sábado, 6 de septiembre de 2014

CAPITULO 178



Paula


Quien diga que el gobierno se mueve lentamente no está hablando de la gente que trabaja para el futuro Vicepresidente de los Estados Unidos. Las cosas se movieron a la velocidad de la luz tan pronto como di mi acuerdo para visitar a Facundo Pieres.


Tienes que hacer esto. Me puse de pie en el pasillo del hospital, a la espera de entrar, el olor a antisépticos y alimentos impregnando el aire esterilizado me daba ganas de vomitar. El ramo de flores que me habían dado se sacudía ligeramente en mi mano mientras trataba de salir del auto. No tienes elección. La mano de Pedro en mi espalda se sentía posesiva, pero no podía hacer frente a ninguna emoción que él sintiera en el momento. Tienes que hacerlo para proteger a tu bebé. Sabía por qué Pedro se estaba volviendo loco. Pero no había nada que pudiera hacer por él ahora mismo.


En el momento en que Pedro había enviado mi acuerdo para visitar a Facundo en un mensaje de texto desde mi teléfono, un bien organizado show mediático se puso en movimiento. Limosinas, escoltas policiales, entradas secretas, fotógrafos personales, regalos para el paciente, sesiones informativas sobre qué hacer, cuánto tiempo debía quedarme, qué decir. Cada cosa fue arreglada hasta el milésimo segundo. Vas a hacer esto. La mano de Pedro acarició la parte baja de mi espalda. Él estaba siendo forzado a ser parte de este circo también. Mi marido estaba a punto de conocer mi pasado. Todo lo que quería olvidar. No es más que un soldado que ha sido lesionado por servir a su país.


—Sr. Alfonso, se quedará a su izquierda hasta después de su introducción al Teniente Pieres, entonces se excusará de la habitación para tomar una llamada telefónica. Su esposa va a terminar la visita por sí sola con el Teniente Pieres. —La secretaria de prensa que se dirigió a Pedro, palideció ante la mirada que él le dio. Hizo una mueca de dolor. No pude verlo lanzándole la mirada de aléjate-maldita-pretenciosa, ya que estaba un poco fuera de mi campo de visión, pero pude imaginar cómo lucía su rostro ahora. Y no, Pedro no se llevaba bien con las instrucciones en absoluto, ¿lo haría ahora? Especialmente cuando le había dicho que me dejara en manos de otro hombre. Facundo no es solo cualquier otro hombre. Pedro podría ni siquiera seguir sus instrucciones. Supongo que la Señorita Secretaria de Prensa estaba a punto de averiguarlo.


—¿Ya estamos listos? —Me preguntó, evitando deliberadamente el contacto visual con Pedro.


No.


—Sí. —Él es un soldado que ha sido lesionado por servir a su país. Lo conociste hace mucho tiempo… puedes hacer esto.

CAOITULO 177



PEDRO


Histérica, era la única manera de describirla cuando llegó a mi oficina. Leo hizo subir a Paula hasta el piso cuarenta y cuatro, y nos encontramos en la recepción. A partir de ahí la llevé directamente a la suite adyacente en donde trabajaba.


Ella miró alrededor del estudio con confusión, preguntándose probablemente por qué nunca estuvo aquí, o me oyó hablar de él. Decirle que este era el lugar donde me había follado a todas las mujeres antes de que ella llegara, no parecía apropiado en ningún momento, ¿pero ahora mismo? Estaba fuera de puta cuestión.


Así que la sostuve entre mis brazos en su lugar.


—Dime que estás bien, nena.


—Pedro, ¿por qué me hacen esto? ¿Cuándo, alguna vez, van a parar?—Sus preguntas me rompieron el corazón. Como si me clavaran un cuchillo en el pecho dándole un golpe cordial, rompiendo mis huesos y arrasando mi carne.


Paula, necesito que te calmes y que me escuches. —Tomé su rostro entre mis manos y lo levanté, obligándola a concentrarse en mí—. El senador Pieres me llamó esa noche después de que la noticia estallara. Él quiere que tú visites a su... hijo en el hospital, y mostrar al mundo lo buenos amigos que son. —Me puso enfermo tener que decirle eso, pero me había dado cuenta hace un par de noches, que no había manera de salir de este lío.


—¿Él te llamó? ¿Hablaste con él y no me lo dijiste?—Gritó en tono acusador.


Sacudí la cabeza.


—Lo siento, pero hice un juzgamiento de la llamada…


—Pero, ¿por qué? No quiero ver a Facundo Pieres otra vez, jamás mientras esté viva. No te atrevas a pedirme que vaya con él —espetó—. ¡No eres mejor que mi madre!
Con sus ojos quemándome violentamente, me di cuenta de que ella hablaba en serio, así que cerré esa idea de una puta vez.


—No, no es cierto —dije, agarrándola con ambos brazos, obligándola a enfocarse en mí—. Le dije que no. Le dije que no iba a pedirte que hagas algo que te molestaría, pero entonces me mandaron esa captura de Facebook. —Bajé la voz y le dije la brutal verdad—. Esa mierda no va a desaparecer hasta que vayas y registres que eres una amiga cercana de la familia.


—No… —dijo lastimosamente.


Paula, nena… hay otros que saben acerca del video, tú misma me lo dijiste. Esta visita para ver a Pieres en el hospital hará que sea inútil. No puedo arriesgarte más de lo que ya he hecho. Por favor, sólo escucha el porqué.


¿La mirada que me dio? Esa expresión trágica en su hermoso rostro, surcado de lágrimas y devastación… Jodidamente lastimándome.


Después de un momento, cerró los ojos y asintió con la cabeza casi imperceptiblemente.


La besé largo y lentamente. Sólo para acercarnos, y mostrarle primero y ante todo, lo mucho que la amaba. Entonces la hice sentarse y le hablé de mi conversación con el Senador. Acerca de lo importante que era evitar que algún otro que supiera de la existencia del video, intentara hacer lo que había hecho Bruno Westman. El punto degenerado chantajista. Y, también neutralizar cualquier efecto negativo al declarar la amistad con Facundo Pieres. Perro violador con dos pollas. Como si verlos siendo amigos, entonces un crimen nunca pudo haber ocurrido… sólo una indiscreción juvenil entre dos niños, en caso de que el video alguna vez saliera a la superficie para avergonzar al futuro Vicepresidente de los Estados Unidos. Gusano inmoral chupapollas.


Paula lo asimiló todo, escuchándome hablar sin interrumpir o arrastrar cada cosa con más preguntas. Sus claros ojos marrones me seguían, procesando silenciosamente la situación. Dios, admiraba su fuerza. Nunca dudaría de la valentía de mi chica, o su inteligencia.


Pero también estaba haciéndole daño en este momento. 


Sabía cómo era enfrentar las cosas que te asustaban. Para Paula, ser obligada a visitar a Oakley en cama la asustaba.


Está jodidamente matándome también.


Ella pareció pensar en cada cosa que le había dicho, y se levantó dirigiéndose al cuarto del baño, deteniéndose ante el espejo. Se quedó allí observándose, con aparentemente poca emoción, luciendo, en algunos aspectos, en nada similar a la chica apasionada que había conocido en mayo.
Finalmente se dio la vuelta para mirarme. Sus labios temblantes, con los ojos llenos de lágrimas, abrió la boca para hablar. Su garganta tragando reflexivamente, su voz quebrada:
—Yo-Yo tengo que ir a ver a Facundo… ¿no?


Me encogí ante su pregunta, sabiendo que solo había una respuesta que le podía dar. Puta situación llena de mierda.

CAPITULO 176




Leo sostuvo la puerta para mí cuando salí de la oficina de la Doctora Roswell.


—¿Quiere que la lleve a casa, Señora Alfonso?
Suspiré hacia mi gentil y gigante conductor.


—Leo, por favor. Ya hemos pasado por esto una y otra vez. Quiero que me llames Paula.


—Sí, Señora Alfonso. ¿A casa entonces?


Le lancé una lenta inclinación de cabeza, y murmuré:
—Me rindo. —El hombre era tan estoico, y sin embargo todos los días sentía que me estaba tomando del pelo, jugando a este pequeño juego nuestro. Me acomodé en el asiento y medité lo que la Dra. Roswell y yo habíamos hablado sobre el TDEP Trastorno de estrés postraumático. Tenía mucho en qué pensar. Por Pedro y por mí misma, pero sobretodo, sólo quería ser una buena esposa y un apoyo para él. 


Haciéndole saber que estaba allí, y que lo amaba, no importaba lo que él había gritado durante un mal sueño, o necesitaba de mí para que se sintiera mejor. Si se necesitaba un poco de sexo duro para ayudarlo a relajarse después de un mal sueño, entonces podía hacer eso. El sexo era siempre excelente, y ahora mismo mi cuerpo era una gran unidad llena de hormonas, así que…


Mi teléfono sonó y lo saqué de mi bolso. Era Oscar.


¿Estás bien, cariño?


Sonreí cuando lo leí. Oscar no había debajo de preocuparse por mí solo porque estaba casada con Pedro ahora. Nos manteníamos en contacto religiosamente. Él era un amigo que me amaba con todo el corazón, y sabía que sólo podía ser yo misma cuando estábamos juntos. Oscar y yo éramos diferentes de una manera que no podía ser con Gaby. Oscar y Gaby eran muy cercanos, pero ella tenía sus propios demonios también. Las dos le tomábamos el pelo a Oscar con que atraía a amigas con montañas de problemas emocionales. Él dijo que le daba “puntos de marica” saber que nos hacía mujeres motivadas. No podía estar en uno, pero hacía girar al mundo, por lo que valía la comprensión. Tristemente, su broma era cierta. Oscar había visto la historia de Facundo salpicando en todas las noticias. Diablos, una persona tendría que vivir bajo una roca para no haberlo escuchado. Así que sólo estaba haciéndome saber que estaba en mi esquina.


Le respondí:


Lo estoy :) Te extraño también. ¿Me llevarás a comprar unas cuantas prendas de maternidad algún día pronto?


Sí, mamá sexy. XO


Tenía el mejor gusto, en cuanto a todas las cosas de la moda y diseño. Oscar haría que lo haga bien en el departamento de ropa, no tenía ninguna duda.


El tráfico de Londres dictó que el tiempo dedicado para llegar a casa iba a tomar mucho más de lo que debería, así que comprobé los correos electrónicos y los respondí, hasta que mi bandeja de entrada quedó limpia. Leo no era un charlatán, así que no tenía que mantener con él una conversación mientras conducía el Rover expertamente a través de las calles obstruidas y la llovizna de otoño.


No se me escapó el conocimiento de que mi madre nunca trató de llamarme tampoco. No era una sorpresa realmente. Yo había dicho algunas cosas bastantes duras y le había colgado. Pasaría un tiempo antes de que volviéramos a hablarnos. Nuestra relación estaba hecha un asco. Odiaba creer eso, pera la verdad a menudo era fea, y para mi madre y para mí, la verdad era un súcubo con intenso SPM sindrome pre-menstrual.


Mi teléfono me alertó sobre un texto entrante. Cavé dentro de mi bolso una vez más y lo leí.


Era un mensaje multimedia que incluía una captura de pantalla de mi perfil de Facebook. Miré más de cerca, sintiendo a mi corazón hundirse como una piedra cuando descifré exactamente lo que me habían enviado. Una publicación que habían hecho de mi perfil, cuando había usado el GPS en Facebook para que Pedro diera con el lugar en donde Bruno me tenía. También había etiquetado a Bruno Westman en ¿Con quién estás? Así que Pedro supo quién me habían llevado. Debajo de la pantalla había solo una frase:
Bruno Westman ha estado desaparecido desde el 3 de Agosto y el último contacto conocido eras tú.

viernes, 5 de septiembre de 2014

CAPITULO 175




Paula


—Encontré a Pedro fuera en el balcón fumando, hace unas pocas noches. Había estado molesta antes por… la situación con Facundo Pieres… y desperté en medio de la noche encontrando la cama vacía. Me levanté para ir al baño, y luego fui a buscarlo. Él había intentado dejar de fumar, y lo estaba haciendo bien por lo que sabía, pero hace un par de noches… me di cuenta que se había salido de la carreta.


—La adicción a la nicotina no es más difícil de superar de lo que son las drogas o el alcohol —dijo la Dra. Roswell sin prejuicios.


—Creo que es más que solo la adicción a la nicotina en su caso, sin embargo.


—¿Cómo es eso, Paula?


—Umm, me dijo una vez sobre el tiempo que pasó como prisionero de guerra en Afganistán. —No estaba segura de qué contarle, porque sentía que era como una traición compartir la historia de Pedro sin su permiso. Decidí que mi necesidad de información superaba su vida privada—. Fue captivo y torturado durante veintidós días. Durante su tiempo en cautiverio, sufrió necesidad por los cigarrillos hasta el punto de que casi se volvió loco. Me dijo que los cigarrillos eran un recordatorio de que había sobrevivido. De que él estaba vivo después de todo lo que tuvo que soportar… para poder fumar un día más. Él tiene terribles pesadillas y sufre a través de ellas, y cuando intento ayudarlo se cierra. No me dice mucho, y creo que se siente avergonzado. Es horrible… Me preocupo mucho por él.


—Me imagino que es muy difícil para Pedro. Muchos soldados sufren de Trastorno de Estrés Postraumático. —Me di cuenta que ella lo escribió en su libro.


—Entonces, ¿qué puedo hacer por él?


—Lo que tienes que entender acerca de las víctimas de traumas, y por lo que acabas de decirme, Pedro ha sufrido y sobrevivido a un trauma en extremo, por el cual ellos harán casi cualquier cosa para no tener que recordar lo que le provocó el trauma en primer lugar. Es demasiado doloroso.


—Así que, cuando lo presiono para que me diga, ¿sólo lo hace más difícil para él? Pedirle que hable de lo sucedido, ¿le dolerá aún más?


—Bueno, pensando en tus términos, Paula. Tú has sufrido un trauma. Y eso afectó tu vida en todos los sentidos. Me acabas de decir acerca de cómo la cobertura de las lesiones de Facundo en los medios de esta semana te ha molestado muchísimo. —La Dra. Roswell nunca fue de aquellos que endulzaban las cosas—. ¿Qué tan duro trabajas en evitar recordar lo que te pasó?


Real y jodidamente duro, Doctora.

CAPITULO 174




PEDRO


Pieres no perdió ni un día. Había pensado que pasaría unos días antes de que llegara una petición. Pero, no, supongo que no. El Senador no tenía mucho, en sentido de tiempo, con que trabajar. La elección en los Estados Unidos tenía menos de un mes de distancia, y el tiempo no se detenía para nadie. Lo había reproducido en el escenario en mi mente tan pronto como vi el informe de prensa en el restaurante durante el almuerzo. Ese hijo de puta iba a usar a su hijo herido para impulsar a su socio de campaña hacia la silla presidencial. E iba a funcionar.


La llamada se produjo a través de mi móvil mientras estaba fumando mi cigarrillo de la noche.


—Alfonso.


—Sí. ¿Qué quieres?


—Quiero un seguro que ponga el pasado a descansar de una vez por todas.


—Por supuesto que quieres un seguro. Todos lo queremos. ¿Cómo propones que eso ocurra, Senador? —Me temía lo que él podría sugerir. Probablemente porque no tenía la menor idea de lo que podría ser. La llamada anterior de la madre de Paula era una buena puta idea.


—Una simple muestra de apoyo de una vieja familia amiga debería hacerlo. Visiten el hospital. Los medios serán convocados.


Bingo. Me encogí ante la idea.


—Mi mujer nunca estará de acuerdo —le dije, imaginando cómo la había dejado en la cama después de llorar hasta quedarse dormida. Drenada y agotada, y muy emocional por la discusión con su madre. Esa perra insensible había estirado mi paciencia hasta la última reserva de hoy. ¿Qué clase de jodida vaca piensa tan poco en el bienestar físico y emocional de su hija? Y ahora éste idiota. Apagué mi cigarrito y encendí otro.


—Haz que esté de acuerdo, Alfonso.


—Sé que no te interesa nada a excepción del éxito de tu campaña, Senador, ni siquiera lo que le ha pasado a tu hijo, pero no doy una jodida mierda sobre tu política, o tu hijo violador.


Le daría a Pieres puntos por explicarse en una línea. No desperdició nada en palabras. Simplemente fue directo a la cuestión en ese tonal acento americano suyo que parecía casi desprovisto de humanidad.


—¿No crees que es mejor llamarlo una pareja de indiscretos adolescentes que tuvieron un lapso de juicio hace años, y que lo han puesto firmemente detrás de ellos, en lugar de preocuparse por la extorsión que debería traer su vergonzoso secreto al salir a la luz? Si todavía son amigos, entonces nunca se produjo ningún delito. Un simple seguro, Alfonso. Creo que debería importarte mucho.


Por mucho que odiara admitirlo, el esquema de "seguro" de Pieres era realmente muy inteligente. Pero la inteligencia de ello no ayudaría a Paula. Le haría daño.


—Me importa el bienestar de mi mujer embarazada, que cayó enferma esta noche por toda esta tormenta de mierda que sopla en los medios de comunicación. Y eso, Senador, no va a ayudarte ni un ápice. No puedo hacer que vaya y lo vea. Ella no lo hará.


Él respondió:
—Dentro de la semana, por favor. —Y se cortó la línea. 


Jodido hijo de puta. Me quedé mirando mi móvil, seguro de que el número del que había llamado ya estaba desactivado. El cosquilleo de temor rascó su camino por mi espina dorsal. Encendí otro Djarum y llené mis pulmones. 


No sabía cómo solucionar este problema, y había crecido de manera exponencial en cuestión de horas. La elección presidencial de los Estados Unidos estaba impulsando esto. 


¿Cómo por la maldita mierda en el infierno, alguien pelearía con esa bestia monstruosa?


Así que me levanté y salí de mi oficina. Fui a sentarme afuera en el balcón, donde empecé a fumar en serio. Un Djarum después de otro, hasta que estuve drogado de bombeante nicotina y especias que alimentaban la adicción que no podía negar.


El humo se alejó en la brisa fresca de la noche en perezosos remolinos flotantes. Tuve un destellante deseo de que mis problemas pudieran mágicamente hacer lo mismo. 


Deseándolo en mi mente. Pero la vida real nunca funcionaba de esa manera. Mi mano estaba siendo forzada en esto. A veces mi experiencia con el póquer era una maldición... porque conocía las probabilidades aquí. Podía ver cuán plegada era la única opción.


No evitaría que Paula llegara al círculo de Pieres, pero me temía que ya era demasiado tarde para eso. Mi pobre niña iba a ser lastimada.

CAPITULO 173



PAULA


La mirada en el rostro de Pedro cuando regresé del baño, me dijo que algo estaba muy mal. Seguí los ojos de Pedro al televisor y sentí mis rodillas debilitarse cuando vi su cara. Escuché lo que dijo el periodista sobre él. Leí su nombre en letras por la pantalla.


Siete años era un largo tiempo.


Habían pasado siete años desde que había visto su cara. 


Más de siete años, en realidad. Estaría mintiendo si dijera que nunca había pensado en él a lo largo de ese tiempo.


 Por supuesto, pensaba en él algunas veces. Cosas como, "¿Cómo pudiste hacerme eso?" O, "¿Me odiabas tanto? O, la mejor de todas, "¿Acaso sabías que intenté matarme por lo que me hiciste?”


El periodista contó toda la historia para mí, con palabras eficaces y perfectas que no quería oír, o enfrentar tener que comprenderlas.


El segundo teniente, Facundo Pieres, fue uno de los heridos críticamente ayer, cuando frente a la sede del Ministerio del Interior en Bagdad, una bomba mató a cinco personas e hirió a ocho más, en lo que se cree que fue un incidente terrorista. El atentado se produjo en la mañana, justo cuando los trabajadores llegaban para pasar su día en un bloque de edificios del gobierno, donde él se había estacionado como uno de los pocos restantes de las tropas estadounidenses que trabajaban en capacidad de embajadores sobre el terreno en ese país. Ninguna organización terrorista ha reclamado la autoría del ataque hasta el momento, pero se espera que cambie debido a la naturaleza de la conexión del teniente Pieres con el círculo interno de la política estadounidense en los más altos niveles. El teniente Pieres es el único hijo del senador de los Estados Unidos, Lucas Pieres, candidato a la vicepresidencia junto a Benjamin Colt, en las próximas elecciones de Estados Unidos que se llevan a cabo a principios de noviembre, cada cuatro años. La oferta de campaña de Colt para el más alto cargo en los Estados Unidos ha estado plagada de tragedia desde su comienzo. La muerte de Peter Woodson, Congresista de los Estados Unidos, a principios de abril en un accidente aéreo fatal, llevó a Pieres a estar vetado como reemplazo de Woodson. Se dijo que el Senador está en camino a ver a su hijo, quien está recibiendo atención médica en el Hospital Lord Guildford en Londres. El teniente Pieres, y los demás heridos, fueron transportados por aire fuera de Bagdad hacia el Reino Unido para atención especializada y rehabilitación. Hay informes de que las lesiones del teniente Pieres han hecho necesaria la amputación de parte de su pierna derecha, debajo de la rodilla. Las agencias de noticias están inundando a los funcionarios aquí, en Lord Guildford, por cualquier información sobre el estado del teniente Pieres. Los analistas políticos ya están ponderando, teniendo en cuenta el efecto que esto tendrá en el resultado de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en menos de un mes. Reportando en vivo para CNN en Londres...



Pedro nos llevó directamente al apartamento después de nuestra comida en Indigo. Ambos silenciosos de camino a casa. Me preguntaba qué pensaba de todo, pero realmente no quería hablar de ello con él. Me leía bien. No preguntó nada ni hizo alguna demanda. Mi hombre solo me llevó a casa y me dejó ser.


Este era territorio de la Dra. Roswell sin duda.


Pedro estaba trabajando en su oficina cuando mi teléfono sonó. Sabía quién era antes de que siquiera revisara.


—Hola, mamá.


—Cariño, ¿viste las noticias sobre Facundo?


—Sí.


—¿Y cómo te sientes al respecto?


Tomé una respiración profunda y estuve muy agradecida de que mi madre viviera en San Francisco y que estuviéramos separadas por un océano, porque rápidamente me di cuenta adónde esta conversación se dirigía, y no me gustó.


—Me siento como que no quiero oír su nombre, o ver su foto, o escuchar acerca de su padre postulando para vicepresidente, o saber que estará en todas partes en las noticias…


—…Paula, escúchame. El senador Pieres querrá que vayas y visites a Facundo como una muestra de apoyo y vínculo a su amistad, y puesto que vives en Londres creo que deberías considerar…


—¡No! ¡No hay manera en el infierno, Mamá! ¿Has perdido la cabeza?


Silencio. Podía imaginar sus labios frunciéndose de frustración conmigo.


—No, Paula, no he perdido la cabeza. Estoy pensando en ti, tratando de hacerte ver que por el bien de tu felicidad y futura paz mental, deberías ir y hacer una visita a un viejo amigo de la familia.


—¿Cómo puedes pedirme eso, Madre? ¿Quieres que vaya a visitar al hombre que me hizo daño e hizo un video que casi me destruyó? ¿Quieres que haga esto? ¿Por qué? ¿Porque su padre es candidato a vicepresidente y se vería muy bien para nuestra familia estar conectada a su familia? ¿Es… por eso? —Me dolió hacer la pregunta, pero tenía que saber. 


Esperaba que me dijera si era cierto. Lo dudaba, sin embargo. Las lágrimas que quería llorar no salieron. En su lugar, mi corazón se endureció un poco más por la mujer que me había dado la vida. Ella decía que me amaba, pero ya no lo creía más.


—No, Paula. Solo estoy pensando en ti y preocupada de que distanciarte de esta oportunidad para dejar atrás el pasado... sea un error.


—¿Dejar atrás el pasado? —Ahora, esto era lo que llamarías ser sorprendida ahí mismo. Sólo arrastrada al infierno, sin previo aviso en absoluto, por el inminente golpe a punto de rasgarte en dos. Me encontré tambaleándome de dolor y conmoción, en total incredulidad suspendida, antes de que me las arreglara para encontrar mi voz de nuevo—. ¿Cómo puede ser eso posible, Mamá? Tú… ¿crees que debería ir a visitarlo en el hospital y fingir que no me violó, que no dejó que sus amigos abusaran de mí en esa mesa de billar? ¿Qué… que debo perdonarlo?


—Así es, cariño. Deja atrás el pasado, y podrás seguir adelante con tu vida. No está ayudándote al aferrarte a ello.


Ahora las lágrimas salían.


Mi madre no podía amarme. No había manera de que ella lo hiciera. Tuve que contener un jadeante aliento ante el agudo dolor que atravesó mi corazón.


—No, Mamá. —Mi voz se agrietó mientras hablaba, pero las palabras eran ciertas, y ella entendería lo que quería decir—. Ojalá Papá estuviera aquí para ayudarme. Él me amaba. Papá me amaba. ¿Sabes cómo lo sé, Mamá? ¡Porque nunca me pediría hacer lo que tú acabas de pedirme!


No le di la oportunidad de responder. Colgué en su lugar y resistí la tentación de tirar el teléfono contra la pared. 


Mientras estaba en nuestra habitación, fui incapaz de hacer mucho más que respirar adentro y afuera constantemente. 


Me sentía curiosamente adormecida, y fuerte.


Esto sería cierto si no hubiera lágrimas corriendo por mi rostro.


Los brazos musculosos de mi marido me rodearon por detrás y me apretaron a su cuerpo. Jalé mis manos para aferrarme a sus brazos y... sólo lo perdí.


Pedro… ella-ella me dijo que debía ir y v-visitar a Facundo y p-perdonarlo... —Las abundantes lágrimas habían mojado mi rostro hasta el punto en que ni siquiera podía ver—. Ella-ella piensa que me va a ayudar dejar ir mi mala experien...


—Shh, silencio. —Él me dio la vuelta y me abrazó contra su pecho, su bienvenida esencia envolviendo mis sentidos, y por lo tanto consolándome en mi estado miserable —. Lo sé —canturreó—. Escuché algo de lo que te dijo. No tienes que ir a ningún lugar, nena. No tienes que ver a nadie que no quieras ver. O hablar con nadie con quien no quieras hablar.


—Yo-yo no puedo creer que ella me pidió que hiciera e-eso... echo de menos a mi papá... —arrastré las palabras, mi lloriqueo ganando impulso con cada nueva lágrima que se escapaba de mí, hasta que Pedro se hizo cargo de la desagradable tarea de intentar estabilizarme.


—Tienes que ir a la cama. Esto no es bueno para ti o nuestro hijo, así que te recostarás ahora. —Me llevó a la cama y me sentó a un lado de la misma. Se inclinó para quitarme los zapatos, trabajando silenciosa pero eficazmente, maniobrando para meterme en la cama en menos de un minuto. Él se inclinó sobre mí, trayendo su rostro muy cerca—. Me puedes decir todo si quieres, pero te necesito fuera de tus pies y descansando cuando lo hagas. Estás exhausta y molesta, y eso está jodidamente mal. —Sus acciones eran suaves, pero el tono de su voz era cualquier cosa menos eso. También lucía el ceño fruncido que me demostraba lo enojado que estaba por la situación. Y con mi madre. Los dos tenían absolutamente ninguna posibilidad de ser amigos. Me burlé interiormente. No te hagas ilusiones. Ni siquiera tú eres amiga de ella.


Después de traerme una toalla fresca para limpiar mi rostro, y un vaso de agua, se unió a mí en la cama. Permaneciendo muy quieto, Pedro me consoló, acunando su gran cuerpo detrás del mío, acariciando mi cabello una y otra vez, y me escuchó reproducir la conversación con mi madre con todos los detalles chillones.


Cuando por fin terminé, él me hizo una pregunta. Su tono cambió de uno de consolación y gentileza a uno mucho más firme y grave.


—Paula, ¿alguna vez le dijiste a tu madre lo que pasó con Bruno Westman?


—No, dijiste que nunca hablara de él con nadie.


—¿Y no le has dicho nada?


—No, Pedro, ni una palabra. Ni siquiera se lo mencioné a la Dra. Roswell.


—Bueno. Eso es bueno. —Continuó frotando mi cabeza y haciendo senderos con sus dedos a través de mi cabello durante un minuto antes de decir—: Nena, sé que esto es difícil de sacar a colación, y en qué pensar, pero nadie puede saber nunca lo que pasó con Westman la noche que te tomó. Nunca. Tienes que tomar esa experiencia y sólo ponerla en la basura, en alguna parte de nuestra mente como si nunca hubiera sucedido.


—Lo-Lo sé. Porque lo mataron, ¿no? La gente del senador Pieres mató a Bruno porque estaba tratando de chantajearlos y conservaba el video como daño colateral sobre ellos, ¿verdad?
Siguió frotando mi cabeza con sus fuertes dedos, masajeando el cuero cabelludo a través de mi cabello. Se sentía divino, y era un contraste radical con el tema desagradable que estábamos discutiendo.


—Creo que está muy cerca de lo sucedido, aunque nunca habrá ninguna prueba o evidencia para demostrarlo. Su cuerpo nunca se encontró. Westman ha sido borrado de la faz de la tierra.


Asentí. Realmente no podía expresar mis sentimientos, pero entendía. La elección de las palabras de Pedro me golpeó justo en el corazón. Borrado de la faz de la tierra. Porque eso es lo que había pasado con mi papá. Se había ido. No estaba más aquí para mí. No más de escuchar el amor por mí en su voz cuando hablábamos.


Y la razón por la que él había desaparecido, era por algo que había permitido pasar hace años. Las consecuencias de mis acciones. Facundo estaba ahí también, sí, pero fue mi decisión lo que hizo sus malas acciones posibles. Fui a la fiesta. Me emborraché y no respeté mi cuerpo. Fui usada y abusada, y dejé que la experiencia me llevara al punto que estaba dispuesta a ir por esta vida. Patética. Pero al final, fue la vida de mi padre la que fue sacrificada.


—¿Qué estás pensando? —Me preguntó en voz baja, por segunda vez en el día.


—En cómo echo de menos a mi papá —espeté, mis emociones tan crudas que sentí otro llanto viniendo fuerte.


—Nena... —Pedro puso su mano sobre mi vientre y empezó a frotar. El gesto fue muy dulce, pero sólo me hizo añorar a mi papá aún más.


Las palabras empezaron a trastabillar fuera de mí y no podía detenerlas.


—Hoy fuimos a los médicos y vimos fotos de nuestro bebé. Si Papá todavía estuviera aquí, lo habría compartido con él, y habría querido escuchar... y habría estado emocionado de ser abuelo. Le habría mostrado las fotos… querría saber cómo me sentía. Sólo le echo tanto de menos... —Hice una pausa para tomar aliento—. No puedo hablar con él ahora, y no puedo hablar con mi madre tampoco. No tengo a nadie... me siento como una huérfana… —Finalmente me rompí, en silencio esta vez, pero no menos emocionalmente lastimada, compartiendo mi dolor por algo que dolería durante mucho tiempo.


Pedro sintió mis silenciosos estremecimientos sollozantes, pero su respuesta fue simplemente abrazarme un poco más fuerte, mostrándome que incluso con mi gran pérdida, todavía lo tenía. El roce sobre mi vientre debe haberse vuelto un poco más fuerte también, porque es entonces cuando sucedió.


Un pequeño cosquilleo oscilante desde el interior de mi vientre. Una frotadura a lo largo de la parte delantera de mi vientre, que me recordó e golpeteo de las alas de una mariposa. Me quedé inmóvil, y cubrí la mano de Pedro con la mía, presionando en el lugar donde lo sentí.


—¿Qué? —Preguntó con preocupación—. Te duele…


—Sentí a nuestro bebé. Moverse dentro de mí. Como alas de mariposa golpeteando. —Como el mensaje de un ángel.


Él mantuvo su mano sobre mí, probablemente con la esperanza de que pudiera sentir lo que yo estaba sintiendo, pero dudaba de que fuera posible todavía. Mientras nos recostábamos en la cama juntos, preocupándonos acerca de las cosas malas que no se podían cambiar, me di cuenta de algo muy importante. Nunca podría pasar por esto sin Pedro. Su fuerza me empujaba a través de las partes difíciles.


Pedro nunca me dejaba rendirme.


Las palabras que salieron de su boca después, me mostraron lo bendecida que había sido porque él me había encontrado, a pesar de mis pérdidas.


—Te amo —arrulló en mi oído—, y esta pequeña persona te ama… mucho. —Explayó sus dedos abiertos, centrándolos sobre mi estómago en una demostración de posesión cariñosa cuando me dijo la última parte—. Él está allí viéndote. Tu padre. Él te ama desde otro lugar ahora, pero su amor sigue ahí, Paula, y siempre lo estará.

jueves, 4 de septiembre de 2014

CAPITULO 172




PEDRO


4 de Octubre

Londres

—Aquí estamos. ¿El bebé se ve bastante diferente esta vez, verdad? Es aproximadamente del tamaño de un plátano ahora, y a las veinte semanas, habrán pasado oficialmente la mitad del recorrido. Las medidas parecen estar bien para un embarazo saludable. Cordón umbilical, perfecto. Latidos, fuertes. —El Dr. B narró los detalles sobre lo que estábamos viendo en la pantalla. La mágica visión de nuestro bebé moviéndose irregularmente por todos lados, piernas y brazos empujando y tirando con una claridad impresionante. 


Ni siquiera pude apartar mis ojos por un instante para preguntarle algo al buen doctor. El realismo había mejorado notoriamente desde el último escaneo, no lo podía creer. Estaba viendo a una pequeña persona de forma plena, sin duda alguna sobre la humanidad de lo que habíamos creado.


Paula se quedó mirando la pantalla conmigo, en completa admiración, observando un pequeño pulgar dentro de una diminuta boca siendo succionado. Tan rápido cono fue succionado, el pulgar fue liberado.


—¿Viste eso? —Pregunté.


—Oh. —Paula rió suavemente, sin dejar de mirar—. Succionando su pulgar… Pedro, él estaba succionando su pulgar… o ella estaba. —Apretó mi mano, la tímida emoción en su expresión la hizo brillar de una forma que era nueva para mí. Se veía como… una madre.


—Lo sé. —Momentos como este demostraban lo buena que Paula sería como mamá. No había dudas. Froté mi pulgar en su palma.


—Ahh, sí, puedo intentar averiguar el sexo del bebé para ustedes…


—¡No! No lo quiero saber, Dr. Burnsley. No… me lo diga, por favor. —Paula sacudió la cabeza hacia él. Su decisión era definitiva. Cualquier tonto lo podría ver, y el doctor no era un tonto.


El Dr. B lanzó una mirada en mi dirección, y luego inclinó la cabeza preguntando si yo lo quería saber. Pensé por un instante en decir sí, pero en su lugar sacudí mi cabeza en un no.


—Está bien, Pedro, si quieres saber. Me daré vuelta y el Dr. Burnsley podrá mostrarte.


La tranquila belleza y absoluta confianza en su firme decisión de ser sorprendida sobre el sexo de nuestro hijo, era cautivante. Estaba tan segura sobre la manera en que quería descubrirlo. Paula no lo quería saber hasta que el bebé naciera, y eso era todo lo que había. Mientras que yo me hubiera simplemente encogido de hombros y dicho, “Claro, dígame.” Hubiera averiguado si teníamos una hija o un hijo en camino, y eso habría sido emocionante para mí. ¿Tomas o Laura?


—No, seré sorprendido contigo —le dije, sacudiendo mi cabeza hacia el Dr. B de nuevo, transmitiéndole la negativa.
Nada más que respeto absoluto para mi chica. Llevé su mano a mis labios y la besé. Compartimos una mirada sin palabras. Ninguna era necesaria.


El doctor interrumpió:
—Bien, entonces. La sorpresa será para ambos. —Imprimió algunas fotos para nosotros, y limpió la gelatina del vientre redondeado, antes de apagar la máquina que gestionaba el notable negocio de tomar fotografías ultrasónicas de nuestro bebé no nacido. Buen Dios, el hombre era más fuerte que yo. No había suficiente dinero en el jodido mundo que me tentara a hacer su trabajo—.Bueno, les diré esto con completa certeza —dijo el Dr. B secamente—, su bebé, será niño o niña.


—A mitad de camino de la línea final, nena. —Al terminar nuestro almuerzo en Indigo, acepté que estaba tratando de hacer demasiadas cosas a la vez, y fracasando en todas. Revisando mensajes en mi teléfono, viendo las noticias destacadas del fútbol en la TV en el bar del piso debajo de nosotros, y haciendo conversación con Paula. Mejor dicho, siendo un idiota.


Dejé mi teléfono, paré de ponerle atención a lo que el comentarista deportivo estaba diciendo sobre Manchester United contra Newcastle, y le di a Paula mi completa atención. Tenía esa media sonrisa que hacía a la perfección, la tranquila observación que me dijo que se estaba divirtiendo con mi falta de modales.


—¿En qué estás pensando ahora? —Pregunté.


—Hmmm, solo disfrutando de la vista. —Levantó su agua y le dio un sorbo, sus ojos asomándose por el borde del vidrio—. Viéndote trabajar, pensar en el Plátano Alfonso, preguntándome cuándo te darías cuenta de que no te estaba respondiendo.


—Perdón. Estaba distraído por mierda que no importa demasiado. Entonces, aquí está una mejor pregunta, ¿cómo te estás sintiendo sobre lo que dijo el doctor?


—¿Que necesito caminar en vez de correr?


Asentí. Algunas veces Paula no mostraba mucha reacción ante las cosas. Sabía que ella había oído lo que el doctor había dicho sobre sus hábitos de ejercicio, pero no sabía lo que pensaba sobre eso.


Se encogió de hombros hacia mí.


—Puedo hacer un poco de caminata. Además, te tengo a ti para que me des el montón de ejercicio para compensar lo que me estaré perdiendo. Estoy segura de que estaré bien. —Su media sonrisa se convirtió en una completa, con una pequeña risa sexy al final de ésta.


Ella no estaba bromeando sobre el sexo, tampoco. El embarazo elevaba la libido en una gran cantidad de mujeres, y yo estaba real y jodidamente agradecido de que mi mujer tuviera uno intenso ahora mismo. El médico había dado su bendición, así que estábamos follando casi como locos. Y amando cada minuto de ello.


—Entendiste bien eso. El Dr. B es mi nuevo mejor amigo.
Ella rodó los ojos.


—¿Es así? Cosas típicas del club de hombres con "el coito es perfectamente seguro, siempre y cuando estés dispuesta a ello —se burló del discurso elegante del médico con un movimiento de su cabeza—, con la insinuación del pene deslizando dentro”. Tan inteligente y original del Dr. Burnsley. Me pregunto cuántas veces ha dejado caer esa línea.


—No me importa cuántas veces lo ha dicho. Dar la luz verde en el sexo es todo lo que importa, nena. —Levanté una ceja—. Y siempre estoy ahí.


—Sé que lo estás —susurró sensualmente, un ligero rubor expandiéndose por su hermoso cuello, haciéndome desear tener mi boca sobre ella.


La mirada que me estaba dando en este momento... Una hermosa, fugaz y sensual mirada, de ella para mí, sobre una mesa finamente vestida. Y yo estaba deshecho, en un restaurante al mediodía, almorzando, deseando poder comerla en su lugar. No se necesitaba nada más que eso con nosotros. Una mirada, una caricia, un comentario en voz baja, y estaría al instante atrapado en los pensamientos de cuándo y dónde.


Así que traté de cambiar de tema a algo un poco más apropiado para el consumo público.


—También me gustó lo que dijo sobre las hemorragias nasales. —Ella había estado en lo cierto. Nada de qué preocuparse, solo normales efectos colaterales—. Lo siento por exagerar.


Inclinó la cabeza y me lanzó un beso al aire, pronunciando las palabras:
—Está bien.


Paula aguantaba mi mierda con la paciencia de un santo. 


No estaba bajo ningún concepto erróneo acerca de que mi rampante idiotez era fatigosa la gran parte del maldito tiempo. Y tampoco lo estaba Paula. Ella me hacía saber que me estaba comportando como un idiota, pero sobre todo me amaba, y calmaba todas mis asperezas. Una hacedora de milagros. Incluso estaba haciéndolo bien en disminuir la cantidad de humo. Realmente me había estado presionando a mí mismo para finalmente hacerlo. Terminar mi adicción a la nicotina era simbólico en varias cosas. Una ruptura con el pasado, una resolución de vivir una vida más sana, y un compromiso a que al menos dos personas necesitaban que me quedase allí durante otros sesenta años más o menos.
Había bajado a solo un cigarrillo por día. Casi todos los días, en la noche, justo antes de dormir. El simbolismo de esa costumbre era algo que deseaba que no fuera tan obvio, pero cualquier cosa que pudiera hacer para ayudar a mantener lejos los sueños y algún recuerdo era útil para mí.
Paula se excusó para ir al baño de damas, y yo volví a deslizar mi atención a los resultados del fútbol y los mensajes en mi teléfono móvil. Todo indicaba que estaría dirigiéndome a Suiza para los Juegos de Invierno de Europa XT en enero. Normalmente, saltaba por un trabajo como ese, pero este tenía algunas preocupaciones. La calificación del Príncipe Christian de Lauenburg en snowboard emocionaba al joven príncipe, sin duda. A su abuelo, el Rey de Lauenburg, no tanto. La realeza era difícil, y en esta situación, más aún. El nieto era el único heredero. Los herederos lo eran todo para la realeza. Si ése muchacho resultaba herido, mi reputación se dispararía al infierno. Y no podíamos olvidar la amenaza de terrorismo que ganaba impulso como un aparato de relojería en cualquier evento internacional de alto perfil que se realizara. Habría una ronda de amenazas veladas puestas al respecto, predije. Los locos no podían resistir la oportunidad de alguna prensa fiable en todo el mundo.
Me resigné a hacer funcionar el trabajo como siempre lo hacía, pero la chispa de interés no estaba realmente allí para mí. Siempre que mi agenda de viaje estuviera limpia para febrero, estaría bien, decidí. El bebé no debía llegar hasta el final del mes, pero no tomaría el riesgo de estar fuera del país cuando llegara el momento de Paula. Sentí mi estómago apretarse de sólo pensarlo. Si era honesto, estaba jodidamente aterrado por el nacimiento. Hospitales,
médicos, sangre, dolor, Paula sufriendo, el bebé luchando. 


Existía una puta infinidad de cosas podrían ir mal.


Un texto de Pablo me alertó de que algo requería mi atención inmediata y total. Teníamos tonos sincronizados de alerta para las emergencias. Leí su texto.


Y sentí que se me heló la sangre.


El centro de las noticias en la televisión había cambiado el deporte por la política.


No. Oh, mierda no.