sábado, 13 de septiembre de 2014
CAPITULO 200
PAULA
4th de Enero
Londres
La caridad que mi padre defendió cuando estaba vivo envió una notificación a donde sea que una donación hubiese quedado en su nombre. La cantidad de gifs en el mensaje que acababa de leer dejaron molestos a mis globos oculares. Lo revisé de nuevo, contando los dígitos para asegurarme. Todos los seis.
La segunda sorpresa fue el mensaje que quedó del donante en la sección de comentarios.
Por favor déjame hacerlo bien, Paula.
Facundo.
No podía creer lo que estaba viendo. ¿Facundo había hecho esto? ¿Había hecho una obscenamente gran donación en nombre de mi padre a la Fundación Meritus College? ¿Asistencia desamparada, pero motivada para que los niños consigan una educación universitaria?
¿Por qué haría él eso?
En verdad no podía imaginar porque lo haría, pero sabía que necesitaba averiguarlo. Así que fui por mi monedero y rebusqué alrededor en el lado y en los bolsillos del exterior hasta que encontré la tarjeta que me había dado. Le di la vuelta y leí el mensaje que había escrito a mano con bolígrafo azul, solo para asegurarme.
Por favor déjame hacerlo bien, Paula.
Le envié un mensaje con las manos temblando y un corazón latiendo, por miedo a escuchar lo que él quería decirme, pero sabía que el momento de saberlo había llegado.
Pedro estaba en las oficinas, preparándose para su viaje a Suiza al día siguiente. Tampoco le había hablado sobre el intento de Facundo por intentar encontrarse conmigo, en su cama de hospital, y después de mi chequeo prenatal. Había encontrado que cuanto más tiempo pasase, simplemente no quería sacarlo a la luz. ¿A qué propósito serviría?
Necesitaba continuar y lidiar con el aquí y el ahora en lugar de morar en la mierda que había ido mal hace años.
No se lo dije a Pedro, a pesar de que sabía que probablemente debería haberle dado una advertencia. No estaría cómodo conmigo viendo sola a Facundo, y sería excesivamente territorial hasta el punto de cualquier encuentro, incluyendo su presencia, esto lo haría inútil. No, necesitaba encontrar a Facundo por mi cuenta. Ese era mi territorio. Mi pasado. Y yo era la única que necesitaba enfrentarlo, y ponerlo a descansar.
Así que en su lugar le dejé una nota corta en el mostrador de la cocina. En caso de que llegase a casa antes que yo, encontraría mi nota diciendo que me fui a caminar.
En favor de algo de ejercicio, caminé hasta el Hot Java, la cafetería alrededor de la esquina del apartamento.
Facundo llegó antes que yo y estaba esperando en una ventana ladeada, en una mesa para dos. Se veía como lo hizo la última vez que lo vi —completa y totalmente diferente al chico que había conocido hace una eternidad. En tantas formas que era verdad. Ahora era una celebridad política, el tatuado, hijo-héroe de guerra del Vicepresidente Electo.
También había tenido un escolta esperándole —mayormente del Servicio Secreto, considerando el riesgo terrorista. Para alguien como él, debía ser enorme.
Se veía miserable sentándose frente a mí, y me preguntaba si aún tenía algún dolor físico por su herida.
—Regresaré a los Estados Unidos muy pronto. Representación de orden por la inauguración. —Se dio golpes en la pierna con un dedo tatuado—. Pero extrañaré Londres. Es un buen lugar en el que desvanecerse.
Si, lo es.
—¿Por qué enviaste esa gran donación en nombre de mi padre? ¿Es de verdad algo en lo que quieres gastar tu dinero, Facundo? —pregunté, poniendo la bolsa de té de frambuesa en mi taza en un pequeño vértice de lo sobre-estimulante. Sin importar cuánto había pensado en ello, no podía por mi vida, ver su motivación por el dinero. Así que, todo con lo que me quedaba era la inimaginable idea de que él realmente podría estar arrepentido.
Importa. Mierda.
Facundo miró fuera de la ventana del café, mirando la concurrida calle con tráfico, y los igualmente ocupados peatones del tráfico, arreglándoselas con la llovizna invernal para ir a sus asuntos.
—Gracias por encontrarme, Paula. Esto es algo que he querido durante mucho tiempo… y además, temido. —Puso los ojos en negro al mirarme cuando terminó de hablar.
—Dijiste… dijiste que querías decirme lo que ocurrió en realidad en la fiesta. —Podía sentir a mi corazón latiendo erráticamente profundo en mi pecho.
—Sí. —Se movió en su asiento y pareció abrazarse a sí mismo por lo que quería decir—. Pero primero, quiero que tengas mis más profundas disculpas por cómo te traté, las cosas que te hice, por cuanto te herí. No tengo justificación por todo lo que hice, ni excusas, solo arrepentimiento.
Sus ojos me golpearon, un rastro de anhelo en su expresión —por qué, no estaba segura. ¿Anhelo por mí? ¿Por lo que podría haber ocurrido con nosotros?
—Así que, antes de que te cuente el resto, quería que al menos escuchases esa parte.
Sentí algo extraño más brillante en mi interior, como una grieta cortándose de un lago congelado. No podía siquiera hablar, pero me las arreglé para comprender sus disculpas al asentir con la cabeza.
—¿Viste el video, Paula?
Asentí de nuevo con la cabeza de nuevo y mantuve los ojos en mi taza de té de frambuesas.
—Una vez. Eso fue todo lo que pude ver… —Mi mente se puso en blanco ante las imágenes recordadas que destellaron en mi cabeza. Los otros chicos, yo siendo usada, la risa, la letras de la canción, el tormento de mi cuerpo con objetos, como me hablaban como si fuera una puta que quería todo lo que ellos me estaban haciendo.
—Lo siento mucho… no tenía intención de ir tan lejos —dijo.
—¿Entonces qué maldita intención tenías al filmarnos? —Espeté, levantando la cabeza—. ¿Siquiera recuerdas lo que ese video me hizo? ¿Cómo cambió mi vida? ¿Qué intenté matarme debido a eso? ¿Eres consciente de todo eso, Facundo?
—Sí. —Cerró los ojos y parpadeó—. Paula, si pudiese regresar… solo… estoy muy arrepentido.
Me senté ahí y lo miré, casi sin creer lo que estaba esperando. Durante tanto tiempo había entendido mi oscuro lugar por lo que era. Un hecho malvado, hecho para mí por gente malvada, desprovisto de arrepentimiento, o incluso humanidad por sus acciones. Pero con Facundo ante mí, disculpándose con tanta sinceridad, no parecía tan malo para nada… y era un concepto muy difícil de aceptar.
—Entonces… ¿cuál era tu intención esta noche, Facundo? Si sientes que debes hacer las cosas bien conmigo, entonces imagino que tendré que intentar escucharlo.
—Gracias —susurró, golpeando la parte superior de la mesa con la mano delicada, rítmicamente, solo sus dedos levantándose y bajando. Los tatuajes que le decoraban cubrían toda la superficie de su mano derecha —un esqueleto de huesos en la mano intercalado con telarañas entre los huesos individuales de los dedos.
Me preguntaba lo que Papi-P pensaba de toda la tinta en su hijo.
Después de un momento comenzó a hablar.
—Fui un completo idiota contigo —comenzó—, sé eso, y no tengo excusas, pero cuando salí de Stanford y averigüé que estabas con otros chicos cuando me fui, enloquecí de celos porque cualquier te tendría. Quería castigarte por ello ya que así es como mi mente funcionaba por entonces. —Comenzó a girar el pulgar al lado de su taza de café—. Me emborraché en la fiesta con la intención de filmarnos teniendo sexo, así te lo enviaría como un recordatorio de que eras mi novia, y nadie más se metía en lo que era mío cuando estaba lejos en la universidad. —Se aclaró la garganta y continuó—. Ese fue el alcance de lo que planeé para el video, Paula. Nunca lo habría publicado en algún otro lugar, o mostrárselo a otras personas. Era un recordatorio mío… para ti.
—Pero, esos otros… Luciano Fielding y Eric Montrose, estaban ahí. —No podía mirarle, así que en su lugar simplemente miré fuera de la ventana a la lluviosa acera y a las personas ocupadas.
Sin embargo, seguí escuchando.
—Sí —dijo con tristeza—. Te emborraché, pero estaba incluso más agotado hasta el punto de que pasé después de que… terminé. Esos dos habían venido a casa conmigo durante las vacaciones de fin de semana y sabían que estaba inclinado a enseñarle a mi novia una lección que ella nunca olvidaría. Les dije lo que iba a hacer con el video de sexo. Como un idiota. Era tan arrogante que nunca imaginé que intentarían entrar. Puedes ver con claridad en el video que después de que follo, después de que termino, no estoy de nuevo ahí en la pantalla. Hay un corte en la filmación, y ahí están solo Fielding y Montrose… y tú. Confía en mí, lo vi una y otra vez, horrorizado por lo que hicieron.
—Aparté la mirada de la ventana y estudié su rostro. Encontró mi cabeza sin protegerse. Vi culpa y arrepentimiento en él—. Paula, yo… yo nunca quise…
Sabía que Facundo me estaba diciendo la verdad.
—Nos vieron… y entonces cuando me marché, se quedaron al cargo. Ni siquiera recuerdo dejarte en esa habitación de juego, Paula. Me desperté a la mañana siguiente en la parte trasera de mi coche. El video ya había sido posteado en una página de compartir y era demasiado tarde. Se distribuyó durante todo el fin de semana. —Se abrazó la cabeza y la sacudió con lentitud—. Y esa música que pusieron ahí…
Intenté recordar la secuencia de imaginería, pero había estado tan traumatizada por mi video visto una sola vez, que en realidad no podía sacar muchos recuerdos de la involucración de Facundo para nada. Sabía que había estado enfadado conmigo por salir con Bruno. Ser una inmadura zorra de diecisiete años no me había dejado con buenas habilidades en donde iba, lo que hice, o con quien lo hice. Tristemente, aprendí la lección de una forma dura, pero aún era remarcable a escuchar esta nueva información de Facundo.
—Entonces, ¿no lo hiciste porque me odiabas? —le hice la pregunta que siempre había querido que se respondiese.
Era lo que nunca tuvo sentido para mí. Habíamos tenido problemas, pero nunca me había sentido odiada por Facundo antes de esa noche. El video se había sentido como odio hacia mí por todo el intermedio de siete años, y había sido difícil soportarlo porque era demasiado confuso.
—No, Paula. Nunca te odié. Creí que me casaría algún día contigo. —Sus oscuros ojos parpadearon hacia mí, la culpa y tristeza claramente legibles en ellos.
Jadeé, incapaz de responder a lo que acababa de decirme. No tenía opción, así que me senté ahí en silencio y lo miré, incapaz de hacer algo más.
Deslizó su mano hacia adelante como si fuese a coger la mía, pero la apartó a tiempo, dejando a sus dedos a unas pulgadas de distancia de la mesa. Era tan extraño que cogí mi taza de té y lo sostuve con ambas manos para que pudiese darles utilidad.
—Intenté llamarte y verte, pero tu padre y el mío, lo detuvieron. Mi padre me informó de que yo moriría antes de que él me permitiese destruir su carrera política. Me retiró de la universidad y me alistó en el Ejército en dos días. Fui enviado en barco hasta el Fuerte de Benning para Entrenamiento Básico, y no había nada que pudiese hacer. Ni siquiera podía llamarte para decirte que lo sentía, o averiguar cómo estabas. —Extendió la palma arriba en pregunta—. Y ahora con las aspiraciones políticas de mi padre… estoy atrapado en todo ello, realizado sin una forma de salir. Y con él en el Ala Este, estoy más atrapado que antes… —se detuvo con tristeza.
Guao. Solo Guao. Nunca en mis más salvajes sueños habría imaginado esta realidad. No sabía que decirle, o como responder así que nos sentamos ahí en silencio juntos durante un minuto. Él ni siquiera sabía sobre la otra sórdida historia que conectaba todo el desastre —el motivo detrás de las muertes de Montrose y Fielding, el intento de chantaje de Bruno, el asesinato de mi padre —todo era debido al video.Facundo no lo escucharía de mí, tampoco. Los eventos habían evolucionado, y era el momento de ponerlos en el suelo para bien. Nunca nada cambiaría mi más grande perdida, devolverme a mi padre.
Mecí mi estómago protectoramente, necesitando consuelo de algo puro e inocente. Con tanta maldad en mis veinticinco años —sin duda podía encontrar algo hermoso y pacífico moviéndose hacia adelante. Y como un mensaje desde arriba, fui recompensada con un pequeño empujón justo debajo de mis costillas como si dijese “aún estoy aquí y sé que eres mi mamá.” Sí, mi pequeño ángel mariposa, lo soy.
—Entonces, tu vida cambió después de esa noche… al igual que la mía, —dije después de un momento.
—Sí. Las elecciones que hice esa noche cambiaron todo.
NOS despedimos en la concurrida calle con más del medio circo que había experimentado antes, con seguridad, y conductores, y fotógrafos. En realidad necesitaba regresar al apartamento para comenzar la cenar para Pedro ya que esta era nuestra última noche juntos durante un fin de semana. Tenía que marcharse a Suiza muy pronto por la mañana.
Todo el encuentro con Facundo había sido un lado bizarro de las cosas, pero me sentí mucho más ligera de culpa después de escuchar su revelación. Aún avergonzada por mi conocimiento de lo que me llevó a estar en esa mesa de billar hace siete años, pero una gran auto carga me era liberada. Me sentí tremendamente aliviada, y por primera vez, sentí como la sensación en realidad podría quedarse conmigo.
—Gracias, Facundo.
Me miró con curiosidad.
—¿Por qué, Paula?
—Por hablarme de tu historia. Por algún motivo, me ayuda a dejar ir… eso. —Descansé la mano sobre mi vientre, incapaz de explicar tal pensamiento privado con algún tipo de comprensión clara, pero lo hacía sentir perfecto para mí—. Pronto seré madre, y quiero que mi bebé tenga una madre que pueda mantener su cabeza en alto, y que sepa que no hará nada malo, que es una buena persona, quien hizo estupideces a lo largo de una línea de estupideces.
—Eres una buena persona, Paula… y desafortunadamente todos hacemos estupideces. Y a veces las cosas malas nos ocurren sin ninguna intervención de las estupideces que hacemos. —Miró a su prótesis.
—¿Qué harás ahora, Facundo?
—Regresaré a casa e imagino que ahora puedo hacer lo que terminé con el Ejército. Aprender a vivir con una pierna. Tal vez regresar a la universidad y finalmente graduarme en un grado de derecho.
—Entonces deberías hacerlo, si eso es lo que quieres. —Sonreí—. Apuesto a que a los estirados profesores de derecho en Stanford les encantarán tus tatuajes.
Se rió.
—Sí, tanto como a las personas en D.C., pero es bueno sacudir las cosas una vez en un tiempo. —Su conductor abrió la puerta del coche, señalando que era el momento de irse.
—Creo que estás siendo convocado —dije, gesticulando hacia el coche.
—Sí. —Parecía que tenía más que decir mientras sus ojos me estudiaban—. ¿Paula?
—¿Sí, Facundo?
—Decirte que tú también me ayudaste. Más de lo que nunca sabrás. Merecías escucharlo de mi parte desde hace mucho tiempo. Así que de nuevo, gracias por verme. —Cogió un profundo respiro como si estuviera reuniendo fuerza—. Eres más hermosa ahora que antes, cuanto tenías diecisiete años, y estoy tan contento de verte embarazada. Vas a ser una maravillosa madre. Y quiero que recuerdes que eres preciosa a pesar de cómo nos vemos a veces. Voy a recordarte justo como eres ahora. —Finalizó con una sonrisa, pero podía ver como toda la confesión estaba comenzando a llegarle. Este encuentro había sido emocional para él, para mí, y ahora era el momento de despedirnos el uno del otro.
No estaba muy segura de cómo responder a sus cumplidos, pero de nuevo, eran alentadores al venir de él.
—Te deseo lo mismo, Facundo—Extendí la mano hacia él—. Espero que consigas la oportunidad de perseguir tus propios sueños ahora.
Tomó mi mano ofrecida y se inclinó hacia mí para un medio abrazo, incluso a presionar su mejilla contra la mía.
Entonces regresó a la limusina, la ventana tintada tan negra que le hacía invisible para mí en el instante que la puerta se cerró detrás de él.
Y así, Facundo Pieres se fue.
CAPITULO 199
PEDRO
3 de enero
Londres
VIENDO a Paula poniéndose su maquillaje no podía apartar los ojos de ella. Tenía la esperanza de que no me viera mirándola, porque no quería que se sintiera cohibida. Sabía que estaba un poco preocupada, porque su cuerpo había cambiado mucho. Pero para mí, mi chica estaba más hermosa que nunca. Nuestro pequeño arándano estaba creciendo junto con ella, y ahora era una personita diminuta de treinta y dos semanas, que pateaba y se retorcía alrededor de mí todo el tiempo.
—Será mejor que empieces a prepararte o vamos a llegar tarde. Los planes de tía Maria no esperan a ningún hombre... —se interrumpió, sin apartar su concentración del espejo donde se estaba aplicando algún tipo de mancha oscura alrededor de los ojos. Llevaba un atuendo corto de encaje negro que me ponía duro con solo mirarlo, pero solo estaba medio vestida.
Me di cuenta rápidamente, que sería mejor apegarnos al plan o nunca llegaríamos a tiempo a la cena de cumpleaños de papá. Así que me obligué a pensar en algo no muy interesante, como el trabajo en su lugar. No tomó mucho tiempo. El pensar en el joven príncipe Christian de Lauenburg XT de Europa sin duda ayudó a enfriar mi pene.
Mi viaje era solo en dos días y ya temía dejar a Paula.
Ridículo trabajo de mierda.
—Pero me gustaría mucho más observarte —dije.
Ella hizo un sonido suave.
—Bueno, mi trasero está creciendo cada segundo, en competencia directa con mi vientre. Espero que mi trasero no gane. Al final de esta carrera, solo quiero al bebé y no el culo extra. —Me miró por el espejo, su expresión me regalaba un poco de lo que estaba en su mente. Aun así era mi chica. Sin embargo, me encantaba ese aspecto de ella. Me hacía incluso más determinado a estar tan cerca de ella como me fuera posible, para que pudiera tocar, saborear y absorber cada molécula disponible. Mi necesidad de Paula seguía siendo tan fuerte como siempre. No tenía dudas de que jamás cambiaría.
—Tu culo es la perfección y nunca me escucharás quejarme de tener un poco más de ti para agarrar. —Le di un guiño lento y una sonrisa lasciva—. Desde aquí, ni siquiera parece que estuvieras embarazada. —Llegué detrás de ella, mis manos deslizándose por el resto de su panza—. Tengo que hacer esto, para comprobar si realmente tienes algo aquí. —Extendí mis palmas sobre la firme protuberancia redondeada de nuestro bebé creciendo fuerte en su interior.
Se inclinó hacia atrás y descansó su peso contra mí.
—Oh, algo de esto es cierto —dijo— que tú lo pusiste allí.
Me reí en voz baja detrás de ella.
—Realmente disfruté haciéndolo, por cierto.
—Creo recordar que lo hiciste —dijo secamente.
—Oh, tú lo disfrutaste también. —Deslicé mis manos hacia arriba, hasta sus deliciosas tetas y levanté una en cada mano, apretando suavemente—. Ahora, éstas… son una historia diferente. Han cambiado en el buen sentido y malditamente amo la transformación.
—Me he dado cuenta. —Cerró los ojos por un momento e inclinó su cuello, permitiéndome que la tocara a mi antojo. Siempre dándose a sí misma y a mis locas necesidades.
—Mmmm… eso se siente perfecto para mí, Sra. Alfonso y siempre lo será.
—¿Te he dicho alguna vez lo mucho que me encanta cuando me llamas Sra. Alfonso? —preguntó perezosamente, mirándome con esos hermosos ojos.
—Un par de veces, sí. Y estoy encantado de que te guste tu nuevo nombre. —Le sonreí en el espejo—. Sabes que amo decírtelo. Sabes que amo que mi nombre sea tu nombre ahora. Amo un montón de cosas… ahora.
Alargó la mano para sostener mi mejilla, sin dejar de mirarme en el espejo.
—Pero tú también estás consiguiendo un nuevo nombre. Ya tenemos a alguien que pronto llegará con nosotros y te conocerá por un solo nombre y no será Pedro.
—Papá.
—Sip. Serás el papá de alguien ahora. —Sonrió suavemente, una mezcla de felicidad y tal vez un poco de tristeza ante el pensamiento de su propio padre—. Serás el mejor de todos… —susurró.
Paula siempre me sorprendía con su generosidad —su capacidad para ser tan amorosa incluso al enfrentarse con el dolor y la pérdida. Valiente. Fuerte. Magnífica. La besé en la parte posterior de su cuello y apoyé mi barbilla en su hombro, los dos nos miramos en el espejo.
—Me encanta como suena, papá. Yo soy un papá y tú eres una mamá.
—Lo somos, sin duda
Regresé mis manos a su estómago.
—Amo a nuestra pequeña piña. —La giré para que me mirara y tomé su sonriente rostro en mis manos—.Y te amo, Sra. Alfonso.
—Yo te amo más —dijo.
viernes, 12 de septiembre de 2014
CAPITULO 198
PEDRO
24 de diciembre
Londres
—ES hermosa, inteligente, sexy como el infierno, y es genial con la comida. —Llegué a ella por detrás pegándome a su cuerpo mientras trabajaba en la encimera de la cocina—. Trata en otros lugares —dije, apropiándome de un bizcocho de azúcar en forma de pájaro y haciéndolo estallar en mi boca—. Dulce y… tú. —Agarré un puñado de su trasero y le di un apretón mientras el dulce de mantequilla se derretía en mi boca.
—Ladrón —dijo.
—Me quieres a pesar de mi robo. —Froté mi nariz con la parte posterior de su oreja.
—Lo hago, es cierto. La primera cosa que robaste fue mi corazón —dijo dirigiéndose a mis labios por un beso dulce—, y nunca quiero que me lo devuelvas.
—Eso es algo bueno, porque es todo mío —murmuré antes de que saqueara sus labios con mi lengua.
—Dices las cosas más agradables para mí.
—Pero todas son verdaderas —dije, haciendo que me mirara, con las manos ligeramente entrelazadas bajo su espalda—. Eres hermosa. —Otro beso profundo—. Retorcidamente inteligente. —Arrastré mis labios por su mandíbula y su cuello—. Tan sexy que me haces arder. —Moví mi boca más abajo, hacia el escote que día tras día estaba creciendo más—. Y una bruja-cocinera experta. —Molí mis caderas en las suyas, dándole una buena sensación de exactamente cuánto apreciaba todos sus talentos.
PAULA
—Fue hace un año cuando nos cruzamos en una tienda de acuarios, sin tener idea de que llegaríamos a este lugar en nuestra vida juntos. —Arrastré mis dedos sobre el brazo de Pedro mientras estábamos tendidos en el sofá en nuestros costados, mirando las luces en el árbol enmarcado por las luces de la ciudad de Londres—. ¿Te acuerdas?
—Oh, sí. He recordado muy bien cada día desde que apareciste. Cada vez que veo a Simba en su tanque, lo recuerdo. —Frotó mi vientre en un círculo, con sus manos tocándome en cualquier lugar que cómodamente pudiera alcanzar en nuestra posición—. Sobre todo con mi regalo de cumpleaños, que es perfecto, por cierto. Estoy seguro de que incluso Simba está de acuerdo.
—Me alegro que te guste, cariño. Eres un tipo duro de comprar. Sin embargo, Dory es la novia perfecta para Simba, él definitivamente necesitaba a una buena mujer para mantenerlo a raya.
Él se rio entre dientes.
—Justo como yo.
—Eso es cierto, pero todavía falta mucho para mi cumpleaños. Tú me compras un carro de lujo y obtienes un nuevo pez.
—Me encanta mi nuevo pez —dijo indignado—, un pez cirujano azul para mi cumpleaños era mi mayor deseo.
Me reí de su estupidez, era encantador que mi chico serio pudiera bromear y burlarse de mí tan fácilmente. A pesar de sus experiencias de vida, Pedro fue bendecido con un maravilloso sentido del humor, que yo apreciaba en él.
Podía hacerme reír tan fácilmente como podía hacerme arder. Un hombre con un talento único.
—Así que, realmente, hoy es una especie de aniversario entre nosotros si piensas en ello —dije.
—Un año. —Inhaló fuertemente en mi cuello—. Ni siquiera puede verte bien, pero sí recuerdo tu sombrero púrpura y la bufanda, y por supuesto, cómo fuiste alcanzada por la tormenta de nieve en Noche Buena.
Teniendo en cuenta que era invierno y estábamos desnudos en el sofá de la sala de estar, me sorprendió lo caliente que me sentía, sin ningún tipo de frío incómodo en la habitación. Sexo caliente y un horno radiante pegado contra mi trasero, en la forma de mi esposo, funcionaban de maravilla, al parecer.
—Bueno, la nieve era mágicamente hermosa, y tienes que entender que una nevada de Navidad para una chica de Cali es probablemente un acontecimiento de una vez en toda su vida.
—Nunca se sabe, ahora que vives aquí, podrían nevar de nuevo algunas Navidades. —Sus labios rozaron la parte de atrás de mi cuello.
—Es cierto. —Me estremecí bajo sus labios haciendo trazos sobre mi piel desnuda—. También me acuerdo de estar celosa de esa mujer que llegaba a olerte todo el tiempo, y era divertido, pero yo tampoco te veía a ti. Si lo hubiera hecho, habría sabido que eras el chico de la noche del espectáculo de Oscar.
Me besó a lo largo de la parte superior de mi hombro.
—El espectáculo de Oscar, la mejor noche de mi vida.
—No para mí —dije, acurrucándome más profundamente contra él—. Estoy bastante segura de que ahora mismo es la mejor noche de mi vida.
—Mmmm… ¿no te importa que no estemos en alguna noche festiva por la temporada?
—Umm, no, no en absoluto. Además, vamos a tener un día completo de ello mañana en la casa de tu papá.
—Preferiría haber pasado la Navidad en Stonewell en vez de aquí —dijo en voz baja, con una mano deslizándose hacia arriba de mi torso y acariciando un pecho, levantando el peso y rodeando el pezón—. Pero no podríamos haber hecho esto… así que tal vez no.
Me reí de su lógica.
—Sí, cubos de pinturas y poderosas herramientas plantean un problema para poder encontrar lugares cómodos para echar un polvo. —En realidad habíamos considerado pasar las vacaciones en el país, pero las renovaciones en curso en Stonewell nos ayudaron a tomar la decisión de quedarnos en Londres en su lugar. Aquí, las cosas estaban en su mayoría organizadas, con la excepción de la conversión de un dormitorio vacío en el cuarto del niño.
—Imagino que habría encontrado una manera de violarte en medio de todo ese equipo gigantesco —dijo susurrando en mi oído, mientras empujaba contra mi culo, con una longitud caliente de masculinidad queriendo más de lo que ya habíamos hecho.
Una vez nunca era suficiente para Pedro, y estaba perfectamente bien con eso. Tenía esperanza de que su necesidad no se fuera a ningún lado. No creía que pudiera prosperar sin ella.
****
—Quiero esto —dijo con voz áspera, introduciendo dos de sus dedos en mi entrada trasera con una presión determinada, enviando sacudidas de excitación, disparándose por todas mis zonas erógenas.
—Sí… está bien. —Dos palabras y ya había terminado de hablar. La mayoría de las conversaciones que podía manejar en mi creciente estado de estimulación. La anticipación de lo que iba a hacer con mi cuerpo me enviaba dentro de una neblina sexual de necesidad y deseo, dejándome incapaz de vocalizar demasiado. Nunca importaba lo que fuera que hiciera, lo haría bien. Pedro se aseguraría.
—Me dejas sin aliento —ronroneó por detrás, donde se encontraba trabajando para prepararme para tomarlo dentro. Sabía que estaba mirándome fijamente, excitándose por la visión de verme de rodillas e inclinada hacia adelante.
Sentía las gotas del lubricante que bombeaba desde la botella para ayudarle a facilitar el camino. Era grueso, ancho y perfecto, pero aun así apreciaba la lubricación.
Sus manos se apoderaron de mis nalgas y las abrieron.
Me di cuenta de lo que se avecinaba el instante antes de que lo sintiera. Su gloriosa lengua.
Pedro usó eso en mí primero, la suave burla de mi estrecho agujero, conduciéndome a una especie de estado indefenso donde me estremecía, flotando entre este mundo y otro lugar.
Detuvo su lengua y se colocó en posición.
—Lo haces, nena. Me dejas sin aliento. —La cabeza de su pene fue contra mi carne—. Cada vez. —Empujó hacia adelante, penetrando con solo la punta de su pene—. Mierda. —Sentía la enormidad de su carne tratando de fusionarse con la mía, la intensidad de su necesidad de hundirse en mí y las ansias que sentía por que lo hiciera— ¡TIEMPO! —gritó en un gemido fuerte, y su pene se deslizó dentro, llenándome en todo su camino hasta la raíz, sus bolas golpeando contra mi sexo con una sacudida.
—¡Oh! —Di un grito ahogado ante su dura, pero hermosa invasión, deshaciéndome por la calidez sexual y la extrema sensación de saciedad que rayaba en dolor, pero sin cruzar la línea. Justo mostrándome la verdadera intensidad que estaba por venir, una vez que empezó a moverse dentro y fuera de mí en largos movimientos a propósito. Comencé a temblar, casi fuera de mi mente con sensaciones tan intensas que apenas podía respirar.
—¿Estás bien, hermosa? —dijo con voz áspera en la parte posterior de mi oreja, con su barba raspando mi piel mientras clavaba su barbilla en mi hombro para contenerse, esperando mi respuesta. Buscando mi aprobación, para él, de él tomándome, de la dominación física de mi cuerpo.
Yo siempre se la daría. Lo deseaba tanto.
—Síííí. —Rodé mi cabeza hacia atrás, incapaz de decir más de una palabra más. Tenía que concentrarme en mantenerme entera antes de que explotara en millones de pedazos. Nuestra unión se sentía tan abrumadora.
—Oh, mierda, sí. —Llenó una de sus manos con mi cabello y empezó a moverse dentro de mí, largos y cuidadosos deslizamientos de carne masculina perforándome con exquisita deliberación—. Tan bueno, nena… —Gimió con cada embestida, llenándome profundamente, llevándome a lo largo de un viaje erótico, un viaje lleno de lujuria y de sensación—. Eres tan hermosa… y jodida e increíblemente sexy —canturreó, trabajando su pene con la habilidad que había llegado a conocer y a amar. Poseyéndome por completo, cada parte de mí al descubierto.
También escuché algo más en su voz. Una especie de desesperación —un frenético deseo de fundirse conmigo. Un deseo oscuro ansiando que su cuerpo envolviera el mío completamente, no podía haber ninguna delimitación dónde empezaba y terminaba. Su pene, sus dedos, su lengua, su aliento, su semen —su todo, lo quería dentro.
Y así, Pedro me tomó hasta que me elevó a los más altos picos de la liberación, y me sostuvo cuando me rompí en billones de fragmentos de gloria resplandeciente. Tragó mis gritos con su boca, y me dio más de él, su pene hinchándose con irracional dureza, preparada para estallar.
Dijo cosas mientras se venía, estremeciéndome con declaraciones de amor y adoración… solo para mí… y así me llenó de sí mismo.
CAPITULO 197
PEDRO
—ASÍ QUÉ, ¿qué pasó contigo? —preguntó, sus ojos sin revelar nada de la naturaleza de sus verdaderos sentimientos. Las flores fueron aceptadas y olfateadas apreciativamente, pero estábamos en público y Paula era reservada. Quizás ella realmente quería golpear todo el ramo sobre mi cabeza. La jodiste. Todo lo que podía hacer era esperar a que me perdonara por mi enorme lío.
—Esta mañana salí del departamento sin mi teléfono. Perdón por eso.
—Eso no suena como tú, Pedro. —No levantó la vista de su menú cuando habló. Sí… estás en un lío de mierda.
—No, no lo es. Me temo que estaba distraído cuando salí.
—¿Y por qué fue eso? —Le dio vuelta a su menú, estudiándolo como si fuera un raro libro en la Colección de la Biblioteca Británica.
Desesperadamente deseé haber tenido la oportunidad de fumar antes de correr hacia aquí.
—Bueno, no te lo dije porque no estaba seguro que sería aceptado —bajó su menú y finalmente me miró—, pero tuve mi primera consulta con el Doctor Wilson en el Centro para Combatir el Estrés esta mañana. —Sus ojos marrones me miraron fijamente sobre la mesa—. De acuerdo, bien… el centro está todo el camino fuera de Surrey, y estaba saliendo del consultorio para encontrarme contigo para la cita del Doctor B y me encontré con Sarah. Ella también utiliza el CCE. Estaba horriblemente atrasado para ese momento y no tenía ninguna manera de contactar contigo, así que le pedí prestado el teléfono a Sarah…
—¿Encontraste alguien? —interrumpió ella, su cara llena de la chispa y el fuego que amaba ver. Me sentí mejor al instante.
Asentí.
—Lo hice, nena. Le estoy dando una oportunidad al Doctor Wilson de rasgar a través de mí.
Ella estiró su mano sobre la mesa.
—Estoy muy contenta. Tan contenta de oírte decir esto, Pedro. Es la mejor noticia que he escuchado en todo el día —dijo tirando de mi mano hacia su mejilla.
Sentí que algo más que mi tardanza estaba preocupando a mi chica.
—¿Por qué? ¿Estuvo todo bien con el Doctor B? ¿Algo que necesite saber, Paula?
Ella frunció sus labios y lentamente sacudió su cabeza de un lado al otro.
—Nada que reportar del Doctor B. El bebé calabacín de veintinueve semanas está creciendo adecuadamente. Todos sus sistemas están bien. —Me dio un lento guiño.
Esa es mi chica sexy.
—Así que, ¿estás diciendo que el Doctor B es todavía mi mejor amigo? —Ella se río de mí silenciosamente, amando burlarse de mí en lugar de interrumpirme. Era gracioso —y no lo era. Solo teníamos que ser más creativos cuando llegaba el momento de que disminuyera el sexo. No me podía resistir si la tenía cerca de mí, para acariciar y para olerla. La intimidad era mucho más que solo hacerlo. Había aprendido bien esa lección en un corto tiempo desde que había encontrado a mi Paula.
—Sí, él todavía es tu amigo. Pero, quiero saber sobre tu visita al Centro para Combatir el Estrés. —Me sonrío completamente de vuelta a su feliz y brillante naturaleza—. Cuéntame sobre el Doctor Wilson. Quiero saberlo todo.
¿Cómo puedo contarte todo, mi querida hermosa? ¿Cómo? ¿Cómo puedo hacerte algo así?
Deseé poder contarle todo. Pero dudaba de que alguna vez fuera capaz de hacerlo.
CAPITULO 196
PAULA
SALIENDO del consultorio de Doctor Burnsley, me dirigí a los elevadores. Todavía nada de Pedro, y solo podía imaginar cuan disgustado estaría por haberse perdido mi chequeo. Tendría que molestarlo —recordándole todo el tiempo de vinculación emocional geek con el Doctor B y los aburridos chistes sexuales que él había empleado.
No le presté atención a la persona que entró en el elevador conmigo porque estaba ocupada revisando mis mensajes sin respuestas y escribiendo un mensaje a Leo para hacerle saber que había terminado con el doctor. No hasta que él dijo mi nombre.
—Paula.
Sin embargo sabía quién era. Alcé la vista lentamente, comenzando desde el piso. Vi sus piernas, ambas, la de prótesis y la real, sus musculosos muslos, el bajo cuerpo y los anchos hombros, los muy oscuros ojos, el atractivo rostro que ahora me parecía tan diferente.
—Facundo. ¿Qué… qué estás haciendo aquí? —Mi voz se quebró.
—No te molestes, por favor, pero te vi yendo a tu cita, así que esperé a que salieras.
—¿Estás… estás siguiéndome por todo Londres?
—No. —Sus ojos parpadearon por un instante pero luego sacudió su cabeza—. Estaba con mi propio doctor, sacando medidas para una prótesis permanente.
—Oh. —No sabía que decirle. Facundo había perdido su pierna, y a pesar de nuestra dolorosa historia, todavía sentía compasión por lo que le había sucedido. Fue como si mi cerebro no pudiera apagar la parte “empática” por completo.
Todavía estaba conectada, funcionando, removiendo emociones y recuerdos de hace mucho tiempo. Facundo Pieres acaba de seguirme al elevador y me dijo como ha estado esperando a que saliera. Mi cita había durado una hora y media con toda la espera en el vestíbulo, y después más espera en la sala de análisis ¿Por qué había esperado por una hora y media? Dije un mental mierda y pregunté:
—Así que, ¿por qué me estabas esperando, Facundo?
—Te lo dije antes, en el hospital, pero tú no regresaste. —Bajó la mirada al piso y luego de regreso a mí—. Sé que es mucho pedir, pero Paula, realmente necesito hablar contigo. La pregunta es ¿hablarás conmigo?
—Escuché lo que me susurraste antes en tu cama del hospital, pero no sé si pueda. —Y realmente no lo sabía.
Parte de mí estaba curiosa en cuanto a por qué quería decirme que estaba arrepentido de lo que había hecho.
Honestamente, estaba completamente confundida por el giro de toda la cosa. Facundo viniendo a pedir perdón nunca estuvo en el menú de posibilidades dentro de mi mente. Nunca jamás. Así que cuando él apareció ante mí, como lo hizo en el elevador, luciendo muy sincero, estaba realmente debatiéndome el verlo otra vez. Instintivamente puse mis manos sobre mi vientre.
La puerta del elevador sonó y se abrió. Salí y él me siguió hasta el vestíbulo, su andar cojeando muy pronunciado por su lesión, haciéndome sentir incómoda y completamente confundida sobre qué hacer.
—Entiendo —asintió tristemente—. S-sé que estás embarazada… y no quiero molestarte ni mucho menos, pero… —Dejó de hablar y levantó una mano en señal de derrota.
—¿Pero qué Facundo? —No iba a dejarlo librarse tan fácilmente. Se acercó a mí, así que pensé que debería explicarlo.
—Tú no me debes nada, Paula. No quiero lastimarte o perturbar tu vida, pero realmente me molesta que no sepas la verdad sobre mí, sobre qué pasó esa noche.
—Mmm… bueno, sé lo que me pasó a mí, Facundo. Lo vi en un video. —Miré hacia otro lado, incapaz de mirarlo cuando dije la última palabra.
—Lo sé —dijo suavemente—. Siento mucho el haberte lastimado y me gustaría tener la oportunidad de explicarme.
—Dejó salir un profundo suspiro—. Sé un poco de lo que has pasado. Tu madre me contó algo de ello cuando intenté ponerme en contacto contigo, pero tu padre no me permitió verte en absoluto, y luego te fuiste a Nuevo México. Acepté que probablemente no podías verme, así que permanecí alejado de ti a propósito. De todas maneras estaba en Irak —dijo amargamente. Después de un momento de silencio continuó—. Y-yo… escuché sobre la muerte de tu padre.
Recuerdo que cercana fuiste a él. Lamento mucho tu perdida.
Mis malditas lágrimas serán mi muerte. Me limpié los ojos y traté de reponerme, así podría lograr salir de este edificio y no lucir como si hubiera estado llorando por si Pedro aparecía. O Leo.
De hecho ahora, Leo estaba caminando hacia mí, con una expresión en su rostro que significaba que mi encuentro con Facundo había llegado a su fin.
Facundo también lo vio.
—L-lo siento, tengo que irme ahora. Facundo, buena suerte —dije débilmente. No tenía nada más que darle. Me sentía vacía y confundida. Quería a Pedro.
—Está bien. —Me miró estoicamente, y asintió una vez. Luego presionó una tarjeta en mi mano—. Por favor, piénsalo —susurró, antes de darse la vuelta y alejarse, su desigual andar era un signo tangible de lo mucho que Facundo Pieres había cambiado en los últimos siete años.
****
Le dije a Leo que me dejara en Knightsbridge, así podría hacer mis compras. No había forma de que pudiera ir a casa en este punto. Necesitaba despejar mi cabeza y procesar mis sentimientos. Una cosa era cierta —no quería compartir con Pedro mi encuentro con Facundo. Solo lo molestaría y lo haría territorial, y eso no le haría a él, o a mí, ningún bien.
Sin embargo, debería llamar al Doctora Roswell y conseguir una cita lo más pronto posible. Necesitaba un consejo imparcial, y Pedro sería cualquier cosa menos imparcial.
Todavía no sabía dónde estaba o por qué se había perdido mi chequeo hoy, pensé con tristeza, sintiendo lástima por mí misma.
Fui a través de los movimientos de seleccionar regalos para la gente, enfocada con determinación en una simple tarea que completar. Una bata de seda para mi madre en un amarillo traicionero parecía apropiada. Era realmente muy hermosa y ella probablemente la amaría. Si pudiera enviarlos directamente desde la tienda, quizás incluso podría llegarle a tiempo para Navidad. Ahora no sabía cómo me sentía acerca de mi madre, especialmente después de la confesión de Facundo de que había hablado con ella sobre mí hace años. Me preguntaba cómo habría sido esa conversación ¿Ella sabía algo que yo no? La exasperante duda raspó en mí como una picazón persistente. Su tarjeta estaba en mi bolsa. Su número estaba ahí. Podría llamarle y preguntarle, y él probablemente me lo diría.
Solo habíamos hablado una vez desde nuestra explosiva conversación. Me preguntaba cuán decepcionada estaba ella de que el padre de mi antiguo novio fuera ahora el vicepresidente, y podría de una manera realista ser el presidente algún día. Debía ser un trago amargo para ella.
Si había tenido que soportar lo que Facundo me había hecho durante todos estos años, supongo que ella esperaba que pudiéramos reconciliarnos en algún momento. Creía que esa era la razón por la que resentía tanto a Pedro.
Sabía que sus planes se arruinaron y que no habría ningún tipo de fiestas en la Casa Blanca para que ella asistiera. Fui raptada por un británico que no daba una jodida mierda por la reina —directo de su boca— si el padre de Facundo Pieres era emperador del maldito mundo, ni hablar de una figura política EE.UU. Pedro me había embarazado y se había casado conmigo; incluso mi madre podía ver que su fantasía no era más que polvo en el viento. Esos dos eran como gasolina y fósforos listos para arder cuando se vieran obligados a estar juntos de alguna manera. Tan triste para mí. Ella sería la abuela de mi hijo y no podía estar del lado de mi esposo.
Mi teléfono sonó. Finalmente, pensé mientras rebuscaba en ni bolso ¿Número desconocido?
Nena, lamento mucho haberme perdido nuestra cita. Larga historia. Estoy sin mi teléfono en este momento. Es el teléfono de Sarah Hasting el que estoy usando ¿Dónde estás ahora? P.
¿Sarah Hasting? Sabía exactamente quién era ella. Y parecía muy extraño que Pedro estuviera con ella cuando debería haber estado conmigo. Recordé cuan terrible había sido para él su presencia en la boda, por consiguiente me preocupaba que ella tratara de clavarle las uñas para calmar su dolor. Respetaba la lealtad militar, pero no era justo para Pedro sufrir más por su perdida. Si ella estaba culpándolo al hablar de su esposo, tendría que poner en su lugar a esa mujer. Me sentía enfurecida mientras contestaba su mensaje, pero recordé que no era el teléfono de Pedro el que recibiría mi mensaje, así que me mantuve neutral. Pero me aseguré de agregar el número de Sarah a mis contactos, antes de contestarle.
Está bien. Estoy de compras navideñas en Harrod. Leo está aquí conmigo. P.
Me contestó inmediatamente.
Estoy en camino a encontrarte. ¿Nos vemos en Sea Grill? P.
Bien, si tú lo dices, Sr. Alfonso, pensé, mientras respondía con un brusco: Está bien.
Traté de moderar mi irritación pero algo se sentía fuera de mí, y una vez más, mis inseguridades salieron a la superficie para llenarme de dudas.
Pagué por mis compras y las entregué a Leo para que las llevara a casa por mí. Luego me las arreglé con las envolturas de los regalos y la entrega para los presentes para mi madre y Frank con el conserje, y me dirigí hacia el See Grill para esperar a Pedro.
Tomé mi té de arándano en el restaurante y reflexioné sobre mi extraño día. Recordando la tarjeta que Facundo había presionado en mi mano; la saqué y la estudié. Teléfono celular y correo electrónico en la parte de enfrente junto con su nombre y su información de contacto del ejército de Estados Unidos. Le di vuelta y vi un mensaje escrito a mano que no había notado antes.
Por favor déjame hacer lo correcto, Paula.
Levanté la mirada y vi que Pedro había llegado y estaba haciendo su camino hacia mi mesa, un enorme ramo de flores lavanda en sus manos. Empujando rápidamente la tarjeta de Facundo a un lado, me pregunté cuánta culpa estaba sintiendo mi esposo, decidiendo que necesitaba traer flores como ofrecimiento de paz.
Debería apreciar su gesto, me regañé a mí misma.
Excepto que no lo hacía.
jueves, 11 de septiembre de 2014
CAPITULO 195
PEDRO
RECORDANDO las estadísticas que el Doctor Wilson acababa de recitar para mí realmente no inspiraron mucho optimismo para mi futuro. Uno de cinco bomberos; uno de tres adolescentes sobrevivientes de accidentes automovilísticos; una de dos mujeres víctimas de secuestro; dos de tres prisioneros de guerra. Especialmente los últimos dos puntos de esta despreciable lista ¿Qué diablos decía eso sobre Paula y yo? Pacientes de TEPT. Almas dañadas que de alguna manera han caído en la vida del otro por un giro del destino. Paula estaba admitiendo sus demonios, y trabajaba con la Doctora Roswell para encontrar una manera de superar lo que le había pasado.
Ella me sorprendía con su fortaleza —muy Británica en sus métodos— al igual que el póster de WWII que el doctor tenía ubicado sobre su escritorio: MANTÉN LA CALMA Y CONTINÚA. Mi chica era valiente y hermosa. Honesta en verdad.
¿Había alguna esperanza para mí también? Quería que la hubiera. Ahora, ansiaba encontrar una forma de liberarme de la maldita maldición que había entretejido en las oscuras cuevas de mi mente. Necesitaba ayuda desesperadamente.
La necesitaba para poder ser el esposo y padre que tenía que ser para Paula y para nuestro pequeño.
—Así que, escucho. —Le di al doctor mi punto de vista y pensamientos de por qué estaba aquí con el Psiquiatra de Combate de Estrés, Gavin Wilson, en su insulsa oficina en Surrey, discutiendo los méritos de cursar una Terapia de Comportamiento Cognitivo.
—La meta no es forzarte a que te mortifiques por eventos de tu pasado, sino para llegar a comprender tu estado emocional en el presente. Esta no es el tipo de terapia de “tirarse en el sofá y contarlo todo”, Pedro.
Joder, gracias por eso. Tomé un lento respiro y me sentí aliviado por lo que me dijo. Hablar me aterrorizaba. Si hablara de ello, me entumecería, congelado de vuelta en el tiempo en ese lugar, escuchando esas voces, oliendo la orina, el vómito y la mierda, sintiendo el frío, viendo el cuchillo y los… ríos de sangre. Solo le había contado a Paula una fracción de la peor parte, porque sentí fuertemente que ella se merecía saber lo que había soportado, pero me incomodaba terriblemente compartir todo lo feo con ella. La mierda era muy oscura, demasiado horrible, solo jodidamente mucho para que ella tuviera que cargar con ello.
—Eso es bueno entonces, creo. Así que ¿cómo funciona el programa para alguien como yo? —pregunté.
—La TCC tiende a tratar con el aquí y ahora, sobre los eventos durante tu servicio en el Ejército Británico que llevaron a que estés sentado aquí hablando conmigo.
—Mi esposa… ella también tuvo un evento traumático en su pasado. Me preocupa que si le paso esto —mierda, ni siquiera sé cómo llamarlo— mi peor recuerdo, entonces no seré lo suficientemente fuerte para ella cuando necesite mi apoyo. Estamos esperando nuestro primer hijo a finales de febrero… —Me callé, deseando no haber sonado tan patéticamente débil, pero supuse que debería ser honesto con el doc.
—Felicitaciones a los dos. —Escribió algo en su bloc de notas—. ¿Está tu esposa en terapia?
Asentí.
—Hace más de cuatro años. Me dice que no se puede imaginar no tener sus visitas al médico.
—¿Y apoyas a tu esposa en su búsqueda de tratamiento y ayuda a través de la terapia psiquiátrica? —preguntó el Doctor Wilson. Tuve una idea de hacia dónde estaba yendo con su línea de cuestionamientos.
—Por supuesto que la apoyo. Le ayuda y eso es lo más importante.
Su boca se torció hacia arriba en un lado.
—Estoy seguro que tu esposa desea que tengas el mismo nivel de apoyo que ella tiene,Pedro. Pero la decisión tendrá que ser suya, por supuesto.
Sé que ella lo hace.
—Entonces ¿qué vamos a hacer cuando venga aquí?
—La TCC reconoce que los eventos en tu pasado le han dado forma a la manera en que actualmente piensas y te comportas. En particular, para ti, por lo que me has dicho, es, aparición tardía de TEPT. Vamos a explorar qué está trayendo tus recuerdos de regreso ahora más intensamente en comparación con el momento inmediatamente posterior del evento. —Sé por qué—. Incluso si la TCC no reside en el pasado, vamos a apuntar a buscar soluciones sobre cómo cambiar tus pensamientos y comportamientos actuales para que puedas funcionar mejor ahora, y en el futuro. Es el procesamiento emocional de tu pasado, más que simplemente revivirlo, esa es la clave.
Asentí y absorbí su explicación. Me sentía ambivalente, no particularmente optimista de que esto funcionaría en mí, pero no en una forma crítica tampoco. Me gustaba el doc.
Especialmente su forma de no-tonterías explicando las cosas. No prometía un milagro. Porque no habría uno viniendo de ti. Mi milagro había sido usado hace más de siete años… en el día veintidós. Sabía eso. Acepté el regalo como lo había recibido. El Doctor Gavin Wilson había servido en el mismo ejército que yo. Era una especie de camarada en armas. Si alguien podría ayudarme, probablemente iba a ser alguien como él.
Llegamos a los elementos básicos de las cosas y para el final de nuestro tiempo, me sentía de alguna forma más claro acerca de ni decisión. Me habían dejado un poco de tarea que hacer también.
VIENDO mi reloj mientras me apresuraba fuera del edificio, supe que tenía al menos una hora de viaje por delante para hacer todo el camino hacia la ciudad para encontrar a Paula con el Doctor B. Dudaba enormemente que pudiera lograrlo. Palmeé por mi teléfono y recordé que no lo tenía conmigo. Había estado tan distraído por mi primera visita al Centro para Combatir el Estrés, que lo había dejado en algún lugar. Maldito y jodido infierno. Esta era precisamente el tipo de estupideces que no necesitaba ahora —mi preocupación número uno. Distracción. La jodida peor cosa en mi línea de trabajo. Absolutamente no podía permitirme distracciones, o no sería capaz de funcionar en mi trabajo. Imposible. Todos estos desenterrados recuerdos fantasmales estaban jodiendo mi rutina del día a día.
Debería tener mi teléfono conmigo ahora mismo, así podría contactar con Paula. Necesitaba hacerle saber que llegaría tarde, o ella se preocuparía.
Mientras entraba al vestíbulo la vi otra vez —saliendo de otro consultorio, un terapista diferente del Doctor Wilson, pero obviamente alguien que hacia un trabajo similar con sus pacientes. En realidad tenía sentido. Ahí está tu tarea.
Buscar el perdón de aquellos a los que creo que he hecho daño. Mi primer paso hacia la responsabilidad en lidiar con mis problemas me conduciría al mismo lugar que ella.
—Sarah, espera —grité.
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