jueves, 27 de febrero de 2014

CAPITULO 64



Me miró por un momento y sacudió la cabeza, sus ojos
disparándome dagas. Su barbilla se alzó imperiosamente antes de que
caminara a zancadas hacia el Rover y entrara. Ignoré su comportamiento,
pensando que yo estaba siendo malditamente generoso por las
circunstancias. Le escribí un mensaje a Pablo para informarle que la
encontré y le hice esperar un rato mientras lo hacía. Ella estaba encerrada
en el coche y no podía ir a ninguna parte por ahora, al menos.
La miré. Me miró. Estaba enfadada conmigo. Yo estaba más allá de
enfurecido con ella.
—No vuelvas a hacer eso —dije en términos inequívocos.
—¿Qué, salir a caminar? ¿Comprar café? —Hizo un puchero y miró
por la ventana. Su móvil se iluminó y sonó. Lo revisó mientras aceptaba la
llamada—. Sí, estoy bien, Luis. Pido disculpas por lo pasó, pero no te
preocupes. Solo una pequeña pelea de novios —Me sonrió mientras le
decía a ese cabrón envanecido que yo estaba teniendo un mal día.
Quería arrancarle el móvil de las manos y lanzarlo por la ventana. Y
probablemente lo habría hecho si ella no lo hubiera apagado y guardado
en un bolsillo.
—Sabes lo que quiero decir, Paula, ¡Y no te burles de mí con él,
joder!
—¡Me avergonzaste hace unos momentos, Pedro! Luis piensa que
eres…
—Me importa una mierda lo que ese gilipollas piensa. ¿Quién es él,
de todos modos?
—Es un buen tipo y un amigo —No me miró a los ojos cuando lo dijo
y lo supe. ¡Joder, lo sabía!
—¿Le dejaste que te follara, Paula? ¿Sabe qué tu coño fue hecho
sólo para follar? ¿Ha puesto sus manos sobre ti, su polla dentro de ti?
¿Eh? En verdad quiero saberlo. Háblame sobre ti y Luis, el buen tipo.
—Ahora mismo eres un imbécil —Cruzó los brazos bajo sus pechos y
contempló los limpiaparabrisas—. No te voy a contar nada.
—¿Te lo follaste?
Se removió en su asiento y me lanzó una mirada que envió una
oleada de dolor a mi polla.
—¿A quién te follaste antes de posar tu mirada en mí, Pedro?
¿Quién fue la afortunada chica? ¡Sé qué no pasó más de una semana
cuando tuvimos nuestra primera vez! —Comenzó a agitar sus manos
haciendo gestos—. ¡Dijo el chico que piensa que una semana es mucho
tiempo para estar sin sexo!
¡Bueno, mierda!
Ese no era un pensamiento bueno, porque ella tenía razón. Odiaba
admitirlo, pero no podía decirle el nombre de la última mujer con la que
había estado. ¿Pamela? ¿Penélope? Algo con P… Tomas lo sabría, él tenía
una larga lista de amigas y nos presentó. Fruncí el ceño al darme cuenta
de que realmente no podía recordar, y el hecho de que quién fuera que
hubiera sido, no la había hecho, o al polvo, más memorable que la letra de
su nombre.
—¿Tienes problemas para recordar su nombre?—preguntó
Paula.
Sí.
—¿De qué color tenía el pelo, eh?
Rubio fresa al natural. Recuerdo eso.
—¿Ibas a volver a follarla, Pedro, si no me hubieras conocido? —
continuó burlona.
No respondí. Arranqué el coche y salí al tráfico, queriendo
únicamente volver a casa y tal vez volver a donde habíamos estado tan solo
unas horas antes. Odiaba discutir con ella.

CAPITULO 63




Llevó al menos diez minutos conducir por las carreteras de regreso a
mi vecindario. Estaba furioso conmigo mismo —por varias razones, pero
mayormente por dormir mientras ella despertaba y se marchaba sin mi
conocimiento. En mi apresuramiento por ir tras ella estuve a punto de
pasar junto a la cafetería, y eso era simplemente inaceptable. Derrapé.
Decidí poner las razones de mi profundo sueño a un lado por el
momento.
¿Pesadilla del infierno y mucho sexo después, quizás?
Oh, sabía que tendría que sacarlo a la luz otra vez en una
conversación en algún punto, probablemente pronto, porque Paula me
preguntaría, pero ahora mismo yo estaba crudo para hacerle frente a lo
que estaba burbujeando en mi subconsciente. La negación parecía mucho
más atractiva.
¡No me jodas corriendo! Nunca mejor dicho.
Joder, ella no estaba en la cafetería como le había dicho que
estuviera, ¡sino afuera, en la acera, sujetando dos cafés! Y no estaba sola
tampoco. Un tipo estaba sobre ella, charlando, quién sabe quién coño era
para ella. ¿Alguien que conocía? ¡O alguien que la seguía hasta afuera solo
Dios sabe con qué propósitos! Le daría un azote por esta estupidez cuando
la pillara a solas.
Tuve que aparcar en el lado contrario de la calle y luego cruzar. Me
vio acercarme y le dijo algo a su acompañante, quien me miró. Sus ojos
parpadearon un poco y se acercó más a ella.
Movimiento equivocado, idiota.
—Pedro —dijo ella, sonriendo como si esta fuera una forma
perfectamente aceptable de empezar el día.
Oh, mi amor, necesitamos tener una larga charla.
Paula —dije forzadamente, tirando de ella hacia mí por la cintura
y consiguiendo una buena, larga mirada de su amigo, quien debió
continuar con su alegre camino como desde hace diez minutos. El tipo era
un poco demasiado atrevido para mi gusto, estando allí de pie como si
tuviera derecho a hablar con ella, como si lo hubiera hecho antes y tuviera
una historia con ella. ¡Mierda! La conocía. Éste hombre conocía a Paula.
—Pedro, este es Luis Langely, umm… un amigo del departamento
de arte. Él es maestro… yo ya me iba cuando Luis justo entraba.
Estaba nerviosa. Paula parecía incómoda y si yo era bueno en algo
era leyendo a las personas. Podía oler la molestia viniendo de ella. Pero el
tipo era una historia diferente. Parecía demasiado engreído y un poco
presumido y recto, como yo lo descifré.
Paula pareció notarlo y dijo—: Luis, éste es Pedro… Alfonso, mi
novio —Me tendió uno de sus cafés—. Te conseguí un con leche —Me miró
y tomó un sorbo de su vaso. Sí. Estaba incómoda.
El idiota tendió su mano y la ofreció primero.
Te odio.
Yo tenía un brazo alrededor de Paula y la otra mano ocupada con
el café que ella me acababa de pasar. Tenía que dejarla ir para estrecharle
la mano. Le odiaba en su traje inmaculado, profesional, de corte limpio y
toda la apariencia de dinero. Desenrolle la mano de la cintura de Paula y
acepté su apretón. Apreté firme e intenté no pensar en lo sumamente
asqueroso que me veía yo exactamente como si acabara de caerme de la
cama.
—Un placer —dijo Langley, sin querer decirlo.
Le devolví la más leve inclinación de cabeza. Era lo mejor que podía
hacer, y realmente no me importaba una mierda si estaba siendo grosero o
no. Era un tipo en un lugar equivocado, en un momento equivocado, para
ser amigo mío. Le odié a simple vista.
Sus ojos se posaron sobre mí. Decidí que sería quien le pusiera fin al
apretón de manos. O al concurso de quien es más macho, por así decirlo.
Retiré mi mano y presioné mis labios contra el cabello de Paula,
pero mantuve mis ojos en él mientras hablaba—: Me desperté y te habías
ido —Puse mi brazo alrededor de ella.
Ella rió nerviosamente. —Tuve antojo de un café mocha con
chocolate esta mañana.
—Todavía necesitas tu café matutino, ya veo. Algunas cosas nunca
cambian, ¿eh, Paula, cariño? —Langley le sonrió con complicidad a
Paula y en ese instante lo supe. Él se la había follado. O hizo su mejor
intento. Tenían alguna especie de historia y sólo pude ver la capa roja de
celos colgando ante mis ojos. Santo jodido infierno, las violentas
emociones me atravesaron en segundos. Quería mostrarle a Langley con
mi puño el camino que su rostro recorrería hasta la acera, pero necesitaba
alejarla de él aun más.
—Hora de irse, nena —anuncié, presionando mi mano contra su
espalda.
Paula se tensó por un instante, pero luego se relajo. —Fue bueno
verte otra vez, Luis. Cuídate.
—Lo mismo para ti, cariño. Tengo tu nuevo número y tú tienes el
mío, así que sabes dónde encontrarme, ¿verdad? —El bastardo me miró y
no había duda del desafío en su mirada. Pensaba que yo era alguna
especie de cabeza hueca y dejó caer una advertencia para mí de que si
Paula necesitaba ser rescatada, ella solo tendría que llamar y el Príncipe
Encantador vendría a por ella.
Bastardo. Detén. Tus. Patéticos. Intentos.
Paula asintió y le sonrió. —Adiós, Luis.
Si, lárgate bastardo… Luis.
Era evidente que el “Amante Luis” no quería dejarla. Quería besarla
y abrazarla para presumir de una despedida afectuosa, pero tenía
suficiente cerebro como para no intentarlo. Yo no dije que fuera estúpido,
solo mi enemigo.
—Te llamaré. Quiero oírlo todo sobre el Mallerton —Hizo un gesto
llevándose la mano a la oreja—. Adiós, cariño —Me dio una mirada y yo se
la regresé. Realmente esperaba que él pudiera leer mentes, porque yo tenía
algo digno de decir que él debería escuchar.
¡Tú, egocéntrico, saco de mierda sin valor! De ninguna manera la
llamarás para hablar sobre el asunto de Mallerton. ¡Tampoco la mirarás ni
pensarás en ella! ¿Entendido? Mi chica NO es tú “cariño”, ni lo será en el
futuro. ¡Fuera de mi vista antes de que me vea obligado a hacer algo que me
meterá en un montón de problemas con MI chica!
Empezamos a cruzar la calle, mi corazón latiendo con fuerza, la irá
brotando de mí, cuando ella abrió la boca:
—¿Qué demonios fue todo ese espectáculo,Pedro? Fuiste
increíblemente maleducado.
—Sigue andando. Discutiremos esto en casa —Me las arreglé para
decir mientras caminábamos.
Ella me miró fijamente como si me hubiera crecido una segunda
cabeza y se detuvo en la acerca —Te he hecho una pregunta. ¡No me
hables como si fuera un niño que está en problemas!
—Métete en el auto —espeté, tratando de contenerme de cogerla y
ponerla en el asiento, lo cual estaba peligrosamente cerca de suceder
incluso si ella no lo sabía aún.
—Perdóname, pero esto es una mierda. ¡Regreso caminando! —Se
alejó enfadada de mí.
Quería explotar. Estaba tan enfadado. Agarré su mano para evitar
que se marchara.
—No, no vas a regresar andando, Paula. Métete en el coche ahora.
Te voy a llevar a casa —hablé en voz baja y directamente en su cara, donde
podía ver sus furiosos ojos fulminándome. Ella era tan hermosa cuando
estaba irritada. Me daban ganas de arrastrarla a mi cama y hacerle cosas
muy traviesas a su cuerpo durante todo el día.
—No voy a recibir órdenes de ti. ¿Por qué estás actuando así?
Cerré los ojos y pedí paciencia. —No estoy actuando en absoluto —
La gente nos miraba. Probablemente también podían oír nuestra
conversación. ¡Maldita sea!—. ¿Podrías, por favor, meterte en el coche,
Paula? —Forcé una sonrisa falsa.
—Estás siendo un cretino,Pedro. Todavía tengo una vida. Voy a
salir a correr por las mañanas y puedo detenerme a tomar un café si
quiero.
—No si no estás conmigo o con Pablo. ¡Ahora mete tu dulce culo
yanqui en el puto coche!

CAPITULO 62



Me desperté en una cama vacía y en un apartamento
vacío, y una auténtica pesadilla. Después de lo que
ocurrió en la noche lo último que esperaba era que se
hubiera marchado sin mi permiso.
Mi primera pista de que algo no andaba bien vino cuando rodé en la
cama y estaba vacía. Ningún cuerpo suave y cálido con aroma a flores para
presionarse contra mí y abrazarme. Sólo sábanas y almohadas. Ella no
estaba en mi cama. La llamé y lo único que recibí un ominoso silencio.
¿Anoche fue demasiado para ella?
Revisé el baño primero. Pude ver que usó la ducha. Sus cosméticos y
cepillo estaban sobre el tocador, pero ella estaba definitivamente ausente.
No estaba en la cocina haciendo café, ni en mi despacho revisando sus
correos electrónicos, ni haciendo ejercicio en el gimnasio, ni en ninguna
parte dentro del apartamento.
Metí el vídeo de la cámara de seguridad en un monitor que
registraba la puerta principal y el pasillo. Cualquier persona que viniera o
se fuera estaría en él. Mi corazón latía con tanta fuerza en mi pecho que
tenía que estar subiendo y bajando visiblemente. Rebobiné la última hora
y allí estaba ella, vestida con mallas y zapatillas deportivas, dirigiéndose
hacia los ascensores, auriculares pegados a las orejas.
—¡Joder! —grité, golpeando mi mano contra el escritorio. ¿Salió por
la mañana a correr? Jodidamente increíble. Parpadeé por lo que veía y me
pasé una mano por la barba.
—¡Dime que estás con ella ahora mismo! —grité en la línea directa
con Pablo.
—¿Qué? —Sonó como si aún estuviera tumbado en la cama y me
sentí más enfermo que antes.
—Respuesta incorrecta, amigo. Paula dejó el apartamento. ¡Para
correr!
—Yo estaba durmiendo,Pepe —dijo—. Por qué iba a estar siguiéndole
los pasos si está en el apartamento contigo…
Le colgué a Pablo y llamé a Paula a su teléfono móvil. Fue al correo
de voz, por supuesto. Casi arrojé el mío contra la pared, pero me las
arreglé para mandarle un mensaje:

¿Dónde demonios estás?

Corrí hasta mi armario, me puse algo de ropa, unos zapatos, cogí las
llaves del coche, la cartera, el móvil y me apresuré hacia la cochera. Me
lancé a la calle, los neumáticos chillando, y empecé a calcular cómo de
lejos podría ella haber ido desde que había sido registrada por la cámara
de seguridad, mi mente corriendo salvajemente con escenarios sobre cómo
de fácil sería para un profesional alcanzarla para eliminarla en esta hora y
hacerlo parecer un accidente.
Era temprano, justo después de las siete, una típica mañana
nublada en Londres volviendo a la vida para el día. Las habituales
furgonetas de reparto y los vendedores ambulantes moviéndose alrededor,
la cafetería del vecindario haciendo un buen negocio, unos pocos
corredores tempranos haciendo ejercicio en la mañana, pero ninguno era
quien yo estaba buscando. Ella podía estar en cualquier parte.
Seguí volviendo al por qué ella se habría marchado sin decírmelo.
Estaba asustado porque fuera por mi culpa. Lo que ella vio de mí anoche.
Lo que sucedió después… La forma en que yo perdí el control por Paula
era cómica. Dios sabe que ambos tenemos nuestros problemas, pero
quizás ese jodido cúmulo de emociones de anoche fue más de lo que ella
podía aguantar. Me froté el pecho y seguí conduciendo.
Mi móvil sonó. Pablo. Le puse a través del audio de los altavoces del
coche.
—No la he visto todavía. Estoy en Cromwell ahora, en dirección sur,
pero creo que he viajado más allá de lo que ella podría haber hecho desde
la hora registrada en la cámara de seguridad.
—Mira, Pepe, lo siento.
—Puedes disculparte más tarde, cuando la encuentre —Estaba
enfadado, pero no era su culpa. Paula había estado conmigo y Pablo
estaba técnicamente fuera de servicio. Culpa mía. ¡Qué jodido desastre!
—Me dirigiré al este, entonces. Muchos corredores siguen Heath
Downs por el parque.
—Haz eso, amigo.
Seguí escaneando, rezando por una señal de ella cuando me llegó un
mensaje:

¿Estás levantado? Fui a conseguir café. ¿Qué quieres
que te lleve?

¡Qué traigas tu dulce trasero a casa, mujer!
El alivio me hizo volver en sí, pero estaba tan enojado con ella por
esta estupidez. ¡Salió a conseguir un puñetero café! ¡Dulce Cristo! Me
detuve inmediatamente y apoyé la cabeza sobre el volante un momento.
Necesitaba sentarla y explicarle unas cuantas cosas sobre cómo tendría
que cambiar su vida durante los próximos meses. Y que correr en solitario
por las mañanas estaba definitivamente fuera del menú.
¡Maldita sea!
Mis dedos se sacudieron escribiendo un mensaje:

¿En qué cafetería?

Una breve pausa y entonces:

Hot Java. ¿Estás enfadado?

Pregunta ignorada.
La cafetería que mencionó no estaba a más de una manzana de mi
apartamento. Nosotros incluso habíamos ido allí juntos unas cuantas
mañanas cuando ella se quedaba a pasar la noche conmigo. ¡Paula
estuvo cerca de casa todo el tiempo! Le contesté:

¡No te vayas! ¡Te recojo en dos minutos!

miércoles, 26 de febrero de 2014

CAPITULO 61



Chasqueé mi lengua sobre su clítoris e incluso puse mis dientes en
él, mordiendo su carne hasta que oí su grito y cambié a tranquilizador, tan
gentil con un toque suave, presionándola más y más.
—¡Necesito más! ¡Fóllame, Pedro!
Oh, sí, ella estaba más caliente.
Santo infierno, finalmente tenía a mi chica justo donde la quería. Me
volvía loco con su sabor por toda mi lengua, mi sabor, su olor, su calor, su
coño empapado, es la droga del sexo.
—Puedo darte más, nena. Quiero darte más —Saqué mis dedos de
su coño, deslizándolos de regreso en su otro agujero, y bordee la apertura
con mi dedo índice empapado. Se quedó sin aliento en una respiración e
inmóvil. Levanté la cabeza y me moví por su cuerpo, sosteniéndome en un
brazo, la otra mano libre para explorar. Deslicé solo la punta de mi dedo
dentro y me encontré con su mirada. Ella lucía salvaje, sus ojos
quemaban—. Quiero estar aquí, Paula, ¿me dejas follar tu hermoso culo?
—Hable contra sus labios temblorosos y un poco en el fondo, la punta de
mi dedo todavía frotándose en su entrada, esperando por su respuesta.
—¡Sí! —Fue un susurro áspero, pero definitivamente ella estaba de
acuerdo.
Me aparté y la volteé sobre su estómago. Agarré sus caderas en el
aire y abrí bien sus piernas, así yo podría posicionarme en mis rodillas.
Era impresionante. Totalmente extendida para mí, entusiasmada y
aceptándome, y perfecta fuera de las nubes.
Con la mano en mi eje, deslicé la cabeza alrededor de su mojado
sexo, trabajando sobre su clítoris una y otra vez, acercándola más a su
orgasmo y mi polla lubricándose bien.
—Umm —gemí, centrando el extremo de la cabeza contra su
estrecho agujero—. Eres tan jodidamente perfecta… —Me empujé y
penetré solo la punta de mi polla, tratando de abrirla un poco y pensé que
podría fácilmente perderla. Al igual que eyacular antes de estar en su
interior.
Se tensó y arqueo ante mi invasión, así que la relajé de inmediato,
poniendo mi palma en su espalda para sostenerla. —Tranquila… relájate
para mí, cariño. —Se calmó y respiró fuerte, esperándome, sometiéndose a
mis deseos, lista para que la haga mía, y gloriosamente aferrado con sus
músculos mi polla, lista para estallar. No quería lastimarla, pero Dios mío,
pero que espectacular encendido para estar listo como lo estaba, apunto
de reclamar ese lugar definitivo en el que podía fundirme en ella.
Ella se estremeció debajo de mí. —Vas a hacer correr, nena. Te deseo
tanto, pero tú primero. ¡Voy a hacer que te sientas tan bien!
—¡Pedro, por favor, haz que me corra! —Se removió contra la punta
de mi polla, lista para tomarme de todas las maneras posibles. Comprendí
que ella me lo permitía, incluso si era doloroso, porque era una amante
generosa.
¡Señor, ayúdame!
Tomó todo mi control no hundirme en la estirada y misteriosa parte
de ella que todavía yo tenía que reclamar. Lo quería. Lo necesitaba. Pero
quería y necesitaba apreciarla más. Sabía que iba a lastimarla y ella
estaba lejos de estar lista. Teníamos que trabajar en ello—algo que
esperaría con interés. Como cualquier cosa nueva que hiciéramos juntos.
Me encontraba fuera de mi jodida mente justo ahora, y este no era el
momento para adentrarme en su interior anal por primera vez.
Paula… Te amo tanto —susurré contra su espalda, guiando mi
polla para encontrar su vagina. La carne estaba tan caliente que quemaba
cuando nos tocábamos.Escuché mi propio grito cuando golpeé
profundamente dentro de ella y comencé a follarla. Mis manos se
apoderaron de sus caderas, apretándola, tirando de ella con fuerza hacia
mi eje, una y otra y otra vez. El sonido de nuestros cuerpos golpeando en
medio de gruñidos de placer fue lo único que se escuchó después.
Estuvimos haciéndolo mucho tiempo. Necesitaba sacar esa pesadilla
de mi sistema y follarla era para mí una forma de hacer que eso sucediera.
Si puedes follar, entonces estás vivo, la lógica brutal era difícil de diferir en
ese asunto.
Fue sexo duro, incluso para nosotros. Y Paula podía aceptar lo
duro de mí. Lo había hecho antes y lo haría de nuevo, porque yo nunca la
dejaría marcharse. Nunca. No podía hacer las cosas que hacía con ella con
nadie más. Sabía que no sería capaz de hacerlo.
Lo comprendí más tarde, en la oscuridad, después del viaje de sexo
loco al que la había arrastrado, y después de que ella cayó en un profundo
sueño a mi lado. Se corrió tantas veces que terminó desmayándose de
cansancio cuando finalmente me logré detener. Nunca me pidió que me
detuviera, sin embargo. Mi chica se entregó a mí y no presionó por
respuestas. Mis entrañas seguían revueltas después de mis pesadillas.
Quería encender un cigarrillo, pero me controlé. Se sentía mal en
consideración a ella. Estaba mal someterla a mi insalubre tabaco y no
pensaba hacerlo cerca de ella, nunca más.
Mirándola dormir luego de la sesión, su respiración metódica, sus
largas pestañas descansando encima de los pómulos,su cabello
arremolinándose violentamente sobre la almohada, me dejo totalmente sin
aliento. Supe que había encontrado mi ángel por fin y me aferraría a ella
con todo lo que tenía.

Fue sólo una pesadilla…

Ella me salvo de la locura absoluta de mi tormento. Me hizo querer
cosas que nunca había querido antes. Mataría si tenía que hacerlo para
mantenerla a salvo. Me mataría a mi mismo si algo le sucediera.
Eventualmente, fui capaz de dormirme otra vez y era solo porque ella
se encontraba allí conmigo.

CAPITULO 60



—¡Pedro! Bebé, despierta. Estas teniendo un mal sueño —La dulce
voz encontró mis oídos y unas manos suaves me tocaron.
Me levanté jadeando, la conciencia me arrancó en un estado de
hiper-alerta. Sus manos se alejaron mientras me estrellé en la cabecera de
la cama y aspiré oxígeno. La pobre Paula, con ojos muy abiertos
mirándome horrorizada mientras se sentaba conmigo en la cama.
—¡Oh, mierda! —Jadeé, aceptando la realidad de donde estaba.
¡Respira, hijo de puta!
Había hecho esto muchas veces. Solo era una pesadilla. No era real.
Pero aquí me encontraba sentado, perdiendo el control magníficamente
delate de mi chica.  Sentí que iba a enfermarme.
Ella alargó la mano de nuevo, el frío toque de su mano en mi pecho
me trajo a la tierra, trayéndome de regreso a aquí y ahora. Paula está
justo aquí cerca de mí en la cama, no en ese jodido sueño otra vez. Yo
seguía trayéndola a mis pesadillas. ¿Por qué diablos hacía eso?
Se acercó más y agarré su mano en mi pecho, necesitando su toque
como un salvavidas.
—¿Qué fue eso, Pedro? Gritabas cosas y lanzabas golpes por todas
partes en la cama. No podía despertarte…
—¿Qué te dije? —La interrumpí.
—Pedro —dijo con dulzura, buscando mi rostro, sus dedos rozando
mi mandíbula.
—¿Qué te dije? —grité, agarrando su mano y manteniéndola fuera de
mi cuerpo, sintiendo la urgencia de vomitar al pensar en lo que podía
haber salido de mi boca. Se estremeció de nuevo y mi corazón se rompió
por asustarla, pero tenía que saberlo. La miré fijamente en la oscuridad y
traté de inhalar el oxígeno suficiente para llenar mis pulmones. Un
ejercicio casi inútil, sin embargo. No había suficiente aire en todo Londres
para satisfacerme justo ahora.
—Tú estabas diciendo sin video una y otra vez. ¿Qué significa eso,
Pedro?
La sabana había caído hasta tu cintura, dejando al descubierto sus
encantadores pechos desnudos en el resplandor de la luna colándose a
través del traga luz. Vi una cautela en sus ojos mientras ella apartó su
mano de mi apretón y lo odie. La deje ir.
—Lo siento. Yo… tengo sueños a veces. Perdón por gritarte. —Di un
vuelco fuera de la cama y entré al baño. Me aferré al fregadero y dejé el
agua fluir sobre mi cabeza, enjuagué mi boca y bebí del grifo. Mierda,
necesitaba superar esta mierda —esto no estaba bien. Tenía que ser fuerte
para ella. Todas estas cosas eran historia pasada y sepultada. Esto no era
bienvenido en mi presente y seguro como el infierno que no en mi futuro
con Paula.
Sus brazos me envolvieron desde atrás. Pude sentirla desnuda
contra mi espalda y eso despertó a mi polla. Presionó sus labios en mis
cicatrices y las besó. —Habla conmigo. Dime lo que soñabas. —Su suave
voz venía cargada con una determinación de acero, pero no había manera
de que pudiera adentrarla en ese lío torturador
De ninguna jodida manera ella iría ahí conmigo. No le quitaría su
inocencia.
—No. No quiero hacerlo. —Miré al espejo sobre el fregadero y me vi a
mí mismo, el agua goteaba de mi pelo, los brazos de Paula envueltos a
mis costados, descansando sus manos en mi pecho donde mi corazón
palpitaba con fuerza sin piedad de una inmensa pesadilla de todo tipo de
mierda. A pesar de todo, ella me abrazaba, abrazaba mi corazón en sus
hermosas manos. Me había seguido aquí para consolarme.
—¿Qué video, Pedro? Gritabas sobre un video.
—¡No quiero hablar de eso! —Cerré mis ojos al sonido de mi voz
contra la suya, odiando la ira en ella, odiando que tuviera que verme así.
—¿Fue por mi culpa? ¿Es por mi video? —Apartó sus manos y se
retiró de mí—. Dijiste que nunca lo viste. —Podía oír el dolor en su voz e
imagine donde su mente iba con este escenario. No podía estar más
equivocada.
La perdí entonces, total y completamente, temeroso de que ella no
pudiera confiar en mí, aterrorizado de que podría dejarme otra vez. Me di
la vuelta y tiré de ella con fuerza. —No, nena. No es eso. Por favor. No es
eso. Soy yo… del pasado… un mal momento para mí en la guerra.
—Sin embargo, no me lo dirás. Porque no puedes decir lo que te
pasó…. Es por tus cicatrices. ¿Pedro?
Trató de apartarse, de poner distancia entre nosotros, pero el
infierno se enfriaría si se lo permitía. —No, Paula, te necesito. No te
alejes de mí.
—Yo no…
Interrumpí sus palabras con mi boca contra la suya, adueñándome
de ella con mi lengua tan profundo que todo lo que podía hacer era
tomarla. La levanté y me tambalee en la cama con ella. Tenía que estar
dentro de suyo, en todas las maneras. Necesitaba una confirmación de que
se encontraba aquí, que yo estaba vivo, que ella estaba segura a mi lado….
Que yo estaba vivo… que ella estaba a salvo… que yo estaba vivo…
—Nena, eres tan hermosa y buena para mí. Eres todo para mí,
¿entiendes? Dime que me deseas. —Balbuceaba mientras empujaba sus
piernas abiertas con mis rodillas y adentré dos dedos en su calor húmedo.
Empecé a acariciarla, esparciendo todo el esperma de antes alrededor y
sobre su clítoris como a ella le gustaba.
—Te deseo,Pedro—respondió entrecortadamente,su sexo
calentándose para mí, listo para tomarme. Dios, luché con el filo de la
navaja del control cuando se puso toda sumisa conmigo. Era lo que más
me excitaba, incluso aunque esta era la primera mujer con la que yo
funcionaba así.
—Dime que me dejarás tener todo de ti. Cada parte. ¡Lo quiero todo,
Paula!
—Te voy a dejar —Lloró—. Estoy aquí.
Me hundí en su boca otra vez, profundo y completo con mi lengua,
mis dedos se movían dentro de su coño, consiguiendo que se humedeciera
más.
—Tu boca es mía, cuando envuelves esos labios de frambuesa
alrededor de mi polla y me chupas —Ella se movió debajo de mí. Me
arrastré de sus labios para adherirme a su pezón. Lo mordí lo suficiente
para obtener un gemido de ella, chupé profundo para después retroceder y
hacer lo mismo con el otro seno—. Tus hermosos pechos me pertenecen
también. Cuando los muerdo y chupo y te vuelvo loca.
—Oh, Dios…
Me moví por su cuerpo, mis dedos todavía en ella, deslizándose por
su coño, acercándola más al clímax. —Este dulce manjar de coño es
siempre mío, cuando lo lleno con mi polla y vaciándole una carga de mi
semen dentro—susurré, hablando más sucio y estaba seguro de que ella
estaba más caliente.
Se retorció y rodó su cabeza y me encantó que estuviera volviéndose
loca.

CAPITULO 59




Mierda. Lo iban a hacer. Mi corazón comenzó a bombear de miedo
como nunca lo había hecho antes, la adrenalina corría por mis venas
cargadas a través de mi cuerpo. Había esperado que esto ocurriera. En el
fondo yo sabía que pasaría, pero para salvar mi cordura intenté no pensar
en ello. La negación funcionó por un tiempo, pero el tiempo ya había expirado.
—¿Estás listo? —me pregunto él. La criatura quien hizo la pregunta
era la única que quería destripar, y dejarlo desangrarse lentamente. El único quien habló sobre ELLA. Él único quien se burló todo el tiempo de hacerle daño a ella.
¡MIERDA NOOOOO!
Negué con la cabeza mientras él avanzaba hacia mí, su cara muy
cerca, el humo de su cigarro enrollado en su mano girando tentadoramente, haciendo mi boca agua. Era divertido como podía desear un cigarro en un momento como este, pero lo hice. Le abría quitado el cigarrillo de su jodida boca para meterla a la mía si hubiera podido.
Mis brazos estaban inmovilizados de atrás por otro hombre y me tapó
la nariz. Traté de contener mi respiración y escaparme, pero mi cuerpo me
traicionó. Al segundo que jadee en una respiración él derramó algo vil en mi garganta. Traté de evitar que el elixir descendiera, pero otra vez mi cuerpo tomó el control en una función básica para mantenerme respirando. Qué irónico. 
Me estaban drogando con el fin de ejecutarme… Así que no iba a pelear en el proceso… Así ellos podían filmar mi muerte y mostrárselo a todo el mundo.
No ¡No! ¡NO!
Pelee con todo lo que me poseía, pero él solo se rió de mis esfuerzos.
Sentí las lágrimas exprimirse de mis ojos, pero yo estaba seguro de que no
estaba llorando. Nunca lloré.
Él ladró la orden y entonces lo vi. La cámara. Un subordinado sentado
en una trípode mientras yo comenzaba a dejar las lágrimas rodar mientras
el opio comenzó a apoderarse de mí.
Noté que realmente lloraba.
Pero no por las razones que ellos pensaban. Lloraba por mi papá y por
mi hermana. Por mi chica. Ellos podrían ver esta…. cosa…. matarme. El
mundo entero podría verlo. Ella podría verlo.
—¡Preséntate! —ordeno él.
Negué con la cabeza y gesticulé a la cámara. —¡Sin video! ¡Sin VIDEO
hijo de puta! SIN PUTO VIDEO…
El dorso de la mano a través de mi boca fue tan brutal que me calló
por la fuerza del golpe. Él ladró otra orden a él único con la cámara de video quien dirigió la lente a mí y la etiqueta se leía en vacilante Ingles:
“Alfonso, Pedro. SAS capitán. Dos, nueve, uno, cinco, cero, uno”
Se dirigió a mí de nuevo, esta vez sacó un Khukri de su vaina. La hoja
era curvada y afilada finamente. Incluso con mi debilidad de reaccionar a lo que venía por las drogas, pude ver que la herramienta estaba bien
preparada para el trabajo que se encontraba a punto de hacer.
Pensé en mi madre. La quise toda mi vida y ahora más que nunca. Yo no era valiente. Me encontraba asustado hasta la muerte. ¿Qué podría sucederle a Paula? ¿Quién podría protegerla de ellos una vez que me haya ido?
Oh, Dios…
—Sin video. Sin video. Sin video. Sin video —Era todo lo que podía
pronunciar. Y si el sonido ya no era una expresión capaz a través de mi
boca, entonces sería la única cosa en mi mente junto con—: Lo siento, Papá. Luciana, Paula… Lo siento tanto…

CAPITULO 58


Me incliné hacia ella y la besé lento y dulce por su respuesta, pero
mi corazón latía fuerte y rápido. Dios, amaba cómo estaba conmigo, tan
suave y seductora aceptándome.
Amaba muchas cosas acerca de ella.
Le di la vuelta sobre su estómago y desabroche su bonito sujetador
mientras me deshacía de la tanga. Capturé su imagen y exhalé, arrastré
mis manos por su espalda, las caderas, las mejillas de su bonito culo y
luego de vuelta otra vez.
Una vez que ella se encontraba desnuda, me calmé un poco y bajé
lentamente. Dejé mi ropa y me tendí a su lado. Volvió su cara hacia mí y
nos miramos el uno al otro.
Tome su broche para el cabello y se lo quite, extendiendo su pelo por
su espalda y los hombros. Paula tenía el pelo largo y sedoso. Amaba
tocar y arrastrar los dedos a través de sus mechones. Amaba caía en su
pecho cuando se encontraba encima de mi polla, saltando sobre ella.
Amaba agarrar un gran mechón de su cabello y apretarlo mientras me la
follaba y llegaba a un orgasmo demoledor gritando mí nombre.
Pero no hice nada de eso esta noche. En su lugar, la excité más
lentamente y con cuidado, entrando en todos los lugares con mi lengua y
mis dedos, haciéndola correrse una y otra vez antes de desnudarme y
enterrar mi polla en su interior.
Nos adaptamos muy bien. El sexo con ella me rompía hasta mis más
profundos niveles de complejidad; Incluso si Paula no era consciente, yo
lo era. Ni siquiera sé lo que le dije a ella durante el calor de ello. Le digo
todo tipo de cosas debido a que a le gusta que hablé sucio. Me lo dijo. Es
una maldita buena cosa también, porque no puedo evitarlo. Los filtros
entre mi cerebro y mi boca son más o menos inexistentes.
Todavía no sabía lo que le dije después del orgasmo explosivo que
tuve, me sentía tan agotado que empecé a adormilarme aún enterrado
dentro de ella y esperando que me dejara permanecer ahí por un tiempo.
Pero lo supe cuando dijo—: Te amo también.
Mis ojos se abrieron de inmediato y me quedé en la oscuridad
abrazándola. Repetí el sonido de esas palabras una y otra y otra vez.