martes, 9 de septiembre de 2014
CAPITULO 186
PAULA
—¿Cómo está tu dolor de cabeza? —Preguntó Gaby.
—Por desgracia para mi cabeza, todavía está conmigo —le contesté irónicamente—. Una de las partes no tan agradables del embarazo, y el hecho de que no puedo tomar nada para ello, apesta a lo grande. —Levanté el agua helada y presioné el lado del vidrio en mi frente.
—Bueno, te ves hermosa si eso ayuda —dijo ella, recogiendo la falda de su vestido de gasa de dama de honor—, y tienes un vestido nuevo bastante lindo para agregar a tu colección de vestidos lindos. —Se encogió de hombros—. Yo estoy consiguiendo toda una variedad. —Eliana nos había pedido a ambas estar en su boda, lo que aterrizó a Gaby en su segunda tarea como dama de honor en tan sólo siete semanas. Primero mi boda, y ahora la de Eliana… ella debía estar ahogándose en un mar de acaramelados, rogando por un rescate.
—Desearías poder estar en cualquier lugar menos aquí, ¿eh?
—Por supuesto que no. Quiero estar aquí, Pau. —Me dio una mirada que me dijo mucho más que las palabras que acababa de pronunciar. Conocía a mi amiga, y por consiguiente, estaba al tanto de la información que confirmaba porqué esto sería difícil para ella.
—Eres una hermosa mentirosa, querida. —Le palmeé la mano cariñosamente—. Pero sé que Eliana aprecia que estés aquí para ella.
—No, no estoy mintiendo —dijo ella tercamente, tomando un sorbo de algo alcohólico que se veía maravilloso, y yo no iba a tenerlo—. No quiero estar en ningún otro sitio más que aquí mismo, para Eliana, en el día de su boda.
Me reí de mi mejor amiga, quien nunca parecía reconocer su propia belleza. Gabriela Hargreave era una absolutamente preciosa mujer, con su cabello caoba y ojos verdes, y un cuerpo que no se quedaba corto, pero ella no lo veía. Los hombres jadeaban tras ella todo el tiempo. Y habían hombres justo aquí, mirándola en este mismo momento. El primo de Pedro, Tomas, era uno de ellos.
—Entonces, ¿qué pasa contigo y Tomas? —Lancé una mirada hacia la barra, donde Pedro y Tomas estaban charlando con cervezas. Un montón de cervezas. Mi marido podría emborracharse en esta recepción de boda. A ambos se nos había pedido estar en esta boda, al igual que Pablo y Eliana habían estado en la nuestra. Supongo que se estaba dejando relajar un poco, y tenía derecho a eso. Durante la ceremonia había parecido un poco tenso para mí. Me pregunté por qué. Era un momento feliz. Su mejor amigo acababa de casarse con la chica que había amado por años. El comportamiento de Pedro no tenía sentido, incluso para él.
—¿Qué quieres decir? —Los ojos de Gaby ahora estaban enfocados hacia donde Pedro y Tomas estaban instalados.
No me perdí cómo Tomas la encontró en el instante en que ella miró hacia la barra, tampoco—. Nos conocimos en tu boda, obviamente como dama de honor y padrino. Hemos… hemos estado forzados a estar en la compañía del otro.
—Forzados, ¿eh? Tomas es tan dulce... y caliente. ¿Por qué no querrías estar cerca de él? —Olí a una canalla con su explicación poco convincente. Pero también, estaba pescando con mi mejor amiga. No había olvidado lo que Pedro me había dicho acerca de la noche en la Gala Mallerton cuando la alarma se accionó y todos tuvieron que huir del edificio a toda prisa. Pedro los había visto todo revueltos, como si quizá podrían habían estado juntos.
Pedro también parecía conocer el tipo de mujer que le gustaba a su primo, y me había dicho más de una vez que Gaby tenía todas las cualidades necesarias.
—Bueno, creo… creo que él es-está muy... um... Tomas es un hombre interesante. —Torció la servilleta de papel en la forma de un palillo—. Me contó todo sobre los Mallerton en su finca en Irlanda. Él quiere que vuelva allá y trabaje en la catalogación de toda la colección.
Ahhh, ahí estaba. La nerviosa destrucción de la servilleta, el tartamudeo, el rubor en sus mejillas, todo sugería que la predicción de Pedro era un objetivo en la mira.
—¿Que vuelvas allá? —Pregunté.
—¿Hmmm? —Su mirada inocente no me engañó.
—Dijiste, “que vuelva allá” como si ya hubieras estado en su finca irlandesa. —Incliné la cabeza hacia ella—. Gaby, ¿has ido a ver las pinturas de Tomas y no le dijiste a tu mejor amiga al respecto?
—Um... sí, fui enviada allá por Luis Langley para comprobar lo que estaba ahí. —Ella negó con la cabeza—. No pude quedarme, sin embargo. El tiempo era… malo para mí. —Tomó otro sorbo de su copa y miró hacia abajo, evitando el contacto visual.
—Bueno, quizá encuentres un mejor tiempo para volver allá luego. Apuesto a que las pinturas son magníficas si se parecen en algo a mi Lady Percival. —Decidí dejar mi sondeo, por ahora. Me di cuenta de que ella había terminado con la confesión, y no quería hacerle daño al traer a colación remembranzas de cosas que no necesitaba recordar.
—Sí. Espero que sí. —Levantó la vista y preguntó sinceramente—: ¿Cómo estás lidiando con tu celebridad política?
Bonito cambio de tema, Gaby. Ahora era mi turno para abrazar lo esquivo.
—Trato de no prestarle atención —mentí—. Los dos teníamos que montar un espectáculo, y lo hicimos. Ahora, sólo quiero seguir adelante y dejar que mi pasado permanecer allí, ¿sabes?
—Lo sé, amiga mía. —Me apretó la mano cariñosamente antes de irse a buscar a Oscar, que estaba haciendo las fotografías de boda.
CAPITULO 185
PEDRO
19 de octubre
Escocia
Paula y yo estábamos vestidos para una boda, pero no éramos la novia y el novio. Ese honor era para Pablo y Eliana hoy. Eso si Pablo no caía muerto de ansiedad antes de que pudiera recitar los votos a su novia.
—Vas a hacer un agujero en este antiguo suelo de piedra si no dejas de andar de un lado a otro como un lunático. ¿Vas a sentarte en la esquina y balancearte de atrás hacia adelante, también? —No pude contenerme, la oportunidad de darle cuerda era demasiado dulce para ser pasada por alto.
Pablo me lanzó una mirada asesina y se mantuvo en marcha de atrás hacia adelante.
—Es fácil para ti decirme eso, ahora que ya estás casado. Recuerdo cuán loco estabas en esa habitación antes de que dijeras tus votos a Pablo. Te habrías fumado tus Blacks de tres en tres si no los hubiéramos escondido lejos de tu guarida, donde no pudieras encontrarlos.
Negué con la cabeza. Así que ahí era donde se habían ido mis cigarrillos. Hijos de perra.
—Escucha compañero, todo irá bien en muy poco tiempo. Estás empezando a preocuparme.
Pablo dejó de andar.
—Me siento mal —chilló—. Necesito agua.
—Creo que necesitas una jodida botella de whisky, pero de verdad, todo va a estar bien.
Él asintió débilmente y tragó grandes bocanadas de aire.
—¿Qué hora es?
—Alrededor de dos minutos después de la última vez que preguntaste. —Tuve pena del pobre diablo. Él era una ruina miserable. Así que me le acerqué y lo golpeé con fuerza en la espalda, bajo el disfraz de amor fraternal, y le dije una pequeña mentira—. Vi a Eliana en su vestido, toda lista para ti cuando robé un vistazo de mi chica en esa habitación lateral, donde están todas esperando. —Realmente no había visto a Eliana, pero él no necesitaba saber eso. Había visto a Paula en su vestido azul pálido, sin embargo.
Deliciosa. Necesitaba asegurarme de que se sentía bien, porque había despertado con un dolor de cabeza por la mañana.
Pablo comenzó rápidamente a disparar preguntas, demasiado desesperado para esperar alguna respuesta, la cual sería inventada, pero mi mezcla de la verdad no venía al caso, necesitaba llevarlo al altar de pie y consciente, en lugar de sobre su espalda.
—¿La viste? ¿Cómo estaba ella? ¿Parecía nerviosa? ¿Lucía preocupada por alguna…?
Mentí bien, lo que no era difícil en absoluto. Eliana estaría encantadora como siempre.
—Ella se veía preciosa y como si no pudiera esperar a estar atada a ti, el más grande de los simios. ¿Tengo que tranquilizarte o algo así?
Mi comentario hizo el truco, porque él volvió a la vida y escupió de inmediato en respuesta:
—Voy a recordar esto, cuando Pablo esté lista para dar a luz a tu bebé, y seas una temblorosa masa de jalea en el suelo. No te preocupes, te devolveré el favor con la oferta de tranquilizantes.
Bueno, mierda. Él tiene un punto. Me negué a pensar en el nacimiento en ese momento. Si empezaba a bajar por esa pista, estaría en el suelo junto con Pablo. Estoy seguro de que mi boca se parecía mucho a la de Simba cuando quería un kril; colgando abierta por un momento antes de que pudiera conseguir un agarre y cerrarla. Pablo me sonrió y negó con la cabeza. Miré el reloj y decidí darle la brutal verdad. Era mi mejor amigo, y merecía saber lo que venía. Sobreviviría al igual que el resto de nosotros.
—Está bien, voy a ser honesto. La ceremonia es una puta bola de tensión de mierda, y no puedo ayudarte ni siquiera un poco. ¿La buena noticia? En cerca de cinco horas más, podrás empezar la noche de bodas y esa parte completamente vale oro. —Manipulé mi mano como un avión en un viaje suave.
Pablo me miró como si yo fuera el idiota más grande jamás visto para tomar aliento. Me encogí de hombros ante él y ambos rompimos en carcajadas por lo jodidamente ridículo que era esto, alejando toda la tensión. Se veía mejor y ése era el propósito principal de mi confesión. Pablo iba a estar bien. No conocía a nadie más fuerte que él, o más leal. Las dos razones por las que era mi compañero y confidente. Estaba consiguiendo a su chica después de años y años de esperar por ella, y yo estaba feliz de ver que sucediera. Honrado de estar parado arriba para mi amigo en el día de su boda.
Llamaron a la puerta, y la madre de Eliana asomó la cabeza.
—¿Está bien que entre?
—Te dejaré hasta entonces, hermano. —Me excusé, dejando a Pablo y su futura suegra en paz. Pablo se había sacado la lotería con ella. Caroline Morrison era una señora dulce y una madre amorosa. El polo opuesto de mi suegra, pensé con una mueca. Debe ser agradable.
Salí y miré mi Rolex de nuevo. Si lo hacía rápido, tenía el tiempo justo para tener un poco de humo antes de la llamada de paneles.
El impresionante paisaje en toda su cruda robustez enmarcaba la casa perfectamente. La casa de Pablo aquí en Escocia era muy similar al establecimiento de un hombre campestre. Me puse de pie debajo de un árbol en flor y encendí un clavo. Mi decisión de trabajar en conseguir algún tipo de tratamiento para mis problemas había ayudado con la ansiedad de los sueños en flashback gracias a Pablo, y sólo a ella. ¿Tanto como hacer algo para ayudarme a terminar con las uñas en los ataúdes? No tanto. Un paso a la vez, me dije a mí mismo, mientras aspiraba.
Apagué mi cigarrito y busqué un lugar para deshacerme de la colilla. No quería ponerlo en mi bolsillo, lo cual parecía un poco crudo teniendo en cuenta la ocasión, pero podría verme obligado a hacerlo.
—¿Pedro?
Me di la vuelta para encontrar a alguien que nunca pensé alguna vez volver a ver. Mi corazón se dejó caer como una piedra, y luego rebotó a lo largo de los adoquines, propulsado por un impulso que parecía no tener un puto final. Mi pasado viene para su debida notificación, supongo.
—Sarah... —Mi voz se quebró al decir su nombre cuando la capté, justo delante de mí, después de tanto tiempo. Ella se veía tan hermosa como siempre; no parecía haber envejecido ni un poco. La sonrisa que me dio, hizo cosas a mi corazón que no quería hacer frente de nuevo. No me jodidamente sonrías, Sarah. No lo merezco.
Cuando sus brazos vinieron a abrazarme, cerré los ojos, aterrado de lo que sentiría… y también, de la ironía del destino, que justo ahora, la ponía de nuevo en mi camino.
—¿Estás bien? —Preguntó Paula en voz baja, sus ojos mirándome con preocupación.
En realidad no.
—Sí. ¿Por qué lo preguntas?
Ella se encogió de hombros y movió su tenedor por el plato de la cena, haciendo un buen trabajo en no comer.
—Parecías preocupado durante la ceremonia, e incluso ahora —dijo con tristeza.
Recupera el control.
—No, nena. —Puse mi mano alrededor de su cuello y tiré de ella debajo de mi barbilla para besar la parte superior de su cabeza—. ¿Todavía tienes dolor de cabeza?
Asintió contra mi mandíbula. Froté arriba en la parte posterior de su cuello, masajeando profundamente sobre los puntos de presión.
—Mmmmm, eso realmente ayuda —gimió ella, enderezando su cuello en mi mano para que pudiera trabajar las torceduras.
—Bueno. Quiero que lo tomes tranquila en el…
—Pedro, no me has presentado a tu nueva novia —nos interrumpió Sarah desde atrás, con una expresión agradable que simplemente era una máscara por el amor al decoro.
Mierda.
Yyyyyy así comienza.
Así que, Sarah iba de mártir hoy. Solo arrojándose a los rieles ante un tren pasando a toda velocidad. Traté de envolver mi cabeza alrededor de sus motivos, pero no estaba funcionando. Ella deseaba conocer a Paula... ¿mi esposa? ¿Quería saber todo acerca de nuestra elegante boda y luna de miel? ¿Disfrutaba escuchar del bebé, y encontraba divertido que no íbamos a saber de antemano si tendríamos un niño o una niña? ¿Necesitaba felicitarme por mi buena fortuna con Alfonso Security?
¿Por qué? ¿Cómo podía soportar hacer algo de eso?
Seguramente yo no podría. Tenía que largarme.
Pero no había ningún lugar donde esconderse aquí, a excepción de la parte inferior de una pinta. O cuatro. Lo mejor en que podía pensar dada la situación.
La boda de un ex soldado con mi novia embarazada a mi lado...
Emborracharme, posiblemente, podría opacar el borde lo suficiente para que pudiera quitar el ánimo feliz-y-agradable requerido para la celebración de un matrimonio. O quizá no.
Más bien era una bendición que Paula no se sintiera mucho en el ambiente de fiesta realmente. De esta manera, no podría darse cuenta qué tan jodida estaba la cabeza de su marido.
Pensé que había manejado la visita sorpresa de Sarah bastante bien, teniendo en cuenta que no tuve absolutamente nada de tiempo para procesarlo, antes de que se esperara que estuviera de pie para mi amigo delante de una multitud de personas. Y con Paula ahí, brillando con una nueva vida y disfrutando del momento. No era malditamente justo.
No digas eso. Nada de esto es justo. No para Sarah. Y ciertamente no para Mauro.
Había estado demasiado distraído durante la ceremonia para prestar mucha atención a lo que podría notar Paula. Mi chica podía leerme tan bien. Ella no necesitaba esta preocupación añadida a su plato, además de ya sentirse enferma. No podía permitirlo.
Había pensado que podría, de alguna manera, lograr pasar esta noche, hasta que Sarah me atrapó mientras estaba consiguiendo agua helada fresca para Paula. Vino a decirme que tenía que irse... con lágrimas en los ojos. Dijo que había esperado poder quedarse por el bien de Pablo, pero una vez que llegó y nos vio a los dos, fue demasiado difícil.
Demasiado. Demasiado doloroso. Así que debía irse.
Y yo empecé a beber.
lunes, 8 de septiembre de 2014
CAPITULO 184
PEDRO
Salté sobresaltado de la cama, jadeando, con ambas manos alrededor de mi garganta, simplemente necesitando tener oxígeno.
Respira, hijo de puta. Adentro, afuera, adentro, afuera.
Ese flashback era el peor. Mi más profundo tormento, uno que nunca podría ser borrado de mi mente. Sabía que estaba condenado a llevar esto dentro de mí siempre. Él está en paz ahora. Me decía a mí mismo, siempre que la culpa me llevaba al punto en el que estaba entonces. No ayudaba mucho, sólo un poco. Y era lo mejor que podía hacer.
Adentro, afuera, adentro, afuera.
—Pedro, cariño… —Su amable voz me dijo que estaba despierta en ese momento.
Me daba miedo mirarla. Malditamente aterrorizado de levantar la cabeza y enfrentar a mi dulce chica. Si lo hiciera, podría ver mi vergüenza y debilidad. Jodía todo lo que sabía que había gritado. Me sentía como si estuviera enfermo.
Pero Paula no hizo lo que había hecho en otras ocasiones.
No se molestó o exigió que comenzara a hablar. No me juzgó o me cuestionó. Sólo puso su mano suave contra mi pecho y se acercó a mí para que pudiera sentir su aroma, y supiera que estaba aquí y ahora, y no perdido en mi pasado. Me dejó ver que estaba seguro a su lado.
—Estoy aquí, y te amo —canturreó ella en mi oído—. ¿Cómo puedo ayudarte?
Puro e inundante alivio cayó en cascada sobre mí ante sus palabras. La atraje hacia mí y la sostuve para salvar mi vida. El idioma era una descripción perfecta para mí. Me aferré a mi chica para salvar mi vida.
El cabello en la parte posterior de su cuello estaba un poco húmedo. Podría estar enredado en su cabello durante horas. Me encantaba la suavidad del mismo, su textura, su olor, todo. Tan pronto como ella me preguntó cómo podía ayudarme, le mostré exactamente como.
Pensé que lo sabía porque me había “ayudado” antes, permitiéndome encontrar una pequeña cantidad de confort en su cuerpo al usar el sexo para exorcizar mis demonios.
Ahora venía la parte difícil. La parte donde me disculpaba por mi brusca reacción de usarla como tranquilizante.
Recostándonos en forma de cuchara, respiré de ella y acuné a nuestro pequeño bulto encubado con mi mano.
Estaba esperando sentir una patada o un bombeo, pero no había tenido tanta suerte todavía. Paula llevó su mano para cubrir la mía en su estómago y suspiró con satisfacción. Eso me hizo sentir mil veces mejor. Una Paula satisfecha era un buen comienzo.
—Lo siento, nena —susurré finalmente en su oído—. Perdóname…
—No tienes nada porqué sentirlo, Pedro, nunca. Todo lo que importa es que sepas que estoy aquí para ti y que te amo. Eso es lo importante para mí. —Bostezó dormilonamente y dio unas palmaditas sobre mi mano—. Ve a dormir ahora.
Mis ojos se abrieron de golpe. ¿Acababa de oír bien? ¿No iba a interrogarme sobre la pesadilla, o exigir que fuera a “hablar” con algún loquero sobre la mierda en mi jodido pasado? Sus acciones me dieron curiosidad.
—¿Paula? —Acaricié la parte posterior de su hombro.
—¿Hummm?
—¿Por qué no estás trastornada por lo que… hice esta noche? ¿Mi pesadilla? —Pregunté con cuidado, mis labios presionándose en su piel con un beso, tan pronto como la pregunta estuvo fuera de mi boca.
—Hablé con la Dra. Roswell sobre tu TEPTTrastorno de Estrés Post Traumático.
Mi cuerpo se tensó mientras luchaba con los sentimientos de traición por un momento, pero los alejé, porque estaba seguro de que había más de una explicación. Paula no era tan impetuosa como yo. Pensaba las cosas antes de decirlas. La mayor parte del tiempo. Y si estuviera en sus zapatos, probablemente haría lo mismo. Mi condición no era un secreto para nadie. ¿Por qué fingir con la única persona en la que podía confiar?
—Bueno, no le conté mucho, sólo que tienes malos recuerdos de tu tiempo como prisionero en el ejército. Le pregunté cómo podía ayudarte. —Ella rodó para enfrentarme, su expresión diciendo la verdad de sus palabras—. Porque te amo, Pedro, y haré cualquier cosa para sacarte de ese oscuro lugar si puedo.
—Ya lo haces. Lo has hecho desde el principio —le dije—. Tú eres lo único que me ayuda. —Tracé su pómulo con mi dedo, deseando poder decirle que nunca tendría otro flashback, o la despertaría de un profundo sueño con delirios de un loco chiflado por la noche. Lo haría de nuevo. Podría nunca dejar de hacerlo.
—Así que la Dra. Roswell me contó un poco de la forma en que los recuerdos traumáticos funcionan —comenzó con cautela, su voz una caricia suave.
—¿Qué dijo? —Me las arreglé para preguntar.
—Ella me dijo que las personas con TEPT harán casi cualquier cosa para no tener que recordar los acontecimientos. Es demasiado doloroso y aterrorizante.
La Dra. Roswell está en lo cierto.
Ella negó con la cabeza lentamente.
—Así que no voy a preguntar más… Sólo voy a estar aquí para ti. Para todo lo que necesites de mí. Estoy aquí para ti. ¿Sexo? Para traerte de vuelta si es lo que necesitas. Sin presión para hablar si no quieres. —Tragó saliva y su garganta se presionó en el hueco de su cuello. El tacto fresco de su mano en mi mejilla vino después—. Ahora sé que cuando te empujaba a hablarme de tus pesadillas lo hacía más difícil para ti. Lo siento, Pedro, pensé que hablarlo te ayudaría. No sabía que te estaba hiriendo al intentar forzarte a…
La besé, cortando sus palabras. Había oído demasiado. Sus hermosas palabras de aceptación iban más allá de sanarme de lo que cualquier otra cosa probablemente haría. Sabía que esto era cierto. Mi chica me había ayudado a dar el primer paso. Quizá ahora, con su apoyo incondicional,podría encontrar el valor para salir y encontrar algo de ayuda en alguna parte.
Paula llevó sus manos a mi cabello y se agarró con fuerza, haciéndome saber que iba a estar bien conmigo, en lo bueno y en lo malo. Dios, la amaba tanto, más de lo que jamás podría expresar. Era algo que solo tendría que mantener dentro de mí. Era el único que podría alguna vez saber cómo de profundo era mi amor por Paula.
Cuando por fin terminé nuestro beso, todavía la tenía abrazada contra mí porque no podía soportar la idea de dejarla ir fuera de mis brazos. No sabría cómo mierda soportarlo. Me aferré a ella durante el resto de la noche.
CAPITULO 183
PAULA
Inmersa en la bañera con agua perfumada de lujo calentando mi cuerpo, procesé las últimas doce horas.
Jesucristo, tomaría más que un baño entender todo ello.
Pedro se había dormido tan profundamente, después de haber terminado la segunda vez, que ni siquiera se movió cuando me deslicé fuera de la cama. Normalmente me hubiera seguido en cuanto escuchara la bañera llenarse, si no hubiera sido él quien lo hiciera en primer lugar. Pero no esta noche.
Imaginé que Pedro estaba exhausto por la simulación en el hospital. Podía decir que él estaba desgarrado por dentro, por tener que pedirme que fuera. Pero no teníamos opción.
Facundo Oakley iba a asegurar la presidencia de Benjamin Colt debido a un giro del destino que hizo a su hijo un héroe de guerra en el momento justo. Un apuesto y joven oficial del Ejército consigue una pierna amputada en la guerra. Ah, y el guapo y joven oficial resulta ser el hijo del candidato a vicepresidente de los Estados Unidos de América. Las encuestas ya pronosticaban una victoria aplastante, y todo el mundo lo sabía.
¿La parte escalofriante de esto? Una vez que el senador Pieres fuera el vicepresidente, solo estaría a un paso de ser… el Presidente. La sola idea hacía doler a mi corazón.
La respuesta normal sería frotar el área para aliviar la picadura, pero acuné mi vientre en su lugar, mi primer instinto siendo proteger a mi pequeño ángel mariposa.
Había terminado con lo que tenía que hacer hoy. Tenía que conseguir algún tipo de garantía de que mi sórdido pasado con Facundo no dañara el futuro de su padre, o el mío. Y voluntariamente lo haría de nuevo, también. Cualquier cosa por mi ángel mariposa.
Facundo… Cuando había despertado esta mañana, él era la última persona que alguna vez imaginé ver. No estaba preparada para lidiar con él todavía, pero era lo suficientemente realista para ver que Facundo Pieres no iba a desaparecer. Especialmente ahora. “Paula, por favor ven a verme otra vez. Tengo que decirte cuán arrepentido estoy por lo que te hice.”
Lo que me llevó a mi segundo shock. ¿Estaba arrepentido?
No sabía qué pensar de su petición, pero entendí que Facundo solo quería que yo lo escuchara, porque lo dijo en un secreto susurro. No importaba. No volvería allí para verlo de nuevo. No tenía que hacerlo. Extrañamente, estaba bien con lo que estaba pasando. Con todo, la forma en que la visita tuvo lugar, no fue traumático para mí como pensaba que sería. Estuve fuerte durante la reunión, e hice todo lo que me pidieron hacer. Como lo hizo Facundo.
Realmente no me iba a obsesionar con la idea de lo que esto significaba respecto a mi salud emocional, porque no tenía el tiempo o la inclinación de profundizar en ello. Tenía una vida que vivir, con un marido que me amaba y necesitaba mi apoyo, y un bebé que me necesitaba para todo. Toda la mierda del pasado con Facundo sólo tendría que ocupar un asiento trasero en el motor que era ahora mi vida.
No veía otra manera de seguir adelante.
Y estaba decidida a seguir adelante. Llevé la mano a mi estómago otra vez y traté de sentir un mayor movimiento, pero el bebé no estaba de humor, supongo.
No podía dejar que Facundo, o su padre político e intrigante, me detuviera de hacer lo que tenía que hacer. La reunión realmente me había sorprendido por la manera en que Facundo parecía tan diferente de lo que había sido cuando estábamos juntos. Parecía a ciento ochenta grados de diferente. Todavía tenía algunos problemas conectando al hombre que había visto hoy, con el que había conocido antes. Ni siquiera se sentía como si fuera la misma persona.
Quizá había ido cambiando con el curso de los años. Su cuerpo sin duda había cambiado con todos esos tatuajes…
—¡Noooo! Mauro, lo siento, hermano. ¡No lo haré de nuevo! Awww, mierda no. ¡MAURO! Dios, por favor no. ¡MIERDA! NO, POR FAVOR NO LO HAGAS. ¡NO….NO…NO!
Pedro. Le oí gritar desde el dormitorio y comprendí inmediatamente. Mi hombre tenía otra noche de pesadillas.
Me puse de pie en el baño, el agua chorreando por mi piel, y tomé la bata. La ceñí en mi goteante cuerpo y salí corriendo del baño. Él me necesitaba, y yo tenía que ayudarlo. Tan simple como eso.
CAPITULO 182
PEDRO
Paula apretando y aferrándose a mi alrededor mientras se corría… era tan bueno. Malditamente bueno. Cada convulsivo apretón y cada temblor viniendo de su sexo, poseía mi polla. Sentí el endurecimiento acelerar en mis pelotas cuando empecé a correrme.
—Uhn…uhn…uhmm —gruñí, con cada sumergida en su coño apretado.
Mi hermosa chica se entregó a mí con exquisita rendición.
—¡Joder, SÍ! —Dije entre dientes, con una caliente inundación de semen saliendo a borbotones, corriéndome buena y suciamente en ella. Seguí follando a través del éxtasis, sosteniéndola contra mí por partes de su hermoso cabello. Follar. Amar. Mía. Paula… Pensamientos aleatorios se filtraron en mi consciencia mientras me fundía en ella, pero sin embargo sólo una idea permanecía conmigo. No importa cuán lejos alguna vez iba, no perdía de vista la verdad: esta mujer me pertenecía de la cabeza a los pies, con todo lo demás en medio.
Y siempre lo haría.
Solté mi agarre de su cabello, enderecé su cuello, y enterré mi cara detrás del mismo. Inhalando su aroma floral, mezclado con el olor de su coño, tracé la parte posterior de su espalda con mis labios, susurrándole, acariciándola, besando entre las palabras. Puede que estuviera calmado ahora, pero era plenamente consciente que acababa de follar a mi esposa como un loco en el recibidor de nuestra casa.
—¿Estás bien?
—Mmm hmm —ronroneó sensualmente.
Me preguntaba qué estaba pensando. Aun así, sabía que no había nada que podría haber hecho diferente. Después de dejar a Oakley en el hospital, me había metido en un lugar muy oscuro dentro de mi cabeza. Entendía que la visita era necesaria, pero odié cada segundo de ella. Todo lo que quería era proteger a mi preciosa chica de las cosas que pudieran herirla. Y no fui capaz de hacer eso hoy. Tuve que hacerme a un lado y permitirle poner sus manos en ella… otra vez.
No pienses en esa mierda chupapollas.
Saliendo, subí mis pantalones, solo molestándome para que pudiera ser capaz de caminar. Ellos no estarían en mí en unos dos minutos.
Barrí mi mano sobre la magnífica imagen de su trasero y apreté una nalga, disfrutando de la vista.
—Eres tan… malditamente… hermosa. —La palabra ni siquiera hacía justicia a como lucía en este momento. No había palabras. Y nunca podría cansarme de mirarla.
Ella rodó su cuello como un gato consiguiendo un buen estiramiento a su manera. Mi chica parecía agradablemente saciada, pero yo no había terminado con ella todavía. La desesperada follada en el recibidor era simplemente un calentamiento.
—Creo que necesito estar de pie —dijo, desde su posición doblada en la mesa, su coño rosa enmarcado entre sus piernas abiertas, permaneciendo largas y rectas, todo el camino hacia los zapatos de tacón al final de sus delicados pies.
La culpa atravesó mis entrañas. Por supuesto que debía estar de pie. Estaba embarazada. Eres un maldito idiota a veces. La ayudé a enderezarse y la giré hacia mí.
—Lo siento por eso, nena. Déjame recompensártelo. —La recogí en mis brazos y la besé, aliviado de ver la sexy sonrisa burlona en sus labios cuando nos llevé hacia el dormitorio—. Voy a masajearlos durante largo tiempo.
—Bastante, por favor —tarareó en mi pecho.
Y eso es todo lo que tomó para que todo estuviera bien en el mundo. Sólo necesitaba una señal de ella. Una sonrisa, una palabra, una caricia… algo que me dijera que no estaba preocupada por mi pérdida de papeles, y que todavía me amaba. Eso, y el hecho de que tuviera al menos otro orgasmo cegador saliendo de mí. Paula, por otro lado, se merecía al menos dos más, además de un masaje muy agradable de pies.
—Lo será —le dije mientras la acostaba en nuestra cama.
En las FE(Siglas para Fuerzas Especiales)., los Capitanes lideran tropas de cinco hombres. Los escuadrones pequeños para operaciones tácticas requieren cero detecciones. Mis hombres fueron los mejores que el EB(Siglas para Ejército Británico) tuvo para ofrecer. Mauro, Dutch, Leo, Chip y Jackie. El día que encontramos al chico y a su madre muerta en medio de la carretera fue el último que estuvimos todos vivos al mismo tiempo. Por última vez que hermanos, maridos, padres e hijos de Gran Bretaña cogieron aliento. Veinte días después, ese número se redujo a… uno.
Mauro fue el único además de mí en lograr salir de la emboscada en la calle. Hubiera sido mucho mejor si no lo hubiera hecho…
domingo, 7 de septiembre de 2014
CAPITULO 181
Paula
Sabía que Pedro estaba en mal estado al segundo en que salí de la habitación de Facundo. Podía ver las líneas de preocupación alrededor de sus ojos y el duro gesto de su mandíbula. Y más que definitivamente, sentí la tensión de su cuerpo cuando se negó a que el auto nos llevara casa e hizo a Len esperar por nosotros en su lugar. Pedro no aceptaría otro bocado de nada del senador. Había terminado.
Al momento en que Leo nos dejó en el vestíbulo de nuestro edificio, Pedro me empujó dentro con pasos rápidos. No desperdició ni un segundo en un simple saludo a Claude, nuestro conserje, como siempre hacía. Nos movió con un singular propósito, arrastrándome al ascensor sin pronunciar una sola palabra.
Me llevó a una esquina y apretó su cuerpo contra el mío, dejando caer su cabeza en mi cuello e inhalando. Aún en silencio, simplemente me sujetó ahí y respiró de mí. Podía oler la esencia masculina y seductora emanando de él. El olor de deseo sexual, y las ardientes ganas de aparearse.
—Pedro —gemí su nombre.
—Shh. —Llevó un dedo a mis labios y lo mantuvo allí—. No hables.
Podía sentir la longitud de su polla presionando mi cadera y un largo escalofrío rodó por mi espina dorsal. Ya estaba mojada y él aún no me había hecho nada excepto presionar su cuerpo contra el mío y expresar su descontento por la conversación. Todo estaba en el poder de sugestión en sus
maneras, la forma en que me comunicaba con su mente y cuerpo lo que quería, era tan persuasivo.
Pedro quería follar.
A mí.
Sabía que él solo estaba frenando la tormenta de fuego que vendría hacia mí en el momento en que las puertas estuvieran cerradas.
El clic del pestillo de la puerta sonó increíblemente fuerte contra el tenso silencio.
Con mis sentidos en máxima alerta, me preparé para cuando viniera a mí. No tuve que esperar mucho. En menos de un segundo, estaba cubierta desde detrás por un duro cuerpo absorto en otro y con sólo una meta. Entrar en el mío.
Pedro tenía las manos debajo de mi falda y sus dedos deslizándose sobre mi clítoris antes de que pudiera dar un paso. Su contundente sondeo en mi sexo fue primitivo, y me envió a una lujuria instantánea. Fue su desesperación animal lo que accionó el interruptor. Pedro era una bestia salvaje justo detrás de mí, y la erótica imagen que evocaba en mi mente me volvía igual de salvaje.
—Así que ya empapada —ronroneó con aire de suficiencia en mi cuello, sus caderas empujando en mi trasero mientras tocaba mi coño, trabajándome hasta que mi cuerpo se hizo cargo, y mi mente no tuvo que pensar en otra cosa más allá de esto.
Me empujó hacia adelante, encima de la mesa del vestíbulo.
—Pon tus manos ahí y mantenlas —ordenó.
Cuando tomé mi lugar, sentí mis bragas bajar bruscamente, una pierna levantada fuera de ellas y entonces… sus mágicos dedos estaban de vuelta en mi coño. Gracias. Esta vez, él saqueaba desde el frente para poder triturarme desde atrás. Extendiendo mis jugos arriba y bajo, trabajándolos talentosamente alrededor con los dedos, acariciando y lubricando mi carne hasta que estuve cerca del orgasmo. Pedro era bien versado en los signos, y sabía por eso que él podía subir de marcha las cosas. Me dejó ir hasta que empecé a balancearme con el ritmo que él había marcado, montando su mano como una libertina. Entonces se detuvo.
—No —grité en protesta cuando sus dedos me dejaron.
—Te tengo, nena. Aguanta. —Golpeó mi nalga con una firme bofetada, el escozor aumentando mi placer a un nivel superior. Mis músculos se tensaron y se estremecieron, desesperada por él dentro de mí. ¿Cómo lo sabe?
El ruido de él bajándose la cremallera era el mejor sonido que había oído en todo el día. Todavía temblando, gemía en anticipación mientras sentía la punta de la cabeza de su polla en mi entrada, caliente y listo.
Apoyando los brazos en la mesa, miré hacia el suelo hecho de hermoso mármol Travertino. La escena debajo sólo podía ser descrita como sexo personificado. Piedra forrada cremosa, creada por la naturaleza, y yuxtapuesta con un desorganizado grupo de ropa abandonada. Los pantalones gris oscuro de Pedro y el cinturón de cuero amontonado debajo de sus rodillas, mis bragas rosas de encaje enrolladas todavía en mi tobillo izquierdo, mis altos zapatos Gucci de punta abierta sosteniendo mis piernas. Un espectáculo realmente asombroso para la vista, debido a lo que representaba. Salvaje, sexo sucio entre dos amantes demasiado desesperados como para molestarse en desnudarse.
Y también que estaba a punto de ser follada hasta quedarme sin sentido.
Pedro me llenó con un empuje constante, sus manos en mis caderas para impulsarse. Hizo ese gemido entrecortado de placer que adoraba escuchar de él cuando se hundía en mí.
—Siéntelo, mi bella. Todo esto… sólo para ti. —Siguió con un glorioso deslizar de su gruesa polla—. Te ves tan bien, tan jodidamente hermosa en este momento, doblada sobre la mesa… —se sumergió más profundamente en mi interior— tomando mi polla.
Dios, se sentía tan bien dentro de mí.
—¡Sí… ohh! —No podía responder a sus eróticos desvaríos con ninguna coherencia. Todo lo que podía hacer era tomarlo.
—¡Me perteneces! —Ladró con empujes más duros, su ritmo casi castigador mientras golpeaba más rápido.
Sí, lo hago. Mi hombre intentaba restablecer su reclamo sobre mí después de dejarme en el hospital. Él necesitaba esto. Yo lo necesitaba. Una y otra vez bombeaba dentro de mí, su carne caliente hundiéndose y retrocediendo en un endiablado avance que me dejó casi sin poder respirar.
—Quiero escucharte decirlo —gruñó él.
Mi orgasmo construyéndose, apenas podía pensar, y mucho menos hablar, pero su demanda siempre lo sacaba de mí.
—¡Oh Dios mío, Pedro… sí… sólo te pertenezco a ti!
Sentí la primera convulsión empezar, llevándome a la cima cuando me cerré sobre su polla martilleando tan duro como pude.
—Oh, mierda, sí. ¡Apriétame justo así! —Su mano agarró mi cabello en un enorme puñado y tiró de mi cuello hacia atrás.
Entendía por qué. Pedro necesitaba la intimidad de nuestras bocas y ojos encontrándose, no sólo la unión de nuestros sexos. Llevó su otra mano alrededor de mi garganta y me sostuvo inmovilizándome, su polla golpeando sin descanso desde atrás mientras tomaba mi boca. Su beso fue abrasador, devorante y voraz. Me mordió y succionó con sus labios ásperos y dientes, poseyéndome en todos los sentidos, demostrando que yo era, de hecho, suya.
Justo como yo necesitaba serlo.
Cuando llegué al clímax en una bendecida explosión de intensidad, su lengua se hundió profundamente en mi boca reclamando mi aliento, mi alma, mi todo.
Sentí que se endurecía y se hinchaba dentro de mí. Grité su nombre en un largo y bajo gemido, incapaz de vocalizar otra cosas que no fuera una palabra. “Pedro” era la única palabra que conocía.
—Te amo —dijo él con voz áspera contra mis labios, justo antes de que empezara a correrse.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)