domingo, 2 de marzo de 2014

CAPITULO 73



Aunque yo sinceramente deseaba que el viaje pudiera haber tomado
mucho más tiempo. Entre más cerca estábamos de su destino, más
repugnante se volvía mi humor. Cuando me detuve en el estudio donde
ella trabajaba todo el día y estacioné el maldito auto, yo era un desastre
rabioso. Sentí una barrida irracional por mi cuerpo y tenía que pelear
duro. Mi interno Sr. Hyde estaba teniendo un día de campo con mi interno
Dr.Jekyll. Como pateando el noble culo del buen doctor en la acera y
repartiendo puñetazos con regocijo.
—¿Qué están fotografiando hoy? —demandé. Y por favor di que hay
algo de ropa involucrada.
—Pedro —advirtió—, hemos atravesado esto antes. No puedes venir
y necesitas dejar de preocuparte. Sólo somos el fotógrafo y yo, y algo de
tiempo detrás de los lentes de la cámara. Todos somos profesionales
haciendo nuestros trabajos. —Se detuvo—. Hay algo de lencería
involucrada…
—¿Cuál fotógrafo? —pregunté.
—Marco Carveletti. Ya lo conociste.
—Oh, recuerdo al suave Italiano el Sr. Carvaletti a quien le gusta
besarte, muy bien, mi querida.
—Puedes parar de ser un idiota ahora, Pedro —me dijo en no
inseguros términos—. Ese es mi trabajo como tú tienes un trabajo.
La miré fijamente en el asiento y le quería decir que no podía entrar
ahí y quitarse la ropa. Quería quedarme parado en la parte de atrás de la
habitación y observar todo lo que Cavaletti hacía, cada movimiento que
hiciera, cada sugerencia que le indique. Quería estar ahí en caso de que el
tratara de tocarla o verla muy de cerca. Quería girar el auto y llevarla a
casa. Quería follarla contra la pared en el momento en que estemos
dentro. Quería escuchar sus jadeos con mi nombre mientras se venía.
Quería que me sintiera dentro de ella—saber que era yo y nadie más.
Quería tanto.
No podría tener ninguna de esas cosas. Nada.
Tuve que despedirla y regresar a mi trabajo. Tuve que decirle que le
mandara un mensaje de texto a Pablo cuando fuera tiempo de que la recoja
porque yo tenía una reunión en la tarde y no podía venir. Tuve que
observarla irse y esperar a que la puerta se cerrara detrás de ella y
estuviera dentro del edificio. Tuve que alejarme conduciendo y dejar a mi
chica dentro de ese edificio.
Tuve que hacerlo todo.
Y odié cada maldito segundo de eso.


No estaba de mejor humor para cuando pude dejar la oficina. Llamé
a Paula y entró el buzón. Le dejé un mensaje y le dije que traería la cena
porque sé lo cansada que está después de una sesión de fotos. No pienses
en esa jodida sesión de fotos.
No estaba preocupado cuando no lo contestó, porque sabía que se
encontraba en casa. Pablo siempre se reportaba conmigo cuando la dejaba.
Había esperado que pudiéramos quedarnos en mi casa esta noche pero
Paula no iba por eso. Le pregunté y se resistió. Dijo que necesitaba su
propia cama por esta noche, además estaría aquí mañana para la cena
familiar que habíamos planeado. Traté de traerla conmigo cada noche pero
seguía evasiva sobre renunciar a su independencia. Paula se molestaba
conmigo si interfería mucho o trataba de influenciar sus decisiones.
Pista el modelaje desnuda. Estás pensando sobre eso otra vez,
pendejo.
Maldita sea, las relaciones son mucho trabajo jodido… como todo el
maldito tiempo.
Entonces, siendo el brillante cabrón que soy, yo podría sopesar mis
opciones—mi lugar sin Paula contra el paquete de compromiso de
Paula y su pequeñita plana, y menos privacidad si Gabriela estaba
alrededor.
Decisión fácil. Paula ganaba todo el tiempo.
Infiernos, yo seguía fantaseando sobre otra follada-en la pared y me
pregunté si podría sorprenderla con eso si la costa estaba despejada
cuando llegara ahí.
¿Dónde recoger la comida? Nos gustaban muchas cosas diferentes.
Habría traído lasaña de Bellisima pero inmediatamente recordé sobre
Carvaletti siendo Italiano y disparé esa idea derecho al infierno. Ese
bastardo la vio desnuda hoy.
Paula amaba la comida mexicana, pero era mucho mejor cuando
hacía las cosas que cualquier restaurante en la ciudad. Yo realmente
amaba las influencias de Sur América en lo que a ella le gustaba hacer.
Decidí en Indio y llamé y ordené algo de pollo en mantequilla, curry de
cordero y ensalada de verduras. Dejaba el restaurante con la comida
cuando envié un rápido mensaje de texto:
Casi llego, nena. Nos conseguí pollo indio y cordero.
Recibí algo de ella inmediatamente.                      Hola.Estoy realmente cansada y sólo quiero ir a la cama. ¿Puedo saltarme la cena sta noche?
¿Qué? No me gustó el sonido del mensaje e inmediatamente traté de
descifrar lo que quería decir con eso. Un parpadeo de ansiedad corrió a
través de mí. Me decía que no fuera, ¿o sólo que no tenía hambre? No
podía decirlo de ese mensaje de texto y lo leí cerca de diez veces.
Estaba cansado, malhumorado, arrugado, y privado de nicotina, y
no completamente seguro de que mi cerebro estuviera despierto para una
conversación con una mente femenina posiblemente irracional. Todo lo
que quería era comer algo, tomar una ducha y colarme en la cama con
ella. Aún podía saltarme el sexo, pero dormir con ella era no negociable.
Habíamos hecho un acuerdo de formas donde nos quedaríamos, ya
sea su lugar o el mío. La quería junto a mí. Lo hice perfectamente claro
para Paula cuando empezamos a salir. La llamé desde el auto y manejé.
—Hola. No tengo hambre, Pedro. —Sonaba rara.
—Bueno ¿Qué está mal, nena? ¿No te estás sintiendo bien? —Esto
era primero. Nunca había estado enferma antes, excepto por el dolor de
cabeza la primera noche que nos conocimos.
—Me duele el estómago. Estaba acostada.
—¿Como si te fueras a enfermar? ¿Quieres que me detenga en la
farmacia y te consiga algo? —ofrecí.
Se detuvo antes de contestar misteriosamente. —No… como que
tengo calambres.
Ahhhh. La Maldición. Sabía sobre eso por tener una hermana, sólo
que nunca tuve que ocuparme de eso en una relación anteriormente
tampoco. De hecho nunca había tenido una relación como la que tenía con
Paula, antes tampoco. Cuando tienes sexo con las de poco-tiempo,
inconvenientes como las que “ella” está teniendo en su semana muerta no
salen. Pero había escuchado las quejas de amigas por años, y había estado
alrededor de mi hermana. Y había aprendido lo suficiente para saber que
darle a una mujer su espacio cuando está hormonal es la forma de actuar.
¡¿No crees?! Suponía que la agradable follada-en la pared que tenía en
mente estaba fuera de la imagen ahora también. Maldición.
—Está bien… te puedo dar un masaje cuando llegue. ¿Todo lo
demás está bien? ¿Cómo fue la sesión? —Me sentí tenso con sólo esperar a
que me respondiera.
—Ummm, la sesión estuvo bien. Bien. —Se detuvo e hizo un sonido
de resfriado—. Hablé con mi mama por teléfono. —Sonaba triste y me
pregunté si la razón de que sonara resfriada era porque había estado
llorando. Tenía sentido. La mujer casi me hacía sentir que quería llorar
una vez que habíamos hablado.
—Nuestra conversación no fue muy buena.
—Lo siento, nena. Estaré ahí y podemos hablar cuando te levantes.
—No quiero hablar de ella —espetó de regreso. Tenía ese encantador
tono de estar cabreada en su voz que de hecho me lo ponía un poco duro,
pero también me ponía mis nervios de advertencia.
Pausé un latido. —Eso está bien también. Estaré ahí pronto.
—¿Por qué estás susurrándome en el teléfono?
Cristo. Estoy seguro que abrí mi boca y sólo la abrí como un pez
dorado porque no tenía nada que ofrecer después de esa pregunta. —No lo
estoy.
—¡Lo acabas de volver a hacer! —regañó—. Si me vas a interrogar
sobre la sesión de fotos, y mi madre, entonces tal vez no deberías venir. No
estoy despierta para eso esta noche, Pedro.
¿Puedes decir hormonas débiles están cambiando a mi chica en
Medusa y asustando el infierno fuera de mí?
—No estás despierta para hablarme o ¿no estás despierta para mí en
lo absoluto? Porque sí quiero hablar contigo. —Traté de mantener el nivel
de mi tono pero no estaba muy seguro si tenía éxito.  No me gustaba este jodido dialogo en lo absoluto. Apestaba.
Silencio.
—Hola, ¿Paula? ¿Estoy yendo ahora mismo o no?
—No lo sé.
Conté hasta diez. —No lo sé, ¿esa tu respuesta para mí? —¿Qué en
el santo infierno pasó en nuestro agradable almuerzo romántico en
Gladstone?
—Me susurraste otra vez.
—Me has arrestado. Mira, estoy manejando con un auto lleno de
comida india para llevar y no sea a donde voy. ¿Puedes ayudarme, nena?
Absolutamente y jodidamente me rehusé a discutir sobre eso. Ella
estaba teniendo un día de mierda y hormonal—yo podía tratar con eso.
Apestaría si ella no estuviera con mis brazos esta noche, pero al menos no
estábamos rompiendo. Medusa podía meterse con mi noche, pero estaría
fuera de la foto en pocos días. Recé.
—Bien… ven por mí entonces —dijo firmemente.
No podía creerle a mis oídos. —¿Ir por ti? Pensé que tenías que
quedarte en tu casa esta noche. Dijiste antes…
Me cortó, con su lengua como espada con borde filoso—: Cambié de
opinión. No quiero quedarme aquí. Empaqué una bolsa y estaré lista para
ti en cinco minutos. Llámame cuando estés en la acera y estaré abajo.
—Está bien, jefa —dije en completo desconcierto, antes esperé hasta
que colgara suspiré bien y fuerte. Sacudí mi cabeza también. Y solté un
silbido. Luego manejé para traer a mi cabello-de serpiente, lengua-filosa,
impredecible, y muy desconcertante novia, como el bastante enamorado
gilipollas que lo era.
Mujeres… criaturas escalofriantes.

CAPITULO 72



Paula hizo su camino de regreso a la mesa unos momentos
después, su expresión inexpresiva, pero si pudiera imaginar, diría que
tenía algo en su mente. Me pregunté que era.
Me levanté y alcancé su mano, pateando la pata de la silla de Tomas
en el proceso, entonces él quitaría su trasero. Saltó y amplió sus ojos
cuando la vio. Deseé haber pateado su pierna en lugar de sólo la pata de
su silla.
Paula, mi primo, Tomas Everly. Tomas, Paula Chaves, mi muy
hermosa, y podría agregar, muy tomada, novia.
—Enchanté, Paula. —Tomó su mano y ofreció un beso que apenas
pasó como neutral en mi libro, pero entonces ¿esperaba algo diferente de
él? Estúpida pregunta retórica.
Ella sonrió hermosamente como siempre, saludando a Tomas con
amabilidad mientras la sentaba y luego yo también lo hice. Tomas sólo se
quedó ahí parado como un imbécil.
—Te puedes sentar ahora, primo. Y pon tu lengua de regreso en tu
boca —dije.
—Bueno, Paula, yo estaba preparado para preguntarte cómo te las
arreglaste para enganchar a Pedro pero ahora que te he conocido
finalmente, creo la pregunta es mejor para él. —Tomas hizo un show
mirándome—. ¿Cómo infiernos capturaste a tan exquisita criatura como
esta,Pepe? Quiero decir, ¡sólo mírala! ¿Y tú? Bueno, eres tan aburrido y
gruñón todo al mismo tiempo. —Se concentró de regreso en Paula—. Mi
querida, ¿Qué ves en él? —Hizo una cara de parodia interesado y descansó
su barbilla en su mano apoyada por un codo.
—Dios, ¡eres un idiota, Tomas!
Paula se rió e hizo un comentario sobre cuán determinado había
estado en sacarla en una cita conmigo. —Él era muy persistente, Tomas.
Pedro nunca se dio por vencido conmigo, y finalmente salí en esa cita. 
Ella tomó un trago de su vino y me guiñó—. Los dos son muy diferentes,
¿Siempre han sido así de cercanos? —preguntó Paula.
—Sí —le contestamos ambos al mismo tiempo. Tomas encontró sus
ojos conmigo y tuvimos esta comunicación por un instante, pero entonces
se apagó así de rápido en el siguiente instante. La conversación era para
otra ocasión. Esto era social.
—¡Cercanos como para matarlo! —Le guiñé a Paula—. No,
seriamente, lo mantengo con vida y tolero sus muchas molestias, e Tomas es
demasiado agradecido, ¿no es cierto, Tomas?
—Supongo… es mejor que me quiera muerto —respondió el.
Paula rió. —¿Quién te quiere muerto, Tomas?
—¡Mucha gente! —Tomas y yo hablamos otra vez al mismo tiempo.
Ambos reímos a una confundida Paula y luego el mesero apareció
para hacer su tarea, entonces unos minutos antes fui capaz de explicar
sobre mi muy ecléctico primo
—Mmmmm, ¿Dónde empezar? —Pausé para dar efecto—. Nuestras
madres eran hermanas y hemos estado alrededor de cada uno desde…
siempre. Sin la conexión de sangre dudo que nunca nos hubiéramos
conocido. Tomas es aristócrata, sabes. En herencia y en los ojos de la
Federación de Tiro al blanco del mundo. —Tomas me frunció el ceño—.
Paula, estás viendo al Lord Rothvale, el treceavo barón o alguna
putrefacción, o Lord Tomas como es llamado entre sus compatriotas
deportistas —gesticulé con ademán ostentoso—. En carne y hueso.
Era Paula girándose viéndose sorprendida. —Rothvale… como en
la galería ¿donde conservo pinturas?
—Bueno sí. Ese es mi tatara, tatara, tatara abuelo nombrado por él,
pero no tengo conexión con la galería Rothvale —dijo Tomas.
—Pero si lo haces en el Nacional —le recordé.
Paula me miró con incredulidad y luego regresó con Tomas. —¿Estás
en la junta de directores de la Gallería Nacional, Tomas?
Soltó un enorme suspiro. —Bueno, sí, mi querida, pero no por
elección. He heredado el nombramiento y parece que no puedo librarme de
él. Mi conocimiento es muy débil me temo. No como tú, una experta en
restaurar pinturas me contó Pepe.
—Amo lo que hago. Estoy trabajando en el más encantador
Mallerton en este momento. —Paula me miró y alcanzó mi mano—.
Pedro me ayudó a resolver un misterio del título del libro el que la mujer
en la pintura sujetaba.
—Ella es realmente brillante, Tomas —concordé, cepillando mi pulgar
sobre su mano y no la quería dejar ir—. Sólo traduje un poco de francés
para ella.
Paula arrebató su mano. Miré con furia a Tomas.
Tomas respondió con un guiño. —Yo podría tener un trabajo para
alguien de hecho. Tal vez para todo un grupo. —Se encogió de hombros—.
Mi estado en Irlanda, Donadea, tiene habitaciones y habitaciones llenas de
pinturas del décimo noveno siglo. Un montón de Mallerton, también. —
Tomas levantó la vista avergonzado.
—Perdona mi francés, pero necesito que pasen por ellos y los
cataloguen. No creo que hayan sido tocados en un siglo. —Sacudió su
cabeza y sostuvo sus manos—. Ni siquiera sé que hay ahí, sólo que hay
una tonelada de eso y necesita una atención profesional. Está en mi lista
de cosas por hacer—. Tomas ladeo su cabeza hacia Paula y le ofreció una
mirada que era bastante coqueta de lo que debería haber sido porque se
dirigía a mi novia—. ¿Interesada?
No, ¡ella definitivamente no está interesada en ir al estado irlandés y
catalogar tus pinturas mientras tratas de tenderle una trampa para llevarla
a tu cama contigo!
—¡Sí! —dijo Paula
—Ugh —gemí—. Sólo si voy como chaperón, y mi rotulo estará
bastante lleno hasta después de Agosto. —Le di una mirada dejándole
saber que Paula iría sola a su estado en Irlanda sobre mi muerto y
descompuesto cadáver.
—¿Qué? ¿No confías en mí, Pepe? Tu propia sangre. —Sacudió su
cabeza—. Qué triste.
—¿Con ella? ¡De ninguna manera! —Tomé la mano de Paula otra
vez, la urgencia de tocarla, aún el predominante hecho que yo era un
bastardo celoso con quien sea que tratara de coquetear con ella, incluso
mi primo.
—Sabes,debería presentarte a Gabriela. Mi compañera de
habitación. Está haciendo su disertación en Mallerton. Es la indicada para
hacer tu trabajo, Tomas. Gaby estaba justo aquí y tuvo que irse. Es una
pena que no se conocieran. —Paula sonrió suavemente, obviamente
satisfecha con su sugerencia. Tiró su mano fuera de la mía con una
pequeña palmadita y luego una mirada de desaprobación.
—¡Sí! —dije, repentinamente interesado—. Gabriela sería perfecta
para el trabajo, Tomas. —Las chispas volando entre los dos sería un
espectáculo que no quería perderme. Y demonios, era la idea de Paula
por lo que estaba completamente fuera del problema. Cualquier cosa para
distraerlo de Paula funcionaba para mí—. Te la presentaré en la Gala
Mallerton. Trata  de no hablar mucho  y estarás bien —dije
condescendiente—. Sólo muéstrale las pinturas.
Él me ignoró y se concentró en su lugar en ser encantador con mi
novia. —Gracias por eso, Paula. Amaría conocer a tu amiga y hacer que
se enfrente el trabajo. No tienes idea. Es el mono conocido en mi espalda
que necesita estar en su camino unas décadas atrás…
¡Ja! Espera hasta que tengas la carga de Gabriela y ¡estarás
deseando por que el pequeño mono esté arañando en tu espalda!
El almuerzo llegó en el momento en que estábamos en el punto de la
cuestión. Tomas parloteando con Paula sobre nada con sentido, y luego
conmigo sobre sus problemas de seguridad; antes de que supiera que era
tiempo de regresar.
Dejé a Paula con Tomas mientras iba por el auto para llevarlo al
frente. Tomas me guiñó y me aseguró que pondría un buen ojo en ella por
mí. Le dije gracias por comprar nuestro almuerzo y le di una mirada de
advertencia que no dejaba preguntas sobre lo mucho que necesitaba su
ayuda. Sabía que mi primo sólo jugaba conmigo. El pobre hombre estaba
probablemente en shock al verme así sobre una chica y estoy seguro que
tendría bastante que decirme sobre ella en una conversación privada.
Bonito.
Le entregué el ticket al valet y escaneé el área. Era un hábito, sólo
algo que hacía cuando estaba fuera. Un tipo con chaqueta café inclinado
contra el edificio esperando. Tenía esa mirada hambrienta y una cámara
alrededor de su cuello. Lo identifiqué como paparazzi. Vivían de tomas de
celebridades yendo y viniendo de establecimientos como Gladstone donde
cualquiera podría aparecer en cualquier momento.
El aparcacoches me entregó mi auto y entré para esperar. Encendí la
música y puse Butterfly de Crazy Town. Canción perfecta, pensé,
golpeteando mi pulgar en el volante mientras Paula y Tomas se tomaban su
maldito, tiempo dulce en salir.
No estaba excitado sobre a donde llevaba a Paula tampoco. Sesión
de fotos. Si había una cosa que podía cambiar sobre mi chica eso sería.
Absolutamente odiaba y despreciaba que ella se desnudara para una
cámara y que otro hombre viera su cuerpo. Era una cosa de belleza, cierto,
pero no quería que cualquier otro viera lo que era mío.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por la puerta del carro
mientras Tomas la abría para Paula, besándola en ambas mejillas y
haciendo un gran show diciendo adiós.
Al mismo tiempo, ¡ese jodido fotógrafo empezó a tomar fotos! Ellos
lucían como celebridades aún si no lo eran, y Tomas técnicamente lo era.
¡Cristo todopoderoso!
Paula lucía despampanante en la calle hablando con mi primo.
Cómo alguna vez sobreviviría a esto, pensé. El deseo de fumar más
temprano me tenía jadeando pero mi vicio tendría que esperar por el
momento.
—¡Adios, Tomas! Estaba tan encantada de conocerte hoy y sería
maravilloso verte otra vez en la Gala Mallerton pronto. —Paula entró en
su asiento y sonrío hacia él.
—Fue agradable conocerte también, Paula Chaves. —Tomas sonrío
ampliamente y se agachó para hablarme—. Cuida de esta hermosa chica
por mí, ¿lo harás? No encajes y berrinches, ¿bien, Pepe? Puedes hacerlo. —Él
reía mientras azotaba la puerta.
—Bueno eso fue divertido —dije sarcásticamente mientras arrancaba
del freno.
—Me gusta mucho tu primo, Pedro. Es un personaje seguro. Estoy
contenta de que me lo hayas presentado. No puedo creer que sabías que
está en la junta de la Galería Nacional y ¡no me dijeras! —Me dio un
pequeño golpe en el hombro, el cual encontré increíblemente caliente.
—Bueno, lo siento, sé que él no da una mierda por el arte, sólo está
en la junta.
Recordando mi juramento de decirle todo continué—: Le dije sobre ti
hace un tiempo. Quería ver si podría haber algo en el Nacional para ti.
Quería que tuvieras esa visa de trabajo también. —La miré en el asiento al
otro lado de mí, tan hermosa y brillante, y supe que haría cualquier cosa
para mantenerla en Inglaterra conmigo. ¿Aunque Tomas lo insinuara
bromeando por teléfono?
—Oh, Pedro. —Tocó mi pierna—. Eso es muy dulce de tu parte, pero
puedo conseguir cualquier cita por mi cuenta. Es realmente importante
para mí. Quiero ganarlo por mí misma, no consiguiendo un favor de tu
primo. No importa qué tan bien conectado esté… y coqueto. Jesús, ¡ese
hombre es un coqueto!
—Ni me lo recuerdes. Hubo unas cuantas veces que quise
estrangularlo durante el almuerzo.
—Pero él sólo fingía, Pedro. Deberías saber eso. Te respeta y puedo
ver la relación que ustedes tienen. Casi como hermanos.
—Sí… Tomas es bueno muy en el fondo. Sólo ha tenido algunos golpes
duros últimamente que lo han hartado. No todos lo tenemos.
—No todos lo tenemos —dijo.
Agarré su mano y la sostuve en mi regazo en un tipo de respuesta.
No sabía que decir en respuesta para eso y sabía que no teníamos que
manejar muy lejos.

CAPITULO 71



Todavía no conocía a la adorable tía Maria, pero estaba por hacerlo
muy pronto. Habíamos decidido que era tiempo de juntar a la familia en
una cena en mi casa. Mi papa, la tía de Paula, Gabriela, Oscar, Pablo y
Eliana hicieron la lista corta. Habíamos discutido y sentido que era tiempo
de traer a todos a bordo con lo que pasaba con nosotros y las posibles
amenazas a Paula. Todos necesitaban saber lo que puede estar en juego.
Paula era muy importante para mí para tomar un riesgo en este
momento, y todos los involucrados ya sabían su pasado de todas formas.
—Bueno no puedo esperar a conocerla. Suena como que te
consiente. —Revisé mi reloj otra vez—. No puedo creer Tomas, sólo no
aparecer así. Tan grosero.
—¿Porqué no lo llamas? —sugirió Paula.
—Eso sería un total desperdicio de mi tiempo. Nunca responde su
móvil. Dudo que siquiera encienda esa maldita cosa —respondí secamente.
—¡Oh, hombre! —Gabriela levantó la vista de sus mensajes—. Voy a
tener que regresar a la universidad. Problemas con una pintura. Un
accidente que involucra solvente vaciado en una rara, escucha esto
Paula, Abigail Wainwright. —Gabriela lucía absolutamente horrorizada,
se levantó abruptamente, y recogió sus bolsas—. No es una buena
combinación.
—No, eso no es bueno para nada —dijo Paula, sacudiendo su
cabeza—, el solvente comerá a través del lienzo si no se neutraliza…
Traté de seguir el ritmo con la cosa del arte geek de la que ellas
hablaban pero no era fácil para mí. No creo tener un hueso artístico en mi
cuerpo.Aunque lo puedo apreciar. El retrato de Paula era  la
personificación del arte en mi opinión.
—¿Quieres que te dé un aventón de regreso? Pablo te puede llevar si
quieres —ofrecí.
—No, está bien. Conseguiré un taxi, será más rápido. Tengo que
irme ahora mismo, pero gracias. Te veo en tu casa mañana en la noche,
Pedro. Disfruta tu almuerzo, ambos.
—Déjame saber cómo se resuelve —le dijo Paula—. Si alguien
puede arreglar este desastre, ¡eres tú, Gaby!
Gabriela abrazó a Paula, ondeó su mano y se fue, su alta forma
curvilínea atrayendo un montón de miradas de hombres agradecidos
mientras hacía su camino fuera de Gladstone.
Le sonreí a Paula y tomé sus manos. —Entonces te tengo toda para
mí en el almuerzo después de todo. —Susurré el resto—: Qué mal que
estemos en público.
—Lo sé. Nunca conseguimos hacer esto. —Apretó mis manos un
poco—. Has tenido mucho trabajo últimamente y sólo puedo imaginar con
las Olimpiadas. Dios, eso es enorme, Pero. Toda esa gente. —Ella
sonrió—. ¡William y Kate!
Asentí. —Sí, estarán ahí por eventos. El Príncipe Harry también. Es
buena diversión.
—¿Lo conoces? —preguntó con incredulidad.
Asentí otra vez. —Puedo conseguir presentarte si quieres… mientras
no tengas una cosa por los príncipes con cabello rojo anaranjado.
—Nunca —dijo con ojos seductores—. Soy parcial a los tipos de
seguridad con cabello oscuro.
¿Quién había encendido el horno explosivo? De hecho miré alrededor
de la habitación por una salida. Si hubiera una puerta marcada “privado”
juro que la habría tenido detrás de esta y desnuda en apenas dos
segundos.
—Es usted muy cruel, Señorita Chaves.
Se veía muy satisfecha con ella misma sentada frente a mí en un
restaurante. Muy satisfecha de hecho, me hacía pensar con cariño los
azotes que le había dado encima del lavabo. Dios era una cosa sexy,
inclinada a conducirme a la locura…
—Entonces de regreso a tu trabajo. ¡Estás haciendo la seguridad Vip
para las malditas Olimpiadas, Pedro!
Su excitación me sacó de mi cabeza. Probablemente una maldita
cosa buena en este momento.
—Bueno, no me estoy quejando, es bueno para los negocios pero lo
podría hacer sin el estrés. Sólo quiero que todo corra fluidamente. No
conspiradores o chiflados con un hacha para irritar con su causa de
mentiras, no bombas, o vergüenzas y puedo respirar. Clientes felices
mantenidos a salvo y estaré satisfecho. —Alcancé mi vino—. Vamos a
ordenar, no creo que Tomas vaya a aparecer… ¡Siempre jodidamente tarde
para todo! —gruñí, abriendo mi menú.
Paula me dijo lo que quería en caso de que el mesero apareciera y
se excusó para ir al baño de damas. Observé cuando se alejó, y las
miradas que obtuvo de los otros también. Suspiré. Por más que Paula
estuviera reservada, todavía tenía ese algo que hacía que la gente la
notara. Algo que pude haber hecho de seguro, pero entendía que era parte
del asunto con ella. Los hombres siempre la mirarían. Y la desearían. Y
tratarían de llevársela.
El trabajo me iba a volver completamente loco, y cuanto más
ocupado esté, y mi más estirada concentración venga en el trabajo en
mano y menos capaz de estar atento en la seguridad de ella. Las pasadas
dos semanas habían sido buenas para Paula y para mí, y nuestra
relación, pero no sin preocupación. La preocupación nunca se iría lejos. He
estado en el negocio de la seguridad lo suficiente para saber que cuando
las cosas parecen estar más en orden no es el tiempo para bajar tu
guardia. Ella seguía estando muy vulnerable y el pensamiento me volvía
loco.
—Lo siento, Pepe. Perdí el control del tiempo y todo eso —interrumpió
Tomas, dejándose en frente de mí.
—Es agradable de tu parte aparecer. Para la cita que tú hiciste,
podría agregar. Y no te sientes ahí. Paula está conmigo. —Señalé la silla
de al lado—. Regresará en un momento.
Tomas se movió a la silla de al lado. —Algo salió y fui asaltado.
—Sí —gruñí—. Tu polla fue asaltada. ¿Con quién estabas en la cama
esta vez?
—No era eso. Los malditos reporteros persiguiéndome, dije que
necesito algo más sustancial qué eso. —Miró fijamente al vino y le hizo
señas al mesero, la vacía apariencia de dolor mostrándose sólo por un
instante antes que él la enmascarara con ojos entrometidos.
Déjalo ser. Mi primo tenía sus culpas pero todo el mundo las tiene.
No significa que él había merecido lo mucho que había conseguido
tampoco. Sí, Tomas estaba tan podidamente solo como el resto de nosotros.

sábado, 1 de marzo de 2014

CAPITULO 70


Para el almuerzo con Tomas estaba retrasado. No sé
por qué me molesto en tratar de ser puntual con mi primo
porque a él ciertamente no le importa. Revisé mi reloj y
miré alrededor de la habitación. Formalmente un club
para caballeros en el siglo pasado, el lugar ha sido
reanimado con ropas de lino blancas, montones de
cristales, y maderas claras, luciendo para nada como el exclusivamente
masculino, enclave social para los Londinenses con derechos de hace
cientos de años.
Bueno, Tomas ciertamente habría encajado. Mi primo era un noble del
reino, que aún odiaba ser recordado y ciertamente no actuaba como tal.
Ninguno de nosotros pudo evitar como nacimos y Tomas no pudo controlar
que su padre había sido el anterior Baron Rothvale más de lo que yo pude
controlar que mi padre manejó un taxi de Londres. Teníamos conexiones
que fueron mucho más profundas de lo que el dinero alguna vez pudo
llevarnos de cualquier forma.
¿A quién engañaba? Tomas podría tirar un acantilado si le gustaba, yo
tenía dos hermosas mujeres en la mesa luciendo felices y preciosas en
frente a mí—mi chica y su mejor amiga.
—Ustedes señoritas lucen como si ir de compras hubiera acordado
con ustedes. —Les serví a ambas el Riesling que había ordenado.
Paula y Gabriela sonrieron y se miraron entre ellas con
complicidad, obviamente compartiendo secretos femeninos, un misterio
que yo sólo podía adivinar. Tenían una excursión de compras de vestidos
cuando me llegó un mensaje de texto de Paula preguntándome que
hacían para el almuerzo. Desde que eran sólo algunas cuadras de
distancia desde Gladstone le dije que se unieran a mi cita del almuerzo
con Tomas. Quería presentárselo a Paula de todas formas, con la ilusión de
que él pudiera ejercer alguna influencia sobre la Galería Nacional por ella.
Demonios, no estoy tan orgulloso de pedir un favor. No es que le importe
un bledo. El hombre estaba en el consejo de los más prestigiosos museos
de arte en el mundo y no le podría haber importado menos sobre eso si lo
intentara. De hecho, estoy seguro que Tomas renunciaría si con eso pudiera
escaparse.
—Así es, Pedro. Paula adquirió el más fabuloso vestido vintage
para la Gala Mallerton. Sólo espera —me advirtió Gabriela.
Hice una cara. —Entonces estás diciendo que estará más
encantadora de lo normal. —Miré a Paula sonrojarse y luego regresé con
Gabriela—. Sólo lo que necesito… más admiradores persiguiéndola. Pensé
que podía confiar en ti, Gabriela, ¿Sólo un poquito de ayuda aquí? —
imploré. ¿Por qué no sólo la llevaste a un lugar que venda poco atractivas
batas de baño en su lugar? —Mis palabras eran en broma pero en el yo
interior iba en serio a muerte. Odiaba cuando los hombres veían a Paula
como si la estuvieran imaginando desnuda.
Gabriela se encogió de hombros. —La tía Maria nos calentó en la
tienda. La mujer tiene locas habilidades con lo único y raro. Vintage little
beauty eso es, escondida en una tranquila esquina de Knightsbridge. Sé
que regresaré. —Me dio un guiño—. Tú necesitas competencia de todas
formas, Pedro, es bueno para ti. —Tomó un trago de su vino y puso su
atención de regreso en revisar mensajes en su móvil.
—No es verdad. Estoy batallando lo suficiente tal como está.
¡Muchísimas gracias! —Tomé la mano de Paula y la besé—. Me alegro de
que vinieras al almuerzo.
Sólo me sonrió y no dijo nada en esa misteriosa forma de ella.
Deseaba que estuviéramos solos.
Gabriela era una amiga fiel por lo que yo podía decir, y ferozmente
protectora de Paula. Nosotros teníamos un entendimiento que era
factible siempre y cuando me viera como un amigo y no como un
enemigo—Yo había pasado la prueba hasta ahora. Hermosa también por
su cuenta, solo que no era mi gusto de mujer. Su largo cabello castaño.
Con sólo mínimos toques de rojo oscuro destellando a través de él,
combinado con ojos muy verdes. Era llamativo. Agradable figura aún si no
era mi gusto, yo seguía teniendo ojos en mi cabeza y no estaba muerta.
El color de sus ojos me recordaron los ojos de Tomas. El mismo verde.
Me pregunté qué pensaría de ella cuando le diera un vistazo, por lo
mujeriego que era. Apuesto que le gustaría mucho. Tuve que reprimir una
carcajada. Gabriela probablemente le diría que se fuera a la mierda en su
cara y él lamería sus labios y le pediría que se uniera a él sin problemas.
Sería de risa observar si alguna vez consiguiera poner su culo aquí.
La compañera de habitación de Paula era otra americana viviendo
en Londres, estudiando arte en la universidad, y haciendo su camino…
muy lejos de casa. Aunque su papá era un ciudadano británico. Policía
Metropolitana de Londres—un tal Roberto Hargreave, Jefe inspector, de New
Scotland Yard. Levanté la vista hacia él, y a todas cuentas lucía sólido, un
respetado policía en la fuerza. Supuse que debería concretar una reunión
con él en cualquier momento también. Aunque las cosas habían estado un
poco tranquilas en el frente del Senador Pieres. Sin noticias eran buenas
noticias… eso esperaba.
—¿De qué color es tu asombroso vestido que me hará enloquecer de
celos cuando los hombres babeen sobre ti usándolo? —le pregunté a
Paula.
—Es azul índigo. —Sonrió otra vez—. La tía Maria se reunió con
nosotras ahí y tuvimos mucha diversión con ella. Realmente tiene ojo para
la moda.
—La debiste de haber traído al almuerzo contigo.
—Habría amado que viniera con nosotras, pero estaba saliendo a un
almuerzo de señoras con su club de lectura. Me dijo que te dijera las ganas
que tiene por conocerte. —Paula se sonrojó de nuevo como si la idea de
nuestra reunión juntos la hacía tímida.
Ella tenía una timidez que era adorable en público, pero no lo lleva
con ella al dormitorio conmigo. Nop. Mi chica no era tímida conmigo así,
era todo bueno. Pensé sobre cuántas horas más tendría hasta esta noche
en que la pudiera llevar de regreso a mi habitación y ella pudiera
mostrarme su lado no-tímido un poco más.
Habíamos estado ardiendo en las sábanas últimamente… y las
paredes de la ducha… en el escritorio de mi oficina… la alfombra frente a
la chimenea, en el camastro del balcón, y hasta en el gimnasio. Me removí
en mi silla y recordé esa mañana ejercitando con gran ternura. ¿Quién
sabría cuanta diversión podría haber en una banca de pesas con Paula
desnuda y deslizándose arriba y debajo de mi…?
—Amarás a Maria,Pedro —dijo Gabriela distraídamente, todavía
revisando sus mensajes e interrumpiendo mis eróticas reflexiones.
Necesitaba reacomodar mi polla pero forcé una sonrisa a ambas en su
lugar.

CAPITULO 69


Quería intentar ser normal para ella, pero no sabía si podría.
Supongo que era algo que había que hacer frente a si quería quedarme con
ella. Paula era terca y una parte de mí sabía que no lo dejaría ir porque
dijera que no quería hablar de ello.
—Tú eres lo suficientemente importante, Paula. Tú eres todo lo que
importa. —Seguí la línea del cabello con el dedo y la besé de nuevo,
adentrándome profundamente con mi lengua, saboreando su sabor dulce
y suave y amando su aceptación de mí. Pero el beso tenía que terminar
con el tiempo.
Saqué un poco de valentía de alguna parte y respiré hondo, rodando
sobre mi espalda y mirando hacia el tragaluz. El día se había vuelto tan
gris como mi estado de ánimo y parecía que la lluvia era inminente. Justo
en sintonía con el lugar en mi cabeza, todo se empaña. Paula se quedó
en su lado, esperando a que yo dijera algo.
—Lamento lo de anoche, y como me comporté contigo después. Fui
agobiante y demasiado intenso —Hablé más suave—. ¿Me perdonas?
—Por supuesto que sí, Pedro. Pero quiero entender por qué. —
Extendió una mano y la puso sobre mi corazón y la dejó allí.
—Esa pesadilla era de una época en que yo estaba en las Fuerzas
Especiales. Mi equipo cayó en una emboscada, la mayoría de ellos fueron
asesinados. Yo era el oficial superior y mi arma se atascó. Me capturaron...
Los afganos me sostuvieron en el interrogatorio durante veintidós días.
Inhaló bruscamente. —¿Es así como conseguiste las cicatrices en la
espalda? ¿Hicieron eso? —Su voz era suave pero podía oír la preocupación
en sus palabras.
—Sí. Destrozaron mi espalda con latigazos de cuerdas... y otras
cosas.
Ella me agarró un poco más fuerte y tragué saliva, sintiendo
ansiedad, pero seguí su camino, sintiéndome mal por engañarla, pero no
pude explicar correctamente que mis peores cicatrices no eran las de mi
espalda.
—He soñado con algo que… que pasó... y era un momento en que
pensé que iba a ser ase… —me detuve. Mi respiración era tan fuerte que
no podía decir nada más. Yo no podía tocar el tema. No a ella.
—Tu corazón late con fuerza —Puso sus labios sobre el lugar en el
que músculo que bombea mi sangre y lo besó. Puse mi mano en la parte
posterior de su cabeza y la sostuve allí, frotando su cabello una y otra
vez—. Está bien, Pedro, no tienes que decir nada más hasta que sientas
que puede hacerlo. Voy a estar aquí —Su voz tenía el tono triste de
nuevo—. No quiero que te duela más por mi culpa.
Acaricié su mejilla con el dorso de mi dedo. —¿Eres real? —susurré.
Sus ojos brillaron y asintió.
—Cuando me desperté esta mañana y no estabas, pensé que podrías
haberme dejado por esa jodida situación de anoche y te había perdido.
Paula... No puedo estar sin ti ahora. Ya lo sabes, ¿verdad? Simplemente
no puedo hacerlo. —Toqué sobre la marca roja en su hombro donde la
mordí con los dientes cuando estaba en medio de ese orgasmo volcánico en
el fregadero—. Te marqué. Lo siento sobre eso también. —Corrí mi lengua
por la marca.
Ella se estremeció contra mi boca. —Escucha —Se apoderó de mi
cara y me abrazó—. Te amo, y quiero estar contigo. Sé que no lo digo todo
el tiempo, pero eso no quiere decir que lo sienta menos. Pedro, si yo no
quisiera estar contigo, o no podría estar contigo, yo no lo estaría... y lo
supieras.
Exhalé con alivio tan grande que me tomó un minuto para
encontrar mi voz. —Dilo de nuevo.
—Te amo, Pedro Alfonso.

CAPITULO 68





No íbamos a llegar a tiempo al trabajo ni de broma. No importaba.
Algunas cosas son más importantes. Los dos estábamos agotados por el
sexo y apenas podíamos soportar caminar de pie después, así que la
levanté y la llevé a la ducha conmigo. La lavé por todas partes y le permití
que me lavara. No hablamos. Solo nos miramos y tocamos y besamos y
pensamos. Después de la ducha, la envolví en una toalla y la lleve de
vuelta a la cama, sólo entonces, tendida a mi lado toda suave y contenida,
fue que hablamos de las cosas.
—No es seguro para ti salir sola. No puedes hacerlo más. No
sabemos los motivos y no voy a correr el riesgo contigo. —Hablé suave pero
firme, no cediendo en este punto y lo que tenía que decir—. Eso es todo.
—¿En serio? ¿Es tan malo? —Parecía sorprendida y luego esa
mirada temerosa que había visto antes apareció en su rostro.
—No se sabe lo que está pasando en el grupo de Pieres o de su
oponente. Tenemos que asumir que Pieres tiene su ojo en ti, Paula. Él
sabe dónde has estado todos estos años, en que trabajas, dónde vives, y
probablemente tus amigos también. Necesito tener una conversación con
Gabriela y Oscar pronto. Deberían ser informados en caso de que se
acercaran por su relación contigo. Tus amigos lo saben todo, ¿no?
Asintió con la cabeza tristemente. 
—Simplemente no entiendo por qué la gente querría hacerme daño. Yo no hice nada y ciertamente no quiero traer a colación el pasado. ¡Sólo quiero olvidarlo que alguna vez sucedió! ¿Cómo es mi culpa?
Besé su frente y froté su barbilla con el pulgar. —Nada es culpa
tuya. Sólo vamos a tener cuidado contigo. Mucho, mucho, cuidado —le
dije, besándola en los labios tres veces seguidas.
—Yo no quiero nada del Senador Pieres —susurró.
—Eso es porque no eres una oportunista. La mayoría de la gente lo
explotarían por dinero para mantenerlo el secreto. Tú no has hecho eso y
te están vigilando para ver lo que podrías hacer. Y estoy seguro de que
están observando para ver si los enemigos de Pieres tratan de llegar a ti. Y
la verdad, sus enemigos políticos son los que me preocupan más. El vídeo
y el conocimiento de Pieres de él, lo hace culpable, bajo la línea. Su hijo
adulto y amigos cometieron un delito y él lo encubrió. Los opositores de
Pieres verán esa información un tesoro político. Por no hablar de una
noticia realmente sórdida para vender un montón de periódicos.
—Oh, Dios... —Rodó sobre su espalda, echando su brazo por encima
de los ojos.
—Oye, escucha —Tirándola de nuevo frente a mí—. Nada de eso, ¿de
acuerdo? Me voy a asegurarme que te dejen en paz por un montón de
razones. Es mi trabajo por un lado, y tú eres mi chica por otro. —Acuné su
rostro—. Eso no ha cambiado para ti, ¿verdad? —Yo no la dejaría ir porque
necesitaba el consuelo. Tenía que saber—. Anoche fue... lo jodí…
—Mis sentimientos no han cambiado —Interrumpió ella—. Yo sigo
siendo tu chica, Pedro. Lo ocurrido ayer no ha cambiado nada. Tú tienes
tu lado oscuro y yo el mío. Lo entiendo.
La hice rodar en las sábanas y la besé lenta y minuciosa, haciéndole
saber lo mucho que necesitaba oír esas palabras de ella. Sin embargo, yo
quería más. Siempre más. ¿Cómo iba a tener suficiente cuando era tan
dulce y hermosa y encantadora?
—Siento lo de esta mañana —dijo, trazando mi labio inferior con el
dedo—. Me prometí que no te dejaría así de nuevo, y lo dije en serio. Me
entristece que pensaras que volví a hacerlo. Me has asustado cuando te
despertaste de tu pesadilla, Pedro. Odié verte sufriendo de esa manera.
Besé su dedo. —La parte más egoísta de mí estaba tan contenta que
estuvieras allí. Verte fue un alivio muy grande, ni siquiera pueden expresar
las emociones que pasaron por mí cuando te vi a salvo a mi lado. Pero la
otra parte de mí odiaba lo que presenciaste. —Sacudí mi cabeza—. Odié
que me vieras así, Paula.
—Tú me has visto después de una pesadilla y no cambió cómo te
sientes —dijo.
—No, no lo hizo.
—Entonces, ¿cómo es diferente para mí, Pedro? Y no lo compartirás
conmigo... no me dejarás entrar —Sonó herida de nuevo.
—Yo-yo no lo sé... Lo intentaré, ¿de acuerdo? No he hablado con
nadie acerca de lo que pasó. No sé si puedo... y sé que no quiero estar
dentro de este lugar oscuro. No es a dónde quiero que vayas, Paula.
—Oh, bebé —Dibujó sus dedos sobre mi sien y me miró a los ojos—.
Pero me gustaría ir allí por ti —Me buscó—. Quiero ser lo suficientemente
importante como para que me digas tus secretos, y tienes que dejarme
entrar también. Soy buena escuchando. ¿Cuál era ese sueño?

viernes, 28 de febrero de 2014

AVISO!!


A PARTIR DE MAÑANA VOY A COMENZAR UNA NUEVA NOVELA "RESISTIENDOME A ELLA" AVISENME SI QUIEREN QUE SE LAS PASE.
VOY A SEGUIR SUBIENDO "CURA MI DOLOR" QUE DEJO DE SER UNA TRILOGIA POR QUE HOY SE PUBLICABA UN CUARTO LIBRO DE LA SAGA