula, ¿dónde estás?
Sin embargo, su hermoso vestido colgaba de un gancho. El lavanda
azulado que había comprado en la tienda de la vendimia con Gabriela el
día que nos reunimos para almorzar en Gladstone. Hubo pruebas de
embalaje también—cosméticos y una pequeña bolsa a medio camino de
hacer. Así que ella había estado aquí preparándose para esta noche y
nuestro fin de semana.
Quería darle el beneficio de la duda, ¿pero se había ido sola antes y
qué si lo hubiese hecho otra vez? Después de esas fotos lunáticas de hoy,
mi estómago se encontraba hecho un nudo y ¡sólo tenía que saber dónde
diablos estaba!
Entré al dormitorio, intentando llamar a Pablo en mi estado de pánico
cuando la vi. La visión más maravillosa del mundo. En medio de la
dispersión de ropa y de maletas se encontraba Paula, acurrucada en la
cama... durmiendo.
—¿Sí? —respondió Pablo. Yo estaba tan congelado, que todavía tenía
el móvil en mi oído.
—Umm... falsa alarma. Lo siento. Nos vemos en el Nacional en unas
horas. —Colgué antes de que pudiera responder. Pobre compañero debe
pensar que lo he perdido.

CAPITULO 77



—Los periódicos estadounidenses —dijo Francisca, el establecimiento
de la pila sobre mi escritorio—. Hay un interesante artículo sobre los¿
miembros del Congreso con los niños en el servicio militar activo en Los
Angeles Times. ¿Adivina a quién entrevistaron?
—Debe ser uno de los pocos. Pieres lo explotará todo lo que pueda.
Gracias por estos. —Toqué el montón de papeles—. ¿Qué era lo otro?
Francisca parecía muy satisfecha de sí misma. —Lo recojeré cuando
salga a almorzar. El Sr. Morris dijo que lo restauró maravillosamente
después de tantos años en bóveda.
—Gracias por ocuparte de esto por mí. —Francisca era una joya de
asistente. Dirigía mi oficina de la compañía eficientemente. Yo podía
organizar la seguridad, pero esa mujer mantenía mi negocio ordenado y no
subestimaba su mérito en ninguna instancia.
—A ella le va a encantar. —Francisca vaciló en la puerta—. ¿Todavía
quieres que limpie tu agenda para el lunes?
—Sí, por favor. La cosa de los Mallerton es esta noche y luego
salimos por la mañana para Somerset. Vamos a regresar el lunes por la
noche.
—Me ocuparé de ello. No debería haber ningún problema.
Tomé el periódico Los Angeles Times cuando Francisca se fue y busqué
el artículo del senador. Quise estar enfermo. La escurridiza culebra no
mencionaba como su valioso hijo fue una gran pérdida recientemente, pero
esa no era ninguna sorpresa. Me pregunté lo que pensaba realmente el
hijo del padre. Sólo podía imaginar la impotencia en la familia, y no era ni
siquiera un poco agradable.
Puse de nuevo el periódico en la pila y cuando lo hice, el movimiento
causó que algo se asomara debajo de él. Un sobre. Lo habían puesto entre
el montón de periódicos. Eso sí era extraño, pero las palabras en el sobre…
PARA SU CONSIDERACIÓN… y mi nombre debajo, consiguió que mi
corazón latiera con fuerza.
—Francisca, ¿quién te entregó los periódicos esta mañana? —grité en
el intercomunicador.
—Marta los tiene preparados cada mañana. Ella los deja a un lado
al igual que lo ha estado haciendo durante el último mes. Sólo estaban allí
esperando por mí. —Vaciló—. ¿Está todo bien?
—Sí. Gracias.
Mi corazón todavía latía con fuerza mientras miraba el sobre en mi
escritorio. ¿Quería mirar? Cogí la solapa y desenrollé el hilo rojo del
amarre. Metí la mano y saqué fotos. Ocho de diez fotografías en blanco y
negro de Tomas y Paula hablando en Gladstone. Él besándola en la mejilla
mientras esperaba que ella entrara en el coche. Tomas inclinándose para
hablar conmigo y despidiéndonos. Tomas en la calle después de que nos
habíamos ido. Tomas esperando en la calle por su propio coche.
¿Ese fotógrafo que había visto fuera del restaurante estaba allí
específicamente por Tomas? Él había recibido amenazas de muerte antes...
¿y ahora teníamos fotos de él y Paula y yo juntos? No es una buena
conexión para ella. Tomas tenía su propia mierda de problemas, y seguro
como el infierno que no necesitaba añadir la complicación de quienquiera
que sea que acosaba a Tomas arrastrara a mi Paula en su lío. ¡Mierda!
Revisé las imágenes una por una. Nada. Hasta la última. Nunca
intentes asesinar a un hombre que está cometiendo suicidio.
Había visto este tipo de cosas a lo largo de mi carrera. Tenía que ser
tomado seriamente, por supuesto, pero la mayoría de las veces no lo era,
ya que una lunática que tenía un interés personal en una persona notable
que consideraba que le habían causado ofensa personalmente y con
intención cruel. Las figuras deportivas especialmente sufrían este tipo de
basura.Tomas había ofendido a un montón de gente en su tiempo y tenía las
medallas de oro para demostrarlo. Un ex arquero olímpico ya retirado del
deporte, seguía siendo alabado chico de oro de Gran Bretaña acosado por
los medios de comunicación. El hecho de que él era mi familia de sangre le
habían valido la protección, pero sin duda me mantenía ocupado.
Estas fotos habían sido tomadas hace dos semanas. ¿El fotógrafo
estaba allí por Tomas en concreto, o simplemente vendía las fotos que había
tomado de Tomas Everley, el arquero Olímpico, porque había tenido la suerte
de acoplarse y poder conseguir algunas libras por la venta? Los Paparazzi
rondaban los lugares que recibían una gran cantidad de tráfico de
celebridades por hábito, por lo que era difícil decir si las fotos habían sido
previamente acordadas o mera casualidad.
Y si era una lunática con la intención de matar a alguien famoso,
¿por qué diablos se molestaría en informar a su personal de seguridad
privada que tenían previsto hacerlo? No tenía ningún sentido en absoluto.
¿Por qué enviármelas a mí? El que había conseguido las fotos, obviamente,
quería que yo las viera. Se habían tomado la molestia de insertarlas en un
montón de periódicos que suelo ordenar de la cesta en la calle.
Marta.
Hice una nota mental de hablar con Marta cuando me fuera. Estaría
saliendo temprano de todos modos, debido a la cosa de Mallerton esta
noche, así que debería ser capaz de atraparla antes de que cerrara sus
puertas por la noche.
Abrí el cajón de mi escritorio y saqué los cigarrillos y el encendedor.
Vi el viejo móvil de Paula y lo saqué también. No había mucho
movimiento en él durante las últimas dos semanas, ya que ahora todos
sus contactos se encontraban en su nuevo teléfono. El tipo de The
Washington Review nunca llamó de nuevo, lo más probable es que la
tomara como alguien insignificante, lo cual funcionaba perfectamente a
favor de Paula. Lo puse a cargar para que estuviese encendido durante
esta noche y todo el fin de semana.
Encendí mi primer Djarum del día. La inhalación fue perfecta. Me
sentí como si estuviera haciendo bastante bien con el recorte. Paula me
ayudaba motivarme, pero cuando las cosas estaban inestables entre
nosotros, era un fumador empedernido. Tal vez debería probar los parches
de nicotina.
Intenté disfrutar de mi cigarrillo, y pensé en el fin de semana que se
avecinaba. Nuestro primer viaje juntos. Me las había arreglado para tener
tres días de tiempo para que pudiera llevar a mi chica a la costa de
Somerset a alojarse en el país de origen de mi hermana. El lugar también
funciona como un alto-nivel-de-alojamiento-y-desayuno y era muy
consciente del hecho de que nunca le había preguntado a mi hermana si
podía llevar a un invitado conmigo en alguna ocasión en la que había
estado allí antes.
Paula era diferente por muchas razones y si yo no estaba dispuesto
a confesar públicamente esos sentimientos, los reconocía por lo que eran.
Quería hablar con ella acerca de hacia dónde nos dirigíamos, y pedirle lo
que quería. La única razón por la que no lo hacía ya era porque su posible
respuesta me ponía jodidamente nervioso. ¿Y si ella no quería lo que yo
quería? ¿Qué pasa si yo era su primera relación real con la que podía
tantear el terreno? ¿Y si conocía a alguien más adelante?
Mi lista podría seguir y seguir. Sólo tenía que recordarme a mí
mismo que Paula era una persona muy honesta y cuando me decía lo
que sentía por mí, entonces bueno, era la verdad. Mi chica no era
mentirosa. Ella te dijo que te ama.

lunes, 3 de marzo de 2014

CAPITULO 76




Me desperté con un montón de ruido y movimiento irregular a mi
lado. Paula tenía un sueño. No una pesadilla, sino un sueño. Al menos,
es lo que me parecía. Ella se retorcía por todas partes y movía las piernas.
Agarraba su camiseta y arqueaba todo su cuerpo. Debía un muy agradable
maldito sueño. ¡Y mejor que sea yo con el que está malditamente soñando!
—Nena. —Puse una mano en su hombro y la sacudí un poco—.
Estás soñando... no te asustes. Sólo soy yo.
Abrió los ojos y se incorporó de inmediato, mirando alrededor de la
habitación hasta que su mirada se fijó en mí. Dios, era tremendamente
hermosa con el pelo sobre sus hombros y el pecho agitado. —¿Pedro? —
Estiró una mano.
—Estoy aquí, cariño. —Tomé su mano en una de los mías—.
¿Estabas soñando?
—Sí... fue raro. —Salió de la cama y fue al baño. Oí como corría el
agua y un vaso siendo puesto sobre el mostrador. Esperé en la cama hasta
que regresara y después de un par de minutos lo hizo.
Hombre. Cómo. Lo. Hizo.
Se escabulló completamente desnuda con una mirada en sus ojos
que ya había visto antes. Una mirada que decía: “Quiero sexo y lo quiero
AHORA.”
—¿Paula? ¿Qué está pasando?
—Creo que ya sabes —dijo con voz sensual mientras se subía
encima de mí y bajaba la mirada, su pelo cayó hacia adelante como una
diosa del placer decidida a devastarme.
¡Oh, joder sí!
Mis manos subieron hasta sus pechos sin pensarlo. ¡Dios! Ahuequé
toda esa carne suave en mis manos y las atraje hasta mi boca. Ella se
arqueó y comenzó a moverse por encima de mi polla que ahora estaba
completamente despierta, como mi cerebro. Me olvidé de ella estando fuera
de servicio porque en verdad que no actuaba como si estuviera fuera de
servicio.
Pongo mi boca sobre su pezón y lo chupó con ganas. Amaba el sabor
de su piel y podría pasar mucho tiempo antes de que estuviera dispuesto a
dejar sus hermosas tetas. Tomé el otro pezón y lo mordí un poco, con
ganas de llevarla al borde, donde un poco de dolor hacía que el placer se
sintiera mucho mejor. Gritó y empujó con más fuerza contra mi boca.
Sentí su mano deslizarse por debajo de los calzoncillos que traía
puesto para dormir y envolverse alrededor de mi polla.
—Quiero esto, Pedro.
Saltó de mis caderas y su pezón salió de mi boca con un chasquido.
No tuve tiempo para protestar por la pérdida antes de que me quitara los
molestos pantaloncillos y llevara sus labios alrededor del extremo de mi
polla.
—¡Ahhh, Dios! —Tiré la cabeza hacia atrás y le permití trabajar en
mí. Estaba tan jodidamente bien que mis bolas dolían. Era realmente
buena en esto. Agarré un puñado de su pelo y le sostuve la cabeza
mientras me chupaba al borde del orgasmo. Deseaba poder venirme en su
interior en lugar de su boca. Prefería estar dentro de ella cuando me venía,
con mis ojos fijos en ella.
Bueno, mi chica tenía más sorpresas para mí, porque me dijo—: Te
quiero dentro de mí cuando te vengas.
¿Cómo diablos hizo eso?
—¿Estás bien? —Logré decir con voz entrecortada mientras se movía
hacia arriba para sostenerse sobre sí misma.
—Aaaja —gimió, empujando hacia arriba sus rodillas para sentarse
a horcajadas sobre mí y empujarse para enterrar mi polla hasta las bolas.
No sé cómo esto no le hacía daño. Tal vez lo hizo, pero no fui yo, era
ella tomando lo que obviamente más quería. ¡Ya que insistes!
—¡Ohhhh, joooder! —grité, enganchando sus caderas y ayudándola
a salir.
Paula se volvió salvaje, montándome duro, frotando su sexo donde
mejor la hacía sentir. El golpeteo se escuchaba entre nosotros, y lo que iba
a venir, yo sabía que iba a ser enorme. Sentí mi endurecimiento comenzar,
pero necesitaba desesperadamente traerla conmigo. No había manera de
que fuera a venirme sin que ella lo disfrutara también. No funcionaba así.
Sentí su núcleo interno apretado y caliente mientras se movía arriba
y abajo. Deslicé una mano entre sus piernas para satisfacer donde
nuestros cuerpos se unían y encontré su clítoris a través de todo lo mojado
y resbaladizo. Me hubiera gustado que fuera mi lengua, pero me conformé
con los dedos y comencé a acariciar.
—Me vengo —jadeó.
Lo había dicho así antes, tan suave y delicada. Esas dos palabras.
Me enloqueció escucharlo de ella otra vez. Lo hizo porque era yo quien la
hacía explotar y me dio todo de ella en el instante en que ocurrió.
Sus suaves palabras también me enviaron rodando al límite.
—Sí, cariño. Vente. Ahora. ¡Vente sobre mí!
La vi venirse y seguir mis órdenes como una experta. Apretó y gritó y
se agarró y se estremeció.
—¡Ohhhhhh, Pedrooo! Sí. Sí. ¡Sí!
Viniéndose a la orden. Esa es mi chica, que lo hace cuando se lo
digo. Soy un bastardo con suerte.
Me encantó mirarla en todo momento. Sentir su placer. Y cuando
sentí que empecé a irme, la sostuve violentamente por última vez mientras
empujaba dentro de ella y me dejaba ir.

Algún tiempo después, no tengo ni idea de cuánto tiempo, se sacudió
en mi pecho y levantó la cabeza. Sus ojos brillaban en la oscuridad y me
sonrió.
—¿Qué fue eso?
—¿Un impresionante polvo de medianoche? —bromeó ella.
Me reí entre dientes. —Realmente un increíble jodido polvo de
medianoche.
La besé en los labios y le sostuve la cabeza hasta que estuve
dispuesto a dejarla ir. Como que soy posesivo después de tener sexo. No
me gustaba salir de inmediato, y como ella se encontraba encima de mí, no
tenía de que preocuparme al quedarme un poco más.
Empujé profundamente de nuevo y la hice gemir contra mis labios.
—¿Quieres más? —preguntó ella con un tono entre sorpresa y
felicidad.
—Sólo si tú quieres —le dije—. Nunca te rechazaré y me gusta
cuando saltas sobre mí, pero pensé que estabas teniendo tu período
menstrual…
—No. En mi caso es distinto debido a las pastillas que tomo. Es
apenas nada, un día tal vez, si acaso... a veces no tengo ni siquiera uno...
—Comenzó a besar mi pecho y rozó un pezón con los dientes.
Cristo, se sentía tan bien. Sus atenciones me sacudieron de nuevo
en el momento, y el deseo hizo aparicion para una segunda ronda.
—Creo que me vas a matar, mujer... de una manera muy
jodidamente agradable —Me las arreglé para decir, pero fue lo último que
cualquiera de nosotros habló durante un rato. Mi Medusa acababa de
convertirse en Afrodita adorando el altar de Eros. Mi suerte al parecer no
conocía límites.