viernes, 12 de septiembre de 2014

CAPITULO 198




PEDRO



24 de diciembre


Londres


—ES hermosa, inteligente, sexy como el infierno, y es genial con la comida. —Llegué a ella por detrás pegándome a su cuerpo mientras trabajaba en la encimera de la cocina—. Trata en otros lugares —dije, apropiándome de un bizcocho de azúcar en forma de pájaro y haciéndolo estallar en mi boca—. Dulce y… tú. —Agarré un puñado de su trasero y le di un apretón mientras el dulce de mantequilla se derretía en mi boca.


—Ladrón —dijo.


—Me quieres a pesar de mi robo. —Froté mi nariz con la parte posterior de su oreja.


—Lo hago, es cierto. La primera cosa que robaste fue mi corazón —dijo dirigiéndose a mis labios por un beso dulce—, y nunca quiero que me lo devuelvas.


—Eso es algo bueno, porque es todo mío —murmuré antes de que saqueara sus labios con mi lengua.


—Dices las cosas más agradables para mí.


—Pero todas son verdaderas —dije, haciendo que me mirara, con las manos ligeramente entrelazadas bajo su espalda—. Eres hermosa. —Otro beso profundo—. Retorcidamente inteligente. —Arrastré mis labios por su mandíbula y su cuello—. Tan sexy que me haces arder. —Moví mi boca más abajo, hacia el escote que día tras día estaba creciendo más—. Y una bruja-cocinera experta. —Molí mis caderas en las suyas, dándole una buena sensación de exactamente cuánto apreciaba todos sus talentos.








PAULA



—Fue hace un año cuando nos cruzamos en una tienda de acuarios, sin tener idea de que llegaríamos a este lugar en nuestra vida juntos. —Arrastré mis dedos sobre el brazo de Pedro mientras estábamos tendidos en el sofá en nuestros costados, mirando las luces en el árbol enmarcado por las luces de la ciudad de Londres—. ¿Te acuerdas?


—Oh, sí. He recordado muy bien cada día desde que apareciste. Cada vez que veo a Simba en su tanque, lo recuerdo. —Frotó mi vientre en un círculo, con sus manos tocándome en cualquier lugar que cómodamente pudiera alcanzar en nuestra posición—. Sobre todo con mi regalo de cumpleaños, que es perfecto, por cierto. Estoy seguro de que incluso Simba está de acuerdo.


—Me alegro que te guste, cariño. Eres un tipo duro de comprar. Sin embargo, Dory es la novia perfecta para Simba, él definitivamente necesitaba a una buena mujer para mantenerlo a raya.


Él se rio entre dientes.


—Justo como yo.


—Eso es cierto, pero todavía falta mucho para mi cumpleaños. Tú me compras un carro de lujo y obtienes un nuevo pez.


—Me encanta mi nuevo pez —dijo indignado—, un pez cirujano azul para mi cumpleaños era mi mayor deseo.


Me reí de su estupidez, era encantador que mi chico serio pudiera bromear y burlarse de mí tan fácilmente. A pesar de sus experiencias de vida, Pedro fue bendecido con un maravilloso sentido del humor, que yo apreciaba en él. 


Podía hacerme reír tan fácilmente como podía hacerme arder. Un hombre con un talento único.


—Así que, realmente, hoy es una especie de aniversario entre nosotros si piensas en ello —dije.


—Un año. —Inhaló fuertemente en mi cuello—. Ni siquiera puede verte bien, pero sí recuerdo tu sombrero púrpura y la bufanda, y por supuesto, cómo fuiste alcanzada por la tormenta de nieve en Noche Buena.


Teniendo en cuenta que era invierno y estábamos desnudos en el sofá de la sala de estar, me sorprendió lo caliente que me sentía, sin ningún tipo de frío incómodo en la habitación. Sexo caliente y un horno radiante pegado contra mi trasero, en la forma de mi esposo, funcionaban de maravilla, al parecer.


—Bueno, la nieve era mágicamente hermosa, y tienes que entender que una nevada de Navidad para una chica de Cali es probablemente un acontecimiento de una vez en toda su vida.


—Nunca se sabe, ahora que vives aquí, podrían nevar de nuevo algunas Navidades. —Sus labios rozaron la parte de atrás de mi cuello.


—Es cierto. —Me estremecí bajo sus labios haciendo trazos sobre mi piel desnuda—. También me acuerdo de estar celosa de esa mujer que llegaba a olerte todo el tiempo, y era divertido, pero yo tampoco te veía a ti. Si lo hubiera hecho, habría sabido que eras el chico de la noche del espectáculo de Oscar.


Me besó a lo largo de la parte superior de mi hombro.


—El espectáculo de Oscar, la mejor noche de mi vida.


—No para mí —dije, acurrucándome más profundamente contra él—. Estoy bastante segura de que ahora mismo es la mejor noche de mi vida.


—Mmmm… ¿no te importa que no estemos en alguna noche festiva por la temporada?


—Umm, no, no en absoluto. Además, vamos a tener un día completo de ello mañana en la casa de tu papá.


—Preferiría haber pasado la Navidad en Stonewell en vez de aquí —dijo en voz baja, con una mano deslizándose hacia arriba de mi torso y acariciando un pecho, levantando el peso y rodeando el pezón—. Pero no podríamos haber hecho esto… así que tal vez no.


Me reí de su lógica.


—Sí, cubos de pinturas y poderosas herramientas plantean un problema para poder encontrar lugares cómodos para echar un polvo. —En realidad habíamos considerado pasar las vacaciones en el país, pero las renovaciones en curso en Stonewell nos ayudaron a tomar la decisión de quedarnos en Londres en su lugar. Aquí, las cosas estaban en su mayoría organizadas, con la excepción de la conversión de un dormitorio vacío en el cuarto del niño.


—Imagino que habría encontrado una manera de violarte en medio de todo ese equipo gigantesco —dijo susurrando en mi oído, mientras empujaba contra mi culo, con una longitud caliente de masculinidad queriendo más de lo que ya habíamos hecho.


Una vez nunca era suficiente para Pedro, y estaba perfectamente bien con eso. Tenía esperanza de que su necesidad no se fuera a ningún lado. No creía que pudiera prosperar sin ella.



****


—Quiero esto —dijo con voz áspera, introduciendo dos de sus dedos en mi entrada trasera con una presión determinada, enviando sacudidas de excitación, disparándose por todas mis zonas erógenas.


—Sí… está bien. —Dos palabras y ya había terminado de hablar. La mayoría de las conversaciones que podía manejar en mi creciente estado de estimulación. La anticipación de lo que iba a hacer con mi cuerpo me enviaba dentro de una neblina sexual de necesidad y deseo, dejándome incapaz de vocalizar demasiado. Nunca importaba lo que fuera que hiciera, lo haría bien. Pedro se aseguraría.


—Me dejas sin aliento —ronroneó por detrás, donde se encontraba trabajando para prepararme para tomarlo dentro. Sabía que estaba mirándome fijamente, excitándose por la visión de verme de rodillas e inclinada hacia adelante. 


Sentía las gotas del lubricante que bombeaba desde la botella para ayudarle a facilitar el camino. Era grueso, ancho y perfecto, pero aun así apreciaba la lubricación.


Sus manos se apoderaron de mis nalgas y las abrieron.
Me di cuenta de lo que se avecinaba el instante antes de que lo sintiera. Su gloriosa lengua.


Pedro usó eso en mí primero, la suave burla de mi estrecho agujero, conduciéndome a una especie de estado indefenso donde me estremecía, flotando entre este mundo y otro lugar.


Detuvo su lengua y se colocó en posición.


—Lo haces, nena. Me dejas sin aliento. —La cabeza de su pene fue contra mi carne—. Cada vez. —Empujó hacia adelante, penetrando con solo la punta de su pene—. Mierda. —Sentía la enormidad de su carne tratando de fusionarse con la mía, la intensidad de su necesidad de hundirse en mí y las ansias que sentía por que lo hiciera— ¡TIEMPO! —gritó en un gemido fuerte, y su pene se deslizó dentro, llenándome en todo su camino hasta la raíz, sus bolas golpeando contra mi sexo con una sacudida.


—¡Oh! —Di un grito ahogado ante su dura, pero hermosa invasión, deshaciéndome por la calidez sexual y la extrema sensación de saciedad que rayaba en dolor, pero sin cruzar la línea. Justo mostrándome la verdadera intensidad que estaba por venir, una vez que empezó a moverse dentro y fuera de mí en largos movimientos a propósito. Comencé a temblar, casi fuera de mi mente con sensaciones tan intensas que apenas podía respirar.


—¿Estás bien, hermosa? —dijo con voz áspera en la parte posterior de mi oreja, con su barba raspando mi piel mientras clavaba su barbilla en mi hombro para contenerse, esperando mi respuesta. Buscando mi aprobación, para él, de él tomándome, de la dominación física de mi cuerpo.
Yo siempre se la daría. Lo deseaba tanto.


—Síííí. —Rodé mi cabeza hacia atrás, incapaz de decir más de una palabra más. Tenía que concentrarme en mantenerme entera antes de que explotara en millones de pedazos. Nuestra unión se sentía tan abrumadora.


—Oh, mierda, sí. —Llenó una de sus manos con mi cabello y empezó a moverse dentro de mí, largos y cuidadosos deslizamientos de carne masculina perforándome con exquisita deliberación—. Tan bueno, nena… —Gimió con cada embestida, llenándome profundamente, llevándome a lo largo de un viaje erótico, un viaje lleno de lujuria y de sensación—. Eres tan hermosa… y jodida e increíblemente sexy —canturreó, trabajando su pene con la habilidad que había llegado a conocer y a amar. Poseyéndome por completo, cada parte de mí al descubierto.


También escuché algo más en su voz. Una especie de desesperación —un frenético deseo de fundirse conmigo. Un deseo oscuro ansiando que su cuerpo envolviera el mío completamente, no podía haber ninguna delimitación dónde empezaba y terminaba. Su pene, sus dedos, su lengua, su aliento, su semen —su todo, lo quería dentro.


Y así, Pedro me tomó hasta que me elevó a los más altos picos de la liberación, y me sostuvo cuando me rompí en billones de fragmentos de gloria resplandeciente. Tragó mis gritos con su boca, y me dio más de él, su pene hinchándose con irracional dureza, preparada para estallar.


Dijo cosas mientras se venía, estremeciéndome con declaraciones de amor y adoración… solo para mí… y así me llenó de sí mismo.

CAPITULO 197



PEDRO



—ASÍ QUÉ, ¿qué pasó contigo? —preguntó, sus ojos sin revelar nada de la naturaleza de sus verdaderos sentimientos. Las flores fueron aceptadas y olfateadas apreciativamente, pero estábamos en público y Paula era reservada. Quizás ella realmente quería golpear todo el ramo sobre mi cabeza. La jodiste. Todo lo que podía hacer era esperar a que me perdonara por mi enorme lío.


—Esta mañana salí del departamento sin mi teléfono. Perdón por eso.


—Eso no suena como tú, Pedro. —No levantó la vista de su menú cuando habló. Sí… estás en un lío de mierda.


—No, no lo es. Me temo que estaba distraído cuando salí.


—¿Y por qué fue eso? —Le dio vuelta a su menú, estudiándolo como si fuera un raro libro en la Colección de la Biblioteca Británica.


Desesperadamente deseé haber tenido la oportunidad de fumar antes de correr hacia aquí.


—Bueno, no te lo dije porque no estaba seguro que sería aceptado —bajó su menú y finalmente me miró—, pero tuve mi primera consulta con el Doctor Wilson en el Centro para Combatir el Estrés esta mañana. —Sus ojos marrones me miraron fijamente sobre la mesa—. De acuerdo, bien… el centro está todo el camino fuera de Surrey, y estaba saliendo del consultorio para encontrarme contigo para la cita del Doctor B y me encontré con Sarah. Ella también utiliza el CCE. Estaba horriblemente atrasado para ese momento y no tenía ninguna manera de contactar contigo, así que le pedí prestado el teléfono a Sarah…


—¿Encontraste alguien? —interrumpió ella, su cara llena de la chispa y el fuego que amaba ver. Me sentí mejor al instante.


Asentí.


—Lo hice, nena. Le estoy dando una oportunidad al Doctor Wilson de rasgar a través de mí.


Ella estiró su mano sobre la mesa.


—Estoy muy contenta. Tan contenta de oírte decir esto, Pedro. Es la mejor noticia que he escuchado en todo el día —dijo tirando de mi mano hacia su mejilla.


Sentí que algo más que mi tardanza estaba preocupando a mi chica.


—¿Por qué? ¿Estuvo todo bien con el Doctor B? ¿Algo que necesite saber, Paula?


Ella frunció sus labios y lentamente sacudió su cabeza de un lado al otro.


—Nada que reportar del Doctor B. El bebé calabacín de veintinueve semanas está creciendo adecuadamente. Todos sus sistemas están bien. —Me dio un lento guiño.


Esa es mi chica sexy.


—Así que, ¿estás diciendo que el Doctor B es todavía mi mejor amigo? —Ella se río de mí silenciosamente, amando burlarse de mí en lugar de interrumpirme. Era gracioso —y no lo era. Solo teníamos que ser más creativos cuando llegaba el momento de que disminuyera el sexo. No me podía resistir si la tenía cerca de mí, para acariciar y para olerla. La intimidad era mucho más que solo hacerlo. Había aprendido bien esa lección en un corto tiempo desde que había encontrado a mi Paula.


—Sí, él todavía es tu amigo. Pero, quiero saber sobre tu visita al Centro para Combatir el Estrés. —Me sonrío completamente de vuelta a su feliz y brillante naturaleza—. Cuéntame sobre el Doctor Wilson. Quiero saberlo todo.


¿Cómo puedo contarte todo, mi querida hermosa? ¿Cómo? ¿Cómo puedo hacerte algo así?


Deseé poder contarle todo. Pero dudaba de que alguna vez fuera capaz de hacerlo.

CAPITULO 196




PAULA



SALIENDO del consultorio de Doctor Burnsley, me dirigí a los elevadores. Todavía nada de Pedro, y solo podía imaginar cuan disgustado estaría por haberse perdido mi chequeo. Tendría que molestarlo —recordándole todo el tiempo de vinculación emocional geek con el Doctor B y los aburridos chistes sexuales que él había empleado.


No le presté atención a la persona que entró en el elevador conmigo porque estaba ocupada revisando mis mensajes sin respuestas y escribiendo un mensaje a Leo para hacerle saber que había terminado con el doctor. No hasta que él dijo mi nombre.


—Paula.


Sin embargo sabía quién era. Alcé la vista lentamente, comenzando desde el piso. Vi sus piernas, ambas, la de prótesis y la real, sus musculosos muslos, el bajo cuerpo y los anchos hombros, los muy oscuros ojos, el atractivo rostro que ahora me parecía tan diferente.


—Facundo. ¿Qué… qué estás haciendo aquí? —Mi voz se quebró.


—No te molestes, por favor, pero te vi yendo a tu cita, así que esperé a que salieras.


—¿Estás… estás siguiéndome por todo Londres?


—No. —Sus ojos parpadearon por un instante pero luego sacudió su cabeza—. Estaba con mi propio doctor, sacando medidas para una prótesis permanente.


—Oh. —No sabía que decirle. Facundo había perdido su pierna, y a pesar de nuestra dolorosa historia, todavía sentía compasión por lo que le había sucedido. Fue como si mi cerebro no pudiera apagar la parte “empática” por completo. 


Todavía estaba conectada, funcionando, removiendo emociones y recuerdos de hace mucho tiempo. Facundo Pieres acaba de seguirme al elevador y me dijo como ha estado esperando a que saliera. Mi cita había durado una hora y media con toda la espera en el vestíbulo, y después más espera en la sala de análisis ¿Por qué había esperado por una hora y media? Dije un mental mierda y pregunté:
—Así que, ¿por qué me estabas esperando, Facundo?


—Te lo dije antes, en el hospital, pero tú no regresaste. —Bajó la mirada al piso y luego de regreso a mí—. Sé que es mucho pedir, pero Paula, realmente necesito hablar contigo. La pregunta es ¿hablarás conmigo?


—Escuché lo que me susurraste antes en tu cama del hospital, pero no sé si pueda. —Y realmente no lo sabía.


Parte de mí estaba curiosa en cuanto a por qué quería decirme que estaba arrepentido de lo que había hecho. 


Honestamente, estaba completamente confundida por el giro de toda la cosa. Facundo viniendo a pedir perdón nunca estuvo en el menú de posibilidades dentro de mi mente. Nunca jamás. Así que cuando él apareció ante mí, como lo hizo en el elevador, luciendo muy sincero, estaba realmente debatiéndome el verlo otra vez. Instintivamente puse mis manos sobre mi vientre.


La puerta del elevador sonó y se abrió. Salí y él me siguió hasta el vestíbulo, su andar cojeando muy pronunciado por su lesión, haciéndome sentir incómoda y completamente confundida sobre qué hacer.


—Entiendo —asintió tristemente—. S-sé que estás embarazada… y no quiero molestarte ni mucho menos, pero… —Dejó de hablar y levantó una mano en señal de derrota.


—¿Pero qué Facundo? —No iba a dejarlo librarse tan fácilmente. Se acercó a mí, así que pensé que debería explicarlo.


—Tú no me debes nada, Paula. No quiero lastimarte o perturbar tu vida, pero realmente me molesta que no sepas la verdad sobre mí, sobre qué pasó esa noche.


—Mmm… bueno, sé lo que me pasó a mí, Facundo. Lo vi en un video. —Miré hacia otro lado, incapaz de mirarlo cuando dije la última palabra.


—Lo sé —dijo suavemente—. Siento mucho el haberte lastimado y me gustaría tener la oportunidad de explicarme. 


—Dejó salir un profundo suspiro—. Sé un poco de lo que has pasado. Tu madre me contó algo de ello cuando intenté ponerme en contacto contigo, pero tu padre no me permitió verte en absoluto, y luego te fuiste a Nuevo México. Acepté que probablemente no podías verme, así que permanecí alejado de ti a propósito. De todas maneras estaba en Irak —dijo amargamente. Después de un momento de silencio continuó—. Y-yo… escuché sobre la muerte de tu padre. 
Recuerdo que cercana fuiste a él. Lamento mucho tu perdida.


Mis malditas lágrimas serán mi muerte. Me limpié los ojos y traté de reponerme, así podría lograr salir de este edificio y no lucir como si hubiera estado llorando por si Pedro aparecía. O Leo.


De hecho ahora, Leo estaba caminando hacia mí, con una expresión en su rostro que significaba que mi encuentro con Facundo había llegado a su fin.


Facundo también lo vio.


—L-lo siento, tengo que irme ahora. Facundo, buena suerte —dije débilmente. No tenía nada más que darle. Me sentía vacía y confundida. Quería a Pedro.


—Está bien. —Me miró estoicamente, y asintió una vez. Luego presionó una tarjeta en mi mano—. Por favor, piénsalo —susurró, antes de darse la vuelta y alejarse, su desigual andar era un signo tangible de lo mucho que Facundo Pieres había cambiado en los últimos siete años.



****


Le dije a Leo que me dejara en Knightsbridge, así podría hacer mis compras. No había forma de que pudiera ir a casa en este punto. Necesitaba despejar mi cabeza y procesar mis sentimientos. Una cosa era cierta —no quería compartir con Pedro mi encuentro con Facundo. Solo lo molestaría y lo haría territorial, y eso no le haría a él, o a mí, ningún bien. 


Sin embargo, debería llamar al Doctora Roswell y conseguir una cita lo más pronto posible. Necesitaba un consejo imparcial, y Pedro sería cualquier cosa menos imparcial. 


Todavía no sabía dónde estaba o por qué se había perdido mi chequeo hoy, pensé con tristeza, sintiendo lástima por mí misma.


Fui a través de los movimientos de seleccionar regalos para la gente, enfocada con determinación en una simple tarea que completar. Una bata de seda para mi madre en un amarillo traicionero parecía apropiada. Era realmente muy hermosa y ella probablemente la amaría. Si pudiera enviarlos directamente desde la tienda, quizás incluso podría llegarle a tiempo para Navidad. Ahora no sabía cómo me sentía acerca de mi madre, especialmente después de la confesión de Facundo de que había hablado con ella sobre mí hace años. Me preguntaba cómo habría sido esa conversación ¿Ella sabía algo que yo no? La exasperante duda raspó en mí como una picazón persistente. Su tarjeta estaba en mi bolsa. Su número estaba ahí. Podría llamarle y preguntarle, y él probablemente me lo diría.


Solo habíamos hablado una vez desde nuestra explosiva conversación. Me preguntaba cuán decepcionada estaba ella de que el padre de mi antiguo novio fuera ahora el vicepresidente, y podría de una manera realista ser el presidente algún día. Debía ser un trago amargo para ella. 


Si había tenido que soportar lo que Facundo me había hecho durante todos estos años, supongo que ella esperaba que pudiéramos reconciliarnos en algún momento. Creía que esa era la razón por la que resentía tanto a Pedro. 


Sabía que sus planes se arruinaron y que no habría ningún tipo de fiestas en la Casa Blanca para que ella asistiera. Fui raptada por un británico que no daba una jodida mierda por la reina —directo de su boca— si el padre de Facundo Pieres era emperador del maldito mundo, ni hablar de una figura política EE.UU. Pedro me había embarazado y se había casado conmigo; incluso mi madre podía ver que su fantasía no era más que polvo en el viento. Esos dos eran como gasolina y fósforos listos para arder cuando se vieran obligados a estar juntos de alguna manera. Tan triste para mí. Ella sería la abuela de mi hijo y no podía estar del lado de mi esposo.


Mi teléfono sonó. Finalmente, pensé mientras rebuscaba en ni bolso ¿Número desconocido?


Nena, lamento mucho haberme perdido nuestra cita. Larga historia. Estoy sin mi teléfono en este momento. Es el teléfono de Sarah Hasting el que estoy usando ¿Dónde estás ahora? P.


¿Sarah Hasting? Sabía exactamente quién era ella. Y parecía muy extraño que Pedro estuviera con ella cuando debería haber estado conmigo. Recordé cuan terrible había sido para él su presencia en la boda, por consiguiente me preocupaba que ella tratara de clavarle las uñas para calmar su dolor. Respetaba la lealtad militar, pero no era justo para Pedro sufrir más por su perdida. Si ella estaba culpándolo al hablar de su esposo, tendría que poner en su lugar a esa mujer. Me sentía enfurecida mientras contestaba su mensaje, pero recordé que no era el teléfono de Pedro el que recibiría mi mensaje, así que me mantuve neutral. Pero me aseguré de agregar el número de Sarah a mis contactos, antes de contestarle.


Está bien. Estoy de compras navideñas en Harrod. Leo está aquí conmigo. P.


Me contestó inmediatamente.


Estoy en camino a encontrarte. ¿Nos vemos en Sea Grill? P.


Bien, si tú lo dices, Sr. Alfonso, pensé, mientras respondía con un brusco: Está bien.


Traté de moderar mi irritación pero algo se sentía fuera de mí, y una vez más, mis inseguridades salieron a la superficie para llenarme de dudas.


Pagué por mis compras y las entregué a Leo para que las llevara a casa por mí. Luego me las arreglé con las envolturas de los regalos y la entrega para los presentes para mi madre y Frank con el conserje, y me dirigí hacia el See Grill para esperar a Pedro.


Tomé mi té de arándano en el restaurante y reflexioné sobre mi extraño día. Recordando la tarjeta que Facundo había presionado en mi mano; la saqué y la estudié. Teléfono celular y correo electrónico en la parte de enfrente junto con su nombre y su información de contacto del ejército de Estados Unidos. Le di vuelta y vi un mensaje escrito a mano que no había notado antes.


Por favor déjame hacer lo correcto, Paula.


Levanté la mirada y vi que Pedro había llegado y estaba haciendo su camino hacia mi mesa, un enorme ramo de flores lavanda en sus manos. Empujando rápidamente la tarjeta de Facundo a un lado, me pregunté cuánta culpa estaba sintiendo mi esposo, decidiendo que necesitaba traer flores como ofrecimiento de paz.


Debería apreciar su gesto, me regañé a mí misma.


Excepto que no lo hacía.

jueves, 11 de septiembre de 2014

CAPITULO 195



PEDRO


RECORDANDO las estadísticas que el Doctor Wilson acababa de recitar para mí realmente no inspiraron mucho optimismo para mi futuro. Uno de cinco bomberos; uno de tres adolescentes sobrevivientes de accidentes automovilísticos; una de dos mujeres víctimas de secuestro; dos de tres prisioneros de guerra. Especialmente los últimos dos puntos de esta despreciable lista ¿Qué diablos decía eso sobre Paula y yo? Pacientes de TEPT. Almas dañadas que de alguna manera han caído en la vida del otro por un giro del destino. Paula estaba admitiendo sus demonios, y trabajaba con la Doctora Roswell para encontrar una manera de superar lo que le había pasado.


Ella me sorprendía con su fortaleza —muy Británica en sus métodos— al igual que el póster de WWII que el doctor tenía ubicado sobre su escritorio: MANTÉN LA CALMA Y CONTINÚA. Mi chica era valiente y hermosa. Honesta en verdad.


¿Había alguna esperanza para mí también? Quería que la hubiera. Ahora, ansiaba encontrar una forma de liberarme de la maldita maldición que había entretejido en las oscuras cuevas de mi mente. Necesitaba ayuda desesperadamente.


La necesitaba para poder ser el esposo y padre que tenía que ser para Paula y para nuestro pequeño.


—Así que, escucho. —Le di al doctor mi punto de vista y pensamientos de por qué estaba aquí con el Psiquiatra de Combate de Estrés, Gavin Wilson, en su insulsa oficina en Surrey, discutiendo los méritos de cursar una Terapia de Comportamiento Cognitivo.


—La meta no es forzarte a que te mortifiques por eventos de tu pasado, sino para llegar a comprender tu estado emocional en el presente. Esta no es el tipo de terapia de “tirarse en el sofá y contarlo todo”, Pedro.


Joder, gracias por eso. Tomé un lento respiro y me sentí aliviado por lo que me dijo. Hablar me aterrorizaba. Si hablara de ello, me entumecería, congelado de vuelta en el tiempo en ese lugar, escuchando esas voces, oliendo la orina, el vómito y la mierda, sintiendo el frío, viendo el cuchillo y los… ríos de sangre. Solo le había contado a Paula una fracción de la peor parte, porque sentí fuertemente que ella se merecía saber lo que había soportado, pero me incomodaba terriblemente compartir todo lo feo con ella. La mierda era muy oscura, demasiado horrible, solo jodidamente mucho para que ella tuviera que cargar con ello.


—Eso es bueno entonces, creo. Así que ¿cómo funciona el programa para alguien como yo? —pregunté.


—La TCC tiende a tratar con el aquí y ahora, sobre los eventos durante tu servicio en el Ejército Británico que llevaron a que estés sentado aquí hablando conmigo.


—Mi esposa… ella también tuvo un evento traumático en su pasado. Me preocupa que si le paso esto —mierda, ni siquiera sé cómo llamarlo— mi peor recuerdo, entonces no seré lo suficientemente fuerte para ella cuando necesite mi apoyo. Estamos esperando nuestro primer hijo a finales de febrero… —Me callé, deseando no haber sonado tan patéticamente débil, pero supuse que debería ser honesto con el doc.


—Felicitaciones a los dos. —Escribió algo en su bloc de notas—. ¿Está tu esposa en terapia?


Asentí.


—Hace más de cuatro años. Me dice que no se puede imaginar no tener sus visitas al médico.


—¿Y apoyas a tu esposa en su búsqueda de tratamiento y ayuda a través de la terapia psiquiátrica? —preguntó el Doctor Wilson. Tuve una idea de hacia dónde estaba yendo con su línea de cuestionamientos.


—Por supuesto que la apoyo. Le ayuda y eso es lo más importante.


Su boca se torció hacia arriba en un lado.


—Estoy seguro que tu esposa desea que tengas el mismo nivel de apoyo que ella tiene,Pedro. Pero la decisión tendrá que ser suya, por supuesto.


Sé que ella lo hace.


—Entonces ¿qué vamos a hacer cuando venga aquí?


—La TCC reconoce que los eventos en tu pasado le han dado forma a la manera en que actualmente piensas y te comportas. En particular, para ti, por lo que me has dicho, es, aparición tardía de TEPT. Vamos a explorar qué está trayendo tus recuerdos de regreso ahora más intensamente en comparación con el momento inmediatamente posterior del evento. —Sé por qué—. Incluso si la TCC no reside en el pasado, vamos a apuntar a buscar soluciones sobre cómo cambiar tus pensamientos y comportamientos actuales para que puedas funcionar mejor ahora, y en el futuro. Es el procesamiento emocional de tu pasado, más que simplemente revivirlo, esa es la clave.


Asentí y absorbí su explicación. Me sentía ambivalente, no particularmente optimista de que esto funcionaría en mí, pero no en una forma crítica tampoco. Me gustaba el doc. 
Especialmente su forma de no-tonterías explicando las cosas. No prometía un milagro. Porque no habría uno viniendo de ti. Mi milagro había sido usado hace más de siete años… en el día veintidós. Sabía eso. Acepté el regalo como lo había recibido. El Doctor Gavin Wilson había servido en el mismo ejército que yo. Era una especie de camarada en armas. Si alguien podría ayudarme, probablemente iba a ser alguien como él.


Llegamos a los elementos básicos de las cosas y para el final de nuestro tiempo, me sentía de alguna forma más claro acerca de ni decisión. Me habían dejado un poco de tarea que hacer también.





VIENDO mi reloj mientras me apresuraba fuera del edificio, supe que tenía al menos una hora de viaje por delante para hacer todo el camino hacia la ciudad para encontrar a Paula con el Doctor B. Dudaba enormemente que pudiera lograrlo. Palmeé por mi teléfono y recordé que no lo tenía conmigo. Había estado tan distraído por mi primera visita al Centro para Combatir el Estrés, que lo había dejado en algún lugar. Maldito y jodido infierno. Esta era precisamente el tipo de estupideces que no necesitaba ahora —mi preocupación número uno. Distracción. La jodida peor cosa en mi línea de trabajo. Absolutamente no podía permitirme distracciones, o no sería capaz de funcionar en mi trabajo. Imposible. Todos estos desenterrados recuerdos fantasmales estaban jodiendo mi rutina del día a día. 


Debería tener mi teléfono conmigo ahora mismo, así podría contactar con Paula. Necesitaba hacerle saber que llegaría tarde, o ella se preocuparía.


Mientras entraba al vestíbulo la vi otra vez —saliendo de otro consultorio, un terapista diferente del Doctor Wilson, pero obviamente alguien que hacia un trabajo similar con sus pacientes. En realidad tenía sentido. Ahí está tu tarea. 


Buscar el perdón de aquellos a los que creo que he hecho daño. Mi primer paso hacia la responsabilidad en lidiar con mis problemas me conduciría al mismo lugar que ella.
—Sarah, espera —grité.

CAPITULO 194




PAULA



13 de Diciembre


Londres


Le envíe un mensaje de texto a Pedro y le pregunté si llegaría antes de que mi nombre fuera pronunciado por la recepcionista del Doctor Burnsley. No era como si a él le gustara perderse una revisión prenatal. La verdad, Pedro probablemente estaba más en todos los detalles que yo. Pasaba más tiempo en sitios web y leyendo libros que yo también leía, con seguridad. Siempre estaba diciéndome pequeños fragmentos y hechos que aprendía de sus búsquedas, sobre cómo nuestro bebe se estaba formando y las etapas de desarrollo. Me burlaba de él incansablemente acerca de ser un súper nerd que sabía “todo sobre nacimientos de bebés”—para citar a Prissy de lo Lo Que El Viento Se Llevó— y mientras él era el experto simplemente podía darme toda la información, ahorrándome el trabajo de buscarlo por mi cuenta.


Dejando de lado las bromas, realmente no era de los que olvidara mandarme mensajes o llamar. Lo intenté una vez más con un mensaje texto ¿Hay algún problema? ¿Dónde estás?


Me pregunte si todavía me encontraría para almorzar. 


Teníamos una pequeña rutina después de ver al Doctor Burnsley —almuerzo en algún lugar de la ciudad, antes de que él tuviera que regresar a su oficina, lo que lo mantenía más ocupado que nunca. Él estaría partiendo a los XT Juegos de Invierno Europeos en una importante asignación del Rey de Algo-burg justo después de Año Nuevo. Pedro no parecía emocionado sobre el trabajo de cuidar a un heredero príncipe real en un evento deportivo internacional, pero cuando el rey se lo pidió personalmente, pienso que prácticamente no tuvo más opción que aceptar. No podría ir con él a Suiza de ninguna manera porque volar en el último trimestre no era bueno. Estaría aquí por mi cuenta, pero era solo por una semana. Planeaba usar el tiempo para dar los últimos retoques en la habitación del bebé y terminarla. Hacer eso, habitaciones de bebé en plural. Tenía dos casas por preparar para finales de febrero.
Decidí que iría de compras una vez que terminara aquí, con o sin Pedro. En un principio, había pensado que sería un buen día para tener hechas algunas compras navideñas. 


Solo quedaban doce días para ponerlos todos juntos, y los regalos no se envolverían por sí mismos.


—Paula Alfonso—La enfermera marco algo en su planilla, y sostuvo la puerta abierta para mí—. Adelante deje una muestra de orina y luego registraré su peso. —Sonrió dulcemente, probablemente para contrarrestar la horrible mirada que usualmente recibía de mujeres embarazas que desesperadamente necesitaban hacer la primera tarea, por mucho que prefieran tener que hacer la segunda.
Tiempos divertidos.

CAPITULO 193

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PEDRO


—Paula, querida, hay que felicitarle por haber dado una excelente comida de Acción de Gracias —dijo mi papá con entusiasmo con su copa de vino—, lo que digo es que es una idea encantadora que creo que deberíamos repetir cada año. Hacerla una tradición para esta familia.


—Estoy completamente de acuerdo, Horacio—comenzó Maria—. Sí, mi dulce Paula, fue encantador. Ha pasado un largo tiempo desde que he disfrutado de una comida de Acción de Gracias estadounidense como la que has preparado con las papas dulces y la salsa de arándanos. Me trae de regreso unos recuerdos realmente felices para mí. Estoy tan contenta de que hayas decidió traer el Día de Acción de Gracias para nosotros, y me encantaría hacerla nuestra nueva tradición, tal y como dijo Horacio. —Ella miró a mi papá con una mirada de devoción total.


Sabía que la tía abuela de Paula era mitad de americana de nacimiento, pero había pasado toda su vida adulta en Inglaterra. Maria también captó la atención de mi padre. No sabía exactamente lo que estaba pasando entre ellos, pero tenía una muy buena idea. Seguramente lo sabría después de esta noche, dependiendo de qué habitaciones utilizarían o no para dormir.


Todos fueron alrededor de la mesa, dando sus agradecimientos y reconociendo mi chica por sus esfuerzos, como debían hacerlo.Delfina incluso dio su sincera apreciación por el pastel de calabaza, que le hizo recordar un poco al pan de jengibre pero mucho más "blando".


Paula les agradeció a todos por venir a compartirlo con nosotros, el rubor había aparecido tras sus alabanzas, tan elegante y humilde. Era una cocinera consumada, pero eso ya lo sabía. Ella había estado cocinando para mí tan pronto como habíamos estado juntos y sólo lo apunté en mi enorme suerte de conseguir a una chica que era buena en todo lo que hacía.


Hay dos áreas de mi vida en las que he sido bendecido con un poco de suerte. Uno de ellas fue en las cartas, por un tiempo, hasta que lo dejé atrás. La otra fue al encontrarla. Y ese regalo era para siempre, hasta mi último aliento.


—Tengo un brindis —dije, levantando mi copa. Mirando todos los rostros de mi familia y nuestros amigos que habían venido para estar con nosotros, y compartir esta celebración de agradecimiento juntos, todo parecía muy adecuado.


Me di cuenta de que mi agradecimiento era real por primera vez.


—Por mi hermosa chica americana, por recordarnos a todos ser agradecidos. —Puse mis ojos exclusivamente en ella—. Pero sobre todo a mí... porque me ha ayudado a ver todas las bendiciones en mi vida que no había notado antes. Ella es la razón por la que tengo algo para estar agradecido. —Hablé en voz alta para que cada uno pudiera escuchar—. Ella es mi Acción de Gracias.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

CAPITULO 192



PEDRO



—Es una sorpresa, te lo dije. Tienes que confiar en mí. —La conduje caminando cuidadosamente, una bufanda de seda sirviendo como venda—. Quiero mostrártelo antes de que todos comiencen a arremolinarse alrededor de nosotros para celebrar tu Día de Acción de Gracias.


Mi chica había decidido que quería hacer una cena del Día de Acción de Gracias en nuestra casa e invitar a cada uno de nuestros amigos a participar en la tradición estadounidense que nosotros oficialmente no celebramos en Inglaterra, pero con tan fuerte influencia de nuestros amigos americanos al otro lado del chaco, ésta ciertamente estaba ganando fuerza en Reino Unido. Paula quiso que una fiesta agradable en casa para que sirviera como fiesta de inauguración de la casa, así que éramos anfitriones y nos rodearíamos de gente a medio día. Mi papá y Maria viajaban juntos, como Pablo y Eliana.Angel, Luciana y los niños por supuesto, además de Oscar y Gabriela. Tendríamos la casa repleta de invitados y yo tendría que compartir mi chica con todos y cada uno de ellos durante unos pocos días.


Nunca quería compartirla.


Ella olió el aire.
—Huele a clavo, ¿así que debemos estar cerca de tu oficina?


No más cigarrillos en la casa.


Estuve de vuelta a mi hábito de una vez al día después del ultimátum por mi resbalón en noche del Senador, maldita jodida víbora. Hacer eso, el vicepresidente de los Estados Unidos de América. O llegaría en enero, una vez que el nuevo presidente se instalara en la Casa Blanca. Colt-Pieres había ganado efectivamente las elecciones en Estados Unidos el mes anterior por un amplio margen. 


Teniendo un soldado horriblemente herido por hijo fue una manera de agitar el patriotismo y ganar votos. Y por lo visto, era intrascendente si el mismo hijo abusaba de jovencitas con sus amigos en fiestas y hacía videos del acontecimiento. 


La victoria aplastante no era una sorpresa para ninguno de nosotros.


Paula parecía resignada a dejar su pasado atrás por su bien, y por eso estaba muy agradecido. No compartió mucho sobre Pieres, ni sobre su reunión conmigo. Había dicho que se había sentido menos preocupada por la visita de lo que había esperado, pero esperaba que hubiera trabajado en ello con el Dr. Roswell, porque no podía soportar la idea de ella sufriendo más debido a sus problemas. La visita al hospital fue bastante dura para mí, así que no podía imaginar cómo se sentía tener que verlo, hablarle... y tocarlo. Cerré mis ojos y empujé los pensamientos de Facundo Pieres lejos. Inhalé la intoxicante esencia de mi chica frente a mí y me concentré en lo que quería mostrarle en su lugar.


—Ustedes son implacables ahora mismo. A veces me olvido de lo competitiva que eres. —Lo que completamente verdad. Paula es una luchadora en su corazón. Una chica que iba con sus puños arriba lista para dar un golpe, o recibir un golpe en la barbilla. Me encantaba y a mi parecer eso la hacía mucho más caliente—. Y creo que es jodidamente caliente, nena.


Ella se rio suavemente con mi último comentario, el sonido sexy de su risa haciendo que mi polla se pusiera dura y mi mente se llenara de un sinfín de posibilidades.


—Está bien, estamos aquí —le dije al oído, posicionando su cuerpo exactamente como quería para que la vista fue perfecta cuando viera la sorpresa—. Y creo que deberías saber que he estado esperando por esto durante seis meses. Por seis largos meses, he pensado en este momento —dije dramáticamente.


—Eso es mucho tiempo, Pedro, estoy de acuerdo contigo. Me siento como si hubiera estado esperando seis meses para quitarme esta venda.


Le di golpecitos a sus labios con un dedo y después tracé su contorno lentamente.


—Qué boca tan lista, nena, y tengo planes para ella más tarde… pero ahora quiero que veas la sorpresa, así que supongo que te quitaré esa venda ahora. —Comencé desatar el pañuelo mientras su respiración se aceleraba. Mis palabras le habían excitado—. Este pañuelo de seda es sexy como el infierno, por cierto. Creo que debería recordar a usarlo nuevamente en algún momento —susurré en su cuello.


—Mmmm —gimió muy suavemente. Un bajo sonido entrecortado que me dijo mucho sobre sus verdaderos sentimientos con respecto a los ojos vendados. No lo olvidaría.


—Tu sorpresa —dije, quitando la venda.


Ella parpadeó levantando la mirada hacia el retrato de sí misma, observando en silencio. Me pregunté si ella veía lo mismo que yo. Las largas piernas apuntando hacia arriba con los tobillos cruzados, los brazos cubriendo sus pechos, los dedos estratégicamente extendidos entre las piernas, el cabello esparcido en el suelo a un lado.


La misma imagen que Miguel Chaves me había enviado junto con un correo electrónico, pidiéndome ayuda para mantener a salvo a su hija. La fotografía cautivante de ella que había visto en la galería la noche que la conocí, y que compré por impulso, sin saber que la galería requería seis meses de exhibición antes de entregármela. El retrato de mi hermosa chica americana ahora en mi exclusiva posesión.
Absolutamente impresionante.


—Finalmente la tienes. —Su voz era baja y suave mientras estudiaba el enorme lienzo ocupando la pared más grande de mi estudio-oficina en Stonewell.


—Sí.


—Tener esta imagen mía realmente significa mucho para ti, Pedro. —Inclinó su cuerpo hacia el mío mientras juntos veíamos la imagen.


—Oh, sí.


—¿Por qué? —Pregunté.


—Bueno, esta imagen fue la primera parte de ti que mis ojos alguna vez contemplaron. Vi esta foto y supe que tenía que tenerla. Fue un momento decisivo que no puedo explicar correctamente, pero que lo entiendo perfectamente.


Acaricié sus brazos lentamente de arriba hacia abajo, dejando caer mis labios en la base de su cuello. La rocé con mi lengua para saborear su piel, amando cómo se inclinó y expuso su cuello para mí. Tan generosa todo el tiempo, nunca dejaba de sorprenderme.


—Nunca había conocido a un coleccionista antes de esa noche que te conocí —dijo con nostalgia—. La idea de que habías comprado mi retrato y luego te había conocido en persona… fue un momento muy decisivo para mí, también. Esa noche, tú ahí parado en tu traje gris oscuro, la manera en que me miraste a través de la habitación, fue algo que nunca olvidaré mientras viva.


Sus palabras se dispararon directamente hacia mi centro.


—No podría olvidar ese momento aún si lo intentara, Paula. Arde en mi memoria.


—¿Por qué, Pedro?


—Ven aquí. —La giré de forma que podía ver en esos hermosos ojos marrón-verde-gris y froté mis pulgares sobre sus pómulos—. No podría olvidarte esa noche porque cuando te vi en persona por primera vez... volví a la vida de nuevo.


Sus ojos consiguieron una mirada vidriosa. Cuando sentía una gran cantidad de emoción lo veía en ella, así que sabía que mis palabras significaban algo para ella. Eran ciertas. 


Ver a Paula esa primera vez... me trajo a la vida de alguna manera, de alguna forma, y nada de eso fue planeado o era lo que esperaba. Simplemente sucedió así.


—Es verdad. Me hiciste querer vivir, en un momento cuando supe que realmente nunca había pensado en ello, o me había preocupado por ello, por lo que el futuro me deparaba —repetí.


—Te amo, Pedro.


—Te amo más, mi hermosa.


Su expresión cambió de emoción a algo más. Algo tan maravilloso en mi opinión, una mirada seductora de te-deseo.


—Así que, dijiste algo sobre tener planes para mantener mi boca ocupada —canturreó en voz baja, sus ojos oscureciendo mientras bajaba los párpados ligeramente.


—¿Te estás ofreciendo, nena? —Me las arreglé para preguntar sin que mi voz se entrecortara demasiado.


Ella se arrodillo sobre la gruesa alfombra oriental debajo de nosotros, y me dio la respuesta más excelente. Con su igualmente excelente y muy ocupada boca.